Cristina Fernández de Kirchner durante un acto en el Colegio Militar de la Nación, en Palomar, el 12 de este mes. Foto: LA NACION / Marcelo Gomez
Dilma Rousseff recibió una herencia de Lula, en condiciones más adversas que las de los años anteriores. Ya le ha puesto su sello. En febrero de 2011, Folha de S. Paulo, diario fuertemente crítico del gobierno, cumplió noventa años. Las fotos asombran el sentido común argentino: sobre un podio con el nombre del diario, la presidenta de Brasil pronuncia su discurso en la celebración. Folha hizo denuncias que provocaron la caída de varios ministros de Dilma. Sin embargo, en los 90 años del diario, ella dijo: «La multiplicidad de puntos de vista, la investigación sin preconceptos de los grandes temas de interés nacional constituyen requisitos indispensables para el goce pleno de la democracia, aun cuando sean irritantes, aun cuando nos afecten, aun cuando nos conciernan». Con este final de frase se corre el riesgo de desmayar a cualquier argentino.
Kirchner murió en medio de su batalla contra el grupo Clarín. El libro de Graciela Mochkofsky Pecado original. Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder es una investigación indispensable sobre el objeto que designa en su título. Al terminar el capítulo XIII, queda claro que la voluntad de Kirchner se impuso por sobre la opinión del titular de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, José Sbattella, quien objetó las operaciones expansivas del grupo, en especial la fusión entre Multicanal y Cablevisión. Kirchner estaba empeñado en permitir esa fusión; en consecuencia, le ordenó al subordinado que modificara su dictamen. A Guillermo Moreno, que no necesita de órdenes porque respira la atmósfera del poder como su ecología original, le tocó aprobar la fusión el 7 de diciembre de 2007.
En Políticamente incorrecto. Razones y pasiones de Néstor Kirchner , Alberto Fernández cuenta la misma historia. Pero le agrega un detalle sobre el monopolio en las trasmisiones del fútbol. Después de una negociación larga, Canal 7 logró la transmisión de un partido de los viernes, excluido el que jugaran los clubes más populares. Alberto Fernández creyó que era un avance, pero estaba convencido de que el Gobierno debía seguir peleando por los partidos donde se enfrentan los equipos grandes. Ante la presencia de Julio Grondona, Cristina lo retó: «Terminá con este tema? Me vas a hacer pelear con todos». Acto seguido, ya solos, le explicó a Fernández que su insistencia tenía que ver con «su condición de hincha». Después de la ruptura con el Grupo Clarín, Fútbol para Todos (negociado con el boss de la AFA) fue abrazado por la Presidenta que, en ese momento, transmigró a su propia y femenina «condición de hincha».
Cristina Kirchner juró su primer mandato tres días después de la fusión de Multicanal y Cablevisión. Era parte de la herencia que recibía de Néstor. De todos modos, en ese momento, el legado podía compartirse. Nada anunciaba la muerte. Muchas escaramuzas se sucedieron en ese frente de batalla durante los años siguientes. Pero conviene no olvidar, cuando resuena la consigna «nunca menos», que la voluntad de hierro de Néstor Kirchner impuso al país (y a quienes pensaban distinto en su propio equipo de gobierno) la piedra de esa discordia. Después vino el conflicto con el campo y ya se sabe cómo siguió la historia que no ha terminado hasta hoy.
No hubo principios en juego cuando Kirchner decidió autorizar la fusión de Cablevisión y Multicanal. Kirchner no estaba pensando en ese momento en medios pluralistas donde la «comunicación social» se desplegara como un derecho antimonopólico y florecieran cien flores. Más sencillamente, hacía un intercambio que le pareció conveniente mientras Clarín acompañó a su gobierno. La ley de medios audiovisuales, repleta de bellos principios, no estaba sobre la mesa. Podrá decirse: así avanza el viejo topo de la historia, horadando túneles bajo tierra, invisible hasta que no emerge en el lugar menos pensado. En efecto, eso podría decirse, si se pasara por alto todo lo que sabemos.
Permítaseme intercalar aquí una miniatura. Algunos historiadores sostienen que los ínfimos detalles pueden ser significativos. A fin de octubre fui a Río Gallegos, para la inauguración del mausoleo a Néstor Kirchner. No bien bajé del avión, me preocupé por la «acreditación», es decir la tarjeta o pase que reciben los periodistas para ocupar un lugar desde donde puedan seguir los acontecimientos. Comprobé que la idea misma de «acreditación de prensa» era un invento extranjero en Santa Cruz. Nadie sabía ni estaba encargado de ella. En Río Gallegos, la prensa oficialista va con los funcionarios, los demás quedan afuera y a otra cosa. El detalle indica la ausencia del concepto de una prensa que sea independiente de la estructura gubernamental. Ese aguerrido clima patagónico formó a los Kirchner.
Si las concesiones recibidas por un grupo periodístico dependieron, hasta la discusión de la ley de medios, de la voluntad del gobernante y no de cualquier principio o idea general, podría decirse que fue porque Kirchner gobernaba en condiciones excepcionales: saliendo de una crisis económica y política, en fin, lo sabido.
Las condiciones de crisis son un teatro para el ejercicio de la voluntad única e, incluso, pueden justificarlo. Kirchner habría suspendido los principios contrarios a la concentración mediática en situación de crisis. Sin embargo, la situación en 2007 no era de crisis, salvo que se piense que cualquier momento puede ser definido como le venga en gana a quien gobierna; y que cualquier sujeto puede ser identificado como enemigo que debe ser aplastado o, al revés, cuya amistad debe ser ganada a cualquier precio. Los seguidores de Mao Tse-tung llamaban a esta configuración amigo-enemigo «contradicción principal», que es la que organiza todo el campo político (en versión francesa más à la page , véase Ernesto Laclau). Eso hizo Kirchner y su esposa continúa tal legado estratégico.
Otra parte de la herencia es más enrevesada, porque en algunos temas Kirchner no operó con la partición clara de amigo-enemigo, sino de manera menos esquemática, más móvil y sinuosa. Hugo Moyano sería un informante ideal para describir la etnografía de las relaciones entre Kirchner y los dirigentes de la CGT. En verdad, Moyano las evoca con provocadora nostalgia cada vez que percibe que la Presidenta ha trazado un nítido campo de amigos y enemigos, donde el secretario de la CGT revista enfrentado con el núcleo que rodea a Cristina Kirchner, y sólo encuentra un par de ministros como De Vido o Tomada, que tienen mejores modales con los viejos interlocutores de Néstor.
La herencia de Néstor es también el Indec de Moreno. No se trata solamente de haber agrietado una institución que producía insumos para toda la ciencia social argentina (contradictoria proeza de un Gobierno que apoya la investigación científica). Se trata de los números que pueden discutirse en las negociaciones entre patrones y asalariados. Moyano menciona lo innombrable: los «precios del supermercado», porcentajes diabólicos para Cristina Kirchner, que sólo acepta los números que ella controla. Pero estos dirigentes sindicales con fisurada imagen, no van a terminar de rifarla. La «gente» no los quiere, pero los querría mucho menos si aceptaran los números del Indec como medida de cualquier cosa.
Y, por otra parte, nadie que acompañó a Néstor desde el principio aceptará mansamente que se lo mande al fondo porque es impresentable. Concentró mucho poder durante muchos años y lo dejaron hacer cuando lo necesitaban. No es una cuestión de estilos. Kirchner sabía que la política no consiste únicamente en el agradable rejunte de los idénticos. Más bien, todo lo contrario. Esta herencia no fue comprendida por su sucesora, demasiado autocentrada para abrir la posibilidad de que existan otras respuestas que las afirmativas. Sólo con el Smata de Pignanelli no va a construir una plataforma sindical. Como dice el portuario Juan Carlos Schmid, moyanista hasta nuevo aviso: en algunas industrias hay buenos márgenes; en otras, no. Como dice el kirchnerista Hugo Yasky: hay altos niveles de rentabilidad, sin embargo los capitales remesan sus ganancias al exterior, son voraces.
Además, incluso hablar con Moyano, si la Presidenta se decidiera a bajar unos escalones de su tarima, no es todo. Ni siquiera es absolutamente necesario. Pero es imprescindible, por lo menos, negociar con alguien. Cada sindicato grande tiene lógicas diferentes. Una cosa son los estatales y otra los industriales. Además, los sindicalistas tienen un poder que les viene de sus iguales y también sube desde las estructuras inferiores. Hay que estar al día con las idas y vueltas, los deslizamientos, los pasos al costado, los cambios en las regionales.
Kirchner dejó un patrimonio (dicho sin ironía) logrado de muchas maneras, entre ellas, la de escuchar a peronistas diferentes. Aparte de tres o cuatro patagónicos que empezaron juntos el largo camino, su viuda prefiere los clones y las personas que le deben todo. Ha elegido la soledad, porque (una vez más en la política argentina) cree que llegó el tiempo de la refundación.
Pero los avatares de la vida pueden imponer a la política una condición inestable. Nos enteramos de que la Presidenta va a ser operada y que su pronóstico es excelente. Lo que le sucede despierta nuestra solidaridad y es sencillo identificarse con quien padece. ¿Cómo no hacerlo con una mujer valerosa y sola? Durante un mes, la reemplazará un vicepresidente que ella eligió, en extremo secreto. Resoluciones tan centradas en una sola persona, tan pendientes de una voluntad única, demuestran su importancia cuando la materialidad de un cuerpo impone, por unas breves semanas, su ley.
© La Nacion .
Dilma Rousseff recibió una herencia de Lula, en condiciones más adversas que las de los años anteriores. Ya le ha puesto su sello. En febrero de 2011, Folha de S. Paulo, diario fuertemente crítico del gobierno, cumplió noventa años. Las fotos asombran el sentido común argentino: sobre un podio con el nombre del diario, la presidenta de Brasil pronuncia su discurso en la celebración. Folha hizo denuncias que provocaron la caída de varios ministros de Dilma. Sin embargo, en los 90 años del diario, ella dijo: «La multiplicidad de puntos de vista, la investigación sin preconceptos de los grandes temas de interés nacional constituyen requisitos indispensables para el goce pleno de la democracia, aun cuando sean irritantes, aun cuando nos afecten, aun cuando nos conciernan». Con este final de frase se corre el riesgo de desmayar a cualquier argentino.
Kirchner murió en medio de su batalla contra el grupo Clarín. El libro de Graciela Mochkofsky Pecado original. Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder es una investigación indispensable sobre el objeto que designa en su título. Al terminar el capítulo XIII, queda claro que la voluntad de Kirchner se impuso por sobre la opinión del titular de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, José Sbattella, quien objetó las operaciones expansivas del grupo, en especial la fusión entre Multicanal y Cablevisión. Kirchner estaba empeñado en permitir esa fusión; en consecuencia, le ordenó al subordinado que modificara su dictamen. A Guillermo Moreno, que no necesita de órdenes porque respira la atmósfera del poder como su ecología original, le tocó aprobar la fusión el 7 de diciembre de 2007.
En Políticamente incorrecto. Razones y pasiones de Néstor Kirchner , Alberto Fernández cuenta la misma historia. Pero le agrega un detalle sobre el monopolio en las trasmisiones del fútbol. Después de una negociación larga, Canal 7 logró la transmisión de un partido de los viernes, excluido el que jugaran los clubes más populares. Alberto Fernández creyó que era un avance, pero estaba convencido de que el Gobierno debía seguir peleando por los partidos donde se enfrentan los equipos grandes. Ante la presencia de Julio Grondona, Cristina lo retó: «Terminá con este tema? Me vas a hacer pelear con todos». Acto seguido, ya solos, le explicó a Fernández que su insistencia tenía que ver con «su condición de hincha». Después de la ruptura con el Grupo Clarín, Fútbol para Todos (negociado con el boss de la AFA) fue abrazado por la Presidenta que, en ese momento, transmigró a su propia y femenina «condición de hincha».
Cristina Kirchner juró su primer mandato tres días después de la fusión de Multicanal y Cablevisión. Era parte de la herencia que recibía de Néstor. De todos modos, en ese momento, el legado podía compartirse. Nada anunciaba la muerte. Muchas escaramuzas se sucedieron en ese frente de batalla durante los años siguientes. Pero conviene no olvidar, cuando resuena la consigna «nunca menos», que la voluntad de hierro de Néstor Kirchner impuso al país (y a quienes pensaban distinto en su propio equipo de gobierno) la piedra de esa discordia. Después vino el conflicto con el campo y ya se sabe cómo siguió la historia que no ha terminado hasta hoy.
No hubo principios en juego cuando Kirchner decidió autorizar la fusión de Cablevisión y Multicanal. Kirchner no estaba pensando en ese momento en medios pluralistas donde la «comunicación social» se desplegara como un derecho antimonopólico y florecieran cien flores. Más sencillamente, hacía un intercambio que le pareció conveniente mientras Clarín acompañó a su gobierno. La ley de medios audiovisuales, repleta de bellos principios, no estaba sobre la mesa. Podrá decirse: así avanza el viejo topo de la historia, horadando túneles bajo tierra, invisible hasta que no emerge en el lugar menos pensado. En efecto, eso podría decirse, si se pasara por alto todo lo que sabemos.
Permítaseme intercalar aquí una miniatura. Algunos historiadores sostienen que los ínfimos detalles pueden ser significativos. A fin de octubre fui a Río Gallegos, para la inauguración del mausoleo a Néstor Kirchner. No bien bajé del avión, me preocupé por la «acreditación», es decir la tarjeta o pase que reciben los periodistas para ocupar un lugar desde donde puedan seguir los acontecimientos. Comprobé que la idea misma de «acreditación de prensa» era un invento extranjero en Santa Cruz. Nadie sabía ni estaba encargado de ella. En Río Gallegos, la prensa oficialista va con los funcionarios, los demás quedan afuera y a otra cosa. El detalle indica la ausencia del concepto de una prensa que sea independiente de la estructura gubernamental. Ese aguerrido clima patagónico formó a los Kirchner.
Si las concesiones recibidas por un grupo periodístico dependieron, hasta la discusión de la ley de medios, de la voluntad del gobernante y no de cualquier principio o idea general, podría decirse que fue porque Kirchner gobernaba en condiciones excepcionales: saliendo de una crisis económica y política, en fin, lo sabido.
Las condiciones de crisis son un teatro para el ejercicio de la voluntad única e, incluso, pueden justificarlo. Kirchner habría suspendido los principios contrarios a la concentración mediática en situación de crisis. Sin embargo, la situación en 2007 no era de crisis, salvo que se piense que cualquier momento puede ser definido como le venga en gana a quien gobierna; y que cualquier sujeto puede ser identificado como enemigo que debe ser aplastado o, al revés, cuya amistad debe ser ganada a cualquier precio. Los seguidores de Mao Tse-tung llamaban a esta configuración amigo-enemigo «contradicción principal», que es la que organiza todo el campo político (en versión francesa más à la page , véase Ernesto Laclau). Eso hizo Kirchner y su esposa continúa tal legado estratégico.
Otra parte de la herencia es más enrevesada, porque en algunos temas Kirchner no operó con la partición clara de amigo-enemigo, sino de manera menos esquemática, más móvil y sinuosa. Hugo Moyano sería un informante ideal para describir la etnografía de las relaciones entre Kirchner y los dirigentes de la CGT. En verdad, Moyano las evoca con provocadora nostalgia cada vez que percibe que la Presidenta ha trazado un nítido campo de amigos y enemigos, donde el secretario de la CGT revista enfrentado con el núcleo que rodea a Cristina Kirchner, y sólo encuentra un par de ministros como De Vido o Tomada, que tienen mejores modales con los viejos interlocutores de Néstor.
La herencia de Néstor es también el Indec de Moreno. No se trata solamente de haber agrietado una institución que producía insumos para toda la ciencia social argentina (contradictoria proeza de un Gobierno que apoya la investigación científica). Se trata de los números que pueden discutirse en las negociaciones entre patrones y asalariados. Moyano menciona lo innombrable: los «precios del supermercado», porcentajes diabólicos para Cristina Kirchner, que sólo acepta los números que ella controla. Pero estos dirigentes sindicales con fisurada imagen, no van a terminar de rifarla. La «gente» no los quiere, pero los querría mucho menos si aceptaran los números del Indec como medida de cualquier cosa.
Y, por otra parte, nadie que acompañó a Néstor desde el principio aceptará mansamente que se lo mande al fondo porque es impresentable. Concentró mucho poder durante muchos años y lo dejaron hacer cuando lo necesitaban. No es una cuestión de estilos. Kirchner sabía que la política no consiste únicamente en el agradable rejunte de los idénticos. Más bien, todo lo contrario. Esta herencia no fue comprendida por su sucesora, demasiado autocentrada para abrir la posibilidad de que existan otras respuestas que las afirmativas. Sólo con el Smata de Pignanelli no va a construir una plataforma sindical. Como dice el portuario Juan Carlos Schmid, moyanista hasta nuevo aviso: en algunas industrias hay buenos márgenes; en otras, no. Como dice el kirchnerista Hugo Yasky: hay altos niveles de rentabilidad, sin embargo los capitales remesan sus ganancias al exterior, son voraces.
Además, incluso hablar con Moyano, si la Presidenta se decidiera a bajar unos escalones de su tarima, no es todo. Ni siquiera es absolutamente necesario. Pero es imprescindible, por lo menos, negociar con alguien. Cada sindicato grande tiene lógicas diferentes. Una cosa son los estatales y otra los industriales. Además, los sindicalistas tienen un poder que les viene de sus iguales y también sube desde las estructuras inferiores. Hay que estar al día con las idas y vueltas, los deslizamientos, los pasos al costado, los cambios en las regionales.
Kirchner dejó un patrimonio (dicho sin ironía) logrado de muchas maneras, entre ellas, la de escuchar a peronistas diferentes. Aparte de tres o cuatro patagónicos que empezaron juntos el largo camino, su viuda prefiere los clones y las personas que le deben todo. Ha elegido la soledad, porque (una vez más en la política argentina) cree que llegó el tiempo de la refundación.
Pero los avatares de la vida pueden imponer a la política una condición inestable. Nos enteramos de que la Presidenta va a ser operada y que su pronóstico es excelente. Lo que le sucede despierta nuestra solidaridad y es sencillo identificarse con quien padece. ¿Cómo no hacerlo con una mujer valerosa y sola? Durante un mes, la reemplazará un vicepresidente que ella eligió, en extremo secreto. Resoluciones tan centradas en una sola persona, tan pendientes de una voluntad única, demuestran su importancia cuando la materialidad de un cuerpo impone, por unas breves semanas, su ley.
© La Nacion .
¿no te acordas de la»soledad del faraon»,Beatrice?
siempre lo mismo la coca.
me aburrió y no la pude terminar de leer.
tienen que renovarse. o ponerse a pensar un poquitín antes de aburrir a las vecinas con las mismas cantinelas de siempre.
me gusta porque habla en plural,como el Papa…
Si realmente la «soledad del poder». Ahora no pudo ir a Río Gallegos para celebrar el fin de año con su familiares y amigos y debió recluirse en el lejano Calafate.
y carrió dónde la pasa?
en su piso de barrio norte con todos sus votantes dentro!