Emergente del crisis de la política chilena, el centroizquierdista Marco Enríquez-Ominami desbarató en los comicios presidenciales de 2009 la virtual paridad entre la Concertación y la alianza conservadora que venía dominando el escenario electoral. En un momento en que ambos bloques políticos tradicionales cosechan menos del 25% de valoración positiva, con protestas y represión en las calles, Enríquez-Ominami (38 años) expone en diálogo telefónico con Ámbito Financiero su visión sobre este presente y resalta que lo hace como quien fue derrotado «por mucho» en 2009 por el actual mandatario, Sebastián Piñera.
Periodista: Algunos opinan desde la Argentina que se está frente a un fin de un paradigma en Chile, con una crisis de representatividad muy acentuada que queda expuesta en una dinámica de protestas y represión. ¿Es exagerada esta visión?
Marco Enrique-Ominami: Está muy bien. Ustedes tienen un doctorado en esto. Creo que estamos viviendo un momento difícil pero histórico, fascinante e impredecible, una crisis con la política que no se daba desde la época de (Salvador) Allende, sólo que esta vez no es de izquierda o derecha. Estamos entrando a pasos agigantados a un choque que puede terminar en los pasillos del Parlamento o en una dinámica que soy incapaz de predecir. Hay un proceso de ruptura pero está por verse cómo sigue, falta mucho.
P.: ¿Hay correlación entre esta protesta que parece desbordar a los partidos tradicionales y quienes lo votaron a usted en 2009 (20,13%)?
M.E.O.: Sí y no. Viene de mucho antes de mi propia elección. Una gran ruptura ocurrió con los pingüinos (estudiantes secundarios) en 2006; en 2008, con la elección municipal; 2009 con mi elección; el año pasado hubo protestas por (la construcción de la represa de) Hidroaysén; en enero pasado, por el precio del gas en Punta Arenas; y ahora la educación. Hay que tener en cuenta que hay 4,5 millones de jóvenes que no están inscriptos en los padrones y no votan, y también que los pingüinos protestaron en 2006 y Piñera fue electo en 2010 con los votos de la mitad de los chilenos.
P.: ¿Percibe riesgos de ingobernabilidad como su exrival demócratacristiano Eduardo Frei?
M.E.O.: La palabra ingobernabilidad tiene una resonancia muy fuerte en América Latina. Aquí el problema es con las reglas de la democracia, no sólo con decisiones, como cree Frei. Hablo como quien fue derrotado por mucho por Piñera en 2009. El camino es innovar porque hay una mayoría cotidiana que se expresa y está por encima de la mayoría electoral. Frente a la mayoría cotidiana corresponde el plebiscito. Nunca antes había ocurrido que se le diera la espalda a los más pobres y también a la clase media. Hay una clase media que está cansada de no tener ningún bien garantizado. Los reclamos vienen como olas que se adicionan y hay un Gobierno que da siempre la misma respuesta.
P.: ¿Qué propone plebiscitar en este contexto?
M.E.O.: Propongo una consulta vinculante sobre tres o cuatro controversias que son centrales para los chilenos: educación secundaria regulada por el Estado, el tema medioambiental, que los ricos paguen más impuestos que los pobres, educación superior más igualitaria y con lucro controlado, y una agenda de derechos civiles. El problema también es con las reglas de un sistema electoral que no da respuestas a lo que pasa. La derecha chilena tiene poca cultura de democracia deliberativa, pero la Concertación tampoco ha promovido el debate.
P.: En sus primeros meses de Gobierno, Piñera parecía tomar una agenda que la Concertación había dejado de lado.
M.E.O.: No se podían dejar de valorar los anuncios de 2010. Van pasando los meses y te das cuenta de que no legisló sobre lo que anunció, y dio un giro a una derecha ultrarreaccionaria, hiperconservadora, confesional y monolítica.
P.: ¿La Concertación sabía contener a los sectores más empobrecidos?
M.E.O.: Yo me fui de la Concertación, pero es innegable que había una mirada sobre la pobreza. Este es un Gobierno que ha ido retrocediendo en el asistencialismo. Hubo mayor talento anteriormente, aunque ambas respuestas son idénticas en el plano político. Ninguno quiso hacer reformas de verdad.
P.: ¿Propone una universidad gratuita y con ingreso masivo?
M.E.O.: Hay que hacer un arancel diferenciado en el que pague más el que más tiene y menos el que tiene menos. También debemos regular la definición de universidad en Chile. Muchas de ellas no investigan y no son universidades, en realidad.
P.: ¿Y qué cabe hacer en una educación secundaria que en un 51% se encuentra bajo la órbita de colegios mixtos o directamente privados, frente a un 49% de institutos municipales?
M.E.O.: Aquí hay colegios que fueron creados mixtos con los denominados baucher y que están desregulados. Son considerados parte de la libertad de empresa y dan lugar a una segregación inaceptable que indigna y humilla a los chilenos. La palabra que define a lo que pasa a Chile y cómo se sienten muchos chilenos es «humillación». Esos colegios subvencionados por el Estado se dan el lujo de decir a un chileno: «No voy a recibir a tu hijo porque estuviste preso, o porque no estás casado». Hay que aclarar que la que desreguló a los colegios secundarios mixtos fue la Concertación. Hace tres décadas que les vienen diciendo a los chilenos que su paradigma es la libertad, y eso fue el pretexto para liberalizar el sistema educativo lucrativo. Hay que emparejar, generar más igualdad a costa de menos libertad.
Entrevista de Sebastián Lacunza
Periodista: Algunos opinan desde la Argentina que se está frente a un fin de un paradigma en Chile, con una crisis de representatividad muy acentuada que queda expuesta en una dinámica de protestas y represión. ¿Es exagerada esta visión?
Marco Enrique-Ominami: Está muy bien. Ustedes tienen un doctorado en esto. Creo que estamos viviendo un momento difícil pero histórico, fascinante e impredecible, una crisis con la política que no se daba desde la época de (Salvador) Allende, sólo que esta vez no es de izquierda o derecha. Estamos entrando a pasos agigantados a un choque que puede terminar en los pasillos del Parlamento o en una dinámica que soy incapaz de predecir. Hay un proceso de ruptura pero está por verse cómo sigue, falta mucho.
P.: ¿Hay correlación entre esta protesta que parece desbordar a los partidos tradicionales y quienes lo votaron a usted en 2009 (20,13%)?
M.E.O.: Sí y no. Viene de mucho antes de mi propia elección. Una gran ruptura ocurrió con los pingüinos (estudiantes secundarios) en 2006; en 2008, con la elección municipal; 2009 con mi elección; el año pasado hubo protestas por (la construcción de la represa de) Hidroaysén; en enero pasado, por el precio del gas en Punta Arenas; y ahora la educación. Hay que tener en cuenta que hay 4,5 millones de jóvenes que no están inscriptos en los padrones y no votan, y también que los pingüinos protestaron en 2006 y Piñera fue electo en 2010 con los votos de la mitad de los chilenos.
P.: ¿Percibe riesgos de ingobernabilidad como su exrival demócratacristiano Eduardo Frei?
M.E.O.: La palabra ingobernabilidad tiene una resonancia muy fuerte en América Latina. Aquí el problema es con las reglas de la democracia, no sólo con decisiones, como cree Frei. Hablo como quien fue derrotado por mucho por Piñera en 2009. El camino es innovar porque hay una mayoría cotidiana que se expresa y está por encima de la mayoría electoral. Frente a la mayoría cotidiana corresponde el plebiscito. Nunca antes había ocurrido que se le diera la espalda a los más pobres y también a la clase media. Hay una clase media que está cansada de no tener ningún bien garantizado. Los reclamos vienen como olas que se adicionan y hay un Gobierno que da siempre la misma respuesta.
P.: ¿Qué propone plebiscitar en este contexto?
M.E.O.: Propongo una consulta vinculante sobre tres o cuatro controversias que son centrales para los chilenos: educación secundaria regulada por el Estado, el tema medioambiental, que los ricos paguen más impuestos que los pobres, educación superior más igualitaria y con lucro controlado, y una agenda de derechos civiles. El problema también es con las reglas de un sistema electoral que no da respuestas a lo que pasa. La derecha chilena tiene poca cultura de democracia deliberativa, pero la Concertación tampoco ha promovido el debate.
P.: En sus primeros meses de Gobierno, Piñera parecía tomar una agenda que la Concertación había dejado de lado.
M.E.O.: No se podían dejar de valorar los anuncios de 2010. Van pasando los meses y te das cuenta de que no legisló sobre lo que anunció, y dio un giro a una derecha ultrarreaccionaria, hiperconservadora, confesional y monolítica.
P.: ¿La Concertación sabía contener a los sectores más empobrecidos?
M.E.O.: Yo me fui de la Concertación, pero es innegable que había una mirada sobre la pobreza. Este es un Gobierno que ha ido retrocediendo en el asistencialismo. Hubo mayor talento anteriormente, aunque ambas respuestas son idénticas en el plano político. Ninguno quiso hacer reformas de verdad.
P.: ¿Propone una universidad gratuita y con ingreso masivo?
M.E.O.: Hay que hacer un arancel diferenciado en el que pague más el que más tiene y menos el que tiene menos. También debemos regular la definición de universidad en Chile. Muchas de ellas no investigan y no son universidades, en realidad.
P.: ¿Y qué cabe hacer en una educación secundaria que en un 51% se encuentra bajo la órbita de colegios mixtos o directamente privados, frente a un 49% de institutos municipales?
M.E.O.: Aquí hay colegios que fueron creados mixtos con los denominados baucher y que están desregulados. Son considerados parte de la libertad de empresa y dan lugar a una segregación inaceptable que indigna y humilla a los chilenos. La palabra que define a lo que pasa a Chile y cómo se sienten muchos chilenos es «humillación». Esos colegios subvencionados por el Estado se dan el lujo de decir a un chileno: «No voy a recibir a tu hijo porque estuviste preso, o porque no estás casado». Hay que aclarar que la que desreguló a los colegios secundarios mixtos fue la Concertación. Hace tres décadas que les vienen diciendo a los chilenos que su paradigma es la libertad, y eso fue el pretexto para liberalizar el sistema educativo lucrativo. Hay que emparejar, generar más igualdad a costa de menos libertad.
Entrevista de Sebastián Lacunza