Argentina
“El discurso de la Presidenta cambió para bien”
La frase es de Gustavo Grobocopatel. No opina sobre el dólar o la inflación, y cice que el problema del sector son las regulaciones.
Grobocopatel: “las propuestas de regulación no me gustan”
Por Alejandro Bercovich
Gustavo Grobocopatel, ideólogo y emblema del mundo sojero en la Argentina y elegido por una reciente encuesta entre 370 de sus pares como uno de los tres empresarios más influyentes del momento, cree que el discurso oficial “cambió para bien” después de las elecciones primarias. Aunque mantiene sus habituales críticas contra la intervención del Estado en los mercados de granos, el ejecutivo –que factura u$s900 millones anuales en todo el Mercosur– se declara “esperanzado” en que también cambien algunas de las políticas oficiales hacia el sector. En esta entrevista con BAE, además, auguró que la soja no bajará de precio y que la devaluación del real no se profundizará.
–Después de la presentación del Plan Estratégico Agroalimentario (PEA) usted dijo que el discurso de la Presidenta había cambiado. ¿En qué cree que cambió?
–Yo creo que ahí por primera vez un presidente explicó la visión del desarrollo agroindustrial de la Argentina con precisión y con cierto entusiasmo. Eso, que además es una idea que tenemos en el sector, que sea dicho por la Presidenta es para nosotros muy positivo. Y por eso digo que el discurso de la Presidenta cambió para bien. No podemos más que apoyar y estar esperanzados por eso.
–¿Ya no critica entonces las intervenciones en los mercados por parte del Gobierno?
–Claro que sí. El dilema justamente es ése: que en la realidad de los últimos años se mantienen vigentes prácticas que para mí van en contra de esa visión. Esa visión de producir más, y especialmente más en los mercados de maíz y trigo, no se va a poder lograr con los controles que hay hoy sobre esos mismos mercados. Y que “industrializar la ruralidad”, como pido yo siempre y como siento que sugirió la Presidenta, no se va a dar si no hay incentivos para la inversión privada. Y el incentivo más poderoso siempre es que la gente que invierte gane plata y que después por arte de magia alguien no venga y diga que eso es una renta extraordinaria.
–Bueno, la resolución 125 no surgió por arte de magia. Fue por una suba abrupta del precio de la soja y porque el Gobierno mantenía el dólar caro mientras en el resto de la región lo dejaban bajar y quitaban ingresos a los exportadores…
–Lo que pasó con la soja fue repentino e intempestivo. Soja acá no había, después hubo muchos que invertimos mucho y después cuando empezó a ser rentable nos dijeron que era una renta extraordinaria y que no era nuestra.
–¿Entonces por qué tiene esperanzas en que eso cambie?
–Yo confío siempre en que las cosas cambien. Y me pareció que el discurso fue muy sincero. Le creo lo que dijo a la Presidenta, y creo que llegó el momento de empezar a revertir esas situaciones. Yo mismo cambio mucho, la gente cambia, y yo estoy convencido de que la Argentina tiene un destino muy importante como jugador agroindustrial. Creo que no sólo hay que industrializar la ruralidad sino también ruralizar la industria.
–¿Cómo?
–Creo que los industriales deben incorporar las prácticas que hicieron eficiente al agro, la inversión en I+D (investigación y desarrollo), la integración con las comunidades, la innovación… y que la industria tiene que aprender de eso, no rechazarlo.
–¿Por qué dice lo de “no rechazarlo”? ¿Le molesta que hablen de la primarización de la economía?
–Yo estoy de acuerdo en que la Argentina tiene que tener una matriz productiva diversificada. Y no sólo estoy de acuerdo sino que además lo hago. Yo mismo invertí en industria en los últimos diez años, además de hacerlo en el campo. El problema es que ese diagnóstico parece que fuera pensado para destruir la soja. La soja es lo que nos permite industrializar y redistribuir. Felicitémosla, hagámosle un homenaje, y hagamos que sea un ejemplo para todos los demás.
–¿Qué opina de la Ley de Tierras?
–Creo que la Ley de Tierras no tiene ningún beneficio para la Argentina ni para los argentinos. No entiendo el beneficio. Salvo decir que “la tierra es de los argentinos”, pero eso también puede ser un problema, porque si se tiene la tierra pero no se la puede explotar, no hay beneficio. Creo que limitar la inversión extranjera limita la posibilidad de negociar. Porque si a los chinos se los deja invertir en Río Negro pero se les cambia ese derecho por una mayor apertura de sus mercados de cerdos o pollo, vale la pena.
–¿Por qué entonces otros países también limitan la compra de tierras por parte de extranjeros, como Brasil?
–No están en la misma condición que la Argentina. Igual la experiencia de Brasil hay que estudiarla pero para no repetirla, porque fue muy negativa. La de Uruguay, en cambio, fue mucho más fructífera.
–¿Eso lo dice porque en Brasil lo obligaron a asociarse a productores locales?
–Nadie me obligó. Eso lo hice porque yo quería. Yo necesité fondeo de socios brasileños para entrar en las empresas en Brasil. Si yo hubiese ganado más plata acá, quizás habría podido entrar solo. A mí no afecta la Ley de Tierras ni acá ni allá, porque nosotros no compramos tierras ni acá allá. Sólo creo que es una medida desacertada y me parece que el Gobierno la impulsa por desconocimiento. No ayuda para nada a la inversión.
–¿Y aún así tiene esperanzas de cambios profundos en la política hacia el sector?
–No lo sé con certeza, es una esperanza. Yo lo que creo es que siempre al inicio de un nuevo período hay que tener esperanza. Siempre es un buen momento para cambiar lo que estaba mal, fortalecer lo que estaba bien. Es una buena oportunidad. Y hay que acompañarla.
–¿Qué sabe de un inminente cambio en los mecanismos de comercialización de trigo y maíz que anticipó un cable de Reuters citando fuentes privadas la semana pasada?
–Hay una serie de propuestas, sí. Pero el debate de esas propuestas no soluciona el problema de fondo y es de una complejidad operativa tan grande que no sólo no mejoraría sino que podría hacer empeorar.
–Entonces no tiene consenso en el sector privado…
–Yo hablo por mí. Esas propuestas las conozco y no me gustan. Con los mercados agrícolas es simple: las toneladas que se necesitan para el mercado interno hay que guardarlas, y cuando se pone en juego eso, hay que prohibir la exportación. A lo demás, hay que dejarlo ir y aprovecharlo lo más posible. Es lo que hace el mundo.
–Pero los cupos también limitan el precio en el mercado interno. ¿No protegen el interés del consumidor?
–Los cupos le bajan el precio al productor pero no al consumidor. Son una intervención en el mercado que genera asimetría en la información y que hace que la renta quede en el medio, en algún lado, en los intermediarios.
–¿Cree que esos intermediarios están protegidos por algún interés especial?
–No lo sé.
–¿Sería positivo que el Gobierno dejara subir el dólar?
–No tengo opinión.
–¿Cómo repercutiría en su negocio?
–En el sector el problema que tenemos no es el tema cambiario. Es la intervención en los mercados.
–¿La inflación sí es un problema? ¿Cree que bajará?
–Tampoco tengo opinión. Leo lo que dicen los economistas. La inflación es un problema para todo el mundo. Todo el mundo combate la inflación. Cuál es la inflación que tenemos y cuál tendríamos que tener es algo que dejo a los economistas.
–¿La devaluación del real sí es peligrosa?
–No. No creo incluso que siga devaluando. Creo que esta suba es temporal y que nos vamos a estacionar en valores más cercanos a 1,70 reales por dólar. Ni los 1,50 de julio ni los 2 que esperan muchos ahora.
–¿Sigue creyendo que para que caiga la soja se tienen que morir 300 millones de chinos, o hay un componente especulativo que puede hacerla caer por la crisis?
–Eso no es así. La volatilidad de los precios de corto plazo está vinculada con los fondos especulativos, pero cuánto va a valer la soja en los próximos seis meses dependen de la oferta y la demanda y eso no está en riesgo.
–¿Ni siquiera si se agudiza la crisis?
–No. Esto lo ha corroborado la crisis. Si fuera especulativo su valor, habría bajado un 30% o 40% con el retiro de los fondos de todos los mercados.
–¿Coincide con la postura del Gobierno contra la regulación del valor de las commodities que proponen gobiernos como el de Francia?
–Sí. Estoy en contra de esa regulación. Estuve con el ministro de Agricultura de Francia cuando vino acá y creo que tiene un desconocimiento muy muy grande del mercado mundial de granos.
“El discurso de la Presidenta cambió para bien”
La frase es de Gustavo Grobocopatel. No opina sobre el dólar o la inflación, y cice que el problema del sector son las regulaciones.
Grobocopatel: “las propuestas de regulación no me gustan”
Por Alejandro Bercovich
Gustavo Grobocopatel, ideólogo y emblema del mundo sojero en la Argentina y elegido por una reciente encuesta entre 370 de sus pares como uno de los tres empresarios más influyentes del momento, cree que el discurso oficial “cambió para bien” después de las elecciones primarias. Aunque mantiene sus habituales críticas contra la intervención del Estado en los mercados de granos, el ejecutivo –que factura u$s900 millones anuales en todo el Mercosur– se declara “esperanzado” en que también cambien algunas de las políticas oficiales hacia el sector. En esta entrevista con BAE, además, auguró que la soja no bajará de precio y que la devaluación del real no se profundizará.
–Después de la presentación del Plan Estratégico Agroalimentario (PEA) usted dijo que el discurso de la Presidenta había cambiado. ¿En qué cree que cambió?
–Yo creo que ahí por primera vez un presidente explicó la visión del desarrollo agroindustrial de la Argentina con precisión y con cierto entusiasmo. Eso, que además es una idea que tenemos en el sector, que sea dicho por la Presidenta es para nosotros muy positivo. Y por eso digo que el discurso de la Presidenta cambió para bien. No podemos más que apoyar y estar esperanzados por eso.
–¿Ya no critica entonces las intervenciones en los mercados por parte del Gobierno?
–Claro que sí. El dilema justamente es ése: que en la realidad de los últimos años se mantienen vigentes prácticas que para mí van en contra de esa visión. Esa visión de producir más, y especialmente más en los mercados de maíz y trigo, no se va a poder lograr con los controles que hay hoy sobre esos mismos mercados. Y que “industrializar la ruralidad”, como pido yo siempre y como siento que sugirió la Presidenta, no se va a dar si no hay incentivos para la inversión privada. Y el incentivo más poderoso siempre es que la gente que invierte gane plata y que después por arte de magia alguien no venga y diga que eso es una renta extraordinaria.
–Bueno, la resolución 125 no surgió por arte de magia. Fue por una suba abrupta del precio de la soja y porque el Gobierno mantenía el dólar caro mientras en el resto de la región lo dejaban bajar y quitaban ingresos a los exportadores…
–Lo que pasó con la soja fue repentino e intempestivo. Soja acá no había, después hubo muchos que invertimos mucho y después cuando empezó a ser rentable nos dijeron que era una renta extraordinaria y que no era nuestra.
–¿Entonces por qué tiene esperanzas en que eso cambie?
–Yo confío siempre en que las cosas cambien. Y me pareció que el discurso fue muy sincero. Le creo lo que dijo a la Presidenta, y creo que llegó el momento de empezar a revertir esas situaciones. Yo mismo cambio mucho, la gente cambia, y yo estoy convencido de que la Argentina tiene un destino muy importante como jugador agroindustrial. Creo que no sólo hay que industrializar la ruralidad sino también ruralizar la industria.
–¿Cómo?
–Creo que los industriales deben incorporar las prácticas que hicieron eficiente al agro, la inversión en I+D (investigación y desarrollo), la integración con las comunidades, la innovación… y que la industria tiene que aprender de eso, no rechazarlo.
–¿Por qué dice lo de “no rechazarlo”? ¿Le molesta que hablen de la primarización de la economía?
–Yo estoy de acuerdo en que la Argentina tiene que tener una matriz productiva diversificada. Y no sólo estoy de acuerdo sino que además lo hago. Yo mismo invertí en industria en los últimos diez años, además de hacerlo en el campo. El problema es que ese diagnóstico parece que fuera pensado para destruir la soja. La soja es lo que nos permite industrializar y redistribuir. Felicitémosla, hagámosle un homenaje, y hagamos que sea un ejemplo para todos los demás.
–¿Qué opina de la Ley de Tierras?
–Creo que la Ley de Tierras no tiene ningún beneficio para la Argentina ni para los argentinos. No entiendo el beneficio. Salvo decir que “la tierra es de los argentinos”, pero eso también puede ser un problema, porque si se tiene la tierra pero no se la puede explotar, no hay beneficio. Creo que limitar la inversión extranjera limita la posibilidad de negociar. Porque si a los chinos se los deja invertir en Río Negro pero se les cambia ese derecho por una mayor apertura de sus mercados de cerdos o pollo, vale la pena.
–¿Por qué entonces otros países también limitan la compra de tierras por parte de extranjeros, como Brasil?
–No están en la misma condición que la Argentina. Igual la experiencia de Brasil hay que estudiarla pero para no repetirla, porque fue muy negativa. La de Uruguay, en cambio, fue mucho más fructífera.
–¿Eso lo dice porque en Brasil lo obligaron a asociarse a productores locales?
–Nadie me obligó. Eso lo hice porque yo quería. Yo necesité fondeo de socios brasileños para entrar en las empresas en Brasil. Si yo hubiese ganado más plata acá, quizás habría podido entrar solo. A mí no afecta la Ley de Tierras ni acá ni allá, porque nosotros no compramos tierras ni acá allá. Sólo creo que es una medida desacertada y me parece que el Gobierno la impulsa por desconocimiento. No ayuda para nada a la inversión.
–¿Y aún así tiene esperanzas de cambios profundos en la política hacia el sector?
–No lo sé con certeza, es una esperanza. Yo lo que creo es que siempre al inicio de un nuevo período hay que tener esperanza. Siempre es un buen momento para cambiar lo que estaba mal, fortalecer lo que estaba bien. Es una buena oportunidad. Y hay que acompañarla.
–¿Qué sabe de un inminente cambio en los mecanismos de comercialización de trigo y maíz que anticipó un cable de Reuters citando fuentes privadas la semana pasada?
–Hay una serie de propuestas, sí. Pero el debate de esas propuestas no soluciona el problema de fondo y es de una complejidad operativa tan grande que no sólo no mejoraría sino que podría hacer empeorar.
–Entonces no tiene consenso en el sector privado…
–Yo hablo por mí. Esas propuestas las conozco y no me gustan. Con los mercados agrícolas es simple: las toneladas que se necesitan para el mercado interno hay que guardarlas, y cuando se pone en juego eso, hay que prohibir la exportación. A lo demás, hay que dejarlo ir y aprovecharlo lo más posible. Es lo que hace el mundo.
–Pero los cupos también limitan el precio en el mercado interno. ¿No protegen el interés del consumidor?
–Los cupos le bajan el precio al productor pero no al consumidor. Son una intervención en el mercado que genera asimetría en la información y que hace que la renta quede en el medio, en algún lado, en los intermediarios.
–¿Cree que esos intermediarios están protegidos por algún interés especial?
–No lo sé.
–¿Sería positivo que el Gobierno dejara subir el dólar?
–No tengo opinión.
–¿Cómo repercutiría en su negocio?
–En el sector el problema que tenemos no es el tema cambiario. Es la intervención en los mercados.
–¿La inflación sí es un problema? ¿Cree que bajará?
–Tampoco tengo opinión. Leo lo que dicen los economistas. La inflación es un problema para todo el mundo. Todo el mundo combate la inflación. Cuál es la inflación que tenemos y cuál tendríamos que tener es algo que dejo a los economistas.
–¿La devaluación del real sí es peligrosa?
–No. No creo incluso que siga devaluando. Creo que esta suba es temporal y que nos vamos a estacionar en valores más cercanos a 1,70 reales por dólar. Ni los 1,50 de julio ni los 2 que esperan muchos ahora.
–¿Sigue creyendo que para que caiga la soja se tienen que morir 300 millones de chinos, o hay un componente especulativo que puede hacerla caer por la crisis?
–Eso no es así. La volatilidad de los precios de corto plazo está vinculada con los fondos especulativos, pero cuánto va a valer la soja en los próximos seis meses dependen de la oferta y la demanda y eso no está en riesgo.
–¿Ni siquiera si se agudiza la crisis?
–No. Esto lo ha corroborado la crisis. Si fuera especulativo su valor, habría bajado un 30% o 40% con el retiro de los fondos de todos los mercados.
–¿Coincide con la postura del Gobierno contra la regulación del valor de las commodities que proponen gobiernos como el de Francia?
–Sí. Estoy en contra de esa regulación. Estuve con el ministro de Agricultura de Francia cuando vino acá y creo que tiene un desconocimiento muy muy grande del mercado mundial de granos.