La emoción solamente para ella. La derrota toda para los otros.
Respetando con rigor el mandamiento de su relato, Cristina hizo anoche, en la inauguración de la muestra Tecnópolis, su primera aparición importante desde que los votantes porteños construyeron en silencio la victoria aplastante de Mauricio Macri en la primera vuelta del domingo pasado.
No se privó la Presidenta, no tenía por qué hacerlo, del nudo en la garganta por la alusión a su esposo fallecido y al nieto que le viene en camino, para alegría suya y de su familia. El luto y el llanto, sin dudas sinceros y muy profundos, le han resultado además funcionales políticamente.
En cambio, más allá de alguna ironía -que nunca le salen lo livianas y agudas que el género requiere- la Presidenta se abstuvo de volver a maltratar al ganador del domingo como lo había hecho al llamarlo “candidato residual” , la noche en que creyó que debía tener un mínimo gesto de ayuda a Daniel Filmus.
Fue cuando anunció que había elegido a Amado Boudou como su caballero de compañía. Allí, en el jubiloso quincho de Olivos, dos semanas antes de la votación porteña, les había encajado a Macri y también a Pino Solanas el mote de residuales por que habían recalado en la Capital después de abandonar sus proyectos presidenciales. No fue una calificación feliz: los residuales se llevaron el 60% de los votos y Macri, en particular, le dio tal paliza al kirchnerismo que aún hoy allí se balbucean explicaciones sin coherencia.
Pobre Filmus, además, librado a su suerte, omitido su nombre y diluída su figura por el entorno presidencial en esta hora difícil, obligado a buscar un argumento razonable desde el cual plantarse para la segunda vuelta, tratando de pescar votantes de otras boletas. Todo esto, mientras tiene que salir al cruce de la discriminatoria, casi fascista , oleada de desprecio que desde su bando derramaron sobre los ciudadanos de la Capital que eligieron una oferta electoral distinta. A los soberbios cristinistas, intelectuales, artistas y comunicadores que piensan que pueblo es apenas lo que encaja con sus gustos, sólo les faltó fogonear la restauración conservadora del voto calificado.
En cambio los políticos del kirchnerismo, el mismo Filmus, su compañero de fórmula el ministro Carlos Tomada, el legislador camporista Juan Cabandié, el ministro Florencio Randazzo, corrigieron un poco tanto desatino. Saben ellos, porque su oficio incluye el auscultamiento del humor social, que es urgente establecer un cordón sanitario alrededor de tanto sectarismo , evitar su propagación, impedir que esas burradas terminen impregnando un escenario económico y político que, a 100 días de la elección presidencial, aún les resulta claramente favorable.
Los datos que enmarcan la cuenta regresiva hasta el 23 de octubre dibujan un mapa casi ideal para Cristina. Y no sólo porque los candidatos de la oposición no logran conmover al electorado. Encuestadoras de probada seriedad como Poliarquía registran un 80% de conformidad social con la situación económic a y un muy bajo índice de incertidumbre en esa materia, aunque la inflación empieza a ser registrada con más fuerza en los sondeos.
Para perder una elección bajo esas condiciones hay que equivocarse mucho en las decisiones tácticas, o hay que encerrarse con demasiada necedad en un estilo expulsivo. No está escrito que esas cosas no sucedan.
Enrique Zuleta, consultor escuchado por la dirigencia política y económica, sostuvo en estas horas ante empresarios que la economía no está en duda y que los niveles de optimismo tienen pocos antedecentes en la víspera de una campaña presidencial. Pero alertó también que el escándalo de Schoklender y las Madres de Plaza de Mayo dejó hecha añicos la “política de la memoria” . Esto es, la construcción de poder político basada en una reescritura sesgada del pasado. Esa fisura en el relato todavía no mostró cuál es su profundidad, pero el voto del domingo en la Capital puede dar un primer indicio de su poder corrosivo.
Por cierto, el vigoroso tejido económico de la Capital, su tradición política, la diversidad de su universo cultural y el liderazgo particular de Macri en el distrito, hacen que los resultados y las conductas electorales de la Ciudad no puedan ser trasladados mecánicamente al escenario nacional. Pero tampoco pueden ser considerados como un fenómeno encapsulado , imposible de propagarse.
Dentro de una semana se vota gobernador en Santa Fe y allí está claro que con los socialistas en ventaja, el kirchnerismo lucha por no ser desplazado al tercer lugar. En dos semanas llega la segunda vuelta en Capital con pronósitco abrumador. En tres semanas Córdoba elige a su próximo gobierno sin que haya kirchnerismo en la pelea y, peor aún, el peronismo de José De la Sota tiene posibilidades de triunfo después de haber rechazado el armado de listas digitado sin anestesia desde la Casa Rosada.
Hay que decirlo desde ahora: tampoco las realidades puntuales de Santa Fe y Córdoba pueden ser calcadas sobre el mapa nacional como verdades absolutas. Pero vale en estos casos lo mismo que en Capital: tampoco pueden ser ignoradas como anecdóticos fenómenos locales.
Una semana después de Córdoba será el turno de las internas abiertas, obligatorias y simultáneas. Allí, con dimensión nacional verificable, podrá empezar a verse cuánto de lo que suceda en esos tres distritos, que suman el 30% del electorado, tiene expresión en el resto del cuerpo social.
Esto lleva las cosas al lugar donde estaban hace cuatro años, cuando Cristina alcanzó la presidencia. La diferencia para ganar en primera vuelta, o la pérdida que obligue al temido balotaje, estará en la provincia de Buenos Aires. Sin afeites retóricos, sin verso de epopeya: peronismo clásico, puro y duro . Allí los votos mayoritarios hoy tienen nombre: Cristina , y tienen apellido: Scioli.
Una encuesta de Poliarquía, con datos tomados antes de la elección en Capital, le está dando a Daniel Scioli más de 30 puntos de ventaja en la elección de gobernador y esa diferencia se replica generosamente en la presidencial a favor de Cristina.
Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde saben que su infortunio político está escrito si esa brecha no se reduce dramáticamente. ¿Cuánto del voto que hace dos años hizo ganador a Francisaco de Narváez sobre Kirchner y Scioli juntos podrá recomponerse ahora? Es, otra vez, la gran batalla. Para una oposición que todavía no atina a definir la viga maestra de su estrategia. Y para un gobierno que con el escándalo Schoklender y el resentimiento contra el voto porteño puso en estado de sospecha pilares básicos de su construcción política.
En apenas 100 días se juega todo.
Respetando con rigor el mandamiento de su relato, Cristina hizo anoche, en la inauguración de la muestra Tecnópolis, su primera aparición importante desde que los votantes porteños construyeron en silencio la victoria aplastante de Mauricio Macri en la primera vuelta del domingo pasado.
No se privó la Presidenta, no tenía por qué hacerlo, del nudo en la garganta por la alusión a su esposo fallecido y al nieto que le viene en camino, para alegría suya y de su familia. El luto y el llanto, sin dudas sinceros y muy profundos, le han resultado además funcionales políticamente.
En cambio, más allá de alguna ironía -que nunca le salen lo livianas y agudas que el género requiere- la Presidenta se abstuvo de volver a maltratar al ganador del domingo como lo había hecho al llamarlo “candidato residual” , la noche en que creyó que debía tener un mínimo gesto de ayuda a Daniel Filmus.
Fue cuando anunció que había elegido a Amado Boudou como su caballero de compañía. Allí, en el jubiloso quincho de Olivos, dos semanas antes de la votación porteña, les había encajado a Macri y también a Pino Solanas el mote de residuales por que habían recalado en la Capital después de abandonar sus proyectos presidenciales. No fue una calificación feliz: los residuales se llevaron el 60% de los votos y Macri, en particular, le dio tal paliza al kirchnerismo que aún hoy allí se balbucean explicaciones sin coherencia.
Pobre Filmus, además, librado a su suerte, omitido su nombre y diluída su figura por el entorno presidencial en esta hora difícil, obligado a buscar un argumento razonable desde el cual plantarse para la segunda vuelta, tratando de pescar votantes de otras boletas. Todo esto, mientras tiene que salir al cruce de la discriminatoria, casi fascista , oleada de desprecio que desde su bando derramaron sobre los ciudadanos de la Capital que eligieron una oferta electoral distinta. A los soberbios cristinistas, intelectuales, artistas y comunicadores que piensan que pueblo es apenas lo que encaja con sus gustos, sólo les faltó fogonear la restauración conservadora del voto calificado.
En cambio los políticos del kirchnerismo, el mismo Filmus, su compañero de fórmula el ministro Carlos Tomada, el legislador camporista Juan Cabandié, el ministro Florencio Randazzo, corrigieron un poco tanto desatino. Saben ellos, porque su oficio incluye el auscultamiento del humor social, que es urgente establecer un cordón sanitario alrededor de tanto sectarismo , evitar su propagación, impedir que esas burradas terminen impregnando un escenario económico y político que, a 100 días de la elección presidencial, aún les resulta claramente favorable.
Los datos que enmarcan la cuenta regresiva hasta el 23 de octubre dibujan un mapa casi ideal para Cristina. Y no sólo porque los candidatos de la oposición no logran conmover al electorado. Encuestadoras de probada seriedad como Poliarquía registran un 80% de conformidad social con la situación económic a y un muy bajo índice de incertidumbre en esa materia, aunque la inflación empieza a ser registrada con más fuerza en los sondeos.
Para perder una elección bajo esas condiciones hay que equivocarse mucho en las decisiones tácticas, o hay que encerrarse con demasiada necedad en un estilo expulsivo. No está escrito que esas cosas no sucedan.
Enrique Zuleta, consultor escuchado por la dirigencia política y económica, sostuvo en estas horas ante empresarios que la economía no está en duda y que los niveles de optimismo tienen pocos antedecentes en la víspera de una campaña presidencial. Pero alertó también que el escándalo de Schoklender y las Madres de Plaza de Mayo dejó hecha añicos la “política de la memoria” . Esto es, la construcción de poder político basada en una reescritura sesgada del pasado. Esa fisura en el relato todavía no mostró cuál es su profundidad, pero el voto del domingo en la Capital puede dar un primer indicio de su poder corrosivo.
Por cierto, el vigoroso tejido económico de la Capital, su tradición política, la diversidad de su universo cultural y el liderazgo particular de Macri en el distrito, hacen que los resultados y las conductas electorales de la Ciudad no puedan ser trasladados mecánicamente al escenario nacional. Pero tampoco pueden ser considerados como un fenómeno encapsulado , imposible de propagarse.
Dentro de una semana se vota gobernador en Santa Fe y allí está claro que con los socialistas en ventaja, el kirchnerismo lucha por no ser desplazado al tercer lugar. En dos semanas llega la segunda vuelta en Capital con pronósitco abrumador. En tres semanas Córdoba elige a su próximo gobierno sin que haya kirchnerismo en la pelea y, peor aún, el peronismo de José De la Sota tiene posibilidades de triunfo después de haber rechazado el armado de listas digitado sin anestesia desde la Casa Rosada.
Hay que decirlo desde ahora: tampoco las realidades puntuales de Santa Fe y Córdoba pueden ser calcadas sobre el mapa nacional como verdades absolutas. Pero vale en estos casos lo mismo que en Capital: tampoco pueden ser ignoradas como anecdóticos fenómenos locales.
Una semana después de Córdoba será el turno de las internas abiertas, obligatorias y simultáneas. Allí, con dimensión nacional verificable, podrá empezar a verse cuánto de lo que suceda en esos tres distritos, que suman el 30% del electorado, tiene expresión en el resto del cuerpo social.
Esto lleva las cosas al lugar donde estaban hace cuatro años, cuando Cristina alcanzó la presidencia. La diferencia para ganar en primera vuelta, o la pérdida que obligue al temido balotaje, estará en la provincia de Buenos Aires. Sin afeites retóricos, sin verso de epopeya: peronismo clásico, puro y duro . Allí los votos mayoritarios hoy tienen nombre: Cristina , y tienen apellido: Scioli.
Una encuesta de Poliarquía, con datos tomados antes de la elección en Capital, le está dando a Daniel Scioli más de 30 puntos de ventaja en la elección de gobernador y esa diferencia se replica generosamente en la presidencial a favor de Cristina.
Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde saben que su infortunio político está escrito si esa brecha no se reduce dramáticamente. ¿Cuánto del voto que hace dos años hizo ganador a Francisaco de Narváez sobre Kirchner y Scioli juntos podrá recomponerse ahora? Es, otra vez, la gran batalla. Para una oposición que todavía no atina a definir la viga maestra de su estrategia. Y para un gobierno que con el escándalo Schoklender y el resentimiento contra el voto porteño puso en estado de sospecha pilares básicos de su construcción política.
En apenas 100 días se juega todo.