Fragmentación y falta de liderazgos determinantes expresaron en las primarias de ayer un fenómeno doble y desolador para las franjas críticas del Gobierno. Los dos elementos van de la mano y en conjunto representan una carga tremenda para sus referentes, que en números concretos exhibieron un camino de retroceso respecto de los resultados de hace apenas un par de años. Ni la oposición ni el peronismo desalineado lograron unificar sus propios frentes: las diferentes ofertas, con Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde y Hermes Binner a la cabeza, pero no como únicos exponentes, terminaron componiendo un mosaico en bajo relieve , sin ningún candidato despegado del resto y en condiciones de especular como ser el eje para aglutinar masa crítica en la perspectiva de octubre.
El resultado de ayer es un mensaje en sí mismo para la oposición, pero su profundidad es más notable si se toma como referencia lo ocurrido en las legislativas de hace dos años. Los partidos reunidos en el Acuerdo Cívico lograron entonces más del 30 por ciento de los votos y quedaron apenas por debajo del kirchnerismo. El peronismo disidente asomaba como una opción que generaba inquietud en el PJ oficialista, y exhibía además un ensayo de alianza con el macrismo, que con Francisco De Narváez lograba derrotar a la lista K en la provincia de Buenos Aires.
De todos modos, aquellos resultados tuvieron escasa expresión en el Congreso. El kirchnerismo se lanzó a una ofensiva rápida, dividió en algunos casos a sus oponentes y trabó los proyectos que Olivos no estaba dispuesto a tolerar. El trabajo más llamativo lo desplegó en el Senado, donde logró neutralizar a algunos peronistas críticos y terminó convirtiendo en aliado al propio Carlos Menem, que vuelve a correr en su provincia y se presenta, esta vez con bendición kirchnerista, por un nuevo turno como legislador.
La oposición llegó a las primarias con más candidatos que los esperables en aquella época. No dirimieron diferencias en sus propios frentes, es decir, como referentes de un par de coaliciones que disputaran su fórmula en las primarias. Se presentaron por separado, pero al mismo tiempo siguieron compitiendo entre ellos por un imaginario liderazgo, capaz de condensar votantes para la cita de octubre.
Alfonsín y Binner terminaron distanciados , agrietando un territorio que ya había abandonado Elisa Carrió, la más golpeada ayer en las urnas. El radical y el socialista marcaron la ruptura con el pretexto de la alianza con De Narváez en la Provincia, aunque allí influyeron cálculos que trascendieron cuestiones de pureza ideológica. Alfonsín, además, no logró sumar a otras expresiones de su partido, que en algunos casos apenas disimulaban su malestar en plena campaña.
Ese conglomerado se desarmó y aún considerado en conjunto, retrocedió unos puntos en comparación con los registros de 2009. Alfonsín, Binner y Carrió, forzando una suma matemática, estaban anoche dos o tres puntos por debajo del desempeño de hace apenas dos años.
Una página aparte, difícil de leer por el lento recuento de votos en Buenos Aires, lo escribía la sociedad entre Alfonsín y De Narváez. Allí se notaba un corte de boleta que parecía indicar votos al candidato a gobernador pero combinados con Duhalde. El fenómeno era reconocido por radicales, algunos con enojo, pero en rigor no podría atribuirse sólo al intercambio de boletas entre dirigentes de los dos sectores que buscaron sumar en el peronismo no kirchnerista. Puede haber ocurrido que allí, de hecho, se haya registrado una sintonía entre votos macristas y duhaldistas, más allá de la ruptura entre De Narváez y el jefe de gobierno porteño.
En el peronismo disidente las cuentas no son mejores . Ese conglomerado había crecido en la diferenciación con Néstor Kirchner y entró en crisis luego del fallecimiento del ex presidente. Algunos dirigentes, como Felipe Solá, terminaron apartándose de una disputa que no lograba perfilar posiciones comunes frente a la Presidenta. Mario Das Neves quedó golpeado por la elección en su provincia, que su sector ganó con sufrimiento después de un proceso desgastante, y luego se sumó como compañero de fórmula de Duhalde. Pero el peor paso en falso fue la frustrada interna entre el bonaerense y Alberto Rodríguez Saá, presentada como un mecanismo escalonado por regiones, para potenciar al sector, y desarmada después de un par de entregas por desconfianzas y cruces de acusaciones.
Terminaron así compitiendo por separado en las primarias. Duhalde hizo una destacada elección en la Capital y esperaba mejorar posiciones con los números bonaerenses. Rodríguez Saá también anotó una cifra llamativa entre los porteños y mostró que sigue proyectando desde San Luis hacia distritos más cercanos como Mendoza, San Juan y Córdoba. En conjunto, los dos exponentes del peronismo desalineado redondeaban ayer cerca de 20 puntos a nivel nacional.
El masivo apoyo logrado por Cristina Fernández de Kirchner marca sin dudas el camino que resta hacia octubre . Y es posible además que estallen conflictos y enojos hacia el interior de algunas fuerzas opositoras. Es difícil imaginar que en ese clima se puedan procesar las señales surgidas de las urnas, con destino directo a los referentes de las distintas expresiones opuestas al Gobierno. No hubo claridad para anticipar este cuadro; difícil superarlo si no se registra la magnitud del mensaje .
El resultado de ayer es un mensaje en sí mismo para la oposición, pero su profundidad es más notable si se toma como referencia lo ocurrido en las legislativas de hace dos años. Los partidos reunidos en el Acuerdo Cívico lograron entonces más del 30 por ciento de los votos y quedaron apenas por debajo del kirchnerismo. El peronismo disidente asomaba como una opción que generaba inquietud en el PJ oficialista, y exhibía además un ensayo de alianza con el macrismo, que con Francisco De Narváez lograba derrotar a la lista K en la provincia de Buenos Aires.
De todos modos, aquellos resultados tuvieron escasa expresión en el Congreso. El kirchnerismo se lanzó a una ofensiva rápida, dividió en algunos casos a sus oponentes y trabó los proyectos que Olivos no estaba dispuesto a tolerar. El trabajo más llamativo lo desplegó en el Senado, donde logró neutralizar a algunos peronistas críticos y terminó convirtiendo en aliado al propio Carlos Menem, que vuelve a correr en su provincia y se presenta, esta vez con bendición kirchnerista, por un nuevo turno como legislador.
La oposición llegó a las primarias con más candidatos que los esperables en aquella época. No dirimieron diferencias en sus propios frentes, es decir, como referentes de un par de coaliciones que disputaran su fórmula en las primarias. Se presentaron por separado, pero al mismo tiempo siguieron compitiendo entre ellos por un imaginario liderazgo, capaz de condensar votantes para la cita de octubre.
Alfonsín y Binner terminaron distanciados , agrietando un territorio que ya había abandonado Elisa Carrió, la más golpeada ayer en las urnas. El radical y el socialista marcaron la ruptura con el pretexto de la alianza con De Narváez en la Provincia, aunque allí influyeron cálculos que trascendieron cuestiones de pureza ideológica. Alfonsín, además, no logró sumar a otras expresiones de su partido, que en algunos casos apenas disimulaban su malestar en plena campaña.
Ese conglomerado se desarmó y aún considerado en conjunto, retrocedió unos puntos en comparación con los registros de 2009. Alfonsín, Binner y Carrió, forzando una suma matemática, estaban anoche dos o tres puntos por debajo del desempeño de hace apenas dos años.
Una página aparte, difícil de leer por el lento recuento de votos en Buenos Aires, lo escribía la sociedad entre Alfonsín y De Narváez. Allí se notaba un corte de boleta que parecía indicar votos al candidato a gobernador pero combinados con Duhalde. El fenómeno era reconocido por radicales, algunos con enojo, pero en rigor no podría atribuirse sólo al intercambio de boletas entre dirigentes de los dos sectores que buscaron sumar en el peronismo no kirchnerista. Puede haber ocurrido que allí, de hecho, se haya registrado una sintonía entre votos macristas y duhaldistas, más allá de la ruptura entre De Narváez y el jefe de gobierno porteño.
En el peronismo disidente las cuentas no son mejores . Ese conglomerado había crecido en la diferenciación con Néstor Kirchner y entró en crisis luego del fallecimiento del ex presidente. Algunos dirigentes, como Felipe Solá, terminaron apartándose de una disputa que no lograba perfilar posiciones comunes frente a la Presidenta. Mario Das Neves quedó golpeado por la elección en su provincia, que su sector ganó con sufrimiento después de un proceso desgastante, y luego se sumó como compañero de fórmula de Duhalde. Pero el peor paso en falso fue la frustrada interna entre el bonaerense y Alberto Rodríguez Saá, presentada como un mecanismo escalonado por regiones, para potenciar al sector, y desarmada después de un par de entregas por desconfianzas y cruces de acusaciones.
Terminaron así compitiendo por separado en las primarias. Duhalde hizo una destacada elección en la Capital y esperaba mejorar posiciones con los números bonaerenses. Rodríguez Saá también anotó una cifra llamativa entre los porteños y mostró que sigue proyectando desde San Luis hacia distritos más cercanos como Mendoza, San Juan y Córdoba. En conjunto, los dos exponentes del peronismo desalineado redondeaban ayer cerca de 20 puntos a nivel nacional.
El masivo apoyo logrado por Cristina Fernández de Kirchner marca sin dudas el camino que resta hacia octubre . Y es posible además que estallen conflictos y enojos hacia el interior de algunas fuerzas opositoras. Es difícil imaginar que en ese clima se puedan procesar las señales surgidas de las urnas, con destino directo a los referentes de las distintas expresiones opuestas al Gobierno. No hubo claridad para anticipar este cuadro; difícil superarlo si no se registra la magnitud del mensaje .