Dejar en claro quién manda

El escenario
Martes 05 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
«Ustedes, los periodistas, criticaban a Néstor Kirchner, pero nunca maltrató a la Corte. Ahora, las cosas son peores. Directamente, es la Presidenta la que, en ciertos casos, habla por teléfono a algunos jueces, a veces a los gritos», dijo uno de los hombres más encumbrados de la Corte Suprema de Justicia.
La confidencia que hizo esa fuente a LA NACION es absolutamente confiable y exacta. Es más: hace varios meses, este cronista tuvo la oportunidad de presenciar el momento en que entraba una de esas incómodas llamadas de Cristina Kirchner y también pudo corroborar otras conversaciones entre la mandataria y varios integrantes del alto tribunal.
En general, quien teje la suerte de los jueces o conversa con ellos es el secretario legal y técnico, Carlos Zannini. También hay lobbistas más discretos. Pero, en circunstancias excepcionales, Cristina Kirchner se ocupa personalmente.
¿Está mal que el Poder Ejecutivo y la Corte u otros jueces conversen? No. Es absolutamente natural que haya un diálogo maduro entre los poderes. Por ejemplo, si una sentencia puede producir un fuerte impacto fiscal o electoral, por citar dos casos, es preciso que los magistrados puedan, de antemano, evaluar esa exacta circunstancia.
Eso no le resta independencia ni a la Corte ni tampoco a algunos otros tribunales que intentan guardarse una luz de independencia. Pero lo que sí es perjudicial es el poco margen de acción que quiere dejar el Poder Ejecutivo a los jueces.
A primera vista, aquella anécdota y estas apreciaciones no parecerían tener vinculación con la demora del Poder Ejecutivo en designar a los jueces. Pero sí la tienen: son una muestra del clima que se vive.
En nuestro sistema, para el presidente de turno -ocurrió con Carlos Menem y ocurre, desde hace años, con el kirchnerismo-, la Justicia es tan sólo un apéndice incómodo del poder y se busca que no obstruya la maquinaria de gobernar o decidir.
Nunca se entendió qué papel deben cumplir los jueces, y lo cierto es que la sociedad tampoco defendió demasiado la independencia judicial . Casi siempre prefirió líderes políticos fuertes para solucionar problemas difíciles en el menor tiempo posible.
Por eso, mucho se puede debatir sobre cuál es la verdadera razón de la Presidenta para postergar los nombramientos de jueces.
Algunos dirán que esa demora obliga a la Justicia a cubrir las vacantes con jueces subrogantes débiles y que, así, se recorta la independencia judicial. Otros dirán que el Ejecutivo necesita tomarse tiempo para elegir a los mejores magistrados. Algunos, sólo ven desidia, destrato o desinterés hacia el Poder Judicial, o bien el deseo de obstaculizar algunas investigaciones.
Pero cualquiera que fuere la motivación del Poder Ejecutivo, la consecuencia es siempre la misma: para la Presidenta, es imperioso que en la Justicia -tanto como el Congreso, los gobernadores, los intendentes o cualquier otro organismo-, sepan quién manda. De todos los demás, sólo se reclama obediencia.
Por lo demás, la natural propensión de algunos jueces a alinearse con el Ejecutivo, el miedo a sufrir consecuencias o algún ocasional interés mezquino completan el resultado deseado (por el Gobierno).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *