Los pueblos son más sabios que sus analistas

Lo que define al asombro es el instante; luego, como todo lo humano, se suele instalar como costumbre y se convierte en parte de lo cotidiano. El triunfo del Gobierno en las elecciones primarias del domingo 14 fue definitivo; incentivó el festejo de sus seguidores en la misma medida en que ahogó las explicaciones en las bocas de los derrotados.
En cada uno de los últimos actos eleccionarios algo excedía lo esperado: los votos de Macri, primero; los de Del Sel, después; los de De la Sota luego y, finalmente, en forma apabullante, los votos de la Presidenta. En contra sólo quedaron los anti, aquellos que intentaban convertir el enojo en propuesta. Con la excepción de Hermes Binner, responsable de una fuerza comprometida con el futuro, mostraron limitaciones aun para aceptar la derrota.
Si el economicismo marcó la década del 90 y nos condujo a la quiebra, el presente es el tiempo del retorno de la política. Hace unos años los canales eliminaban los programas políticos para evitar la caída de sus audiencias; hoy los multiplican para generarla. Pasamos del «que se vayan todos» o viajar 500 kilómetros para no votar.a esta forma de compromiso donde todos participan. El mundo del fin de las ideologías se había detenido en el capitalismo; desde aquel conformismo a la actual masa de «indignados», demasiada agua corrió bajo el puente.
La politización es la clave del presente; no se vota atado a un partido, sino que se elige, en cada caso, al mejor candidato. La Presidenta puede lograr más del 50% de apoyo a su investidura, pero sus candidatos son derrotados en las mismas provincias que apoyan su proyecto. Nada más maduro que coincidir con un Presidente mientras se le niega el voto a sus delegados.
Y más aún, en un momento donde la tendencia progresista del Gobierno intentaba imponer a Sabatella para limitar a Scioli: a pesar del apoyo hacia la izquierda por parte de intelectuales y artistas, el voto masivo siguió acompañando al gobernador.
Mucho se podría debatir entre las figuras de Del Sel en Santa Fe y la de Sabatella en Buenos Aires; años de refinamientos, marxismo y psicoanálisis enfrentan los prestigios de las minorías con las decisiones de las masas. Hablarán de tinellización en el mismo instante en que escuchan ópera leyendo a los clásicos; la fractura entre el pueblo y sus elites suele ser parte de las dificultades para entender los mutuos comportamientos. Porque entre los respetables señores que apoyaban a Sabatella y el discurso del presidente de la Sociedad Rural -entre ambas minorías lúcidas que no se soportan ni aceptan-, hay un pueblo que cada vez que vota lo hace por encima y al margen de ambos. En la traición de los 90 el aliado era la derecha y el resultado, la miseria, y en rigor esa política debió ser enterrada para siempre.
El peronismo definió su propio camino de superación de izquierdas y derechas, y elegir hoy ciertas opciones del pasado puede ser tanto un acto de madurez como una renuncia a las fuentes. Las izquierdas tuvieron sus dos vertientes; las nacionales, con intelectuales brillantes, integradas de variadas formas al movimiento y su permanente debate, y las orgánicas como el Partido Comunista y algunos socialistas que acusaron al peronismo de «fascismo». Toda nuestra historia esta signada por aquella primera contradicción entre «civilización o barbarie»; las expresiones se mitigan, pero los principios siguen vigentes. Y la civilización tiene dos rostros: el liberalismo de los negocios o el marxismo de la justicia.
El peronismo fue siempre una expresión de lo popular, y en ese espacio marcado por la duda fue encontrando su propia identidad y adaptando a ella el pensamiento vigente. Ninguna concepción importada en estado puro sirve para liberar a los pueblos; todas nacen para imponernos un destino colonial.
Se impone aclarar que mientras las derechas se asientan en el egoísmo, las izquierdas surgen de una voluntad de justicia distributiva. Los daños y el retroceso de nuestra sociedad siempre fue fruto de la imposición de las derechas, con Martínez de Hoz en la dictadura o con Domingo Cavallo en los noventa.
Pero el peronismo fue el resultado de la alianza entre los sectores productivos, obreros y empresarios, y las izquierdas se sintieron mas atraídas por las alianzas entre los intelectuales y algunos sectores de empleados públicos o de servicios.
Perón insistía en que el ministro de Economía debía ser un empresario, y eligió aquellos que expresaban la vanguardia productiva: Miranda con la industria «flor de ceibo», Gelbard con el aluminio y la informática.
Necesitamos de la iniciativa privada para impulsar la producción tanto como del Estado para imponer la distribución. Y ese balance no se equilibra ni con los discursos de derecha que pretenden toda la ganancia sin justicia ni con los de izquierda que ven un enemigo en cada empresa privada.
Mientras la ganancia no tenga límites tampoco lo tendrá la miseria.
Y los votantes se sienten mas convocados por la bonhomía de las figuras públicas que los expresan que por la soberbia de algunos intelectuales que los intentan clarificar.
Muchos acompañaron al campo cuando sintieron que lo cuestionaban como sector productivo, muy pocos siguieron ese rumbo cuando solo se trataba de defender ganancias.
En Uruguay una izquierda violenta supo convertirse en sabiduría que convoca a la unidad. En Chile, que tantas veces se intento utilizar como ejemplo de orden, se comienzan a debatir los derechos más esenciales.
Con la caída del Muro, el marxismo quedó aplastado por la burocracia, con la crisis presente en Occidente las ambiciones encuentran su límite en las necesidades de la sociedad.
El Peronismo fue el intento de reivindicar una identidad y enfrento al poder bipolar en el mayor momento de su desarrollo. Cantábamos «ni yanquis ni marxistas» y no por limitación intelectual sino tan solo por expresar lo mejor de la conciencia nacional.
El triunfo electoral del Gobierno es absoluto, la derrota de la oposición deja fuera de juego a algunos actores políticos que se opusieron sin ser alternativa. Pero el triunfo deja también en claro que los implantes de izquierda que cuestionan a Perón y nos quieren imponer sus ideas han sufrido su propia derrota. Macri en la capital estaba más cercano a la comprensión popular que el progresismo de Filmus, Scioli era como siempre una vertiente más popular que Sabatella. Y no se rasguen las vestiduras por el triunfo de Macri o los votos de Del Sel: son los mismos votantes que les permiten festejar el apabullante triunfo de la Presidenta.
El peronismo fue y es la expresión de la conciencia popular, la derecha reúne los intereses de los ricos y las izquierdas la intención de evangelizar a los humildes. Izquierdas y derechas son dos variantes de la civilización en su intento por educar la barbarie.
El peronismo implica la profunda convicción de que en el seno de la barbarie se encuentra el futuro de la civilización.
Personalmente tengo mas dudas que certezas, solo intento cuestionar la vigencia de ciertos lugares comunes que abundan tanto como aburren.
Si los votantes acertaron al votar a la Presidenta también lo hicieron al votar por Macri o por Del Sel. Los pueblos suelen ser más lucidos que sus analistas, y el voto actual lo demuestra..

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

Ver todas las entradas de Nicolás Tereschuk (Escriba) →

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *