Por Mario Blejer // Ex presidente del BCRA
09/09/11 – 11:47
El 21 de julio pasado, al concluir la cumbre de emergencia de los jefes de Estado de la Zona del Euro, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, declaró que, al decidir la expansión en las funciones del Fondo Europeo de Salvataje (creado para asistir a los paises aquejados de serios problemas de deuda) los líderes europeos habían alcanzado otro hito histórico, al sembrar la semilla de un nuevo “Fondo Monetario Europeo”.
El Fondo Europeo de Salvataje fue establecido en 2010 para financiar parte de las necesidades de los países “perifericos” (en especial Grecia, Irlanda y Portugal). La extension de sus funciones, decidida en julio, le permitiría extender préstamos preventivos a países con potenciales problemas antes de que estos problemas estallen en crisis abiertas. Pero la pregunta que muchos se hacen es para qué hace falta otro Fondo Europeo, cuando en la práctica ya existiría uno funcionando a pleno y con historia y tradición. Es todavía llamado Fondo Monetario “Internacional” pero, en la práctica, ha sido secuestrado por Europa y sus necesidades. A pesar de que el FMI juega una función importante, pero definitivamente secundaria, en el manejo de los recientes programas europeos de salvataje, sus compromisos finacieros con Europa, comparados con su tamaño, son enormes y sin precedentes.
Consideremos la evidencia. De acuerdo con el sitio de Internet del Fondo Monetario, alrededor del 80% de los créditos otorgados al total de la membresía del FMI han sido asignados a países europeos. Y si miramos los programas del Fondo actualmente en vigencia, encontramos que solamente Grecia, Irlanda y Portugal acaparan dos tercios de los compromisos asumidos por el Fondo. Si a estos tres países le sumamos los otros programas europeos activos, la proporción de los compromisos del Fondo Monetario con Europa excede el 83% del total. Y esto sin contar la probable contribución de alrededor de 30 mil millones de euros adicionales para un segundo programa, ya acordado con Grecia.
Y hay más: El Fondo Monetario, a través de una de sus facilidades crediticias llamada Trust para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza administra programas en condiciones subsidiadas, designados especialmente para los países más pobres del mundo. En la actualidad, hay 28 programas en vigencia en esa categoría. El total combinado de esos programas alcanzan al 2.6% de los créditos del Fondo y, en términos monetarios absolutos, el total asignado a los 28 países en conjunto es alrededor del 10% (si, leyó bien, diez porciento) del compromiso asumido con Grecia.
Es verdad que Christine Lagarde, la nueva Directora Gerente del FMI, desafió y contradijo recientemente a sus ex colegas europeos (Lagarde era ministra de Finanzas en Francia antes de asumir en el FMI), instándolos a recapitalizar sus bancos (algo a lo que el Banco Central Europeo se opone) y a aumentar el gasto público en el corto plazo (contrario a la política declarada de la Unión Europea). Sin embargo, su capacidad para influenciar creíblemente la agenda internacional está muy limitada por la composición altamente europea del directorio del FMI y, más específicamente, por el enorme sesgo financiero hacia Europa.
Es importante destacar que esta situación ha comenzado a contrariar fuertemente a los países emergentes. Estos han comenzado a elevar críticas a este sesgo europeo de la institución y a advertir que, en la práctica, está erosionando la legitimidad de la organización. La frustración de los emergentes puede generar situaciones en que se haga difícil resolver problemas multilaterales.
En la práctica, han comenzado a proliferar iniciativas que estimulen la creación de entidades y acuerdos monetarios regionales. En este contexto, puede interpretarse el renovado entusiasmo por el Banco del Sur. Las iniciativas regionales son, sin duda, positivas y deben ser estimuladas, ya que juegan roles necesarios. Pero es tambien importante preservar los marcos multilaterales, dadas las caracteristicas globales de la economía actual. Las políticas y la orientación actual del Fondo Monetario no ayudan en esta dirección.
Mas importante, sin embargo, es el hecho de que estas transferencias masivas de recursos internacionales públicos a Europa, a través del FMI, no parecen estar funcionando en el sentido de contribuir a solucionar la crisis financier del continente. La volatilidad actual en los mercados financieros internacionales y la extensa incertidumbre acerca del curso de la economía global señalan claramente que los programas europeos del Fondo han fracasado en su intento de restituir la confianza de los mercados y no han logrado su objetivo de evitar, o por lo menos, reducir el contagio. Los países de la periferia europea no pueden volver al mercado voluntario de deuda; el riesgo país de estos soberanos es mayor al que existía antes de los programas y las tasas de interés que deben pagar España e Italia están artificialmente controladas por la intervención del Banco Central Europeo, una situación claramente insostenible.
Es claro que, en esta realidad, no tiene ni sentido ni justificación seguir aumentando los créditos del Fondo a Europa. El enfoque del Fondo debería cambiar y, por lo menos, algunas reformas operacionales deberían ser introducidas. Personalmente, he presentado dos propuestas en esa dirección. La primera estipula el uso de garantías en lugar de préstamos directos y la segunda es la anulación del estatus privilegiado del FMI en términos de prioridad en el cobro de la deuda. Hoy, el FMI es el primero en la línea y, en caso de default, debe ser pagado sin quita y en primer lugar. Dada la inmensidad del endeudamiento Europeo con el Fondo, este privilegio reduce la capacidad de regresar al mercado voluntario.
El “establishment” del Fondo probablemente no esté dispuesto a aceptar estas reformas, pero la orientación actual del FMI es cuestionable y debería estar mas abierta al debate. Secuestrado por Europa, el Fondo necesita ser cuidadosamente revisado. Cambiar su forma de operar y renunciar a sus privilegios legales son parte del “rescate” que debería pagar para restablecer su credibilidad en el mercado y con su membresía internacional.
09/09/11 – 11:47
El 21 de julio pasado, al concluir la cumbre de emergencia de los jefes de Estado de la Zona del Euro, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, declaró que, al decidir la expansión en las funciones del Fondo Europeo de Salvataje (creado para asistir a los paises aquejados de serios problemas de deuda) los líderes europeos habían alcanzado otro hito histórico, al sembrar la semilla de un nuevo “Fondo Monetario Europeo”.
El Fondo Europeo de Salvataje fue establecido en 2010 para financiar parte de las necesidades de los países “perifericos” (en especial Grecia, Irlanda y Portugal). La extension de sus funciones, decidida en julio, le permitiría extender préstamos preventivos a países con potenciales problemas antes de que estos problemas estallen en crisis abiertas. Pero la pregunta que muchos se hacen es para qué hace falta otro Fondo Europeo, cuando en la práctica ya existiría uno funcionando a pleno y con historia y tradición. Es todavía llamado Fondo Monetario “Internacional” pero, en la práctica, ha sido secuestrado por Europa y sus necesidades. A pesar de que el FMI juega una función importante, pero definitivamente secundaria, en el manejo de los recientes programas europeos de salvataje, sus compromisos finacieros con Europa, comparados con su tamaño, son enormes y sin precedentes.
Consideremos la evidencia. De acuerdo con el sitio de Internet del Fondo Monetario, alrededor del 80% de los créditos otorgados al total de la membresía del FMI han sido asignados a países europeos. Y si miramos los programas del Fondo actualmente en vigencia, encontramos que solamente Grecia, Irlanda y Portugal acaparan dos tercios de los compromisos asumidos por el Fondo. Si a estos tres países le sumamos los otros programas europeos activos, la proporción de los compromisos del Fondo Monetario con Europa excede el 83% del total. Y esto sin contar la probable contribución de alrededor de 30 mil millones de euros adicionales para un segundo programa, ya acordado con Grecia.
Y hay más: El Fondo Monetario, a través de una de sus facilidades crediticias llamada Trust para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza administra programas en condiciones subsidiadas, designados especialmente para los países más pobres del mundo. En la actualidad, hay 28 programas en vigencia en esa categoría. El total combinado de esos programas alcanzan al 2.6% de los créditos del Fondo y, en términos monetarios absolutos, el total asignado a los 28 países en conjunto es alrededor del 10% (si, leyó bien, diez porciento) del compromiso asumido con Grecia.
Es verdad que Christine Lagarde, la nueva Directora Gerente del FMI, desafió y contradijo recientemente a sus ex colegas europeos (Lagarde era ministra de Finanzas en Francia antes de asumir en el FMI), instándolos a recapitalizar sus bancos (algo a lo que el Banco Central Europeo se opone) y a aumentar el gasto público en el corto plazo (contrario a la política declarada de la Unión Europea). Sin embargo, su capacidad para influenciar creíblemente la agenda internacional está muy limitada por la composición altamente europea del directorio del FMI y, más específicamente, por el enorme sesgo financiero hacia Europa.
Es importante destacar que esta situación ha comenzado a contrariar fuertemente a los países emergentes. Estos han comenzado a elevar críticas a este sesgo europeo de la institución y a advertir que, en la práctica, está erosionando la legitimidad de la organización. La frustración de los emergentes puede generar situaciones en que se haga difícil resolver problemas multilaterales.
En la práctica, han comenzado a proliferar iniciativas que estimulen la creación de entidades y acuerdos monetarios regionales. En este contexto, puede interpretarse el renovado entusiasmo por el Banco del Sur. Las iniciativas regionales son, sin duda, positivas y deben ser estimuladas, ya que juegan roles necesarios. Pero es tambien importante preservar los marcos multilaterales, dadas las caracteristicas globales de la economía actual. Las políticas y la orientación actual del Fondo Monetario no ayudan en esta dirección.
Mas importante, sin embargo, es el hecho de que estas transferencias masivas de recursos internacionales públicos a Europa, a través del FMI, no parecen estar funcionando en el sentido de contribuir a solucionar la crisis financier del continente. La volatilidad actual en los mercados financieros internacionales y la extensa incertidumbre acerca del curso de la economía global señalan claramente que los programas europeos del Fondo han fracasado en su intento de restituir la confianza de los mercados y no han logrado su objetivo de evitar, o por lo menos, reducir el contagio. Los países de la periferia europea no pueden volver al mercado voluntario de deuda; el riesgo país de estos soberanos es mayor al que existía antes de los programas y las tasas de interés que deben pagar España e Italia están artificialmente controladas por la intervención del Banco Central Europeo, una situación claramente insostenible.
Es claro que, en esta realidad, no tiene ni sentido ni justificación seguir aumentando los créditos del Fondo a Europa. El enfoque del Fondo debería cambiar y, por lo menos, algunas reformas operacionales deberían ser introducidas. Personalmente, he presentado dos propuestas en esa dirección. La primera estipula el uso de garantías en lugar de préstamos directos y la segunda es la anulación del estatus privilegiado del FMI en términos de prioridad en el cobro de la deuda. Hoy, el FMI es el primero en la línea y, en caso de default, debe ser pagado sin quita y en primer lugar. Dada la inmensidad del endeudamiento Europeo con el Fondo, este privilegio reduce la capacidad de regresar al mercado voluntario.
El “establishment” del Fondo probablemente no esté dispuesto a aceptar estas reformas, pero la orientación actual del FMI es cuestionable y debería estar mas abierta al debate. Secuestrado por Europa, el Fondo necesita ser cuidadosamente revisado. Cambiar su forma de operar y renunciar a sus privilegios legales son parte del “rescate” que debería pagar para restablecer su credibilidad en el mercado y con su membresía internacional.