La capital está paralizada. Las protestas no las hacen los jóvenes indignados como en otros países, sino trabajadores en la mitad de su vida laboral. Negociaciones por el default.
Por Martín Lousteau desde Atenas
24/09/11 – 05:16
Necesidad de Caja. «No vamos a pagar» es uno de los nuevos movimientos creados por la tormenta financiera. Profesionales de clase media marchan contra los recortes que llegan hasta a las jubilaciones.
Guadalupe es argentina y viene a visitar a su hermana que se casó con un griego y vive en Atenas. “Cuando hablábamos por teléfono y ella se quejaba, yo solía retrucarle que no le había tocado vivir el año 2001. Pero ahora veo lo que está pasando y es durísimo”. En su estadía deberá dedicar más tiempo a hacer de sostén emocional que a los recorridos turísticos, pero tiene una ventaja: es casi la única que tiene cómo llegar a destino, ya que su cuñado fue a recibirla al aeropuerto.
Los demás tenemos menos suerte. La huelga de transporte es total. No funciona el subterráneo ni circulan taxis ni colectivos. La única manera de llegar a Atenas es mediante un ómnibus especial que hace un recorrido sin escalas hasta llegar a la plaza Sintagma, frente al Parlamento.
Este escenario ha sido el epicentro de recurrentes protestas desde que el primer ministro Papandreou anunciara, en mayo de 2010, uno de los tantos ajustes fiscales que Grecia viene implementando a cambio de ayuda financiera por parte de la Unión Europea y el FMI para no caer en cesación de pagos. En este tiempo, Sintagma fue testigo de manifestaciones de más de 200 mil personas; de cinco semanas continuas de ocupación; de severos choques con la Policía y evacuación de los hoteles cercanos (algo que no ocurría desde 1944 cuando comenzó la guerra civil); de batallas de gases lacrimógenos contra piedras y bombas molotov. Centenares de manifestantes resultaron heridos y tres empleados murieron cuando el banco en el que trabajaban fue incendiado.
Sin embargo, por estos días que parecen querer extender el verano que recién termina, la plaza está llamativamente tranquila. En especial, teniendo en cuenta los nuevos recortes presupuestarios anunciados el pasado miércoles. Alrededor de 30 mil empleados públicos serán suspendidos en sus tareas: cobrarán el 60% de su salario por un año hasta que se les encuentre otra actividad o se los despida. Se reducirá en 150 mil puestos la plantilla del sector público antes de 2015 (lo que se agrega al recorte de 200 mil ya efectuado en los últimos dos años), y el resto verá su salario rebajado el 15%. Las jubilaciones tampoco se salvan: quienes cobran más de 1.200 euros mensuales sufrirán un recorte del 20% en sus haberes, que se eleva al 40% en el caso de los menores de 55 años. Y hay novedades impositivas: se prorroga por dos años más un impuesto inmobiliario que se suponía temporal y se baja a 5 mil euros anuales el mínimo no imponible para el impuesto a las ganancias. Dado que en Grecia hay aguinaldo doble, ahora deberá tributar todo aquel con ingresos superiores a los 400 euros mensuales (que confieren un poder de compra equivalente a alrededor de $ 1.500 en la Argentina).
Los gremios respondieron anunciando dos huelgas generales para octubre, lo cual llevará a seis el número en lo que va del año. Y el domingo un movimiento denominado “No vamos a pagar” está convocando masivamente a Sintagma.
A pesar de ello, esta tarde sólo hay algunos cientos de manifestantes. Quienes se reúnen alrededor de las pancartas no son jóvenes protestando contra el sistema, como en otros países. Se trata de trabajadores en la mitad de su vida laboral, muchos de ellos profesionales pertenecientes a la clase media. Entre ellos circulan turistas de lo más diversos, forzados a acarrear equipajes hasta sus lugares de hospedaje, que pueden estar a decenas de cuadras. Lejos de enojarse, muchos parecen hasta divertidos, como si fuera una experiencia más de la estadía en Atenas: las ruinas de la antigua Acrópolis junto al caos actual.
Michalis es ateniense y tiene un posgrado en el exterior. Gana 1.200 euros mensuales y con el nuevo esquema tributario debera pagar el 20% más de impuesto a las ganancias. Cuando habla intenta mantener la objetividad: “Al principio se quitaron beneficios excesivos que tenían los empleados públicos, pero ahora esto ha ido más allá. Muchos están enojados y con razón”. Es que el desempleo ya está en 16%, los sueldos han bajado sustancialmente y muchos han perdido un segundo trabajo que servía como ingreso suplementario.
Por la noche, la ciudad también está más tranquila que de costumbre. A los griegos les encanta la diversión, pero sin transporte público muchos se quedan en casa. En el tradicional restaurante La Flauta Mágica saben, sin embargo, que esa no es la única causa de la escasa concurrencia. Antes, un tradicional reducto para artistas, intelectuales y políticos, esta versión helénica de Zum Edelweiss tiene casi todas sus mesas vacías excepto un par, en las que miembros del Pasok ~el partido gobernante– hablan relajados del escándalo de corrupción que sacudió al fútbol griego.
Saben que con el ajuste anunciado podrán seguramente contar con los 8 mil millones de euros que debe desembolsar la troika compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. Así evitarán la cesación de pagos. Por lo menos hasta fin de año, cuando se les exija mostrar nuevos avances en el programa de reforma estructural comprometido, que también incluye privatizaciones, reforma laboral y desregulación de mercados.
Entonces retornarán las discusiones entre ambas partes: una que promete mucho más de lo que puede cumplir y la otra que no se anima a sancionar porque sabe que el default contagiaría a otros países de la región, afectando incluso a los bancos alemanes y franceses. Este es el vals repetido que ejecutan cada tres meses.
Que se vayan todos
Los políticos cenan tranquilos en Atenas. Todos –los de izquierda y los de derecha– confían en que la situación tiene salida precisamente porque la Unión Europea no puede arriesgarlo todo.
Creen que habrá una reestructuración de deuda ordenada que complemente el ajuste fiscal, y que con ello se evitará el abandono del Euro. Palpan el descontento popular cada vez que deben circular en la calle, algo que tratan de evitar, y también en las encuestas, que muestran un mayor rechazo cada vez mayor a todos los partidos.
Pero es posible que falte mucho menos de lo sospechan para que esa bronca se transforme en un clamor conocido y menos tolerante: “Que se vayan todos”.
Por Martín Lousteau desde Atenas
24/09/11 – 05:16
Necesidad de Caja. «No vamos a pagar» es uno de los nuevos movimientos creados por la tormenta financiera. Profesionales de clase media marchan contra los recortes que llegan hasta a las jubilaciones.
Guadalupe es argentina y viene a visitar a su hermana que se casó con un griego y vive en Atenas. “Cuando hablábamos por teléfono y ella se quejaba, yo solía retrucarle que no le había tocado vivir el año 2001. Pero ahora veo lo que está pasando y es durísimo”. En su estadía deberá dedicar más tiempo a hacer de sostén emocional que a los recorridos turísticos, pero tiene una ventaja: es casi la única que tiene cómo llegar a destino, ya que su cuñado fue a recibirla al aeropuerto.
Los demás tenemos menos suerte. La huelga de transporte es total. No funciona el subterráneo ni circulan taxis ni colectivos. La única manera de llegar a Atenas es mediante un ómnibus especial que hace un recorrido sin escalas hasta llegar a la plaza Sintagma, frente al Parlamento.
Este escenario ha sido el epicentro de recurrentes protestas desde que el primer ministro Papandreou anunciara, en mayo de 2010, uno de los tantos ajustes fiscales que Grecia viene implementando a cambio de ayuda financiera por parte de la Unión Europea y el FMI para no caer en cesación de pagos. En este tiempo, Sintagma fue testigo de manifestaciones de más de 200 mil personas; de cinco semanas continuas de ocupación; de severos choques con la Policía y evacuación de los hoteles cercanos (algo que no ocurría desde 1944 cuando comenzó la guerra civil); de batallas de gases lacrimógenos contra piedras y bombas molotov. Centenares de manifestantes resultaron heridos y tres empleados murieron cuando el banco en el que trabajaban fue incendiado.
Sin embargo, por estos días que parecen querer extender el verano que recién termina, la plaza está llamativamente tranquila. En especial, teniendo en cuenta los nuevos recortes presupuestarios anunciados el pasado miércoles. Alrededor de 30 mil empleados públicos serán suspendidos en sus tareas: cobrarán el 60% de su salario por un año hasta que se les encuentre otra actividad o se los despida. Se reducirá en 150 mil puestos la plantilla del sector público antes de 2015 (lo que se agrega al recorte de 200 mil ya efectuado en los últimos dos años), y el resto verá su salario rebajado el 15%. Las jubilaciones tampoco se salvan: quienes cobran más de 1.200 euros mensuales sufrirán un recorte del 20% en sus haberes, que se eleva al 40% en el caso de los menores de 55 años. Y hay novedades impositivas: se prorroga por dos años más un impuesto inmobiliario que se suponía temporal y se baja a 5 mil euros anuales el mínimo no imponible para el impuesto a las ganancias. Dado que en Grecia hay aguinaldo doble, ahora deberá tributar todo aquel con ingresos superiores a los 400 euros mensuales (que confieren un poder de compra equivalente a alrededor de $ 1.500 en la Argentina).
Los gremios respondieron anunciando dos huelgas generales para octubre, lo cual llevará a seis el número en lo que va del año. Y el domingo un movimiento denominado “No vamos a pagar” está convocando masivamente a Sintagma.
A pesar de ello, esta tarde sólo hay algunos cientos de manifestantes. Quienes se reúnen alrededor de las pancartas no son jóvenes protestando contra el sistema, como en otros países. Se trata de trabajadores en la mitad de su vida laboral, muchos de ellos profesionales pertenecientes a la clase media. Entre ellos circulan turistas de lo más diversos, forzados a acarrear equipajes hasta sus lugares de hospedaje, que pueden estar a decenas de cuadras. Lejos de enojarse, muchos parecen hasta divertidos, como si fuera una experiencia más de la estadía en Atenas: las ruinas de la antigua Acrópolis junto al caos actual.
Michalis es ateniense y tiene un posgrado en el exterior. Gana 1.200 euros mensuales y con el nuevo esquema tributario debera pagar el 20% más de impuesto a las ganancias. Cuando habla intenta mantener la objetividad: “Al principio se quitaron beneficios excesivos que tenían los empleados públicos, pero ahora esto ha ido más allá. Muchos están enojados y con razón”. Es que el desempleo ya está en 16%, los sueldos han bajado sustancialmente y muchos han perdido un segundo trabajo que servía como ingreso suplementario.
Por la noche, la ciudad también está más tranquila que de costumbre. A los griegos les encanta la diversión, pero sin transporte público muchos se quedan en casa. En el tradicional restaurante La Flauta Mágica saben, sin embargo, que esa no es la única causa de la escasa concurrencia. Antes, un tradicional reducto para artistas, intelectuales y políticos, esta versión helénica de Zum Edelweiss tiene casi todas sus mesas vacías excepto un par, en las que miembros del Pasok ~el partido gobernante– hablan relajados del escándalo de corrupción que sacudió al fútbol griego.
Saben que con el ajuste anunciado podrán seguramente contar con los 8 mil millones de euros que debe desembolsar la troika compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. Así evitarán la cesación de pagos. Por lo menos hasta fin de año, cuando se les exija mostrar nuevos avances en el programa de reforma estructural comprometido, que también incluye privatizaciones, reforma laboral y desregulación de mercados.
Entonces retornarán las discusiones entre ambas partes: una que promete mucho más de lo que puede cumplir y la otra que no se anima a sancionar porque sabe que el default contagiaría a otros países de la región, afectando incluso a los bancos alemanes y franceses. Este es el vals repetido que ejecutan cada tres meses.
Que se vayan todos
Los políticos cenan tranquilos en Atenas. Todos –los de izquierda y los de derecha– confían en que la situación tiene salida precisamente porque la Unión Europea no puede arriesgarlo todo.
Creen que habrá una reestructuración de deuda ordenada que complemente el ajuste fiscal, y que con ello se evitará el abandono del Euro. Palpan el descontento popular cada vez que deben circular en la calle, algo que tratan de evitar, y también en las encuestas, que muestran un mayor rechazo cada vez mayor a todos los partidos.
Pero es posible que falte mucho menos de lo sospechan para que esa bronca se transforme en un clamor conocido y menos tolerante: “Que se vayan todos”.