El análisis
Lunes 11 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
La Capital ratificó ayer su mayoría social antikirchnerista. Por izquierda o por derecha, lo cierto es que el 70% de los porteños se pronunció a favor de alternativas electorales distintas del kirchnerismo. Muy cerca del 50% de esa sociedad votó por una opción diferente (tal vez la más diferente de todas) de la que lidera la Presidenta. Mauricio Macri se llevó con él a viejos radicales, a antiguos ucedeístas y a recientes simpatizantes de Elisa Carrió, más allá de sus propios votos.
Cristina Kirchner cometería un error si no reconociera que anoche surgió un líder político nacional más importante que el probable futuro jefe de gobierno de la Capital. No hay ballottage que pueda modificar más de 19 puntos de ventaja, cifra que terminó separando a Macri de Filmus.
En la ciudad de Buenos Aires viven los argentinos más subvencionados del país, pero son los que con mayor coherencia se han negado a ese intento de canje para intercambiar favores por votos. Transporte, electricidad y gas, por ejemplo, son servicios que el Estado les provee con precios menores de los que rigen en el resto de la Argentina y de América latina.
Hay una forma de hacer política del kirchnerismo, sin embargo, que nunca conquistó a los porteños. Cierta arrogancia, una dosis no menor de autoritarismo y la confrontación perpetua son métodos que los capitalinos les reprocharon a los dos Kirchner.
Para confirmar esa percepción social, Filmus dio un discurso anoche en el que se olvidó de Macri (no reconoció su victoria ni lo felicitó) y culpó a los medios periodísticos de su derrota jamás aceptada.
El kirchnerismo tiene una extraña habilidad para vestir de fiesta una derrota. En la tarde de ayer, funcionarios y candidatos de ese sector competían para anunciar una victoria. ¿Qué victoria? El ballottage.
Ninguna información ni medición previa le había otorgado a Macri el triunfo definitivo en primera vuelta; en todas las encuestas, era el kirchnerista Daniel Filmus el que figuraba como el único candidato a disputar la segunda vuelta con el jefe del gobierno. Un extraterrestre que acabara de aterrizar en Buenos Aires habría creído que el kirchnerismo ganó las elecciones de ayer si sólo hubiera escuchado el forzado triunfalismo de los dirigentes oficialistas.
Es cierto que la Presidenta no se equivocó cuando eligió a Filmus para disputar la Capital. Cualquiera de los otros precandidatos, el ministro de Economía y candidato a vicepresidente, Amado Boudou, o el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, hubieran provocado un derrumbe del kirchnerismo en la Capital. Está claro ahora que Filmus era el único que podía llevar el resultado hasta casi el 30 por ciento de los votos.
El Gobierno subrayó ayer que fue la mejor elección del Frente para la Victoria en la historia de la Capital. Es un giro demasiado ampuloso (aunque muy en el estilo siempre inaugural de la Presidenta), porque la historia del partido kirchnerista tiene apenas tres elecciones en la Capital: las de 2005, 2007 y 2009. En 2003, el kirchnerismo fue aliado de Aníbal Ibarra, un político que entonces venía del Frente Grande y que había llegado a la conducción de la administración capitalina de la mano de Fernando de la Rúa.
Es cierto que Filmus sumó ayer casi cinco puntos a su propia elección de 2007 y que la cifra total no es desdeñable ni mucho menos. Debe consignarse, no obstante, que en 2007 competía también Jorge Telerman, entonces jefe de gobierno de la Capital después de la expulsión de Ibarra. La imagen de Telerman resultó siempre confusa para el electorado, más propenso a verlo en aquellos tiempos como un filokirchnerista.
«Nuestro principal problema en 2007 fue establecer ante el electorado que Telerman no era kirchnerista», recuerda ahora un funcionario que trabajó en la anterior campaña de Filmus. Algunos anteriores votos de Telerman fueron a parar ayer a Filmus, esta vez convertido en la única opción kirchnerista. En síntesis, si se la mide por el caudal de votos más que por la diferencia con el primero, Filmus hizo una buena elección, pero desprovista de épica histórica y de inexistentes victorias.
La Capital, quejosa y contrariada siempre por la gestión de sus jefes de gobierno, ratificó ayer también que nunca vota por los problemas de la Capital. Como sede natural del gobierno central, al final siempre se impone la disputa política nacional cuando debe ir a las urnas.
Hubo ayer muchos votos antikirchneristas y también muchos votos antimacristas. Gran parte de los viejos sufragios que perdió Fernando «Pino» Solanas beneficiaron a Filmus como un voto útil contra las ideas de Macri.
El propio radicalismo aceptó ayer, a través de destacados dirigentes, que el grueso del voto radical de la Capital, que fue abundante en la historia, se convirtió en voto útil en favor de Macri y en contra del kirchnerismo.
Filmus engordó su caudal electoral gracias al antimacrismo y Macri sacó ahora más votos que en su primera elección como jefe de gobierno, después de cuatro años al frente de la administración capitalina, con la ayuda incalculable del electorado antikirchnerista. El «anti» prevaleció más que cualquier otra valoración.
Aquella aceptación del radicalismo no fue una confesión religiosa ni una sesión de terapia psicoanalítica. Ricardo Alfonsín reaccionó personalmente en el acto y le ofreció su apoyo a Macri en la segunda vuelta, antes incluso de que se conocieran los datos oficiales. ¿Por qué debió esperar a esa segunda oportunidad cuando pudo trabar una alianza en la primera vuelta? En la primera existían límites ideológicos o políticos (Alfonsín nunca los precisó) que ayer desaparecieron abruptamente.
«Es necesario acercarnos a Macri para reeditar en octubre, en las presidenciales, la intensa polarización que existió ayer en la Capital», dijo un destacado dirigente alfonsinista no bien se conocieron las iniciales encuestas de boca de urna. Macri, a su vez, suele elogiar en la intimidad las recientes decisiones de Alfonsín que incluyeron en su propuesta a Javier González Fraga y a Francisco de Narváez. Macri, tal vez por esas influencias inasibles de la historia común, despacha más párrafos de elogios sobre González Fraga que sobre De Narváez, su antiguo aliado.
Conversiones incipientes ya habían existido entre radicales y macristas antes de las elecciones de la víspera. Ningún candidato presidencial se juega tan a fondo como lo hizo ayer Alfonsín sin antes haber tendido una red de contención. Tales escarceos quedaron en definirse después del recuento de anoche.
Duhalde lo espera a Macri con sus propias propuestas. Es probable que Macri coincida más con las ideas y el discurso de Duhalde que con los de Alfonsín. Alguna vez deslizó que se siente más representado por la clara distancia que Duhalde pone siempre con respecto al kirchnerismo. El dilema de Macri está en su propio territorio electoral: los porteños son también constantemente antiperonistas. Un giro suyo demasiado espectacular hacia el peronismo podría provocarle deserciones en el electorado independiente.
Es demasiado temprano para extraer conclusiones nacionales de las elecciones capitalinas de ayer.
Dos deducciones, con todo, resaltan. Una: la Presidenta no es electoralmente invulnerable, al revés de lo que el kirchnerismo difundió con intensidad durante los últimos nueve meses de su viudez. Cristina, por el contrario, comienza a pagar las facturas por darle tanta preponderancia a La Cámpora: la lista de legisladores de Juan Cabandié sacó sólo la mitad de los votos que logró Filmus.
La otra: existe en la Capital una minoría militante de jóvenes y no tan jóvenes (a veces fanática) que eclipsa durante los días comunes a la mayoría que decide en silencio, autónoma y segura, durante un domingo fatalmente ingrato para la agitación kirchnerista.
Lunes 11 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
La Capital ratificó ayer su mayoría social antikirchnerista. Por izquierda o por derecha, lo cierto es que el 70% de los porteños se pronunció a favor de alternativas electorales distintas del kirchnerismo. Muy cerca del 50% de esa sociedad votó por una opción diferente (tal vez la más diferente de todas) de la que lidera la Presidenta. Mauricio Macri se llevó con él a viejos radicales, a antiguos ucedeístas y a recientes simpatizantes de Elisa Carrió, más allá de sus propios votos.
Cristina Kirchner cometería un error si no reconociera que anoche surgió un líder político nacional más importante que el probable futuro jefe de gobierno de la Capital. No hay ballottage que pueda modificar más de 19 puntos de ventaja, cifra que terminó separando a Macri de Filmus.
En la ciudad de Buenos Aires viven los argentinos más subvencionados del país, pero son los que con mayor coherencia se han negado a ese intento de canje para intercambiar favores por votos. Transporte, electricidad y gas, por ejemplo, son servicios que el Estado les provee con precios menores de los que rigen en el resto de la Argentina y de América latina.
Hay una forma de hacer política del kirchnerismo, sin embargo, que nunca conquistó a los porteños. Cierta arrogancia, una dosis no menor de autoritarismo y la confrontación perpetua son métodos que los capitalinos les reprocharon a los dos Kirchner.
Para confirmar esa percepción social, Filmus dio un discurso anoche en el que se olvidó de Macri (no reconoció su victoria ni lo felicitó) y culpó a los medios periodísticos de su derrota jamás aceptada.
El kirchnerismo tiene una extraña habilidad para vestir de fiesta una derrota. En la tarde de ayer, funcionarios y candidatos de ese sector competían para anunciar una victoria. ¿Qué victoria? El ballottage.
Ninguna información ni medición previa le había otorgado a Macri el triunfo definitivo en primera vuelta; en todas las encuestas, era el kirchnerista Daniel Filmus el que figuraba como el único candidato a disputar la segunda vuelta con el jefe del gobierno. Un extraterrestre que acabara de aterrizar en Buenos Aires habría creído que el kirchnerismo ganó las elecciones de ayer si sólo hubiera escuchado el forzado triunfalismo de los dirigentes oficialistas.
Es cierto que la Presidenta no se equivocó cuando eligió a Filmus para disputar la Capital. Cualquiera de los otros precandidatos, el ministro de Economía y candidato a vicepresidente, Amado Boudou, o el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, hubieran provocado un derrumbe del kirchnerismo en la Capital. Está claro ahora que Filmus era el único que podía llevar el resultado hasta casi el 30 por ciento de los votos.
El Gobierno subrayó ayer que fue la mejor elección del Frente para la Victoria en la historia de la Capital. Es un giro demasiado ampuloso (aunque muy en el estilo siempre inaugural de la Presidenta), porque la historia del partido kirchnerista tiene apenas tres elecciones en la Capital: las de 2005, 2007 y 2009. En 2003, el kirchnerismo fue aliado de Aníbal Ibarra, un político que entonces venía del Frente Grande y que había llegado a la conducción de la administración capitalina de la mano de Fernando de la Rúa.
Es cierto que Filmus sumó ayer casi cinco puntos a su propia elección de 2007 y que la cifra total no es desdeñable ni mucho menos. Debe consignarse, no obstante, que en 2007 competía también Jorge Telerman, entonces jefe de gobierno de la Capital después de la expulsión de Ibarra. La imagen de Telerman resultó siempre confusa para el electorado, más propenso a verlo en aquellos tiempos como un filokirchnerista.
«Nuestro principal problema en 2007 fue establecer ante el electorado que Telerman no era kirchnerista», recuerda ahora un funcionario que trabajó en la anterior campaña de Filmus. Algunos anteriores votos de Telerman fueron a parar ayer a Filmus, esta vez convertido en la única opción kirchnerista. En síntesis, si se la mide por el caudal de votos más que por la diferencia con el primero, Filmus hizo una buena elección, pero desprovista de épica histórica y de inexistentes victorias.
La Capital, quejosa y contrariada siempre por la gestión de sus jefes de gobierno, ratificó ayer también que nunca vota por los problemas de la Capital. Como sede natural del gobierno central, al final siempre se impone la disputa política nacional cuando debe ir a las urnas.
Hubo ayer muchos votos antikirchneristas y también muchos votos antimacristas. Gran parte de los viejos sufragios que perdió Fernando «Pino» Solanas beneficiaron a Filmus como un voto útil contra las ideas de Macri.
El propio radicalismo aceptó ayer, a través de destacados dirigentes, que el grueso del voto radical de la Capital, que fue abundante en la historia, se convirtió en voto útil en favor de Macri y en contra del kirchnerismo.
Filmus engordó su caudal electoral gracias al antimacrismo y Macri sacó ahora más votos que en su primera elección como jefe de gobierno, después de cuatro años al frente de la administración capitalina, con la ayuda incalculable del electorado antikirchnerista. El «anti» prevaleció más que cualquier otra valoración.
Aquella aceptación del radicalismo no fue una confesión religiosa ni una sesión de terapia psicoanalítica. Ricardo Alfonsín reaccionó personalmente en el acto y le ofreció su apoyo a Macri en la segunda vuelta, antes incluso de que se conocieran los datos oficiales. ¿Por qué debió esperar a esa segunda oportunidad cuando pudo trabar una alianza en la primera vuelta? En la primera existían límites ideológicos o políticos (Alfonsín nunca los precisó) que ayer desaparecieron abruptamente.
«Es necesario acercarnos a Macri para reeditar en octubre, en las presidenciales, la intensa polarización que existió ayer en la Capital», dijo un destacado dirigente alfonsinista no bien se conocieron las iniciales encuestas de boca de urna. Macri, a su vez, suele elogiar en la intimidad las recientes decisiones de Alfonsín que incluyeron en su propuesta a Javier González Fraga y a Francisco de Narváez. Macri, tal vez por esas influencias inasibles de la historia común, despacha más párrafos de elogios sobre González Fraga que sobre De Narváez, su antiguo aliado.
Conversiones incipientes ya habían existido entre radicales y macristas antes de las elecciones de la víspera. Ningún candidato presidencial se juega tan a fondo como lo hizo ayer Alfonsín sin antes haber tendido una red de contención. Tales escarceos quedaron en definirse después del recuento de anoche.
Duhalde lo espera a Macri con sus propias propuestas. Es probable que Macri coincida más con las ideas y el discurso de Duhalde que con los de Alfonsín. Alguna vez deslizó que se siente más representado por la clara distancia que Duhalde pone siempre con respecto al kirchnerismo. El dilema de Macri está en su propio territorio electoral: los porteños son también constantemente antiperonistas. Un giro suyo demasiado espectacular hacia el peronismo podría provocarle deserciones en el electorado independiente.
Es demasiado temprano para extraer conclusiones nacionales de las elecciones capitalinas de ayer.
Dos deducciones, con todo, resaltan. Una: la Presidenta no es electoralmente invulnerable, al revés de lo que el kirchnerismo difundió con intensidad durante los últimos nueve meses de su viudez. Cristina, por el contrario, comienza a pagar las facturas por darle tanta preponderancia a La Cámpora: la lista de legisladores de Juan Cabandié sacó sólo la mitad de los votos que logró Filmus.
La otra: existe en la Capital una minoría militante de jóvenes y no tan jóvenes (a veces fanática) que eclipsa durante los días comunes a la mayoría que decide en silencio, autónoma y segura, durante un domingo fatalmente ingrato para la agitación kirchnerista.