Los sucesivos gobiernos de Néstor y de Cristina Kirchner delegaron en la Fundación Madres de Plaza de Mayo una acción social receptora de cuantiosos fondos del Estado, sin verificación ni controles . El propósito de construir viviendas para los sectores carenciados se llevó a cabo siempre en nombre del gobierno, del presidente/a y de la ideología del kirchnerismo. El uso del Estado por una fundación para robustecer a quien está al frente del gobierno, liberado de trabas políticas e institucionales, continúa la tradición inaugurada en 1946 por Ramón Cereijo, ministro de Hacienda del primer gobierno peronista.
Entonces, la receptora era Eva Perón quien en persona emprendió la acción social e imprimió al movimiento peronista su marca peculiar desde el inicio.
Hoy Hebe de Bonafini encarna esa suerte de patrimonialismo que no vacila en reafirmar su desprecio por cualquier consideración de transparencia de procedimientos, asunto que a su parecer son “pelotudeces”, y en descalificar toda opinión divergente.
A la hora del escándalo imparable, Bonafini confesó desconocer a cuánto ascendían y cómo se gestionaban los recursos recibidos a pesar de tener la responsabilidad de presidir esa fundación. Acaso ese campo de la asistencia social debiera de ser dejado a su libre arbitrio porque ella, como Evita, es sagrada en el imaginario colectivo y lo es porque representa a la lucha de las madres que tuvieron el coraje de enfrentar a la dictadura y se convirtieron en un ejemplo para el mundo entero.
La dimensión mística y religiosa del peronismo regresa bajo nuevas formas.
En estos años de democracia, los derechos humanos y el pluralismo son valores universales que han arraigado en la sociedad argentina. Las Madres de la Plaza de Mayo son un símbolo que ningún gobierno puede corromper, pero la Fundación que preside Hebe de Bonafini tendrá que rendir cuentas a la sociedad para demostrar que ella no fue corrompida por el poder de turno . No estamos viviendo en la década del cuarenta a pesar de que muchos aspectos oscuros de ese pasado regresen en la peculiar modalidad de gobernar que tiene el kirchnerismo. Una vez más, el Estado ha abdicado de funciones que le son propias para cederlas a organizaciones que aumentan el despliegue de propaganda gubernamental.
No faltó el cartel con el lema Cristina 2011 en la fachada de uno de los edificios de la fundación de las Madres, tampoco dejó de agitarlo la propia Hebe de Bonafini.
Hoy como entonces, se quiere convertir a la política social en el garrote ideológico que es blandido contra los adversarios políticos . Poco antes de ser elegida presidenta, Cristina Kirchner declaró en una entrevista al diario El País de España: “Me siento identificada con la Eva Perón del rodete y del puño crispado frente al micrófono. No con la Eva milagrosa con la que sí se identificaba más mi madre, la Eva del Teatro Colón, el hada buena que había llegado con Perón a repartir el trabajo, el derecho al voto …” ( El País , 26 de julio de 2007). Identificada con el rol de militante que llega a la política para transformar la realidad, acaso las Madres sean el remedo de las hadas buenas que al hacer el bien potencian la voluntad de poder de la Presidenta. Cabe preguntar hasta dónde se puede llegar con las malversaciones y si acaso la Presidenta lo sabe.
Entonces, la receptora era Eva Perón quien en persona emprendió la acción social e imprimió al movimiento peronista su marca peculiar desde el inicio.
Hoy Hebe de Bonafini encarna esa suerte de patrimonialismo que no vacila en reafirmar su desprecio por cualquier consideración de transparencia de procedimientos, asunto que a su parecer son “pelotudeces”, y en descalificar toda opinión divergente.
A la hora del escándalo imparable, Bonafini confesó desconocer a cuánto ascendían y cómo se gestionaban los recursos recibidos a pesar de tener la responsabilidad de presidir esa fundación. Acaso ese campo de la asistencia social debiera de ser dejado a su libre arbitrio porque ella, como Evita, es sagrada en el imaginario colectivo y lo es porque representa a la lucha de las madres que tuvieron el coraje de enfrentar a la dictadura y se convirtieron en un ejemplo para el mundo entero.
La dimensión mística y religiosa del peronismo regresa bajo nuevas formas.
En estos años de democracia, los derechos humanos y el pluralismo son valores universales que han arraigado en la sociedad argentina. Las Madres de la Plaza de Mayo son un símbolo que ningún gobierno puede corromper, pero la Fundación que preside Hebe de Bonafini tendrá que rendir cuentas a la sociedad para demostrar que ella no fue corrompida por el poder de turno . No estamos viviendo en la década del cuarenta a pesar de que muchos aspectos oscuros de ese pasado regresen en la peculiar modalidad de gobernar que tiene el kirchnerismo. Una vez más, el Estado ha abdicado de funciones que le son propias para cederlas a organizaciones que aumentan el despliegue de propaganda gubernamental.
No faltó el cartel con el lema Cristina 2011 en la fachada de uno de los edificios de la fundación de las Madres, tampoco dejó de agitarlo la propia Hebe de Bonafini.
Hoy como entonces, se quiere convertir a la política social en el garrote ideológico que es blandido contra los adversarios políticos . Poco antes de ser elegida presidenta, Cristina Kirchner declaró en una entrevista al diario El País de España: “Me siento identificada con la Eva Perón del rodete y del puño crispado frente al micrófono. No con la Eva milagrosa con la que sí se identificaba más mi madre, la Eva del Teatro Colón, el hada buena que había llegado con Perón a repartir el trabajo, el derecho al voto …” ( El País , 26 de julio de 2007). Identificada con el rol de militante que llega a la política para transformar la realidad, acaso las Madres sean el remedo de las hadas buenas que al hacer el bien potencian la voluntad de poder de la Presidenta. Cabe preguntar hasta dónde se puede llegar con las malversaciones y si acaso la Presidenta lo sabe.