El autor del programa que PolKa pone en el aire de El Trece se desmarca de las acusaciones que flotan sobre la conveniencia de presentar, en un año electoral, un programa en el que la mirada sobre la política es siempre negativa.
Son las dos caras de un mismo programa. Las dos facetas por las cuales El puntero, la ficción de PolKa que El Trece emite los miércoles a las 23, sigue dividiendo aguas y levantando polémica. Por un lado, cuenta una historia de registro realista, que hace foco en lugares a los que la TV les suele dar la espalda, interpretada magistralmente por Julio Chávez, Luis Luque, Rodrigo De la Serna y Gabriela Toscano. Una ficción de alta calidad artística que interpela al que la ve más allá de su condición de televidente. Por otro lado, el oportuno relato en un año electoral de un puntero político tan apasionado como corrupto, suerte de fuerza de choque del poder de turno, y que ante cada acción destila la inequívoca idea de que la política no es para honestos ni para idealistas: es sucia, muy sucia. Una ficción que no parecería transmitir un mensaje ingenuo, cargado de un sentido negativo sobre la participación ciudadana, en un contexto actual en el que la política pareciera haber resurgido como motor para la transformación social.
Pura ficción para algunos, panfleto político intencional para otros, lo cierto es que El puntero se mantiene como uno de los programas de mayor audiencia de esta temporada. Inicialmente esbozado por Adrián Suar en 2004, y vuelto a retomar en septiembre del año pasado, el programa escrito por Mario Segade no puede sino generar contradicciones en aquellos televidentes a los que se les hace imposible disociar lo artístico de lo político a la hora de ver cualquier obra de arte. ¿Es posible analizar una ficción únicamente desde los aspectos técnicos, dejando de lado su ideología, cuando la trama se presenta deliberadamente en un registro hiperrealista? ¿Se puede ser indiferente al diálogo tácito o no entre lo que cuenta la trama y la realidad en momentos en que el enfrentamiento entre el Grupo Clarín, dueño de El Trece y accionista de la casa productora de El puntero, y el Gobierno es cada vez más explícito? Página/12 entrevistó a Segade, autor de El puntero, para examinar la relación que el ciclo tiene con el afuera, a partir de la manera en que el programa retrata a la política, más específicamente al vínculo entre los punteros y los intendentes del conurbano.
El autor de Resistiré y Vulnerables, entre otros programas de ficción, es el primero que abre el fuego. Como autor y como ciudadano, me parece que a nivel de discurso se está viviendo un momento de gran desmesura, tanto en la lectura que se hace de un programa de televisión como de la que se hace de la realidad, subraya Segade. Muchos tildaron a El puntero de antipolítico. Son miradas. Las respeto, pero no las comparto. No soy ni el autor para hacer un programa de antipolítica ni es lo que se busca, puntualiza, con la tranquilidad de quien tiene la conciencia tranquila.
Lo que ocurre es que en el primer episodio, las únicas referencias a la realidad política a las que hizo la trama eran a símbolos o personalidades del Partido Justicialista, asociando explícitamente a esa manera sucia de hacer política de El puntero a un mismo partido.
Hay una tensión entre el Gobierno y el Grupo Clarín, pero ni yo soy vocero del Grupo Clarín ni me pagan por hacer un programa para destruir la política. Obviamente, en mi intención de hacer un programa de TV, a mí me sirve construir una trama en la que haya conflicto, que haya quilombo, que haya provocación. Pedro Aldo Perotti, el personaje que tan bien compone Julio Chávez, es un puntero imaginario que no existe, es un señor al que le pusimos un nombre y una actividad. Los punteros no pertenecen a ningún partido: los radicales tienen punteros, el PRO tiene punteros… Todos los partidos tienen punteros.
Pero hacer una ficción cuya trama gira en torno de un puntero político sucio en un año electoral es, por lo menos, intencional.
El puntero de Chávez es un personaje que remite a cierto pasaje de nuestra historia, tiene mucho de argentino y de cómo hemos construido la actividad política. Esto creo que es indiscutible. Ahora, si alguno se apropia esa representatividad y lo siente como un ataque, lo invito a caminar por diferentes lugares para que vea que todavía hay prácticas políticas que tienen que ver con las que suceden en la trama. De todas maneras, el fin del programa no es hacer visible la práctica política real. Yo estoy más preocupado por las historias de amor y afecto entre los distintos personajes que por el andar político que le da marco a la historia. Igual, Resistiré y Vulnerables también generaron polémica.
Pero nunca se les adjudicó a esos programas ser funcionales a los canales en los que se emitieron, como pasa con El puntero.
Cuando Suar me convocó para escribir un programa sobre un puntero me encantó la idea. Obviamente, en tanto productor y programador, no fue casualidad que Suar haya querido avanzar con el proyecto de la ficción sobre un puntero en un año electoral. Los productores no hacen las cosas por casualidad, no suelen dar puntadas sin hilo: analizan el mejor momento para poner al aire un ciclo. Yo trato siempre de escribir el mejor programa y que la gente lo vea. Busco hacer rating más que plantear una disyuntiva sobre la política argentina. Creo que darle tamaña entidad a un programa que busca hacer un show habla mucho de nosotros.
¿A qué se refiere?
Hubo gente que habló de más, desde el prejuicio, sin argumentos. El puntero instala una doble moral que no creo que esté tan alejada de la que se da en ciertos modos de la construcción de poder. Donde hay plata, donde hay poder, donde hay incidencia en la vida cotidiana de otros, empiezan a jugar en el interior de quien ejerce ese privilegio valores morales, humanos y hasta éticos distintos. Obviamente, en el programa esas características están exacerbadas, porque necesita mantener al espectador prendido a la tele. Pero niego que El puntero sea un folleto político ni un panfleto del Grupo. Esa no me la compro. Como tampoco compro la idea de algunos que festejan a El puntero porque, según ellos, muestra la realidad política argentina tal cual es. Es sólo un programa ficcional inspirado en la realidad. El programa remite al imaginario social sobre un determinado tipo de dirigente político, pero también en la trama hay un cura no muy angelical, un intendente que se presenta como la renovación y usa saco y corbata y utiliza formas pacíficas… Es un programa hiperrealista, desde la estética y el lenguaje, que genera discusiones. Las lecturas son posibles y respetables, pero no me pertenecen. Se podrá hacer otros programas sobre punteros diferentes, pero el mío es éste.
Lo que pasa es que el ciclo presenta una mirada sesgada, negativa, sobre los militantes políticos, donde sólo se muestra la suciedad. No hay trabajadores sociales honestos en la trama…
¿Pero por qué yo tengo que hacer otra cosa, contar otra historia? Hago el programa que puedo y quiero. A mí El puntero me gusta. Es la vida de un tipo que es un apasionado, que vive full time pensando en política, que resuelve cuestiones donde el Estado está ausente y que maneja cierto poder en una comunidad. Es un tipo que, por su rol, maneja su gente en función de su ideal político y de sus ambiciones. Pero Perotti es una construcción ficcional sobre un puntero posible, no es real.
Son las dos caras de un mismo programa. Las dos facetas por las cuales El puntero, la ficción de PolKa que El Trece emite los miércoles a las 23, sigue dividiendo aguas y levantando polémica. Por un lado, cuenta una historia de registro realista, que hace foco en lugares a los que la TV les suele dar la espalda, interpretada magistralmente por Julio Chávez, Luis Luque, Rodrigo De la Serna y Gabriela Toscano. Una ficción de alta calidad artística que interpela al que la ve más allá de su condición de televidente. Por otro lado, el oportuno relato en un año electoral de un puntero político tan apasionado como corrupto, suerte de fuerza de choque del poder de turno, y que ante cada acción destila la inequívoca idea de que la política no es para honestos ni para idealistas: es sucia, muy sucia. Una ficción que no parecería transmitir un mensaje ingenuo, cargado de un sentido negativo sobre la participación ciudadana, en un contexto actual en el que la política pareciera haber resurgido como motor para la transformación social.
Pura ficción para algunos, panfleto político intencional para otros, lo cierto es que El puntero se mantiene como uno de los programas de mayor audiencia de esta temporada. Inicialmente esbozado por Adrián Suar en 2004, y vuelto a retomar en septiembre del año pasado, el programa escrito por Mario Segade no puede sino generar contradicciones en aquellos televidentes a los que se les hace imposible disociar lo artístico de lo político a la hora de ver cualquier obra de arte. ¿Es posible analizar una ficción únicamente desde los aspectos técnicos, dejando de lado su ideología, cuando la trama se presenta deliberadamente en un registro hiperrealista? ¿Se puede ser indiferente al diálogo tácito o no entre lo que cuenta la trama y la realidad en momentos en que el enfrentamiento entre el Grupo Clarín, dueño de El Trece y accionista de la casa productora de El puntero, y el Gobierno es cada vez más explícito? Página/12 entrevistó a Segade, autor de El puntero, para examinar la relación que el ciclo tiene con el afuera, a partir de la manera en que el programa retrata a la política, más específicamente al vínculo entre los punteros y los intendentes del conurbano.
El autor de Resistiré y Vulnerables, entre otros programas de ficción, es el primero que abre el fuego. Como autor y como ciudadano, me parece que a nivel de discurso se está viviendo un momento de gran desmesura, tanto en la lectura que se hace de un programa de televisión como de la que se hace de la realidad, subraya Segade. Muchos tildaron a El puntero de antipolítico. Son miradas. Las respeto, pero no las comparto. No soy ni el autor para hacer un programa de antipolítica ni es lo que se busca, puntualiza, con la tranquilidad de quien tiene la conciencia tranquila.
Lo que ocurre es que en el primer episodio, las únicas referencias a la realidad política a las que hizo la trama eran a símbolos o personalidades del Partido Justicialista, asociando explícitamente a esa manera sucia de hacer política de El puntero a un mismo partido.
Hay una tensión entre el Gobierno y el Grupo Clarín, pero ni yo soy vocero del Grupo Clarín ni me pagan por hacer un programa para destruir la política. Obviamente, en mi intención de hacer un programa de TV, a mí me sirve construir una trama en la que haya conflicto, que haya quilombo, que haya provocación. Pedro Aldo Perotti, el personaje que tan bien compone Julio Chávez, es un puntero imaginario que no existe, es un señor al que le pusimos un nombre y una actividad. Los punteros no pertenecen a ningún partido: los radicales tienen punteros, el PRO tiene punteros… Todos los partidos tienen punteros.
Pero hacer una ficción cuya trama gira en torno de un puntero político sucio en un año electoral es, por lo menos, intencional.
El puntero de Chávez es un personaje que remite a cierto pasaje de nuestra historia, tiene mucho de argentino y de cómo hemos construido la actividad política. Esto creo que es indiscutible. Ahora, si alguno se apropia esa representatividad y lo siente como un ataque, lo invito a caminar por diferentes lugares para que vea que todavía hay prácticas políticas que tienen que ver con las que suceden en la trama. De todas maneras, el fin del programa no es hacer visible la práctica política real. Yo estoy más preocupado por las historias de amor y afecto entre los distintos personajes que por el andar político que le da marco a la historia. Igual, Resistiré y Vulnerables también generaron polémica.
Pero nunca se les adjudicó a esos programas ser funcionales a los canales en los que se emitieron, como pasa con El puntero.
Cuando Suar me convocó para escribir un programa sobre un puntero me encantó la idea. Obviamente, en tanto productor y programador, no fue casualidad que Suar haya querido avanzar con el proyecto de la ficción sobre un puntero en un año electoral. Los productores no hacen las cosas por casualidad, no suelen dar puntadas sin hilo: analizan el mejor momento para poner al aire un ciclo. Yo trato siempre de escribir el mejor programa y que la gente lo vea. Busco hacer rating más que plantear una disyuntiva sobre la política argentina. Creo que darle tamaña entidad a un programa que busca hacer un show habla mucho de nosotros.
¿A qué se refiere?
Hubo gente que habló de más, desde el prejuicio, sin argumentos. El puntero instala una doble moral que no creo que esté tan alejada de la que se da en ciertos modos de la construcción de poder. Donde hay plata, donde hay poder, donde hay incidencia en la vida cotidiana de otros, empiezan a jugar en el interior de quien ejerce ese privilegio valores morales, humanos y hasta éticos distintos. Obviamente, en el programa esas características están exacerbadas, porque necesita mantener al espectador prendido a la tele. Pero niego que El puntero sea un folleto político ni un panfleto del Grupo. Esa no me la compro. Como tampoco compro la idea de algunos que festejan a El puntero porque, según ellos, muestra la realidad política argentina tal cual es. Es sólo un programa ficcional inspirado en la realidad. El programa remite al imaginario social sobre un determinado tipo de dirigente político, pero también en la trama hay un cura no muy angelical, un intendente que se presenta como la renovación y usa saco y corbata y utiliza formas pacíficas… Es un programa hiperrealista, desde la estética y el lenguaje, que genera discusiones. Las lecturas son posibles y respetables, pero no me pertenecen. Se podrá hacer otros programas sobre punteros diferentes, pero el mío es éste.
Lo que pasa es que el ciclo presenta una mirada sesgada, negativa, sobre los militantes políticos, donde sólo se muestra la suciedad. No hay trabajadores sociales honestos en la trama…
¿Pero por qué yo tengo que hacer otra cosa, contar otra historia? Hago el programa que puedo y quiero. A mí El puntero me gusta. Es la vida de un tipo que es un apasionado, que vive full time pensando en política, que resuelve cuestiones donde el Estado está ausente y que maneja cierto poder en una comunidad. Es un tipo que, por su rol, maneja su gente en función de su ideal político y de sus ambiciones. Pero Perotti es una construcción ficcional sobre un puntero posible, no es real.
http://artemuros.wordpress.com/2011/05/19/el-puntero-un-engranaje-de-la-politica-capitalista/
mamita….
si se trata de contribuir a una critica o a una educacion sociopolitica,el programa debio comenzar antes y no ahora,cuando parece ser y no ser real ,como dice el mismo autor,aunque»nunca es tarde cuando la dicha es buena»…viva la libertad de expresion,aunque suele ser picara…