Opinión
Martes 12 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Foto: Hernán Zenteno
Es cierto que la ciudad de Buenos Aires ha sido históricamente esquiva al kirchnerismo. Ya con Néstor Kirchner de candidato en 2003, en un escenario de fuerte atomización política, sólo dos de cada diez porteños acompañaron al ex presidente. Similar fue el resultado con Rafael Bielsa en 2005 y con Daniel Filmus en 2007. Sólo en la elección presidencial de ese mismo año, Cristina Kirchner mejoró en algo la performance y casi alcanzó el 24% de los votos.
También es real que en esta ocasión, con el empuje de una candidata a quien todos hoy le auguran un triunfo en primera vuelta en la próxima elección de octubre, y con el desgaste que razonablemente debía padecer quien ha gobernado de un modo gris la ciudad en los últimos cuatro años, las posibilidades de Daniel Filmus parecían ser mayores.
Sin embargo, todas esas especulaciones se diluyeron ayer. Con un cuadro que aparentaba ser tan favorable, la base electoral del oficialismo nacional sólo se incrementó tres puntos.
¿Qué fue lo que pasó?
Filmus y Tomada son, sin duda alguna, la mejor fórmula que pudo competir en representación del kirchnerismo. Son personas políticamente comprometidas, moralmente valiosas e intelectualmente reconocidas. Han estado acompañando el proyecto de gobierno desde sus inicios. Son dos peronistas a quienes se les reconocen criterio propio, vocación plural y compromiso militante.
Sin embargo, todos esos atributos fueron opacándose paulatinamente en un sistema cada vez más atento a la subordinación que al debate. Una extraña campaña interna desarrollada con el solo propósito de que la Presidenta seleccionase al candidato apareció ante los ojos porteños como algo definitivamente inexplicable.
No porque en otros espacios políticos se actuara de manera diferente, sino porque para ello no hacía falta una campaña y porque, además, no se esperaba semejante proceder en la misma fuerza que impulsó una reforma electoral que decía buscar la profundización del debate interno en los partidos políticos.
Lista obediente
Como producto de esta concentración en la toma de decisiones, nació una lista de legisladores más atenta a la obediencia de los candidatos que a la representación de los diversos sectores que confluyen en ese espacio político. Además, se le asignó una relevancia singular a un emergente sector juvenil que, movilizado, parecía enorme pero que, a la hora de convocar votantes, demostró su insuficiencia colectando un escueto 14 por ciento,
De aquel proyecto plural y participativo que alguna vez soñó Néstor Kirchner poco se ha expresado en esta elección porteña. Tanto es así que dos listas de legisladores independientes que aportaron a Filmus la mitad de sus votos fueron cuidadosamente silenciadas para favorecer a otra tan oficial como sumisa. De esa manera, todo se ha reestructurado para acabar consolidando un modelo político sin matices, reivindicador de un relato dual de la realidad que desalienta reflexiones y debates.
Para peor, durante la campaña se colaron el conflicto de la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo y la disputa entre las autoridades del Inadi. Ambos hechos fueron cuidadosamente ignorados por los candidatos kirchneristas a partir de cierta lógica que indica que si no se habla del tema definitivamente no existe, pero olvidando el adagio popular que enseña que el que calla otorga.
El tono de una campaña gestual y discursivamente dirigida a la propia tropa, terminó olvidando, además, un elemento esencial de la ciudadanía porteña: la condición independiente de la mayoría de los electores, circunstancia que tuvo muy presente y de la que supo sacar provecho Mauricio Macri.
Ahora, por mucho que cueste, es importante afrontar el ballottage , cuya realización también constituye un deber democrático. La ocasión puede servir para revisar lo hecho, corregir los errores en los que se ha incurrido y profundizar las mejores propuestas, tratando de ampliar la convocatoria de quienes buscan superar el modelo conservador que hoy gobierna la ciudad.
Pero por encima de todo, la experiencia tal vez sirva para entender que en política los debates tienen sentido porque fortalecen los proyectos y que la concentración de las decisiones y la manipulación de las candidaturas también concentra en quien dispone el mayor peso de las derrotas.
El autor fue jefe de Gabinete de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner
Martes 12 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Foto: Hernán Zenteno
Es cierto que la ciudad de Buenos Aires ha sido históricamente esquiva al kirchnerismo. Ya con Néstor Kirchner de candidato en 2003, en un escenario de fuerte atomización política, sólo dos de cada diez porteños acompañaron al ex presidente. Similar fue el resultado con Rafael Bielsa en 2005 y con Daniel Filmus en 2007. Sólo en la elección presidencial de ese mismo año, Cristina Kirchner mejoró en algo la performance y casi alcanzó el 24% de los votos.
También es real que en esta ocasión, con el empuje de una candidata a quien todos hoy le auguran un triunfo en primera vuelta en la próxima elección de octubre, y con el desgaste que razonablemente debía padecer quien ha gobernado de un modo gris la ciudad en los últimos cuatro años, las posibilidades de Daniel Filmus parecían ser mayores.
Sin embargo, todas esas especulaciones se diluyeron ayer. Con un cuadro que aparentaba ser tan favorable, la base electoral del oficialismo nacional sólo se incrementó tres puntos.
¿Qué fue lo que pasó?
Filmus y Tomada son, sin duda alguna, la mejor fórmula que pudo competir en representación del kirchnerismo. Son personas políticamente comprometidas, moralmente valiosas e intelectualmente reconocidas. Han estado acompañando el proyecto de gobierno desde sus inicios. Son dos peronistas a quienes se les reconocen criterio propio, vocación plural y compromiso militante.
Sin embargo, todos esos atributos fueron opacándose paulatinamente en un sistema cada vez más atento a la subordinación que al debate. Una extraña campaña interna desarrollada con el solo propósito de que la Presidenta seleccionase al candidato apareció ante los ojos porteños como algo definitivamente inexplicable.
No porque en otros espacios políticos se actuara de manera diferente, sino porque para ello no hacía falta una campaña y porque, además, no se esperaba semejante proceder en la misma fuerza que impulsó una reforma electoral que decía buscar la profundización del debate interno en los partidos políticos.
Lista obediente
Como producto de esta concentración en la toma de decisiones, nació una lista de legisladores más atenta a la obediencia de los candidatos que a la representación de los diversos sectores que confluyen en ese espacio político. Además, se le asignó una relevancia singular a un emergente sector juvenil que, movilizado, parecía enorme pero que, a la hora de convocar votantes, demostró su insuficiencia colectando un escueto 14 por ciento,
De aquel proyecto plural y participativo que alguna vez soñó Néstor Kirchner poco se ha expresado en esta elección porteña. Tanto es así que dos listas de legisladores independientes que aportaron a Filmus la mitad de sus votos fueron cuidadosamente silenciadas para favorecer a otra tan oficial como sumisa. De esa manera, todo se ha reestructurado para acabar consolidando un modelo político sin matices, reivindicador de un relato dual de la realidad que desalienta reflexiones y debates.
Para peor, durante la campaña se colaron el conflicto de la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo y la disputa entre las autoridades del Inadi. Ambos hechos fueron cuidadosamente ignorados por los candidatos kirchneristas a partir de cierta lógica que indica que si no se habla del tema definitivamente no existe, pero olvidando el adagio popular que enseña que el que calla otorga.
El tono de una campaña gestual y discursivamente dirigida a la propia tropa, terminó olvidando, además, un elemento esencial de la ciudadanía porteña: la condición independiente de la mayoría de los electores, circunstancia que tuvo muy presente y de la que supo sacar provecho Mauricio Macri.
Ahora, por mucho que cueste, es importante afrontar el ballottage , cuya realización también constituye un deber democrático. La ocasión puede servir para revisar lo hecho, corregir los errores en los que se ha incurrido y profundizar las mejores propuestas, tratando de ampliar la convocatoria de quienes buscan superar el modelo conservador que hoy gobierna la ciudad.
Pero por encima de todo, la experiencia tal vez sirva para entender que en política los debates tienen sentido porque fortalecen los proyectos y que la concentración de las decisiones y la manipulación de las candidaturas también concentra en quien dispone el mayor peso de las derrotas.
El autor fue jefe de Gabinete de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner