Es sano que el gobierno finalmente reconozca la insostenibilidad de su política de subsidios generalizados en electricidad, gas y agua. Lamentamos que se haya tardado tanto tiempo en tomar la decisión.
Entre 2005 y 2011 se han gastado el equivalente a 20000 millones de pesos en subsidiar a quienes recién ahora el gobierno descubre que no lo necesitaban. Sin este despilfarro, la Asignación por Hijo podría haberse iniciado al menos dos años antes y no en 2010. ¿No debería explicar mejor el gobierno por qué desde 2005 era importante subsidiar a los ricos, como justificó el ministro Boudou al defender la medida y menos urgente atender la necesidad de los niños más pobres?
La demora en corregir semejante despropósito genera dudas acerca de las verdaderas causas de la reciente decisión. Más que por la convicción de avanzar en una mejor distribución del ingreso pareciera originarse en una preocupación fiscalista.
No olvidemos que, más allá de las admoniciones de la presidenta a sus colegas del G-20, en casa hace exactamente lo contrario de lo que allí predica: el proyecto de presupuesto 2012 propone un ajuste fiscal de $ 22 mil millones (mayor superávit). Con la economía desacelerándose esto es un grave error, aunque consistente con la estrategia de seguir atrasando el tipo de cambio real y subiendo la tasa de interés. Lo que menos necesita el país en este momento internacional es una política fiscal, monetaria y cambiaria contractiva y sin embargo hacia eso parecemos embarcados, igual que en los noventa.
Es imprescindible, por lo tanto, que el gobierno anuncie cuanto antes cómo va a gastarse el ahorro en subsidios para incrementar la inversión pública con alto multiplicador o al consumo en los sectores de alta propensión a consumir. Sólo si el gobierno elije que la baja de subsidios se traduzca en más inversión pública y en ampliar la red de contención social se evitaría que el ahorro por subsidios sea una medida de ajuste. Como en tantos anuncios de este gobierno, falta la verdadera pata distributiva.
Adicionalmente, será importante para adelante precisar cómo se ejecutará la reducción del subsidio en el resto de los barrios porteños y del Conurbano Bonaerense. Para ello, es necesario un esquema de eliminación progresiva parcial ya que no todos los casos van a ser tan obvios como Puerto Madero. No todos van a poder afrontar de un día para otro un aumento en la tarifa del 400%. No olvidemos que, a pesar de que el gobierno insiste en que las tarifas no aumentan, el cargo variable por importación sí aumentó la semana pasada y más de 200 por ciento.
El gobierno ocultó este tarifazo durante la campaña y ya hemos entrado en la etapa en la que habrá que pagar la factura del despilfarro y la sensibilidad de los ciudadanos estará muy a flor de piel.
La historia nos enseña que los grandes errores de política económica argentina han sido siempre en épocas de abundancia y lamentablemente el gobierno kirchnerista no escapó a esta regla general: se priorizó el cortoplacismo por sobre la visión de largo plazo, el consumismo de los que más tienen por sobre la construcción de un país sustentable para todos.
Entre 2005 y 2011 se han gastado el equivalente a 20000 millones de pesos en subsidiar a quienes recién ahora el gobierno descubre que no lo necesitaban. Sin este despilfarro, la Asignación por Hijo podría haberse iniciado al menos dos años antes y no en 2010. ¿No debería explicar mejor el gobierno por qué desde 2005 era importante subsidiar a los ricos, como justificó el ministro Boudou al defender la medida y menos urgente atender la necesidad de los niños más pobres?
La demora en corregir semejante despropósito genera dudas acerca de las verdaderas causas de la reciente decisión. Más que por la convicción de avanzar en una mejor distribución del ingreso pareciera originarse en una preocupación fiscalista.
No olvidemos que, más allá de las admoniciones de la presidenta a sus colegas del G-20, en casa hace exactamente lo contrario de lo que allí predica: el proyecto de presupuesto 2012 propone un ajuste fiscal de $ 22 mil millones (mayor superávit). Con la economía desacelerándose esto es un grave error, aunque consistente con la estrategia de seguir atrasando el tipo de cambio real y subiendo la tasa de interés. Lo que menos necesita el país en este momento internacional es una política fiscal, monetaria y cambiaria contractiva y sin embargo hacia eso parecemos embarcados, igual que en los noventa.
Es imprescindible, por lo tanto, que el gobierno anuncie cuanto antes cómo va a gastarse el ahorro en subsidios para incrementar la inversión pública con alto multiplicador o al consumo en los sectores de alta propensión a consumir. Sólo si el gobierno elije que la baja de subsidios se traduzca en más inversión pública y en ampliar la red de contención social se evitaría que el ahorro por subsidios sea una medida de ajuste. Como en tantos anuncios de este gobierno, falta la verdadera pata distributiva.
Adicionalmente, será importante para adelante precisar cómo se ejecutará la reducción del subsidio en el resto de los barrios porteños y del Conurbano Bonaerense. Para ello, es necesario un esquema de eliminación progresiva parcial ya que no todos los casos van a ser tan obvios como Puerto Madero. No todos van a poder afrontar de un día para otro un aumento en la tarifa del 400%. No olvidemos que, a pesar de que el gobierno insiste en que las tarifas no aumentan, el cargo variable por importación sí aumentó la semana pasada y más de 200 por ciento.
El gobierno ocultó este tarifazo durante la campaña y ya hemos entrado en la etapa en la que habrá que pagar la factura del despilfarro y la sensibilidad de los ciudadanos estará muy a flor de piel.
La historia nos enseña que los grandes errores de política económica argentina han sido siempre en épocas de abundancia y lamentablemente el gobierno kirchnerista no escapó a esta regla general: se priorizó el cortoplacismo por sobre la visión de largo plazo, el consumismo de los que más tienen por sobre la construcción de un país sustentable para todos.