La diferencia obtenida por el PRO hace difícil que se pueda revertir el vencedor. Lecciones para Cristina.
Por Roberto García
11/07/11 – 12:11
SILENCIO. Mauricio Macri.
Perdió Filmus. Y será, claro, víctima propiciatoria del oficialismo, el que lo nominó y en poco tiempo renegará de él como si fuera un jetatore. Reglas de la política.
Aunque por ahora se inflan en ese sector con los datos de que “hicimos la mejor elección del kirchnerismo en la Capital”. Incuestionable aserto desde un ángulo: para primera vuelta, óptimo resultado. Pero falso como premisa, si uno toma en cuenta que la de ayer, por esas paradojas de difícil predicción, al polarizar los porteños la porfía electoral, al tratar de evitar consumirse otro domingo en una confrontación de boletas, la primera ronda se convirtió en segunda. Y, entonces, no parece tan saludable el respaldo del distrito al gobierno nacional –si es que Filmus lo representaba–, con lo cual el número de la víspera además de insatisfactorio resulta insuficiente para cometidos superiores. Inclusive, para intentar el ballottage.
Apreciable diferencia en votos entre Filmus y su vencedor, Mauricio Macri. También, apreciable la corta distancia de Macri para alcanzar la consagración final del 50%. Esos datos muestran como arduo por lo menos, si no imposible, revertir la tendencia. Con lo cual, la insistencia kirchnerista –expresada apenas concluyó la elección como mecanismo de prensa más que de reflexión política– de volverse a medir contra Macri a fin de este mes indica que, en julio, quizás se arriesgue a una doble puesta de espaldas, inconveniente como preludio a las internas de agosto y a las generales de octubre. Si desistiera, en cambio –conjeturaban algunos de los propios–, el revés de ayer se diluiría en una semana, no tendría el efecto persistente de un mandoble de larga duración.
Igual se recordará que Ella no quería designarlo a Filmus (le computaban dos deserciones a la rígida subordinación del kirchnerismo) y, si lo hizo, fue como solución final no deseada: ni Carlos Tomada ni su favorito Amado Boudou reunían, en el electorado, un caudal de votos semejantes a los de este hombre que progresó en política a caballo de una actividad infrecuente, la educación.
Pero no sólo Filmus está condenado en la planchada porteña: comparte fallidos con el ministro Tomada, Juan Cabandié, Aníbal Ibarra, Gabriela Cerruti y algún alquimista electoral de la Casa Rosada (¿Juan Carlos Mazzón?).
Otra protagonista perdidosa, al menos para no cautivar más voluntades, es la propia Presidenta, aunque Ella invocará que parte de la legión de votos de Macri, en octubre, girarán a su favor. Puede ser, aunque merece atención otro dato incontrovertible: los capitalinos votaron a favor de ciertas formas conservadoras (Macri, obviamente, lo es), parecen desconectados o prevenidos con los hábitos prebendistas y declarativos de organizaciones juveniles como La Cámpora. Tal vez estos jóvenes no rinden siquiera en el ámbito progresista.
Con banda y música festejaba Macri la repetición del título. Acostumbrado al fútbol, celebraba el campeonato de Primera B luego de merodear, en más de una ocasión, la categoría superior, Primera A de la Presidencia, en la que nunca se atrevió a competir.
Disfrutaba entonces de esa victoria local que le garantiza paz en los tribunales, otro mandato y la cobertura burocrática de su personal, pero al mismo tiempo se interrogaba sobre la conveniencia de haberse retirado de la carrera por la Casa Rosada. Más cuando descubre que el voto, en la Capital al menos, no es tan voluble ni volátil como antes, que cierta estabilidad o demagogia económica genera actitudes menos críticas y disolventes, y que las diferencias ideológicas –si es que las hay como saldo de otras décadas– no son tan marcadas ni excluyentes.
Todo ello al extremo de que Cristina, con alguna razón, puede pretender que en la Ciudad parte de los votantes de Macri la voten a ella, como con seguridad en una segunda vuelta por lo menos uno de cada cuatro seguidores de Pino Solanas se inclinará por Macri.
Igual es tarde para el jefe de Gobierno. Revisar el pasado no parece la actitud de un ingeniero que tan precavidamente diseñó su futuro, para muchos en forma medrosa. Pero a él tal vez no lo afecten esas consideraciones: sus tiempos, por profesión, son otros. También en su vida privada: pasados los 50 cree estar en edad para formar y criar razonablemente a su futura beba. Como si tuviera 30, como si 20 años no fueran nada.
Por Roberto García
11/07/11 – 12:11
SILENCIO. Mauricio Macri.
Perdió Filmus. Y será, claro, víctima propiciatoria del oficialismo, el que lo nominó y en poco tiempo renegará de él como si fuera un jetatore. Reglas de la política.
Aunque por ahora se inflan en ese sector con los datos de que “hicimos la mejor elección del kirchnerismo en la Capital”. Incuestionable aserto desde un ángulo: para primera vuelta, óptimo resultado. Pero falso como premisa, si uno toma en cuenta que la de ayer, por esas paradojas de difícil predicción, al polarizar los porteños la porfía electoral, al tratar de evitar consumirse otro domingo en una confrontación de boletas, la primera ronda se convirtió en segunda. Y, entonces, no parece tan saludable el respaldo del distrito al gobierno nacional –si es que Filmus lo representaba–, con lo cual el número de la víspera además de insatisfactorio resulta insuficiente para cometidos superiores. Inclusive, para intentar el ballottage.
Apreciable diferencia en votos entre Filmus y su vencedor, Mauricio Macri. También, apreciable la corta distancia de Macri para alcanzar la consagración final del 50%. Esos datos muestran como arduo por lo menos, si no imposible, revertir la tendencia. Con lo cual, la insistencia kirchnerista –expresada apenas concluyó la elección como mecanismo de prensa más que de reflexión política– de volverse a medir contra Macri a fin de este mes indica que, en julio, quizás se arriesgue a una doble puesta de espaldas, inconveniente como preludio a las internas de agosto y a las generales de octubre. Si desistiera, en cambio –conjeturaban algunos de los propios–, el revés de ayer se diluiría en una semana, no tendría el efecto persistente de un mandoble de larga duración.
Igual se recordará que Ella no quería designarlo a Filmus (le computaban dos deserciones a la rígida subordinación del kirchnerismo) y, si lo hizo, fue como solución final no deseada: ni Carlos Tomada ni su favorito Amado Boudou reunían, en el electorado, un caudal de votos semejantes a los de este hombre que progresó en política a caballo de una actividad infrecuente, la educación.
Pero no sólo Filmus está condenado en la planchada porteña: comparte fallidos con el ministro Tomada, Juan Cabandié, Aníbal Ibarra, Gabriela Cerruti y algún alquimista electoral de la Casa Rosada (¿Juan Carlos Mazzón?).
Otra protagonista perdidosa, al menos para no cautivar más voluntades, es la propia Presidenta, aunque Ella invocará que parte de la legión de votos de Macri, en octubre, girarán a su favor. Puede ser, aunque merece atención otro dato incontrovertible: los capitalinos votaron a favor de ciertas formas conservadoras (Macri, obviamente, lo es), parecen desconectados o prevenidos con los hábitos prebendistas y declarativos de organizaciones juveniles como La Cámpora. Tal vez estos jóvenes no rinden siquiera en el ámbito progresista.
Con banda y música festejaba Macri la repetición del título. Acostumbrado al fútbol, celebraba el campeonato de Primera B luego de merodear, en más de una ocasión, la categoría superior, Primera A de la Presidencia, en la que nunca se atrevió a competir.
Disfrutaba entonces de esa victoria local que le garantiza paz en los tribunales, otro mandato y la cobertura burocrática de su personal, pero al mismo tiempo se interrogaba sobre la conveniencia de haberse retirado de la carrera por la Casa Rosada. Más cuando descubre que el voto, en la Capital al menos, no es tan voluble ni volátil como antes, que cierta estabilidad o demagogia económica genera actitudes menos críticas y disolventes, y que las diferencias ideológicas –si es que las hay como saldo de otras décadas– no son tan marcadas ni excluyentes.
Todo ello al extremo de que Cristina, con alguna razón, puede pretender que en la Ciudad parte de los votantes de Macri la voten a ella, como con seguridad en una segunda vuelta por lo menos uno de cada cuatro seguidores de Pino Solanas se inclinará por Macri.
Igual es tarde para el jefe de Gobierno. Revisar el pasado no parece la actitud de un ingeniero que tan precavidamente diseñó su futuro, para muchos en forma medrosa. Pero a él tal vez no lo afecten esas consideraciones: sus tiempos, por profesión, son otros. También en su vida privada: pasados los 50 cree estar en edad para formar y criar razonablemente a su futura beba. Como si tuviera 30, como si 20 años no fueran nada.