En Buenos Aires, el que camina distraído puede llevarse una mala sorpresa. La Ciudad está minada con excremento de perro y para evitarlo no hay que despegar los ojos del suelo. Cada día, según el Gobierno porteño, los perros dejan 35 mil kilos de materia fecal en la calle. Y aunque por ley es obligación de sus dueños limpiarla, la mayoría no lo hace .
En el Ejecutivo estiman que en la Ciudad hay un millón de perros y gatos, entre mascotas con familia y animales sueltos. Esto arroja un promedio de un animal cada tres habitantes. “Gastamos $ 4 millones por año en limpiezas con máquinas de hidrolavado, para sacar los excrementos que quedan en las veredas de plazas, parques y lugares críticos –afirma el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli–. A esto hay que sumarle una inversión de $ 2,5 millones en caniles. Ya hicimos 25 y pronto vamos a sumar otros 15”.
Pero nada parece alcanzar para resolver un problema que pasa por la responsabilidad de cada uno. “Yo siempre la levanto pero justo hoy no traje bolsita porque no pensaba sacarlos a pasear”, se excusó ayer Marta García, mientras sus perros, un caniche blanco y un mestizo, husmeaban los canteros de la plaza Rodríguez Peña.
Mientras en Nueva York le cobran multas de 100 dólares a los dueños que no limpian los desechos de sus perros, en Buenos Aires siempre fue impracticable cobrar las sanciones de hasta $ 240 previstas para esta falta. En el Gobierno porteño admiten que hace falta una campaña para lograr un cambio cultural. “Primero hay que concientizar y después hay que empezar a aplicar algún tipo de sanción –dice Santilli–. De todas formas, noto un cambio en la gente, porque cada vez hay más personas que llevan una bolsita y juntan las necesidades de su perro. Pero todavía son minoría”.
Algunos vecinos emprenden campañas por su cuenta. Hace cuatro años, los de San Telmo organizaron el festival No Caca y cuando veían a alguien limpiando la de su perro, le daban un regalo. Otros, hartos de limpiar lo que hacen las mascotas ajenas, apelan a poner carteles en el frente de sus casas. “Mi vereda no es el sanitario de su perro”, reza uno en una vivienda de Villa Urquiza.
“Esta plaza es un asco, cuando vengo con mi hijo lo llevo a upa porque está repleta de caca y tengo miedo de que la toque –se quejó ayer Sofía de Ocampo, una vecina que paseaba por Plaza Las Heras con su bebé y su mamá–. Yo siempre levanto la de mi perro e incluso cuando veo que alguien no limpia la del suyo le ofrezco un pañuelo de papel”.
“El 30% de la materia fecal que los animales dejan en la Ciudad tiene algún tipo de parásito –alerta Oscar Lencinas, director del Instituto de Zoonosis Luis Pasteur y vicepresidente de la Asociación Argentina de Zoonosis–. Pero al sur de la avenida Rivadavia, hay una mayor probabilidad de que esto ocurra. El motivo es que hay más villas y asentamientos y muchos animales, pero sus dueños no pueden llevarlos al veterinario”.
Pero en el norte de la Ciudad, también hay que tener cuidado. “En los areneros de las plazas hemos encontrado toxocara, que es un parásito del perro y del gato, que se contagia a los seres humanos. Por eso los areneros deben estar cerrados con rejas que no dejen pasar animales . Si alguien toca excremento con huevos de toxocara y se lleva la mano a la boca, éstos pasan por el estómago y después al intestino. Pero como el hombre no es su huésped natural, las larvas pasan a la sangre y empiezan a migrar por todo el organismo. Pueden ir al cerebro, al riñón, al hígado o al pulmón y producir quistes. Pero lo más habitual es que se ubiquen en la retina y formen un pequeño tumor”, advierte Lencinas. Y recuerda: “La materia fecal de los animales en la vía publica no es un problema causado por los animales, sino por sus dueños”.
En el Ejecutivo estiman que en la Ciudad hay un millón de perros y gatos, entre mascotas con familia y animales sueltos. Esto arroja un promedio de un animal cada tres habitantes. “Gastamos $ 4 millones por año en limpiezas con máquinas de hidrolavado, para sacar los excrementos que quedan en las veredas de plazas, parques y lugares críticos –afirma el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli–. A esto hay que sumarle una inversión de $ 2,5 millones en caniles. Ya hicimos 25 y pronto vamos a sumar otros 15”.
Pero nada parece alcanzar para resolver un problema que pasa por la responsabilidad de cada uno. “Yo siempre la levanto pero justo hoy no traje bolsita porque no pensaba sacarlos a pasear”, se excusó ayer Marta García, mientras sus perros, un caniche blanco y un mestizo, husmeaban los canteros de la plaza Rodríguez Peña.
Mientras en Nueva York le cobran multas de 100 dólares a los dueños que no limpian los desechos de sus perros, en Buenos Aires siempre fue impracticable cobrar las sanciones de hasta $ 240 previstas para esta falta. En el Gobierno porteño admiten que hace falta una campaña para lograr un cambio cultural. “Primero hay que concientizar y después hay que empezar a aplicar algún tipo de sanción –dice Santilli–. De todas formas, noto un cambio en la gente, porque cada vez hay más personas que llevan una bolsita y juntan las necesidades de su perro. Pero todavía son minoría”.
Algunos vecinos emprenden campañas por su cuenta. Hace cuatro años, los de San Telmo organizaron el festival No Caca y cuando veían a alguien limpiando la de su perro, le daban un regalo. Otros, hartos de limpiar lo que hacen las mascotas ajenas, apelan a poner carteles en el frente de sus casas. “Mi vereda no es el sanitario de su perro”, reza uno en una vivienda de Villa Urquiza.
“Esta plaza es un asco, cuando vengo con mi hijo lo llevo a upa porque está repleta de caca y tengo miedo de que la toque –se quejó ayer Sofía de Ocampo, una vecina que paseaba por Plaza Las Heras con su bebé y su mamá–. Yo siempre levanto la de mi perro e incluso cuando veo que alguien no limpia la del suyo le ofrezco un pañuelo de papel”.
“El 30% de la materia fecal que los animales dejan en la Ciudad tiene algún tipo de parásito –alerta Oscar Lencinas, director del Instituto de Zoonosis Luis Pasteur y vicepresidente de la Asociación Argentina de Zoonosis–. Pero al sur de la avenida Rivadavia, hay una mayor probabilidad de que esto ocurra. El motivo es que hay más villas y asentamientos y muchos animales, pero sus dueños no pueden llevarlos al veterinario”.
Pero en el norte de la Ciudad, también hay que tener cuidado. “En los areneros de las plazas hemos encontrado toxocara, que es un parásito del perro y del gato, que se contagia a los seres humanos. Por eso los areneros deben estar cerrados con rejas que no dejen pasar animales . Si alguien toca excremento con huevos de toxocara y se lleva la mano a la boca, éstos pasan por el estómago y después al intestino. Pero como el hombre no es su huésped natural, las larvas pasan a la sangre y empiezan a migrar por todo el organismo. Pueden ir al cerebro, al riñón, al hígado o al pulmón y producir quistes. Pero lo más habitual es que se ubiquen en la retina y formen un pequeño tumor”, advierte Lencinas. Y recuerda: “La materia fecal de los animales en la vía publica no es un problema causado por los animales, sino por sus dueños”.
quien la pesó?
sos groso, sabelo
Y ¿quién no la pisó?
Y mientras tanto, esta yegua anda regalando Netbooks.
Clarin tambien
Buena noticia: es culpa de Macri.
qué raro que no hayan titulado:
«al gobierno nacional los vecinos le importan una mierda».
y la bajada: inoperancia gubernamental ante un importante tema sanitario.