Estados Unidos no logra resolver el problema de su deuda y ya surgen análisis sobre lo que antes era un escenario impensado. También de las fortalezas y debilidades en Argentina para responder a esa situación. La mayoría, de todos modos, cree que no pasará lo peor.
El acuerdo político para ampliar el límite al endeudamiento de los Estados Unidos y evitar una cesación de pagos se demora en Washington, mientras que el próximo martes vence el plazo para que el gobierno de Barack Obama arribe a una solución. La mayoría de los analistas afirma que difícilmente la situación llegue a un extremo de default generalizado y que en cambio existen mecanismos para, en caso de no arribar a un acuerdo político, pagar los vencimientos igualmente, o si no acotar la difusión de la cesación de pagos. Aunque el dólar y los bonos estadounidenses no tienen un reemplazante natural y la arquitectura financiera global no cambie sustancialmente a mediano plazo, una suerte de default podría aumentar sensiblemente la incertidumbre global, desmejorar la situación de los países europeos más débiles y provocar movimientos abruptos de capitales con consecuencias sobre los países emergentes. Argentina no depende del financiamiento internacional, por lo que el impacto por esa vía no sería significativo, pero la difusa situación global podría frenar decisiones de inversión, a la vez que un menor crecimiento económico mundial impactaría sobre las exportaciones.
La situación política en Estados Unidos se centra en la disputa sobre quién está dispuesto a pagar el costo político de obstruir la salida al cuello de botella financiero. La situación ayer se agravó aún más por el rechazo por parte del Senado del texto aprobado en la Cámara de Representantes (ver aparte). La deuda estadounidense se encuentra en el límite de los 14,3 billones de dólares, y aunque el Congreso ha incrementado la autorización para endeudarse muchas veces en las últimas décadas, en esta oportunidad la oposición al gobierno de Obama insiste en vincular esa medida con drásticos cortes en los gastos que reduzcan el déficit fiscal y debiliten mucho al gobierno de cara a las elecciones del año que viene.
Roberto Frenkel, prestigioso economista del Cedes, indicó a este diario que algunos especialistas en Estados Unidos sostienen que el gobierno podría llegar a volver a emitir deuda sin el acuerdo político, aludiendo a razones de Estado. Eso podría acarrear demandas, pero se podría saltear la necesidad coyuntural. Además, la fecha del 2 de agosto la puso el propio gobierno, porque el techo se alcanzó en mayo y se sostuvo con otras fuentes de financiamiento. Existe un debate entre especialistas en Estados Unidos sobre si el próximo martes es el límite real o si en cambio Obama podría seguir posponiendo la situación una o dos semanas más. Los que sostienen la segunda opción resaltan que el mercado descuenta esta situación, por eso no habría habido fuertes cambios de cartera en los últimos días.
De todas formas, si llega a haber una demora en algún pago y le bajan la categoría a la deuda no creo que vaya a tener impacto. Buena parte de los bancos centrales concentran las tenencias de los bonos y nadie se movió a pesar de esta incertidumbre. Es que no hay sustituto, y sobre eso parece haber consenso en el mercado, todos están quietos. Además, el default no es tan mecánico, tiene que haber una demanda judicial y lleva un tiempo. Todos entienden que no sería un default como el de Grecia, en Estados Unidos no hay un problema de sostenibilidad y el dólar denomina el 80 por ciento de los contratos, no puede haber corrida, completó Frenkel.
Para Enrique Aschieri, economista de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, en la medida en que no hay reemplazo del dólar, un hipotético default no debilita el rol mundial de Estados Unidos a corto y mediano plazo. Sin embargo, la liquidez mundial depende del déficit comercial norteamericano, que a su vez es función del déficit fiscal. Entonces, si este último tiene un límite, el comercio mundial podría entorpecerse mucho por la falta de dólares. De esa forma podría llegar el impacto a la Argentina. A la vez, a corto plazo las Bolsas se podrían desplomar y eso tendría impacto en el crecimiento económico mundial.
Por su parte, Emiliano Libman, economista del Conicet, señaló que en principio, parece difícil prever que haya una gran modificación en la arquitectura financiera internacional y en la dinámica del comercio mundial. No creo que haya un cambio en el dólar como vehículo del comercio y unidad de cuenta de los contratos en la medida en que no se vislumbra una alternativa. Sin embargo, podría potencialmente haber un brusco movimiento desde el dólar y las tenencias en bonos del Tesoro estadounidense hacia otras monedas de países emergentes, como Brasil, por ejemplo. En ese sentido, sería esperable que los bancos centrales tomen medidas para evitar la apreciación cambiaria.
Dada la volatilidad de los mercados y la fragilidad de países como Grecia, Portugal, Irlanda y España, el cimbronazo inicial de un default de Estados Unidos también podría elevar el costo del financiamiento para estos países, complicando aún más el panorama mundial. En la Argentina, la histórica respuesta a cualquier situación de incertidumbre consiste en aumentar la compra de dólares, por lo que ese comportamiento sería esperable que se repitiera, y se daría en un contexto previo de dolarización de carteras y fuga de capitales vinculadas al período electoral.
Según Paul Krugman, los bonos estadounidenses se volverían menos atractivos, por lo que la FED podría salir a recomprar deuda de corto plazo. La tasa de interés, para Krugman, se elevaría, impactando sobre los bonos de largo plazo y en el costo de las hipotecas. La situación que plantea el Nobel podría acarrear problemas en el crecimiento económico de la primera potencia mundial, que siempre impacta sobre el resto del mundo.
Por su parte, la directora del FMI, Christine Lagarde, afirmó que una cesación de pagos provocaría una caída del dólar respecto de otras monedas y probablemente dudas en el ánimo de quienes conservan divisas acerca de si el dólar es efectivamente la moneda de reserva. La situación es muy preocupante, reconoció.
El acuerdo político para ampliar el límite al endeudamiento de los Estados Unidos y evitar una cesación de pagos se demora en Washington, mientras que el próximo martes vence el plazo para que el gobierno de Barack Obama arribe a una solución. La mayoría de los analistas afirma que difícilmente la situación llegue a un extremo de default generalizado y que en cambio existen mecanismos para, en caso de no arribar a un acuerdo político, pagar los vencimientos igualmente, o si no acotar la difusión de la cesación de pagos. Aunque el dólar y los bonos estadounidenses no tienen un reemplazante natural y la arquitectura financiera global no cambie sustancialmente a mediano plazo, una suerte de default podría aumentar sensiblemente la incertidumbre global, desmejorar la situación de los países europeos más débiles y provocar movimientos abruptos de capitales con consecuencias sobre los países emergentes. Argentina no depende del financiamiento internacional, por lo que el impacto por esa vía no sería significativo, pero la difusa situación global podría frenar decisiones de inversión, a la vez que un menor crecimiento económico mundial impactaría sobre las exportaciones.
La situación política en Estados Unidos se centra en la disputa sobre quién está dispuesto a pagar el costo político de obstruir la salida al cuello de botella financiero. La situación ayer se agravó aún más por el rechazo por parte del Senado del texto aprobado en la Cámara de Representantes (ver aparte). La deuda estadounidense se encuentra en el límite de los 14,3 billones de dólares, y aunque el Congreso ha incrementado la autorización para endeudarse muchas veces en las últimas décadas, en esta oportunidad la oposición al gobierno de Obama insiste en vincular esa medida con drásticos cortes en los gastos que reduzcan el déficit fiscal y debiliten mucho al gobierno de cara a las elecciones del año que viene.
Roberto Frenkel, prestigioso economista del Cedes, indicó a este diario que algunos especialistas en Estados Unidos sostienen que el gobierno podría llegar a volver a emitir deuda sin el acuerdo político, aludiendo a razones de Estado. Eso podría acarrear demandas, pero se podría saltear la necesidad coyuntural. Además, la fecha del 2 de agosto la puso el propio gobierno, porque el techo se alcanzó en mayo y se sostuvo con otras fuentes de financiamiento. Existe un debate entre especialistas en Estados Unidos sobre si el próximo martes es el límite real o si en cambio Obama podría seguir posponiendo la situación una o dos semanas más. Los que sostienen la segunda opción resaltan que el mercado descuenta esta situación, por eso no habría habido fuertes cambios de cartera en los últimos días.
De todas formas, si llega a haber una demora en algún pago y le bajan la categoría a la deuda no creo que vaya a tener impacto. Buena parte de los bancos centrales concentran las tenencias de los bonos y nadie se movió a pesar de esta incertidumbre. Es que no hay sustituto, y sobre eso parece haber consenso en el mercado, todos están quietos. Además, el default no es tan mecánico, tiene que haber una demanda judicial y lleva un tiempo. Todos entienden que no sería un default como el de Grecia, en Estados Unidos no hay un problema de sostenibilidad y el dólar denomina el 80 por ciento de los contratos, no puede haber corrida, completó Frenkel.
Para Enrique Aschieri, economista de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, en la medida en que no hay reemplazo del dólar, un hipotético default no debilita el rol mundial de Estados Unidos a corto y mediano plazo. Sin embargo, la liquidez mundial depende del déficit comercial norteamericano, que a su vez es función del déficit fiscal. Entonces, si este último tiene un límite, el comercio mundial podría entorpecerse mucho por la falta de dólares. De esa forma podría llegar el impacto a la Argentina. A la vez, a corto plazo las Bolsas se podrían desplomar y eso tendría impacto en el crecimiento económico mundial.
Por su parte, Emiliano Libman, economista del Conicet, señaló que en principio, parece difícil prever que haya una gran modificación en la arquitectura financiera internacional y en la dinámica del comercio mundial. No creo que haya un cambio en el dólar como vehículo del comercio y unidad de cuenta de los contratos en la medida en que no se vislumbra una alternativa. Sin embargo, podría potencialmente haber un brusco movimiento desde el dólar y las tenencias en bonos del Tesoro estadounidense hacia otras monedas de países emergentes, como Brasil, por ejemplo. En ese sentido, sería esperable que los bancos centrales tomen medidas para evitar la apreciación cambiaria.
Dada la volatilidad de los mercados y la fragilidad de países como Grecia, Portugal, Irlanda y España, el cimbronazo inicial de un default de Estados Unidos también podría elevar el costo del financiamiento para estos países, complicando aún más el panorama mundial. En la Argentina, la histórica respuesta a cualquier situación de incertidumbre consiste en aumentar la compra de dólares, por lo que ese comportamiento sería esperable que se repitiera, y se daría en un contexto previo de dolarización de carteras y fuga de capitales vinculadas al período electoral.
Según Paul Krugman, los bonos estadounidenses se volverían menos atractivos, por lo que la FED podría salir a recomprar deuda de corto plazo. La tasa de interés, para Krugman, se elevaría, impactando sobre los bonos de largo plazo y en el costo de las hipotecas. La situación que plantea el Nobel podría acarrear problemas en el crecimiento económico de la primera potencia mundial, que siempre impacta sobre el resto del mundo.
Por su parte, la directora del FMI, Christine Lagarde, afirmó que una cesación de pagos provocaría una caída del dólar respecto de otras monedas y probablemente dudas en el ánimo de quienes conservan divisas acerca de si el dólar es efectivamente la moneda de reserva. La situación es muy preocupante, reconoció.