Según un estudio internacional de Ipsos, el 50% de los argentinos evalúa negativamente la llegada de extranjeros para radicarse en el país. Además, un 61% cree que los inmigrantes dificultan la búsqueda de empleo por parte de los nativos y que complican el acceso a los servicios públicos. A contramano de esta visión, Brasil es la nación que mejor los acepta. Opinan los especialistas.
La mayoría de los argentinos, sino todos, tenemos un abuelo o bisabuelo inmigrante. Italianos, españoles, rusos, lituanos, ingleses, alemanes. El multiculturalismo integra el ADN nacional. Sin embargo, una reciente encuesta internacional refleja que la mitad de los argentinos evalúa negativamente la llegada de nuevos inmigrantes al país, hoy provenientes en su mayoría de Paraguay y Bolivia.
Y aún más sorprendente es que el 61 por ciento considera que hay demasiados extranjeros, que generan problemas en el transporte público, la demanda de los servicios de salud y educación y dificultan la búsqueda de trabajo a los nacidos y criados en la Argentina.
El estudio Global Advisor fue realizado por la consutora Ipsos Mora y Araujo durante el mes de agosto en 24 países, entre ellos Australia, Brasil, Canadá, Francia, Japón, Polonia, Sudáfrica, los Estados Unidos, España, Turquía, Rusia y España.
Contradicciones argentinas
Contradictorio pero real, el rechazo a la inmigración que expresan ciudadanos hijos de inmigrantes es elevado. El 50 por ciento de los consultados en la Argentina evalúa que la llegada de extranjeros es negativa para la sociedad y un 32 por ciento considera que en realidad el impacto es neutro. Bélgica fue el país con mayor reticencia a los inmigrantes, con un 72 por ciento que lo consideran un inconveniente, mientras que el tudo bem de Brasil, con una historia inmigratoria similar a la Argentina, se aplica también en la apertura de su sociedad a los nuevos habitantes que llegan de otras partes del mundo: sólo el 11 por ciento desaprueba el arribo de extranjeros al país.
Luis Costa, director de Estudios Sociales de Ipsos Mora y Araujo, explica ante una consulta de We que «hoy la Argentina está expuesta a factores inmigratorios nuevos que no vienen de Europa: en los ’90 con mucha llegada desde Perú, tenemos una comunidad boliviana muy importante, y la población argentina hace una especie de combinación. Evalúa la inmigración de hoy y la compara con la mirada romántica de la inmigración anterior».
Y es que según datos del ministerio del Interior, los paraguayos son la comunidad extranjera más grande radicada en el país, con un 21,2% del total de inmigrantes, seguida por la boliviana (15,2%) y la peruana (5,8%). (ver recuadro)
Pero además, con una mirada histórica, Costa también recuerda que la llegada de nuestros abuelos o bisabuelos el siglo pasado tampoco fue un aterrizaje suave.
«Cuando llegaron los españoles y los italianos al país, el rechazo era importante y se volvió a ensalzar a la cultura criolla. Los contemporáneos de la inmigración lo viven con cierta extrañez, porque es como insertar una cultura diferente de manera violenta a una sociedad», concluye Costa.
Calidad de vida
Claro que los tiempos cambian y hoy las preocupaciones son otras, como la calidad de vida. Y el transporte ocupa horas de la vida de los trabajadores de la sociedad moderna.
El problema es cuando los medios de acceso a las ciudades colapsan por falta de estructura o inversión. O cuando las sociedades crecen más rápido que el transporte.
En el caso argentino, el 61 por ciento de los consultados por IPSOS considera que los nuevos inmigrantes aumentaron demasiado la demanda del transporte público, los servicios de salud y la educación. Por lo tanto creen que su llegada es parte de los problemas cotidianos.
De hecho, en diciembre pasado, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, fue eje de una polémica, al culpar a «la inmigración descontrolada» por los hechos de violencia que desató la ocupación del Parque Indoamericano. En la zona, según remarcó entonces su jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, «viven un 70 por ciento de personas de nacionalidad boliviana y paraguaya».
Silvia Lépore, investigadora sobre temas de pobreza multidimensional, migraciones y familia de la Universidad Católica Argentina (UCA), contextualiza tales afirmaciones: «El tema es que la mayoría de los inmigrantes está concentrada en la ciudad y en el Gran Buenos Aires. Eso es lo que la hace más visible. La mayor concentración de paraguayos, bolivianos y peruanos se ve en capital y conurbano. Y las grandes mayorías de los limítrofes están residiendo en las villas de capital, aparte de los asentamientos del Gran Buenos Aires». Lépore precisa además que «de acuerdo a la encuesta anual que hace el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en 2009 más de la mitad de los jefes de familia de las villas de la capital eran de países limítrofes. Eso lo visualiza ante la población con una connotación negativa: son tan pobres como los inmigrantes del interior que se vienen a capital y al Gran Buenos Aires».
Casi cantado, el país que encabeza el ranking de los que creen que la inmigración complica la vida de los nativos es el Reino Unido. Basta con recordar las imágenes de Londres y otras ciudades de Inglaterra hace pocas semanas, con saqueos e incendios que combinaron una protesta por brutalidad policial con reclamos por discriminación a los inmigrantes que viven marginados en los barrios pobres londinenses.
Corea del Sur, Polonia y Japón son las naciones que sufren menos la incorporación de extranjeros a su sociedad, refleja el sondeo de IPSOS.
Inmigración y empleo
Los inmigrantes también impactan en la disponibilidad de empleos en un país. Hay casos como el de Canadá o Australia, con políticas estatales que tienen como objetivo conseguir mano de obra escasa para sus países. Sin embargo, el 41 por ciento de los canadientes y el 50 por ciento de los australianos creen que el flujo inmigratorio dificulta la búsqueda laboral.
En la Argentina, ese porcentaje se eleva al 61 por ciento, similar al del Reino Unido y los Estados Unidos.
La socióloga Lépore asegura que «el inmigrante limítrofe es muy trabajador, y si no encuentra trabajo, se lo genera. Pero en la medida en que la demanda es escasa, todos compiten por lo mismo. Ése es el problema».
De hecho, según el mismo estudio, sólo el 22 por ciento de los consultados en la Argentina creen que la inmigración es buena para la economía, mientras que la contracara es Brasil, con un 47 por ciento de ciudadanos que considera un factor positivo para su economía la llegada de gente de otros lugares.
«Hay demasiados inmigrantes», fue la respuesta del 61 por ciento de argentinos consultados, para terminar de cerrar un diagnóstico de rechazo a la nueva ola inmigratoria, producto de la situación económica en alza y el tipo de cambio que permite en muchos casos ayudar a sus familias de origen con el envío de remesas, como había sucedido en los tiempos de convertibilidad de los 90.
La crisis de 2001 generó el regreso en muchos casos de quienes habían venido en busca de una vida mejor, como lo hicieron miles de argentinos que sacaron pasaje a Europa.
Pero desde hace unos años el flujo de llegada crece, como lo muestra el registro de pedidos de radicaciones de la oficina de Migraciones.
Según estos datos, de junio de 2010 a junio de 2011 crecieron un 57, 65 por ciento los pedidos de ciudadanos de Bolivia que quieren obtener la residencia en la Argentina. En segundo lugar están los paraguayos, con un crecimiento interanual del 54,33 por ciento.
La socióloga Lépore, especialista en la materia, sugiere regularizar la distribución de los nuevos habitantes: «La nueva ley de inmigración de 2004 es amplia con respecto a la migración, hasta los ilegales tienen total derecho a usar y beneficiarse de los servicios públicos. Eso hay que asumirlo, fue reglamentada luego de ser aprobada por el Congreso. Personalmente creo que hay que tratar de orientar mejor las migraciones, no digo de cerrarlas. Eso es lo que pasa con países serios en políticas migratorias como Canadá: le dicen usted va a vivir en tal lado, en tal provincia, pero acá, se entra libremente y hasta la residencia es muy abierta».
El sociólogo Marcos Novaro, por su parte, plantea: «Esa cuestión de que los inmigrantes empezaron a ser de menos calidad no es de ahora, empezó cuando empezaron a venir los italianos en masa, se decía antes venían los alemanes y los franceses. No es nuevo».
¿Los inmigrantes hacen al país un lugar más interesante para vivir?, es una de las últimas preguntas del sondeo de IPSOS. El 49 por ciento de los brasileños dijo que sí, mientras que al sur, el 46 por ciento de los consultados argentinos dijeron que no creen que los inmigrantes aporten un toque interesante a la sociedad. Una sociedad que, justamente, se define por ser la original alquimia entre los que estaban y los que llegaron de otras latitudes en busca de una vida mejor. Como ahora.
Informe: Jorgelina do Rosario z we
La mayoría de los argentinos, sino todos, tenemos un abuelo o bisabuelo inmigrante. Italianos, españoles, rusos, lituanos, ingleses, alemanes. El multiculturalismo integra el ADN nacional. Sin embargo, una reciente encuesta internacional refleja que la mitad de los argentinos evalúa negativamente la llegada de nuevos inmigrantes al país, hoy provenientes en su mayoría de Paraguay y Bolivia.
Y aún más sorprendente es que el 61 por ciento considera que hay demasiados extranjeros, que generan problemas en el transporte público, la demanda de los servicios de salud y educación y dificultan la búsqueda de trabajo a los nacidos y criados en la Argentina.
El estudio Global Advisor fue realizado por la consutora Ipsos Mora y Araujo durante el mes de agosto en 24 países, entre ellos Australia, Brasil, Canadá, Francia, Japón, Polonia, Sudáfrica, los Estados Unidos, España, Turquía, Rusia y España.
Contradicciones argentinas
Contradictorio pero real, el rechazo a la inmigración que expresan ciudadanos hijos de inmigrantes es elevado. El 50 por ciento de los consultados en la Argentina evalúa que la llegada de extranjeros es negativa para la sociedad y un 32 por ciento considera que en realidad el impacto es neutro. Bélgica fue el país con mayor reticencia a los inmigrantes, con un 72 por ciento que lo consideran un inconveniente, mientras que el tudo bem de Brasil, con una historia inmigratoria similar a la Argentina, se aplica también en la apertura de su sociedad a los nuevos habitantes que llegan de otras partes del mundo: sólo el 11 por ciento desaprueba el arribo de extranjeros al país.
Luis Costa, director de Estudios Sociales de Ipsos Mora y Araujo, explica ante una consulta de We que «hoy la Argentina está expuesta a factores inmigratorios nuevos que no vienen de Europa: en los ’90 con mucha llegada desde Perú, tenemos una comunidad boliviana muy importante, y la población argentina hace una especie de combinación. Evalúa la inmigración de hoy y la compara con la mirada romántica de la inmigración anterior».
Y es que según datos del ministerio del Interior, los paraguayos son la comunidad extranjera más grande radicada en el país, con un 21,2% del total de inmigrantes, seguida por la boliviana (15,2%) y la peruana (5,8%). (ver recuadro)
Pero además, con una mirada histórica, Costa también recuerda que la llegada de nuestros abuelos o bisabuelos el siglo pasado tampoco fue un aterrizaje suave.
«Cuando llegaron los españoles y los italianos al país, el rechazo era importante y se volvió a ensalzar a la cultura criolla. Los contemporáneos de la inmigración lo viven con cierta extrañez, porque es como insertar una cultura diferente de manera violenta a una sociedad», concluye Costa.
Calidad de vida
Claro que los tiempos cambian y hoy las preocupaciones son otras, como la calidad de vida. Y el transporte ocupa horas de la vida de los trabajadores de la sociedad moderna.
El problema es cuando los medios de acceso a las ciudades colapsan por falta de estructura o inversión. O cuando las sociedades crecen más rápido que el transporte.
En el caso argentino, el 61 por ciento de los consultados por IPSOS considera que los nuevos inmigrantes aumentaron demasiado la demanda del transporte público, los servicios de salud y la educación. Por lo tanto creen que su llegada es parte de los problemas cotidianos.
De hecho, en diciembre pasado, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, fue eje de una polémica, al culpar a «la inmigración descontrolada» por los hechos de violencia que desató la ocupación del Parque Indoamericano. En la zona, según remarcó entonces su jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, «viven un 70 por ciento de personas de nacionalidad boliviana y paraguaya».
Silvia Lépore, investigadora sobre temas de pobreza multidimensional, migraciones y familia de la Universidad Católica Argentina (UCA), contextualiza tales afirmaciones: «El tema es que la mayoría de los inmigrantes está concentrada en la ciudad y en el Gran Buenos Aires. Eso es lo que la hace más visible. La mayor concentración de paraguayos, bolivianos y peruanos se ve en capital y conurbano. Y las grandes mayorías de los limítrofes están residiendo en las villas de capital, aparte de los asentamientos del Gran Buenos Aires». Lépore precisa además que «de acuerdo a la encuesta anual que hace el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en 2009 más de la mitad de los jefes de familia de las villas de la capital eran de países limítrofes. Eso lo visualiza ante la población con una connotación negativa: son tan pobres como los inmigrantes del interior que se vienen a capital y al Gran Buenos Aires».
Casi cantado, el país que encabeza el ranking de los que creen que la inmigración complica la vida de los nativos es el Reino Unido. Basta con recordar las imágenes de Londres y otras ciudades de Inglaterra hace pocas semanas, con saqueos e incendios que combinaron una protesta por brutalidad policial con reclamos por discriminación a los inmigrantes que viven marginados en los barrios pobres londinenses.
Corea del Sur, Polonia y Japón son las naciones que sufren menos la incorporación de extranjeros a su sociedad, refleja el sondeo de IPSOS.
Inmigración y empleo
Los inmigrantes también impactan en la disponibilidad de empleos en un país. Hay casos como el de Canadá o Australia, con políticas estatales que tienen como objetivo conseguir mano de obra escasa para sus países. Sin embargo, el 41 por ciento de los canadientes y el 50 por ciento de los australianos creen que el flujo inmigratorio dificulta la búsqueda laboral.
En la Argentina, ese porcentaje se eleva al 61 por ciento, similar al del Reino Unido y los Estados Unidos.
La socióloga Lépore asegura que «el inmigrante limítrofe es muy trabajador, y si no encuentra trabajo, se lo genera. Pero en la medida en que la demanda es escasa, todos compiten por lo mismo. Ése es el problema».
De hecho, según el mismo estudio, sólo el 22 por ciento de los consultados en la Argentina creen que la inmigración es buena para la economía, mientras que la contracara es Brasil, con un 47 por ciento de ciudadanos que considera un factor positivo para su economía la llegada de gente de otros lugares.
«Hay demasiados inmigrantes», fue la respuesta del 61 por ciento de argentinos consultados, para terminar de cerrar un diagnóstico de rechazo a la nueva ola inmigratoria, producto de la situación económica en alza y el tipo de cambio que permite en muchos casos ayudar a sus familias de origen con el envío de remesas, como había sucedido en los tiempos de convertibilidad de los 90.
La crisis de 2001 generó el regreso en muchos casos de quienes habían venido en busca de una vida mejor, como lo hicieron miles de argentinos que sacaron pasaje a Europa.
Pero desde hace unos años el flujo de llegada crece, como lo muestra el registro de pedidos de radicaciones de la oficina de Migraciones.
Según estos datos, de junio de 2010 a junio de 2011 crecieron un 57, 65 por ciento los pedidos de ciudadanos de Bolivia que quieren obtener la residencia en la Argentina. En segundo lugar están los paraguayos, con un crecimiento interanual del 54,33 por ciento.
La socióloga Lépore, especialista en la materia, sugiere regularizar la distribución de los nuevos habitantes: «La nueva ley de inmigración de 2004 es amplia con respecto a la migración, hasta los ilegales tienen total derecho a usar y beneficiarse de los servicios públicos. Eso hay que asumirlo, fue reglamentada luego de ser aprobada por el Congreso. Personalmente creo que hay que tratar de orientar mejor las migraciones, no digo de cerrarlas. Eso es lo que pasa con países serios en políticas migratorias como Canadá: le dicen usted va a vivir en tal lado, en tal provincia, pero acá, se entra libremente y hasta la residencia es muy abierta».
El sociólogo Marcos Novaro, por su parte, plantea: «Esa cuestión de que los inmigrantes empezaron a ser de menos calidad no es de ahora, empezó cuando empezaron a venir los italianos en masa, se decía antes venían los alemanes y los franceses. No es nuevo».
¿Los inmigrantes hacen al país un lugar más interesante para vivir?, es una de las últimas preguntas del sondeo de IPSOS. El 49 por ciento de los brasileños dijo que sí, mientras que al sur, el 46 por ciento de los consultados argentinos dijeron que no creen que los inmigrantes aporten un toque interesante a la sociedad. Una sociedad que, justamente, se define por ser la original alquimia entre los que estaban y los que llegaron de otras latitudes en busca de una vida mejor. Como ahora.
Informe: Jorgelina do Rosario z we