01-08-1100:00
Mariel Fornoni Socia Directora Management & Fit
Apenas faltan dos semanas para que tengan lugar las elecciones primarias y obligatorias, pero en la calle poco se percibe de clima electoral. Las elecciones de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de la Provincia de Santa Fe y las de la semana próxima en la Provincia de Córdoba lograron, por un lado, instalar cierto aire eleccionario y, por otro, apostar una duda razonable acerca de lo que acontecerá el 14 de agosto y el 23 de octubre, interrumpiendo de alguna manera la atonía de la sociedad frente a una elección que parecía hasta ese momento tener un final anunciado.
¿Qué pasará el 14 de agosto? En principio, es difícil de entender para el común de la gente que ninguno de los candidatos presidenciales surgirá de esta elección primaria y que, por lo tanto, la misma parece representar en sí misma más un ejercicio de movilización cívica que una instancia de debate y decisión pública. Siguiendo este razonamiento y considerando la desafectación partidaria que se da en nuestro país, no parece estar muy claro cuál será el grado de participación de la ciudadanía. En este sentido, la tendencia es preocupante, ya que en la elección presidencial general del año 2007 sólo votó a nivel nacional un 71% de la gente cuando en la del 2003 lo había hecho el 78% y ya resultaba una cifra un tanto desoladora teniendo en cuenta que en la elección de 1983 había votado un 84%.
¿Qué nos mostrarán los resultados del 14 de agosto? Evidentemente, más allá de porcentajes de un candidato o de otro, nos mostrarán cifras crudas de cuántos son los ciudadanos que expresan su apoyo a un determinado candidato y de lo cerca o lejos que está ese candidato de ganar en primera vuelta o de entrar en un ballotage. También se convertirá en un ranking de posiciones para la oposición, mostrando un panorama para aquellos que vivan esta elección 2011 como una alternativa entre voto preservación y voto rechazo.
Lo cierto es que la gente podría ir a votar el 14 de agosto para dar un mensaje, sabiendo que no pone nada en juego. Lo mismo podrían hacer los dirigentes, sobre todo del oficialismo, y usar esta oportunidad para expresar un mensaje de disconformidad que pareciera estar latente desde aquel inesperado cierre de listas. Estos dos elementos, junto a la posibilidad de que vote poca gente, puede convertir la elección en un gran laberinto.
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Mariel Fornoni Socia Directora Management & Fit
Apenas faltan dos semanas para que tengan lugar las elecciones primarias y obligatorias, pero en la calle poco se percibe de clima electoral. Las elecciones de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de la Provincia de Santa Fe y las de la semana próxima en la Provincia de Córdoba lograron, por un lado, instalar cierto aire eleccionario y, por otro, apostar una duda razonable acerca de lo que acontecerá el 14 de agosto y el 23 de octubre, interrumpiendo de alguna manera la atonía de la sociedad frente a una elección que parecía hasta ese momento tener un final anunciado.
¿Qué pasará el 14 de agosto? En principio, es difícil de entender para el común de la gente que ninguno de los candidatos presidenciales surgirá de esta elección primaria y que, por lo tanto, la misma parece representar en sí misma más un ejercicio de movilización cívica que una instancia de debate y decisión pública. Siguiendo este razonamiento y considerando la desafectación partidaria que se da en nuestro país, no parece estar muy claro cuál será el grado de participación de la ciudadanía. En este sentido, la tendencia es preocupante, ya que en la elección presidencial general del año 2007 sólo votó a nivel nacional un 71% de la gente cuando en la del 2003 lo había hecho el 78% y ya resultaba una cifra un tanto desoladora teniendo en cuenta que en la elección de 1983 había votado un 84%.
¿Qué nos mostrarán los resultados del 14 de agosto? Evidentemente, más allá de porcentajes de un candidato o de otro, nos mostrarán cifras crudas de cuántos son los ciudadanos que expresan su apoyo a un determinado candidato y de lo cerca o lejos que está ese candidato de ganar en primera vuelta o de entrar en un ballotage. También se convertirá en un ranking de posiciones para la oposición, mostrando un panorama para aquellos que vivan esta elección 2011 como una alternativa entre voto preservación y voto rechazo.
Lo cierto es que la gente podría ir a votar el 14 de agosto para dar un mensaje, sabiendo que no pone nada en juego. Lo mismo podrían hacer los dirigentes, sobre todo del oficialismo, y usar esta oportunidad para expresar un mensaje de disconformidad que pareciera estar latente desde aquel inesperado cierre de listas. Estos dos elementos, junto a la posibilidad de que vote poca gente, puede convertir la elección en un gran laberinto.
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