(General Pico) – Los desocupados siguieron ayer manifestándose frente al municipio, piden por una suma fija de 2500 pesos por fin de año, y entre ellos está Beatriz una hija adoptiva de General Pico que como sus compañeros quiere un empleo.
Beatriz tiene 39 años, desde siempre trabajó como empleada doméstica. Tiempo atrás cuando estaba en Formosa y ahora en La Pampa. Frente a la situación de desempleo o contratos temporales se unió al Movimiento de Trabajadores y Desocupados hace más de un año. Formar parte del movimiento no sólo es una forma de poder reclamar mejoras al gobierno, Beatriz contó que entre ellos hay, «amistad, comprensión y mucho compañerismo».
Una contención que para ella es importante ya que no tiene familiares en la localidad y ha pasado momentos difíciles. Ahora dice que ya está mejor porque trabaja en la huerta comunitaria. Además cobra la Asignación Universal y tiene Tarjeta Alimentaria. Con esos aportes del Estado se mantienen, aunque está buscando trabajo. A principios de año estuvo como personal de maestranza en el Frigorífico Patagonia Meat durante seis meses pero el contrato se terminó. Antes fue niñera y doméstica.
En este momento Beatriz está sola criando a sus tres hijos, dos nenas de 12 y 13 años y un nene que todavía no está en edad escolar. En su provincia natal quedaron cinco hijos más, dos al cuidado de su ex pareja y tres que ya son grandes y se independizaron.
El engaño.
En el día a día, la preocupación de Beatriz es que sus chicos estudien, porque quiere que tengan mejores oportunidades que ella. Las nenas cuidan a su hermano menor, entre todos colaboran con las tareas de la casa y cuando hay mucha necesidad van a los contenedores. Cuando pueden compran ropa, pero sino recurren al ropero comunitario o buscan entre las cosas que la gente tira porque «ya no le sirven».
Hace varios años que Beatriz llegó a General Pico. En Formosa conoció a una mujer que estaba viviendo en esta ciudad y le dijo que «había trabajo» y le podía conseguir un empleo para limpieza con cama adentro. La mujer se comprometió a ayudarla incluso con el pasaje de ida, pero en realidad la «engañó».
«Después de bajar del colectivo, en horas de la madrugada, llegamos a un domicilio mientras todos dormían y ella me aseguró que la dueña iba a hablar conmigo en la mañana», recordó Beatriz, quien había venido sin su familia. Lo primero que le llamó la atención fue que las chicas que vivían ahí «estaban mal vestidas», o mejor dicho con poca ropa, después se enteró que estaba en un cabaré. La regente del local le explicó que tenía que servir tragos y atender las mesas porque hasta que no pagara el costo del viaje no se podía ir.
«Yo no trabajé, siempre me quejaba y me retaban, pero las chicas del cabaré me ayudaron», aseguró. Después conoció a un hombre con el que entabló una relación sentimental, él le dio el dinero para salir y le consiguió un empleo como empleada doméstica en una casa de familia. Entonces las cosas mejoraron, pero cuando quedó embarazada del niño que hoy es su hijo más pequeño, su novio desapareció.
Ayuda.
Un conocido, estudiante de ciencias veterinarias, la alojó por unos días. Beatriz ya estaba con ocho meses de embarazo y se había traído a una de sus hijas de Formosa porque la niña se había fugado, «Me llamaron para decirme que se había ido de la casa del padre porque él trató de violarla».
Un día antes de dar a luz consiguió alojamiento con una señora que conoció en el hospital. Era una mujer que tampoco era pampeana y que le confesó que ella sabía cómo era estar sola en un lugar desconocido. El bebé pesó más de cinco kilos y hasta que tuvo seis meses siguieron en la casa de su nueva amiga. Ella hacía de niñera porque junto con sus hijos cuidaba a los de la dueña de la vivienda.
Los conflictos siguieron, el papá del bebé reaparecía y luego volvía a alejarse. Cuando logró alquilar un lugar porque tenía empleo, en el frigorífico, se terminó el contrato y la situación económica empeoró. Hasta ese momento tenía dos de sus hijos con ella pero en el 2010 se trajo a otra más porque su ex pareja «es un hombre muy agresivo y le pegaba».
Beatriz dice que no se arrepiente de estar en La Pampa a pesar de todo lo que pasó, porque acá hay «menos miseria» que en Formosa.
Beatriz tiene 39 años, desde siempre trabajó como empleada doméstica. Tiempo atrás cuando estaba en Formosa y ahora en La Pampa. Frente a la situación de desempleo o contratos temporales se unió al Movimiento de Trabajadores y Desocupados hace más de un año. Formar parte del movimiento no sólo es una forma de poder reclamar mejoras al gobierno, Beatriz contó que entre ellos hay, «amistad, comprensión y mucho compañerismo».
Una contención que para ella es importante ya que no tiene familiares en la localidad y ha pasado momentos difíciles. Ahora dice que ya está mejor porque trabaja en la huerta comunitaria. Además cobra la Asignación Universal y tiene Tarjeta Alimentaria. Con esos aportes del Estado se mantienen, aunque está buscando trabajo. A principios de año estuvo como personal de maestranza en el Frigorífico Patagonia Meat durante seis meses pero el contrato se terminó. Antes fue niñera y doméstica.
En este momento Beatriz está sola criando a sus tres hijos, dos nenas de 12 y 13 años y un nene que todavía no está en edad escolar. En su provincia natal quedaron cinco hijos más, dos al cuidado de su ex pareja y tres que ya son grandes y se independizaron.
El engaño.
En el día a día, la preocupación de Beatriz es que sus chicos estudien, porque quiere que tengan mejores oportunidades que ella. Las nenas cuidan a su hermano menor, entre todos colaboran con las tareas de la casa y cuando hay mucha necesidad van a los contenedores. Cuando pueden compran ropa, pero sino recurren al ropero comunitario o buscan entre las cosas que la gente tira porque «ya no le sirven».
Hace varios años que Beatriz llegó a General Pico. En Formosa conoció a una mujer que estaba viviendo en esta ciudad y le dijo que «había trabajo» y le podía conseguir un empleo para limpieza con cama adentro. La mujer se comprometió a ayudarla incluso con el pasaje de ida, pero en realidad la «engañó».
«Después de bajar del colectivo, en horas de la madrugada, llegamos a un domicilio mientras todos dormían y ella me aseguró que la dueña iba a hablar conmigo en la mañana», recordó Beatriz, quien había venido sin su familia. Lo primero que le llamó la atención fue que las chicas que vivían ahí «estaban mal vestidas», o mejor dicho con poca ropa, después se enteró que estaba en un cabaré. La regente del local le explicó que tenía que servir tragos y atender las mesas porque hasta que no pagara el costo del viaje no se podía ir.
«Yo no trabajé, siempre me quejaba y me retaban, pero las chicas del cabaré me ayudaron», aseguró. Después conoció a un hombre con el que entabló una relación sentimental, él le dio el dinero para salir y le consiguió un empleo como empleada doméstica en una casa de familia. Entonces las cosas mejoraron, pero cuando quedó embarazada del niño que hoy es su hijo más pequeño, su novio desapareció.
Ayuda.
Un conocido, estudiante de ciencias veterinarias, la alojó por unos días. Beatriz ya estaba con ocho meses de embarazo y se había traído a una de sus hijas de Formosa porque la niña se había fugado, «Me llamaron para decirme que se había ido de la casa del padre porque él trató de violarla».
Un día antes de dar a luz consiguió alojamiento con una señora que conoció en el hospital. Era una mujer que tampoco era pampeana y que le confesó que ella sabía cómo era estar sola en un lugar desconocido. El bebé pesó más de cinco kilos y hasta que tuvo seis meses siguieron en la casa de su nueva amiga. Ella hacía de niñera porque junto con sus hijos cuidaba a los de la dueña de la vivienda.
Los conflictos siguieron, el papá del bebé reaparecía y luego volvía a alejarse. Cuando logró alquilar un lugar porque tenía empleo, en el frigorífico, se terminó el contrato y la situación económica empeoró. Hasta ese momento tenía dos de sus hijos con ella pero en el 2010 se trajo a otra más porque su ex pareja «es un hombre muy agresivo y le pegaba».
Beatriz dice que no se arrepiente de estar en La Pampa a pesar de todo lo que pasó, porque acá hay «menos miseria» que en Formosa.