Manifestantes portaron escobas para protestar contra la corrupción. Foto: AFP
RIO DE JANEIRO.- En sintonía con el espíritu de hartazgo frente a la corrupción que parece estar contagiándose rápidamente por todo Brasil, miles de cariocas se manifestaron ayer en el centro de Río de Janeiro para exigir que la presidenta Dilma Rousseff profundice la limpieza de su gobierno, del que ya han sido obligados a salir cinco ministros.
Convocadas por Facebook y Twitter, poco más de 2000 personas se reunieron ayer en la plaza de Cinelandia, que en los primeros años de la década del 80 fue escenario de masivas marchas contra la dictadura militar (1964-1985). Si bien los organizadores habían pronosticado «decenas de miles» de manifestantes, la soleada tarde atentó contra la protesta y mucha gente prefirió disfrutar del atardecer en la playa.
Pero los que asistieron lo hicieron con energía, decididos a no dar tregua ante los abusos de los funcionarios. Cuatro de los cinco ministros que renunciaron en los últimos cuatro meses fueron acusados de corrupción: el jefe de gabinete, Antonio Palocci; el ministro de Transportes, Alfredo Nascimento; el de Agricultura, Wagner Rossi, y el de Turismo, Pedro Novais. El ministro de Defensa, Nelson Jobim, dimitió por las críticas contra dos colegas del gabinete.
«La caída de estos ministros demuestra que la corrupción está institucionalizada y no lo podemos permitir. Tenemos que apoyar a la presidenta para que, pese a las presiones, se mantenga firme en la limpieza del gobierno. El apoyo popular es muy importante; sin respaldo de la gente no habrá un cambio verdadero», dijo a LA NACION la economista Ana Cándida de Souza.
Tanto ella como el grupo de amigas con el que llegó a la manifestación portaban escobas verdes y amarillas para simbolizar la limpieza en la política. Anteayer, en la playa de Copacabana, la organización no gubernamental Río de Paz había plantado 594 escobas similares; una por cada diputado y senador en el Congreso. Anoche, los manifestantes entonaban cánticos contra los «ladrones de siempre», hacían sonar silbatos y agitaban carteles con mensajes como: «¡Despierta, Brasil!» y «Un pueblo sin educación alimenta la corrupción».
Había muchos jóvenes, pero también gente mayor que señaló que este movimiento anticorrupción, que comenzó a principios de mes con una multitudinaria marcha en Brasilia y otras menores en una treintena de ciudades, es un indicador de que Brasil está cambiando.
«Es la primera vez que veo que un presidente, y tenía que ser una mujer, reacciona contra las actividades impropias en el gobierno. Dilma es diferente; no es la persona que muchos pensaron que sería al votarla como continuidad de Lula», señaló Vera Fanjul, ama de casa, refiriéndose al ex presidente y padrino político de Rousseff.
Si bien había gente de agrupaciones opositoras al gobernante Partido de los Trabajadores (PT), la mayoría resaltó que la movilización era apartidaria, que tenía en mente más el futuro del país que las ganancias políticas de corto o mediano plazo.
«Tenemos una democracia consolidada, una economía que creció y permitió una mejor distribución de la renta; nuestra única mancha es la corrupción, y tenemos que acabar con ella: es el desafío de nuestra generación», afirmó Thiago Furquen, médico de 30 años, que señaló que la «primavera árabe» y las marchas de los «indignados» sirven de inspiración para la juventud brasileña, que ya planeó nuevas manifestaciones para el próximo 12 de octubre.
Mientras tanto, en Salvador, al recibir el título de honoris causa de la Universidad Federal de Bahía, Lula aconsejó a los ministros de Rousseff que eventualmente enfrenten denuncias de corrupción a no renunciar cuando surjan las acusaciones desde la prensa.
«El político tiene que tener casco duro», dijo, y apuntó que no se asusta con las denuncias de corrupción porque, según él, «la derecha en Brasil, cuando no tiene nada que hacer, sólo habla de corrupción». A la vez, apoyó la actitud de Dilma. «Que nadie piense que quedará impune si hace algo mal; si ella se entera, yo la conozco, va a pasar la escoba», afirmó..
RIO DE JANEIRO.- En sintonía con el espíritu de hartazgo frente a la corrupción que parece estar contagiándose rápidamente por todo Brasil, miles de cariocas se manifestaron ayer en el centro de Río de Janeiro para exigir que la presidenta Dilma Rousseff profundice la limpieza de su gobierno, del que ya han sido obligados a salir cinco ministros.
Convocadas por Facebook y Twitter, poco más de 2000 personas se reunieron ayer en la plaza de Cinelandia, que en los primeros años de la década del 80 fue escenario de masivas marchas contra la dictadura militar (1964-1985). Si bien los organizadores habían pronosticado «decenas de miles» de manifestantes, la soleada tarde atentó contra la protesta y mucha gente prefirió disfrutar del atardecer en la playa.
Pero los que asistieron lo hicieron con energía, decididos a no dar tregua ante los abusos de los funcionarios. Cuatro de los cinco ministros que renunciaron en los últimos cuatro meses fueron acusados de corrupción: el jefe de gabinete, Antonio Palocci; el ministro de Transportes, Alfredo Nascimento; el de Agricultura, Wagner Rossi, y el de Turismo, Pedro Novais. El ministro de Defensa, Nelson Jobim, dimitió por las críticas contra dos colegas del gabinete.
«La caída de estos ministros demuestra que la corrupción está institucionalizada y no lo podemos permitir. Tenemos que apoyar a la presidenta para que, pese a las presiones, se mantenga firme en la limpieza del gobierno. El apoyo popular es muy importante; sin respaldo de la gente no habrá un cambio verdadero», dijo a LA NACION la economista Ana Cándida de Souza.
Tanto ella como el grupo de amigas con el que llegó a la manifestación portaban escobas verdes y amarillas para simbolizar la limpieza en la política. Anteayer, en la playa de Copacabana, la organización no gubernamental Río de Paz había plantado 594 escobas similares; una por cada diputado y senador en el Congreso. Anoche, los manifestantes entonaban cánticos contra los «ladrones de siempre», hacían sonar silbatos y agitaban carteles con mensajes como: «¡Despierta, Brasil!» y «Un pueblo sin educación alimenta la corrupción».
Había muchos jóvenes, pero también gente mayor que señaló que este movimiento anticorrupción, que comenzó a principios de mes con una multitudinaria marcha en Brasilia y otras menores en una treintena de ciudades, es un indicador de que Brasil está cambiando.
«Es la primera vez que veo que un presidente, y tenía que ser una mujer, reacciona contra las actividades impropias en el gobierno. Dilma es diferente; no es la persona que muchos pensaron que sería al votarla como continuidad de Lula», señaló Vera Fanjul, ama de casa, refiriéndose al ex presidente y padrino político de Rousseff.
Si bien había gente de agrupaciones opositoras al gobernante Partido de los Trabajadores (PT), la mayoría resaltó que la movilización era apartidaria, que tenía en mente más el futuro del país que las ganancias políticas de corto o mediano plazo.
«Tenemos una democracia consolidada, una economía que creció y permitió una mejor distribución de la renta; nuestra única mancha es la corrupción, y tenemos que acabar con ella: es el desafío de nuestra generación», afirmó Thiago Furquen, médico de 30 años, que señaló que la «primavera árabe» y las marchas de los «indignados» sirven de inspiración para la juventud brasileña, que ya planeó nuevas manifestaciones para el próximo 12 de octubre.
Mientras tanto, en Salvador, al recibir el título de honoris causa de la Universidad Federal de Bahía, Lula aconsejó a los ministros de Rousseff que eventualmente enfrenten denuncias de corrupción a no renunciar cuando surjan las acusaciones desde la prensa.
«El político tiene que tener casco duro», dijo, y apuntó que no se asusta con las denuncias de corrupción porque, según él, «la derecha en Brasil, cuando no tiene nada que hacer, sólo habla de corrupción». A la vez, apoyó la actitud de Dilma. «Que nadie piense que quedará impune si hace algo mal; si ella se entera, yo la conozco, va a pasar la escoba», afirmó..