En la Argentina, los avances en los derechos de las mujeres tienen protagonistas que, desde hace décadas, llevan adelante una tarea cuyos resultados se evidencian en el presente. Una de ellas es la Asociación de Abogados de Buenos Aires (AABA), que celebró los 25 años de la creación de su Comisión de la Mujer. Y lo concretó con un panel en el que disertaron la jueza de la Corte Suprema de Justicia Carmen Argibay, María Elena Barbagelata, Nina Brugo Marcó, Carmen González y Carlos Cruz. Los panelistas recorrieron estos “25 años de lucha”. Tiempo Argentino entrevistó a la Dra. Carmen González, una de las fundadoras de la Comisión, quien desde hace nueve años vive en España.
González trae consigo una historia de militancia. Abogada recibida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, militó y se casó con Héctor Natalio Sobel, abogado del Movimiento Villero que trabajó junto al cura Carlos Mugica en Retiro. Sobel siguió militando luego del asesinato del sacerdote por la Triple A en 1974, y también después del golpe de marzo de 1976. Fue el primer abogado secuestrado por la dictadura militar en la Ciudad de Buenos Aires, el 21 de abril de 1976. A partir de entonces, Carmen debió luchar en soledad con las dos hijas de ambos. Como mujer, madre y abogada, Carmen recuerda lo más duro jurídicamente para las mujeres en aquellos años: la falta del derecho de ejercer la patria potestad de sus hijos e hijas. “Es un tema que no se habla hoy. ¿Qué nos pasó a las mujeres de los desaparecidos? No teníamos patria potestad. Yo tenía dos nenitas de diez y once años en ese momento. Si mi nenita rompía un vidrio e iba presa, no había quién la sacara. Porque yo no era nadie. La mamá, que la criaba, que bancaba la situación ante la pérdida del padre, con quien se casó legalmente, no era nadie. Y era abogada. Me angustiaba. A una de ellas la tenía que operar de apendicitis, por ejemplo. Y pedían la firma del padre. En el colegio te las rebuscabas, como madre podías firmar. Pero para situaciones legales importantes el responsable era el padre. “¿‘Dónde está el padre?’, me preguntaban. ‘Está desaparecido’, les contestaba. ‘Traiga partida de defunción; si no, usted no es nadie’, me decían. Y no fuimos nadie durante cuatro años”, remarca.
–¿Cuál es el eje principal de la Comisión de la Mujer?
–La Comisión continúa trabajando como hace 25 años con mucho esfuerzo para modificar las situaciones en las cuales no hay equiparación jurídica de las mujeres con los hombres.
–¿Cómo fue la creación?
–Vino con la democracia. El primer tema que se trató fue el divorcio. Nosotros decíamos “familia-divorcio-familia”. Porque los de la contra decían que gracias a nosotras esto iba a ser un caos, porque el mundo se iba a dar vuelta, y todos los pobres chicos que iban a nacer en la calle… y era al revés. Para lo que se quería el divorcio era para casarse. Nunca se casó tanta gente como al año siguiente en que se legisló el divorcio. Salían todos corriendo a casarse. Entonces, era más familiero el divorcio que el no divorcio.
–¿Cómo eran las primeras actividades?
–Volanteábamos por la calle y hacíamos mesas redondas. Una de las primeras mesas redondas fue también sobre guarderías y jardines infantiles. La ley anterior de Contrato de Trabajo incluía el tema de la guardería, pero no estaba reglamentada, con lo cual ninguna empresa la ponía, porque nadie les decía nada y no había cómo sancionarlos. Había tres o cuatro guarderías grandes nada más. El hecho de que hubiera un lugar donde las mujeres pudieran dejar a sus hijos sin pagar fortunas, modificó su entrada en el mundo laboral.
–¿Qué otros hitos fundamentales de la Comisión destaca?
–Primero, todas las reformas al Código Civil, en donde la mujer tenía un rol absolutamente distinto, y también en el código penal. En el código penal antiguo, había adulterio cuando el hombre tenía manceba con casa establecida. Si no, no era adulterio. Y para la mujer, era la que yacía con un hombre que no era su marido. Por suerte, se derogó. Otro ejemplo es que la mujer tenía que ir a vivir donde vivía el marido. Si no, era otra causal de divorcio. Porque el domicilio lo establecía el marido sea quien fuere. Eso cambió.
–¿Cómo se estrechó el vínculo con Carmen Argibay, hoy jueza de la Corte Suprema?
–Ella fundó la AMJA (Asociación de Mujeres Juezas de la Argentina). Ahí trabajábamos juntas. Había un paralelismo. Las juezas y las abogadas teníamos una relación muy fraterna. No éramos dos clases separadas.
–¿Cuáles son los debates pendientes en materia de género y cuál es la posición de la Comisión?
–El aborto, tema con el que empezamos en un congreso de mujeres en Mendoza, por los ’80. Cuando quisimos poner una mesita con ese tema, las mujeres nos decían que no se podía, que era atraer maleficios sobre el Congreso. La mesita decía “vengan a discutir, qué piensan, por qué sí, por qué no, cuándo”. Hoy no tenemos una legislación adecuada para el tema del aborto y pasaron veintitantos años.
-¿Cómo encuentra el derecho en el país?
–El tema de Derechos Humanos es sencillamente maravilloso. Lo puedo decir. Soy mujer de un desaparecido. El Estado argentino fue dando dignidad ante el terror que vivimos. <
González trae consigo una historia de militancia. Abogada recibida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, militó y se casó con Héctor Natalio Sobel, abogado del Movimiento Villero que trabajó junto al cura Carlos Mugica en Retiro. Sobel siguió militando luego del asesinato del sacerdote por la Triple A en 1974, y también después del golpe de marzo de 1976. Fue el primer abogado secuestrado por la dictadura militar en la Ciudad de Buenos Aires, el 21 de abril de 1976. A partir de entonces, Carmen debió luchar en soledad con las dos hijas de ambos. Como mujer, madre y abogada, Carmen recuerda lo más duro jurídicamente para las mujeres en aquellos años: la falta del derecho de ejercer la patria potestad de sus hijos e hijas. “Es un tema que no se habla hoy. ¿Qué nos pasó a las mujeres de los desaparecidos? No teníamos patria potestad. Yo tenía dos nenitas de diez y once años en ese momento. Si mi nenita rompía un vidrio e iba presa, no había quién la sacara. Porque yo no era nadie. La mamá, que la criaba, que bancaba la situación ante la pérdida del padre, con quien se casó legalmente, no era nadie. Y era abogada. Me angustiaba. A una de ellas la tenía que operar de apendicitis, por ejemplo. Y pedían la firma del padre. En el colegio te las rebuscabas, como madre podías firmar. Pero para situaciones legales importantes el responsable era el padre. “¿‘Dónde está el padre?’, me preguntaban. ‘Está desaparecido’, les contestaba. ‘Traiga partida de defunción; si no, usted no es nadie’, me decían. Y no fuimos nadie durante cuatro años”, remarca.
–¿Cuál es el eje principal de la Comisión de la Mujer?
–La Comisión continúa trabajando como hace 25 años con mucho esfuerzo para modificar las situaciones en las cuales no hay equiparación jurídica de las mujeres con los hombres.
–¿Cómo fue la creación?
–Vino con la democracia. El primer tema que se trató fue el divorcio. Nosotros decíamos “familia-divorcio-familia”. Porque los de la contra decían que gracias a nosotras esto iba a ser un caos, porque el mundo se iba a dar vuelta, y todos los pobres chicos que iban a nacer en la calle… y era al revés. Para lo que se quería el divorcio era para casarse. Nunca se casó tanta gente como al año siguiente en que se legisló el divorcio. Salían todos corriendo a casarse. Entonces, era más familiero el divorcio que el no divorcio.
–¿Cómo eran las primeras actividades?
–Volanteábamos por la calle y hacíamos mesas redondas. Una de las primeras mesas redondas fue también sobre guarderías y jardines infantiles. La ley anterior de Contrato de Trabajo incluía el tema de la guardería, pero no estaba reglamentada, con lo cual ninguna empresa la ponía, porque nadie les decía nada y no había cómo sancionarlos. Había tres o cuatro guarderías grandes nada más. El hecho de que hubiera un lugar donde las mujeres pudieran dejar a sus hijos sin pagar fortunas, modificó su entrada en el mundo laboral.
–¿Qué otros hitos fundamentales de la Comisión destaca?
–Primero, todas las reformas al Código Civil, en donde la mujer tenía un rol absolutamente distinto, y también en el código penal. En el código penal antiguo, había adulterio cuando el hombre tenía manceba con casa establecida. Si no, no era adulterio. Y para la mujer, era la que yacía con un hombre que no era su marido. Por suerte, se derogó. Otro ejemplo es que la mujer tenía que ir a vivir donde vivía el marido. Si no, era otra causal de divorcio. Porque el domicilio lo establecía el marido sea quien fuere. Eso cambió.
–¿Cómo se estrechó el vínculo con Carmen Argibay, hoy jueza de la Corte Suprema?
–Ella fundó la AMJA (Asociación de Mujeres Juezas de la Argentina). Ahí trabajábamos juntas. Había un paralelismo. Las juezas y las abogadas teníamos una relación muy fraterna. No éramos dos clases separadas.
–¿Cuáles son los debates pendientes en materia de género y cuál es la posición de la Comisión?
–El aborto, tema con el que empezamos en un congreso de mujeres en Mendoza, por los ’80. Cuando quisimos poner una mesita con ese tema, las mujeres nos decían que no se podía, que era atraer maleficios sobre el Congreso. La mesita decía “vengan a discutir, qué piensan, por qué sí, por qué no, cuándo”. Hoy no tenemos una legislación adecuada para el tema del aborto y pasaron veintitantos años.
-¿Cómo encuentra el derecho en el país?
–El tema de Derechos Humanos es sencillamente maravilloso. Lo puedo decir. Soy mujer de un desaparecido. El Estado argentino fue dando dignidad ante el terror que vivimos. <