Alguna vez habrá que preguntarse por qué razón la economía argentina tuvo a lo largo de tantos años problemas de inflación, pobreza, desempleo, inequidad.
Tal vez todos esos fenómenos existieron porque fueron intencionalmente buscados por algún poder económico.
Renombrados economistas –de profesión o de oficio– han ocupado altos cargos de responsabilidad en Gobiernos Nacionales con diferente signo político, pero similar orientación económica.
Desde el regreso a la vigencia del sistema democrático bajo el gobierno del doctor Alfonsín, pasando por el liberalismo del doctor Menem, y de la Alianza, la inmensa mayoría de los economistas que ocuparon cargos de ministros, secretarios, o asesores en el Ministerio de Economía fracasaron rotundamente en la aplicación a la realidad de sus conocimientos teóricos.
Uno de los principales exponentes de estos “defectos de ejercicio” es el doctor Roberto Frenkel. Habiendo estudiado matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, realizó, según lo indica su curriculum de público acceso en la página del CEDES –Centro de Estudios de Estado y Sociedad– innumerables estudios de posgrado y dictó gran cantidad de cátedras, cursos y seminarios. Parecería ser una reconocida autoridad en materia de teoría macroeconómica y en el estudio de temas tan trascendentes para la economía argentina como la inflación.
De su amplio listado de antecedentes cabe destacar dos de ellos. Entre 1985 y 1989 fue subsecretario asesor del Ministerio de Economía de nuestro país y, anteriormente, entre 1984 y 1987 se desempeño como asesor de la Presidencia del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Alguien con indudables antecedentes académicos encuentra serias dificultades cuando se lo pone a gestionar o asesorar. Frenkel es uno de los personajes que contribuyó a que la Argentina desemboque en uno de los momentos más oscuros de la economía nacional.
Por supuesto que no puede atribuírsele a una sola persona el fracaso de un plan económico y de un gobierno. Pero le caben amplias responsabilidades en el diseño e implementación del Plan Austral, instrumento de política económica que implementó el gobierno radical del doctor Alfonsín para intentar controlar una situación que, posteriormente, desembocó en la hiperinflación de 1989.
Más recientemente, luego de mostrarse favorable a ciertas medidas de política económica que tomó el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner, el consultor mencionado se vuelve crítico. Nuevamente se cumplen aquí las circunstancias de que, desde un escritorio de un instituto de investigación, es sencillo hacer recomendaciones.
Ahora, el teórico fracasado embiste contra el Instituto Nacional de Estadística y Censos, por supuestos problemas de medición en el índice de precios al consumidor que, según él, nadie utiliza. Además afirma que el índice es una estafa porque se falsifica.
Para revertir esa situación, Frenkel propuso en su momento comenzar por devolver al Indec las peores prácticas nefastas de desactualización, obsolescencia metodológica y circulación no institucional de la información –a favor, obviamente de consultoras y fundaciones como el CEDES-, prácticas que jamás fueron cuestionadas por los “beneficiarios” de aquel funcionamiento. Esas prácticas, como muchas otras del statu quo económico comenzaron a ser removidas por el gobierno anterior y continúan siendo cambiadas por el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Parece que eso incomoda al establishment económico-financiero.
Sería razonable que el doctor Frenkel leyera toda la documentación presentada por el Indec a las autoridades de distintas universidades y las conclusiones del seminario llevado a cabo durante el pasado mes de mayo entre las más altas autoridades del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, el Indec y las cinco universidades participantes del Consejo Académico. De esa forma, podría enterarse cómo funcionaba el Indec cooptado por diferentes intereses ajenos al del Estado nacional, de las falencias que tenía el índice hasta el año 2007, cuando él –como tantos otros– nada decían al respecto. También resultaría positivo que se informara de los cambios y mejoras que se han introducido en el mismo, desde la última actualización metodológica del mes de abril de 2008.
Tal vez de esa forma el doctor Frenkel pueda comprender que la espiral inflacionaria de finales de los años ochenta no sólo se alimentó en su incapacidad para asesorar en la gestión.<
Tal vez todos esos fenómenos existieron porque fueron intencionalmente buscados por algún poder económico.
Renombrados economistas –de profesión o de oficio– han ocupado altos cargos de responsabilidad en Gobiernos Nacionales con diferente signo político, pero similar orientación económica.
Desde el regreso a la vigencia del sistema democrático bajo el gobierno del doctor Alfonsín, pasando por el liberalismo del doctor Menem, y de la Alianza, la inmensa mayoría de los economistas que ocuparon cargos de ministros, secretarios, o asesores en el Ministerio de Economía fracasaron rotundamente en la aplicación a la realidad de sus conocimientos teóricos.
Uno de los principales exponentes de estos “defectos de ejercicio” es el doctor Roberto Frenkel. Habiendo estudiado matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, realizó, según lo indica su curriculum de público acceso en la página del CEDES –Centro de Estudios de Estado y Sociedad– innumerables estudios de posgrado y dictó gran cantidad de cátedras, cursos y seminarios. Parecería ser una reconocida autoridad en materia de teoría macroeconómica y en el estudio de temas tan trascendentes para la economía argentina como la inflación.
De su amplio listado de antecedentes cabe destacar dos de ellos. Entre 1985 y 1989 fue subsecretario asesor del Ministerio de Economía de nuestro país y, anteriormente, entre 1984 y 1987 se desempeño como asesor de la Presidencia del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Alguien con indudables antecedentes académicos encuentra serias dificultades cuando se lo pone a gestionar o asesorar. Frenkel es uno de los personajes que contribuyó a que la Argentina desemboque en uno de los momentos más oscuros de la economía nacional.
Por supuesto que no puede atribuírsele a una sola persona el fracaso de un plan económico y de un gobierno. Pero le caben amplias responsabilidades en el diseño e implementación del Plan Austral, instrumento de política económica que implementó el gobierno radical del doctor Alfonsín para intentar controlar una situación que, posteriormente, desembocó en la hiperinflación de 1989.
Más recientemente, luego de mostrarse favorable a ciertas medidas de política económica que tomó el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner, el consultor mencionado se vuelve crítico. Nuevamente se cumplen aquí las circunstancias de que, desde un escritorio de un instituto de investigación, es sencillo hacer recomendaciones.
Ahora, el teórico fracasado embiste contra el Instituto Nacional de Estadística y Censos, por supuestos problemas de medición en el índice de precios al consumidor que, según él, nadie utiliza. Además afirma que el índice es una estafa porque se falsifica.
Para revertir esa situación, Frenkel propuso en su momento comenzar por devolver al Indec las peores prácticas nefastas de desactualización, obsolescencia metodológica y circulación no institucional de la información –a favor, obviamente de consultoras y fundaciones como el CEDES-, prácticas que jamás fueron cuestionadas por los “beneficiarios” de aquel funcionamiento. Esas prácticas, como muchas otras del statu quo económico comenzaron a ser removidas por el gobierno anterior y continúan siendo cambiadas por el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Parece que eso incomoda al establishment económico-financiero.
Sería razonable que el doctor Frenkel leyera toda la documentación presentada por el Indec a las autoridades de distintas universidades y las conclusiones del seminario llevado a cabo durante el pasado mes de mayo entre las más altas autoridades del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, el Indec y las cinco universidades participantes del Consejo Académico. De esa forma, podría enterarse cómo funcionaba el Indec cooptado por diferentes intereses ajenos al del Estado nacional, de las falencias que tenía el índice hasta el año 2007, cuando él –como tantos otros– nada decían al respecto. También resultaría positivo que se informara de los cambios y mejoras que se han introducido en el mismo, desde la última actualización metodológica del mes de abril de 2008.
Tal vez de esa forma el doctor Frenkel pueda comprender que la espiral inflacionaria de finales de los años ochenta no sólo se alimentó en su incapacidad para asesorar en la gestión.<