Sólo un afán de autodestrucción política, merecedor de una auscultación psicológica, podría explicar las reacciones descomedidas del kirchnerismo después de la paliza que le propinó el domingo, en la primera vuelta, Mauricio Macri.
No todas aquellas reacciones, de todos modos, encierran igual valor. Como se trata de una cuestión pública, del poder y la política valdría ponderarlas. No sería equivalente la descalificación en que incurrió el músico Fito Paéz, a quien la mitad de los porteños le dan asco , que las opiniones que en similar sentido dieron Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete, Horacio Gonzalez, el director de la Biblioteca Nacional o Ricardo Forster, uno de los integrantes de Carta Abierta.
Las declaraciones de Fito Páez sobre los resultados de la elección en Capital poseen el mismo valor que las que podría realizar Aníbal Fernández sobre el rock u otros géneros musicales. En todo caso, ambos tienen el derecho de hacerlo. Como lo tiene Diego Maradona de hablar sobre Fidel Castro, Hugo Chávez o el Papa. Las responsabilidades de cada uno de ellos, en las áreas que les competen, son bien distintas . Si adquieren tanta trascendencia pública es, simplemente, por la sonoridad que le otorgan los medios de comunicación.
Difícilmente algún mortal con sentido común pueda compartir las opiniones de Fito Páez. Pero habría que tender un manto de piedad sobre el músico. El desagrado que le producen Macri y sus votantes esté tal vez potenciado, también, por la destemplanza con que debe vivir la segunda temporada consecutiva de su querido Rosario Central en el torneo del ascenso.
Nadie puede saber si Paéz se inspiró, para disparar la diatriba, en Carl Schmitt. En el jurista prusiano predilecto de las usinas de pensamiento K. El hombre que elaboró la teoría acerca de que toda acción y decisión política debe tener como referencia previa la delimitación del campo entre amigo-enemigo. La lógica que, desde que llegaron al poder, ensayaron Néstor y Cristina Kirchner.
Tampoco es posible saber si Aníbal Fernández se nutre de Schmitt. Su vituperio a Macri y a los porteños se basó en una conocida reflexión de André Malraux.
“Los pueblos tienen los gobiernos que se parecen” , dijo alguna vez el novelista y político francés. Cabría preguntarse si un aserto similar correspondería para la mayoría indiscutida que consagró a Cristina presidenta en el 2007.
Forster y González recorrieron otro sendero. El primero identificó el voto de Macri “con la de la derecha privatizadora” . González habló de los porteños como “tacaños, particularistas y egoístas” . ¿Qué dirán ellos y otros pensadores K si Cristina ganara en agosto o en octubre los comicios en Capital? Esa catarata de reacciones, aparte de necedad e intolerancia, revelan el grado de confusión que suele embargar al kirchnerismo cada vez que le toca afrontar un mal trago. Le sucedió en el conflicto con el campo, hasta que la votación en el Congreso los hizo hocicar. Le ocurrió también después de la derrota en las legislativas del 2009. Tanta confusión llevó a interpretar al matrimonio Kirchner que, en verdad, habían triunfado. Es imposible saber si lo que afirmó Daniel Filmus anoche fue para salir del paso o si forma parte también del mareo oficial: comunicó que la Presidenta lo había “felicitado” por el resultado.
El moño a la comedia lo colocó un aliado K, el ex intendente porteño Aníbal Ibarra. Sostuvo que “los que votaron a Macri votarán a Cristina” . ¿Por qué razón, entonces, el desencanto de Aníbal Fernández, Forster y González? ¿Dejarían de ser esos porteños de la derecha privatizadora o tacaños y egoístas? Detrás de cada palabra y cada gesto anida, en realidad, la incomprensión.
Se incuba un malestar que filtra al peronismo . Se derrama algo de temor sobre el futuro. Agustín Rossi, el candidato K a gobernador en Santa Fe, abrió el paraguas: “Lo de Capital no es un espejo para Santa Fe” , aseguró. Allá se votará el domingo anterior al balotaje en Capital. Según las encuestas, Rossi no lidia contra el socialismo que encabeza los sondeos. Lidia contra Miguel Del Sel, discípulo de Macri, que le estaría respirando en la nuca.
Quizás en días venideros los K logren rehacerse. Al dolor por la paliza se añadió ayer otra vez el escándalo Schoklender , con los obreros despedidos por la Fundación de las Madres reclamando salarios adeudados.
Los encuestadores no se animan aún a proyectar un balotaje . Esperan que las aguas se calmen. Así como están las cosas, sólo verificarían otra hecatombe para el kirchnerismo.
No todas aquellas reacciones, de todos modos, encierran igual valor. Como se trata de una cuestión pública, del poder y la política valdría ponderarlas. No sería equivalente la descalificación en que incurrió el músico Fito Paéz, a quien la mitad de los porteños le dan asco , que las opiniones que en similar sentido dieron Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete, Horacio Gonzalez, el director de la Biblioteca Nacional o Ricardo Forster, uno de los integrantes de Carta Abierta.
Las declaraciones de Fito Páez sobre los resultados de la elección en Capital poseen el mismo valor que las que podría realizar Aníbal Fernández sobre el rock u otros géneros musicales. En todo caso, ambos tienen el derecho de hacerlo. Como lo tiene Diego Maradona de hablar sobre Fidel Castro, Hugo Chávez o el Papa. Las responsabilidades de cada uno de ellos, en las áreas que les competen, son bien distintas . Si adquieren tanta trascendencia pública es, simplemente, por la sonoridad que le otorgan los medios de comunicación.
Difícilmente algún mortal con sentido común pueda compartir las opiniones de Fito Páez. Pero habría que tender un manto de piedad sobre el músico. El desagrado que le producen Macri y sus votantes esté tal vez potenciado, también, por la destemplanza con que debe vivir la segunda temporada consecutiva de su querido Rosario Central en el torneo del ascenso.
Nadie puede saber si Paéz se inspiró, para disparar la diatriba, en Carl Schmitt. En el jurista prusiano predilecto de las usinas de pensamiento K. El hombre que elaboró la teoría acerca de que toda acción y decisión política debe tener como referencia previa la delimitación del campo entre amigo-enemigo. La lógica que, desde que llegaron al poder, ensayaron Néstor y Cristina Kirchner.
Tampoco es posible saber si Aníbal Fernández se nutre de Schmitt. Su vituperio a Macri y a los porteños se basó en una conocida reflexión de André Malraux.
“Los pueblos tienen los gobiernos que se parecen” , dijo alguna vez el novelista y político francés. Cabría preguntarse si un aserto similar correspondería para la mayoría indiscutida que consagró a Cristina presidenta en el 2007.
Forster y González recorrieron otro sendero. El primero identificó el voto de Macri “con la de la derecha privatizadora” . González habló de los porteños como “tacaños, particularistas y egoístas” . ¿Qué dirán ellos y otros pensadores K si Cristina ganara en agosto o en octubre los comicios en Capital? Esa catarata de reacciones, aparte de necedad e intolerancia, revelan el grado de confusión que suele embargar al kirchnerismo cada vez que le toca afrontar un mal trago. Le sucedió en el conflicto con el campo, hasta que la votación en el Congreso los hizo hocicar. Le ocurrió también después de la derrota en las legislativas del 2009. Tanta confusión llevó a interpretar al matrimonio Kirchner que, en verdad, habían triunfado. Es imposible saber si lo que afirmó Daniel Filmus anoche fue para salir del paso o si forma parte también del mareo oficial: comunicó que la Presidenta lo había “felicitado” por el resultado.
El moño a la comedia lo colocó un aliado K, el ex intendente porteño Aníbal Ibarra. Sostuvo que “los que votaron a Macri votarán a Cristina” . ¿Por qué razón, entonces, el desencanto de Aníbal Fernández, Forster y González? ¿Dejarían de ser esos porteños de la derecha privatizadora o tacaños y egoístas? Detrás de cada palabra y cada gesto anida, en realidad, la incomprensión.
Se incuba un malestar que filtra al peronismo . Se derrama algo de temor sobre el futuro. Agustín Rossi, el candidato K a gobernador en Santa Fe, abrió el paraguas: “Lo de Capital no es un espejo para Santa Fe” , aseguró. Allá se votará el domingo anterior al balotaje en Capital. Según las encuestas, Rossi no lidia contra el socialismo que encabeza los sondeos. Lidia contra Miguel Del Sel, discípulo de Macri, que le estaría respirando en la nuca.
Quizás en días venideros los K logren rehacerse. Al dolor por la paliza se añadió ayer otra vez el escándalo Schoklender , con los obreros despedidos por la Fundación de las Madres reclamando salarios adeudados.
Los encuestadores no se animan aún a proyectar un balotaje . Esperan que las aguas se calmen. Así como están las cosas, sólo verificarían otra hecatombe para el kirchnerismo.