Racionalidad tardía

Cristina Kirchner suspendió el subsidio energético con el que venía beneficiando a varios sectores de la economía. Desde el punto de vista político, corrigió una inequidad que se le reprochaba desde hacía años: obligar a todos los contribuyentes a pagar parte de la factura de luz y de gas de casinos, mineras, petroleras, bancos, compañías de seguros o telefónicas. Las familias más pudientes, en cambio, seguirán disfrutando de esa ayuda solidaria.
Desde la perspectiva fiscal, también fue un anuncio alentador. Reveló que la Presidenta advierte que el gasto público es insostenible. Aun con una recaudación récord como la que anunció anteayer, de $ 47.500 millones, decidió ajustar las cuentas.
Sin embargo, la resolución que anunciaron Julio De Vido y Amado Boudou exhibe limitaciones que son constitutivas del modo en que el kirchnerismo entiende la economía. En materia energética, la eliminación de subsidios no supone aumento de tarifas. Por ahora, las empresas que proveen la energía seguirán con sus ingresos congelados, a pesar de que están en déficit operativo y de que algunas bordean el default. Con este enfoque del negocio, la Presidenta seguirá alejándose del objetivo de atraer inversiones al sector, más allá de las de chinos y rusos.
Nadie sabe si la revisión casuística de todos los subsidios que prometió ayer De Vido entraña un cambio en la gestión de la energía. Por no ser universales y automáticas, estas reglas producen distorsiones y estimulan corruptelas. No es casual, por ejemplo, que entre los transportistas que reciben una ayuda mensual de hasta $ 50.000 por colectivo -la cuarta parte del precio de una unidad- estén los acusados y procesados por sobornar al ex secretario Ricardo Jaime.
Pero la decisión de ayer tiene una falencia más importante, aunque, tal vez, inevitable. Boudou intentó justificar el ahorro en que la economía internacional se moverá a un ritmo más lento. Hubiera sido mejor ocultar ese dato. Para enfrentar una ola de menor crecimiento mundial sería más recomendable que el Gobierno incremente el gasto, expanda la base monetaria, estimule el aumento de salarios y tolere un poco de inflación. Pero el kirchnerismo ya hizo todo eso en la fase ascendente del ciclo, exacerbando el crecimiento y el consumo, hasta alcanzar una suba de precios del 25% anual. Cuando necesitaba ser austero, fue expansivo. Ahora, que es el momento de ser expansivo, no le queda otro remedio que ajustar. En consecuencia, a la retracción internacional agregará la contracción derivada de sus propias decisiones.
Cristina Kirchner, que podría salvar su «modelo», está haciendo mucho para hundirlo. Por desafiar a quienes le señalan inconsistencias, amaga con llevar a una situación económica más calamitosa que la que esos profetas vaticinan. Es la paradoja que asoma detrás de las tácticas para frenar la fuga hacia el dólar.
El crecimiento de los últimos años estuvo basado en una fiesta de consumo. Para los economistas, la inflación no es sólo la consecuencia, sino también la causa de esa expansión. La gente fue impulsada a gastar porque la tasa de interés, inferior a la inflación, no protegía los ahorros. Además, los salarios se ajustaron con los precios, alrededor del 25%, pero el tipo de cambio se devaluó un 7%. Es decir, el poder adquisitivo en dólares de los trabajadores creció un 18%.
Las empresas exportadoras pagan este juego. Sus ingresos en dólares evolucionan mucho menos que sus costos en pesos. El consumo se sostiene en el aumento de las importaciones. El «modelo» es cada vez menos productivo y su matriz, cada vez menos diversificada.
El déficit de la balanza comercial industrial es similar al de la gestión Martínez de Hoz: US$ 25.000 millones. Para sostener esta dinámica haría falta que la soja fuera 20% más cara. Como es improbable, el público ve la oferta de dólares y se cubre de una devaluación.
Sin embargo, con la eliminación de subsidios aberrantes, la Presidenta ayer envió una señal microscópica a quienes temen por el futuro. Podría ir más allá, como pronosticó Guillermo Moreno ante varios empresarios, replegando al 18% el aumento del gasto, de los salarios, de la base monetaria y de la inflación. Y dejando que el dólar flote hasta $ 4,70, como Hernán Lorenzino explicó a varios financistas. La economía crecería, en ese caso, un 4%.
Como no suponen que eso vaya a ocurrir, los ahorristas se desprenden de sus pesos: ya ubicaron el dólar paralelo en $ 4,70 y el de contado con liquidación en $ 5.
Los dos fenómenos más relevantes de estos días se explican por ese cuadro de variables. El pueblo premia a Cristina Kirchner por haber disfrutado de un presente encantador. Pero como no da pistas confiables de cómo piensa enfrentar las amenazas del futuro el mercado compra dólares. El Gobierno se resiste a creer que pueblo y mercado son, en muchos sentidos, lo mismo.
El Gobierno reaccionó escondiendo los billetes, igual que antes escondió las estadísticas para suprimir la inflación.
El principal efecto de ese enfoque fue frenar la apertura de depósitos bancarios. Son cada vez menos los que suscriben plazos fijos para preservar sus pesos, porque nadie sabe cuánto valdrán, en dólares, dentro de un mes.
Sin depósitos no hay préstamos. A las grandes empresas esta semana se les comenzó a negar el crédito. Algunas han tenido que devolver los préstamos. La tasa de interés sube; el dinero se encarece. La actividad podría caer mucho más de lo que lo haría si la Presidenta atacara la inflación y sus consecuencias. Pero ella no quiere enfriar la economía. Prefiere congelarla.
Ni el más ortodoxo de los economistas pediría tanto. Por menos de lo que está por provocar, la señora de Kirchner conseguiría en el Fondo Monetario Internacional los dólares que le faltan (fuera de bromas, ayer los holdouts saludaron la cumbre del G-20 pidiéndole a ese grupo que expulse a la Argentina por negarse a la auditoría del FMI).
Podría pensarse que no hay mal que por bien no venga. Aunque innecesario, un feroz ajuste sobre el nivel de actividad retraería la inflación. No es seguro. Los sectores que se mueven en negro, es decir, con el tipo de cambio paralelo de $ 4,70, están aumentando los precios porque no saben con qué dólar repondrán su mercadería. Y los tenedores de pesos que no quieren quedar atrapados en un plazo fijo, pero tampoco pueden comprar dólares, terminan gastándose la plata en plasmas o automóviles. Conclusión: Cristina Kirchner podría conseguir que caiga el crecimiento y se mantenga la inflación. El peor de los mundos..

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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