Amado Boudou
«Humildemente, quiero ser para ustedes lo que era Néstor». En el quincho de Economía se amontonaban más de 15 alcaldes; todos del conurbano, la mayoría pesados, que escucharon la confesión de Amado Boudou, ministro, guitarrista amateur y candidato a vicepresidente.
Las palabras de Boudou fueron la primera manifestación ante un contingente numeroso de su pretensión de convertirse en el enlace entre los jerarcas territoriales y Olivos, tarea que hasta su muerte concentró Néstor Kirchner y desde entonces quedó vacante.
Aunque el sciolismo jura que las cumbres y rondas que el ministro hace en la provincia no son una intromisión porque, en palabras de Alberto Pérez, «estamos trabajando juntos», ese episodio es uno de los múltiples reflejos de los sacudones que inquietan al PJ bonaerense.
Hay para todos los gustos. Un candidato se vio secretamente con un intendente detestado por la Casa Rosada, hay planes y contraplanes sobre el futuro gabinete de Scioli, tironeos y vendettas por el reparto de butacas legislativas, respaldos mezquinados y figuras en baja.
Son días de furia en los que todos espadean con todos para ratificar un axioma peronista: cuando hay poder en disputa, todo vale. Veamos:
La cita de Boudou con los intendentes del conurbano -en concreto de la Tercera Sección-, además del ofrecimiento del ministro para ser el «puente» con Cristina de Kirchner, anticipó un entrevero de mediano plazo: con Scioli sin posibilidad de reelegir, serán varios los que aspirarán a convertirse en su sucesor. En esa mesa había algunos de los anotados, entre ellos Julio Pereyra, Darío Giustozzi y Baldomero «Cacho» Alvarez, que, como Juan José Mussi, no es intendente pero tiene un lugar en la mesa de decisión de los coroneles del conurbano sur. Sin embargo, fue Francisco «Barba» Gutiérrez el que rompió la calma: «Acá estamos todos juntos porque somos de la sección pero, digamos la verdad, todos queremos ser gobernador. Por lo menos yo quiero ser gobernador», le escucharon decir al quilmeño.
De pretendientes está saturada la planicie bonaerense. Algunos, incluso, se han visto las caras mano a mano. Es el caso de Gabriel Mariotto, candidato a vice de Scioli, y Sergio Massa, fallido postulante a la gobernación que, para desistir, acordó una serie de beneficios para Tigre que, juran a su lado, tiene por escrito y con la firma de Scioli a modo de garantía contra un eventual pagadiós. Fue un contacto reservado con promesas de citas próximas entre un dirigente que busca algo y otro que puede ayudarlo: Mariotto llegará en diciembre al Senado bonaerense con un escaso pelotón de aliados. Jorge Donofrio es un senador massista y podría, llegado el caso, convertirse en un aliado del vice en caso de implosión interna en esa Cámara.
Uno de los aliados esenciales de Mariotto es Sergio Berni, viceministro de Desarrollo Social de la Nación y candidato a senador por la Segunda Sección. El funcionario K pretende irrumpir como comandante de esa zona del norte bonaerense y se le atribuye, aunque a su lado lo niegan, aspirar a desembarcar en el Ministerio de Desarrollo Social bonaerense que dejará vacante «Cacho» Alvarez para jurar, en diciembre, como senador.
Ése es uno de los frentes más movidos e intrigantes. ¿Qué espacio cederá Scioli a expresiones K en su gabinete?. En La Plata avisan que Cristina de Kirchner le dijo al gobernador que no le pedirá ningún cargo. De todos modos se da por hecho que Mariotto desempolvará la jurisprudencia Balestrini -que puso a Cristina Alvarez Rodríguez en Infraestructura, entre otros lugares- para reclamar espacios. Una versión indica que pedirá por Berni. Otra que irá por una oficina sensible: la Secretaría de Derechos Humanos, lugar desde donde podría hacer daño (por caso, con denuncias sobre la Policía y el Servicio Penitenciario) en caso de que estalle el vínculo Scioli-Cristina.
En rigor, hay varias fojas sobre las posibles variantes en el staff sciolista: se sugiere la fusión de Economía e Infraestructura en un megaministerio capitaneado por Alejandro Arlía; otra, que a Obras Públicas irá el alcalde de Bahía Blanca Cristian Breitenstein, aunque el intendente y el sciolismo lo niegan; también queda abierto Producción -del que se va Martín Ferré- y se habló de un área ampliada a la que iría Santiago Montoya, aunque el titular del grupo Bapro aparece, por ahora, sólo con continuidad en ese despacho. Suena además la división de Justicia y Seguridad con la salida acordada de Ricardo Casal -¿para mudarse a una ofician más cercana al gobernador?-, mientras se sugiere un improbable: que un felipista recale en Asuntos Agrarios, de la que se despide -aunque podría evaluar la posibilidad de quedarse- Ariel Franetovich.
Todos (o la mayoría de) esos protagonistas tienen destino en la Legislatura, el otro ring donde se pondrá en juego el reparto de espacios y la resolución de tensiones y desequilibrios. Son días de poroteo sobre cuánto junta cada tribu. A priori habrá cinco: los ultra-K, La Cámpora, el sciolismo, los intendentes y el randazzismo. Pero hay vínculos cruzados. Por caso, de juntarse los K y los camporistas tienen la primera minoría del FpV y podrían reclamar la jefatura del bloque de diputados. El nombre es José «Petiso» Ottavis, aunque otra alternativa es Fernando «Chino» Navarro. El territorio propondría, en tanto, la continuidad de Horacio González como presidente de la Cámara y quedará para el resto de los grupos la vice primera y comisiones clave como Presupuesto.
En el Senado, la relación es diferente: el eje Mariotto-Cámpora-ultra K (donde están, por caso, la esposa de Carlos Kunkel, Cristina Fioramonti) sería reducido como para ocupar lugares relevantes más allá de la presidencia del cuerpo que corresponde, por ley, al vice. La vice segunda sería para «Cacho» Alvarez, un sciolista-territorial, y la jefatura del bloque podría mantenerse en un dirigente del interior (actualmente está Osvaldo Goicoechea), aunque habrá que ver si un enlace entre los K y el randazzismo, con un bloque pequeño, impone un reordenamiento.
Es tal la tensión entre los sectores que en algunos distritos es notable la ausencia de algunas figuras nacionales. Junín es un caso testigo: allí Gustavo Traverso, que reporta a Alicia Kirchner, enfrenta con ciertas chances al radical Mario Meoni, pero llamativamente es casi nulo el respaldo de los ministros nacionales con incidencia en la zona, como Randazzo y Julián Domínguez. La resistencia se justifica con que esa ciudad del noroeste, bajo dominio de un peronista K, podría desordenar el equilibrio de la Cuarta Sección que hace tiempo negocian los dos ministros cristinistas. Algo parecido ocurre, hace años, en la Quinta, donde los intendentes de los distritos más chicos festejan que el PJ pierda elección tras elección en Mar del Plata porque de ganar un peronista se convertiría en el dueño de la sección.
«Humildemente, quiero ser para ustedes lo que era Néstor». En el quincho de Economía se amontonaban más de 15 alcaldes; todos del conurbano, la mayoría pesados, que escucharon la confesión de Amado Boudou, ministro, guitarrista amateur y candidato a vicepresidente.
Las palabras de Boudou fueron la primera manifestación ante un contingente numeroso de su pretensión de convertirse en el enlace entre los jerarcas territoriales y Olivos, tarea que hasta su muerte concentró Néstor Kirchner y desde entonces quedó vacante.
Aunque el sciolismo jura que las cumbres y rondas que el ministro hace en la provincia no son una intromisión porque, en palabras de Alberto Pérez, «estamos trabajando juntos», ese episodio es uno de los múltiples reflejos de los sacudones que inquietan al PJ bonaerense.
Hay para todos los gustos. Un candidato se vio secretamente con un intendente detestado por la Casa Rosada, hay planes y contraplanes sobre el futuro gabinete de Scioli, tironeos y vendettas por el reparto de butacas legislativas, respaldos mezquinados y figuras en baja.
Son días de furia en los que todos espadean con todos para ratificar un axioma peronista: cuando hay poder en disputa, todo vale. Veamos:
La cita de Boudou con los intendentes del conurbano -en concreto de la Tercera Sección-, además del ofrecimiento del ministro para ser el «puente» con Cristina de Kirchner, anticipó un entrevero de mediano plazo: con Scioli sin posibilidad de reelegir, serán varios los que aspirarán a convertirse en su sucesor. En esa mesa había algunos de los anotados, entre ellos Julio Pereyra, Darío Giustozzi y Baldomero «Cacho» Alvarez, que, como Juan José Mussi, no es intendente pero tiene un lugar en la mesa de decisión de los coroneles del conurbano sur. Sin embargo, fue Francisco «Barba» Gutiérrez el que rompió la calma: «Acá estamos todos juntos porque somos de la sección pero, digamos la verdad, todos queremos ser gobernador. Por lo menos yo quiero ser gobernador», le escucharon decir al quilmeño.
De pretendientes está saturada la planicie bonaerense. Algunos, incluso, se han visto las caras mano a mano. Es el caso de Gabriel Mariotto, candidato a vice de Scioli, y Sergio Massa, fallido postulante a la gobernación que, para desistir, acordó una serie de beneficios para Tigre que, juran a su lado, tiene por escrito y con la firma de Scioli a modo de garantía contra un eventual pagadiós. Fue un contacto reservado con promesas de citas próximas entre un dirigente que busca algo y otro que puede ayudarlo: Mariotto llegará en diciembre al Senado bonaerense con un escaso pelotón de aliados. Jorge Donofrio es un senador massista y podría, llegado el caso, convertirse en un aliado del vice en caso de implosión interna en esa Cámara.
Uno de los aliados esenciales de Mariotto es Sergio Berni, viceministro de Desarrollo Social de la Nación y candidato a senador por la Segunda Sección. El funcionario K pretende irrumpir como comandante de esa zona del norte bonaerense y se le atribuye, aunque a su lado lo niegan, aspirar a desembarcar en el Ministerio de Desarrollo Social bonaerense que dejará vacante «Cacho» Alvarez para jurar, en diciembre, como senador.
Ése es uno de los frentes más movidos e intrigantes. ¿Qué espacio cederá Scioli a expresiones K en su gabinete?. En La Plata avisan que Cristina de Kirchner le dijo al gobernador que no le pedirá ningún cargo. De todos modos se da por hecho que Mariotto desempolvará la jurisprudencia Balestrini -que puso a Cristina Alvarez Rodríguez en Infraestructura, entre otros lugares- para reclamar espacios. Una versión indica que pedirá por Berni. Otra que irá por una oficina sensible: la Secretaría de Derechos Humanos, lugar desde donde podría hacer daño (por caso, con denuncias sobre la Policía y el Servicio Penitenciario) en caso de que estalle el vínculo Scioli-Cristina.
En rigor, hay varias fojas sobre las posibles variantes en el staff sciolista: se sugiere la fusión de Economía e Infraestructura en un megaministerio capitaneado por Alejandro Arlía; otra, que a Obras Públicas irá el alcalde de Bahía Blanca Cristian Breitenstein, aunque el intendente y el sciolismo lo niegan; también queda abierto Producción -del que se va Martín Ferré- y se habló de un área ampliada a la que iría Santiago Montoya, aunque el titular del grupo Bapro aparece, por ahora, sólo con continuidad en ese despacho. Suena además la división de Justicia y Seguridad con la salida acordada de Ricardo Casal -¿para mudarse a una ofician más cercana al gobernador?-, mientras se sugiere un improbable: que un felipista recale en Asuntos Agrarios, de la que se despide -aunque podría evaluar la posibilidad de quedarse- Ariel Franetovich.
Todos (o la mayoría de) esos protagonistas tienen destino en la Legislatura, el otro ring donde se pondrá en juego el reparto de espacios y la resolución de tensiones y desequilibrios. Son días de poroteo sobre cuánto junta cada tribu. A priori habrá cinco: los ultra-K, La Cámpora, el sciolismo, los intendentes y el randazzismo. Pero hay vínculos cruzados. Por caso, de juntarse los K y los camporistas tienen la primera minoría del FpV y podrían reclamar la jefatura del bloque de diputados. El nombre es José «Petiso» Ottavis, aunque otra alternativa es Fernando «Chino» Navarro. El territorio propondría, en tanto, la continuidad de Horacio González como presidente de la Cámara y quedará para el resto de los grupos la vice primera y comisiones clave como Presupuesto.
En el Senado, la relación es diferente: el eje Mariotto-Cámpora-ultra K (donde están, por caso, la esposa de Carlos Kunkel, Cristina Fioramonti) sería reducido como para ocupar lugares relevantes más allá de la presidencia del cuerpo que corresponde, por ley, al vice. La vice segunda sería para «Cacho» Alvarez, un sciolista-territorial, y la jefatura del bloque podría mantenerse en un dirigente del interior (actualmente está Osvaldo Goicoechea), aunque habrá que ver si un enlace entre los K y el randazzismo, con un bloque pequeño, impone un reordenamiento.
Es tal la tensión entre los sectores que en algunos distritos es notable la ausencia de algunas figuras nacionales. Junín es un caso testigo: allí Gustavo Traverso, que reporta a Alicia Kirchner, enfrenta con ciertas chances al radical Mario Meoni, pero llamativamente es casi nulo el respaldo de los ministros nacionales con incidencia en la zona, como Randazzo y Julián Domínguez. La resistencia se justifica con que esa ciudad del noroeste, bajo dominio de un peronista K, podría desordenar el equilibrio de la Cuarta Sección que hace tiempo negocian los dos ministros cristinistas. Algo parecido ocurre, hace años, en la Quinta, donde los intendentes de los distritos más chicos festejan que el PJ pierda elección tras elección en Mar del Plata porque de ganar un peronista se convertiría en el dueño de la sección.