El Premio Nobel 2011 a Thomas Sargent y Christopher Sims representa un nuevo acierto de la Academia Sueca , ya que galardona a dos gigantes de la macroeconomía.
Cuando cursaba en el Massachussets Institute of Technology, Robert Solow (otro galardonado) nos decía que uno de los desafíos de la macroeconomía, debido a los pocos datos estadísticos con los que usualmente se cuenta, era poder inferir con rigor científico la causalidad entre las múltiples variables de política y, lo que realmente importaba: la realidad económica.
Para evaluar los efectos de la política fiscal o monetaria sobre la economía estamos a ciegas, concluía.
Es sobre este desafío donde tallaron Sargent y Sims.
Las contribuciones de Sargent han tenido un altísimo nivel de impacto, lo que se potencia cuando uno reconoce que es una de las personas más afables, abiertas y humildes de la profesión . Sargent fue parte de un grupo de economistas que entendieron que era imposible pensar la macroeconomía sin tomar en cuenta las expectativas que la gente tenía sobre el futuro y sobre las propias políticas públicas.
Esto es importante porque muchas veces las políticas eran efectivas sólo si “engañaban” a la gente. Por ejemplo, una expansión monetaria en una economía sin inflación permitía afectar el producto aumentando la cantidad real de dinero y con ello la demanda agregada, pero sólo hasta que la gente percibía lo que el gobierno estaba haciendo, momento a partir del cual automáticamente tendía a aumentar los precios, haciendo inútiles las expansiones monetarias futuras.
Este enfoque cambió radicalmente la macroeconomía en los años 80.
Una manera de ilustrar esto fue con el trabajo El final de cuatro inflaciones altas , donde Sargent mostró que las inflaciones, incluso las altísimas, se cortaban de cuajo si se lograba un cambio en la política monetaria que fuera creíble. Más aún, Sargent mostraba que la desaceleración, lejos de generar una contracción del producto, permitía, al expandir el mercado crediticio, sostener sólidas recuperaciones económicas.
Sería interesante que el Gobierno tomara nota.
En el mismo sentido, en otro memorable trabajo junto con Neil Wallace, mostraba que la política fiscal financiada con deuda terminaba siendo más inflacionaria que el propio financiamiento con emisión.
La deuda terminaba resultando en monetizaciones más fuertes ya que no sólo había que pagar el déficit, sino todos los intereses que esta deuda generaba. Pero como el efecto de esta monetización se anticipaba (la gente ve que el esquema no es sustentable y anticipa inflación o movimiento del tipo de cambio o ambos) el efecto sobre los precios se hacía ver de inmediato.
Cualquier similitud con el caso de Argentina de hoy, no es, lamentablemente, pura coincidencia.
Sims, por otra parte, desarrolló una metodología en la que partía de tomar los datos macroeconómicos mínimos con los que se cuenta, para estimar la relación estadística cruzada entre todos ellos, asumiendo también la existencia de perturbaciones estadísticas a cada variable. Dicha estimación cruzada podía luego usarse fácilmente (asumiendo si se quería algunos valores para las perturbaciones), para estimar la economía hacia delante. Pronto se descubrió que la metodología de Sims superaba, en capacidad descriptiva, la de cualquier método utilizado hasta ese momento. Ese comienzo un poco agnóstico desde el punto de vista teórico (lo que hacía Sims era pura estadística) dio origen a cientos, sino miles de trabajos, que salieron a condimentar ese enfoque puramente estadístico con restricciones derivadas de la teoría, de manera que se pudieran convertir esos shocks puramente estadísticos en shocks que representaban a distintas intervenciones de política (fiscal, monetaria, impactos en la productividad, etc.).
Esto abrió un amplísimo campo de investigación y no hay alumno de doctorado de las últimas décadas que en algún momento no haya desarrollado un “vector autorregresivo estructural” como dio en llamarse a esta técnica de estimación.
Estos derivados del modelo original de Sims resultaron muy efectivos para identificar los efectos de la política económica sobre el empleo y los precios. En mi caso recuerdo un trabajo que presenté en el Banco Central de Argentina en el año 1989 y que mostraba, usando las técnicas de Sims, que mientras que en los EE.UU. la política monetaria era medianamente efectiva para estimular la economía, en Argentina para el período 58-85, el abuso de la misma había sido tal que las expansiones monetarias sólo generaban inflación.
Hoy no hay modelos macroeconométricos que no combinen las técnicas de Sargent con las de Sims. Para seguir con la analogía argentina, hace un par de años presentamos con mis colegas Pablo Gluzmann y Nicolás Grosman un modelo macroeconométrico, con expectativas racionales, estimando la ecuación de reacción del Banco Central de Argentina(cuánto reacciona a la inflación, a una recesión o al tipo de cambio) comparándolo con el de otros países de Latinoamérica.
El marco teórico era de Sargent, pero la implementación empírica era de Sims. La comparativa permitía concluir que de todos los Banco Centrales, el argentino (el trabajo llega hasta el año 2007, previo a la actual gestión) era el que menos valor le daba a la estabilidad de precios (el chileno el que más importancia le daba). Sargent, seguramente pensando en la futilidad de usar la inflación desmedida para sostener el crecimiento, seguramente desaprobaría.
Cuando cursaba en el Massachussets Institute of Technology, Robert Solow (otro galardonado) nos decía que uno de los desafíos de la macroeconomía, debido a los pocos datos estadísticos con los que usualmente se cuenta, era poder inferir con rigor científico la causalidad entre las múltiples variables de política y, lo que realmente importaba: la realidad económica.
Para evaluar los efectos de la política fiscal o monetaria sobre la economía estamos a ciegas, concluía.
Es sobre este desafío donde tallaron Sargent y Sims.
Las contribuciones de Sargent han tenido un altísimo nivel de impacto, lo que se potencia cuando uno reconoce que es una de las personas más afables, abiertas y humildes de la profesión . Sargent fue parte de un grupo de economistas que entendieron que era imposible pensar la macroeconomía sin tomar en cuenta las expectativas que la gente tenía sobre el futuro y sobre las propias políticas públicas.
Esto es importante porque muchas veces las políticas eran efectivas sólo si “engañaban” a la gente. Por ejemplo, una expansión monetaria en una economía sin inflación permitía afectar el producto aumentando la cantidad real de dinero y con ello la demanda agregada, pero sólo hasta que la gente percibía lo que el gobierno estaba haciendo, momento a partir del cual automáticamente tendía a aumentar los precios, haciendo inútiles las expansiones monetarias futuras.
Este enfoque cambió radicalmente la macroeconomía en los años 80.
Una manera de ilustrar esto fue con el trabajo El final de cuatro inflaciones altas , donde Sargent mostró que las inflaciones, incluso las altísimas, se cortaban de cuajo si se lograba un cambio en la política monetaria que fuera creíble. Más aún, Sargent mostraba que la desaceleración, lejos de generar una contracción del producto, permitía, al expandir el mercado crediticio, sostener sólidas recuperaciones económicas.
Sería interesante que el Gobierno tomara nota.
En el mismo sentido, en otro memorable trabajo junto con Neil Wallace, mostraba que la política fiscal financiada con deuda terminaba siendo más inflacionaria que el propio financiamiento con emisión.
La deuda terminaba resultando en monetizaciones más fuertes ya que no sólo había que pagar el déficit, sino todos los intereses que esta deuda generaba. Pero como el efecto de esta monetización se anticipaba (la gente ve que el esquema no es sustentable y anticipa inflación o movimiento del tipo de cambio o ambos) el efecto sobre los precios se hacía ver de inmediato.
Cualquier similitud con el caso de Argentina de hoy, no es, lamentablemente, pura coincidencia.
Sims, por otra parte, desarrolló una metodología en la que partía de tomar los datos macroeconómicos mínimos con los que se cuenta, para estimar la relación estadística cruzada entre todos ellos, asumiendo también la existencia de perturbaciones estadísticas a cada variable. Dicha estimación cruzada podía luego usarse fácilmente (asumiendo si se quería algunos valores para las perturbaciones), para estimar la economía hacia delante. Pronto se descubrió que la metodología de Sims superaba, en capacidad descriptiva, la de cualquier método utilizado hasta ese momento. Ese comienzo un poco agnóstico desde el punto de vista teórico (lo que hacía Sims era pura estadística) dio origen a cientos, sino miles de trabajos, que salieron a condimentar ese enfoque puramente estadístico con restricciones derivadas de la teoría, de manera que se pudieran convertir esos shocks puramente estadísticos en shocks que representaban a distintas intervenciones de política (fiscal, monetaria, impactos en la productividad, etc.).
Esto abrió un amplísimo campo de investigación y no hay alumno de doctorado de las últimas décadas que en algún momento no haya desarrollado un “vector autorregresivo estructural” como dio en llamarse a esta técnica de estimación.
Estos derivados del modelo original de Sims resultaron muy efectivos para identificar los efectos de la política económica sobre el empleo y los precios. En mi caso recuerdo un trabajo que presenté en el Banco Central de Argentina en el año 1989 y que mostraba, usando las técnicas de Sims, que mientras que en los EE.UU. la política monetaria era medianamente efectiva para estimular la economía, en Argentina para el período 58-85, el abuso de la misma había sido tal que las expansiones monetarias sólo generaban inflación.
Hoy no hay modelos macroeconométricos que no combinen las técnicas de Sargent con las de Sims. Para seguir con la analogía argentina, hace un par de años presentamos con mis colegas Pablo Gluzmann y Nicolás Grosman un modelo macroeconométrico, con expectativas racionales, estimando la ecuación de reacción del Banco Central de Argentina(cuánto reacciona a la inflación, a una recesión o al tipo de cambio) comparándolo con el de otros países de Latinoamérica.
El marco teórico era de Sargent, pero la implementación empírica era de Sims. La comparativa permitía concluir que de todos los Banco Centrales, el argentino (el trabajo llega hasta el año 2007, previo a la actual gestión) era el que menos valor le daba a la estabilidad de precios (el chileno el que más importancia le daba). Sargent, seguramente pensando en la futilidad de usar la inflación desmedida para sostener el crecimiento, seguramente desaprobaría.