Pablo Micheli aprovechó el descanso para estar con su familia en las playas de Mar Azul. Foto: LA NACION / Hernán Zenteno / Enviado especial
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Scioli y Mariotto se mostraron juntos
MAR AZUL.- «Esta época se parece al final de los 90», dice Pablo Micheli, convencido de que la historia se repite como una espiral y de que, en esas circunstancias, el país se enfrenta «a la antesala de 2001». Por eso dice recordar al ex ministro de Economía Domingo Cavallo cada vez que escucha hablar a la Presidenta. «Aunque crean que cambiando las palabras puedan disfrazar el ajuste», explica.
El líder de la fracción no kirchnerista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) tampoco se sorprende al ver que «los Gordos», por los líderes de los sindicatos con más afiliados, se acercan a la Casa Rosada, mientras se aleja el líder de la CGT, Hugo Moyano. «Es que el Gobierno está comandando un ataque a los trabajadores», enfatiza, convencido de que «la única soga» que la Presidenta le tirará a Moyano irá «al cuello».
En su primer día de vacaciones, Micheli llega a Mar Azul junto con el menor de sus tres hijos, Camilo (7), y su mujer, Miriam, que escapa de las fotos. Carga apenas dos reposeras de alquiler, pero también 14 kilos más que cuando ganó las elecciones de la CTA, tras superar el extraño síndrome de Wegener, que le costó dos sangrados de pulmón y 90 días de terapia intensiva. «Me siento un poco estafado», dice, cuando se lo consulta sobre la operación de la Presidenta. Cree aún menos en la «sintonía fina» que anuncia el Gobierno: «Esta época se parece al final de los 90, a la antesala de lo que fue 2001, cuando se decretaban rebajas salariales, pago con bonos y aumento de tarifas. Acá le ponen otro nombre: control al dólar, quita de subsidios o estudio de los adicionales del sueldo».
-¿Eso le recuerda a Cavallo?
-Cuando la Presidenta anuncia que va a instalar paritarias por competitividad, no es algo inocente. Quien no conoce piensa que se les va a pagar más a los más competentes, pero ése es un término que fue usado por el neoliberalismo y particularmente por Cavallo, que era el abanderado de esa palabra. Creen que cambiando las palabras pueden disfrazar el ajuste.
-También pidieron a las provincias la cantidad de empleados.
-Es que quieren hacer una reducción. No es casual lo de Santa Cruz ni el decreto que firmó Carlos Soria en Río Negro, antes de morir, para dar de baja 20.000 estatales. Es lo mismo que en los 90. Hay problemas graves para pagar los sueldos en Mendoza, La Rioja, Catamarca, Córdoba. Entonces dicen que la causa no es la mala distribución de la riqueza, sino la cantidad de trabajadores del Estado.
-¿Cree que el sindicalismo también replica ese fin de ciclo?
-Son tiempos de debates. Nadie tiene la verdad revelada. Desde la CTA dijimos que el unicato sindical es un retroceso, que no se puede vivir en un mundo sin diversidad, donde no se respeten los derechos colectivos ni se pueda elegir. El tema de los sindicatos es central. Hoy el sindicalismo vive en un tiempo de desprestigio, pero la historia enseña que no es lo mismo la situación del trabajador con o sin sindicatos. No es lo mismo un sindicato en defensa de la burocracia y la corporación que uno abierto y democrático.
-¿Moyano está más cerca hoy de la CTA que Yasky?
-Sí, seguro. No sé si Moyano está cerca nuestro, lo que sé es que Yasky está lejos de la gente. Con Moyano nos acerca su discurso de Huracán, cuando se planta en defensa de los trabajadores. Nos aleja cuando festeja la libertad de Zanola. Yasky hoy es un híbrido, un aplaudidor de la Presidenta. No emite un solo sonido sobre los problemas de los trabajadores.
-¿Le cree a Moyano?
-Tiene una oportunidad. Puede terminar arreglando con el Gobierno y es todo una farsa en la que apretó para arreglar. O se puede transformar, como en los 90, en un resistente. Moyano entiende que ya no le sirve más el kirchnerismo y se defiende. La única soga que Cristina le puede tirar es al cuello..
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Scioli y Mariotto se mostraron juntos
MAR AZUL.- «Esta época se parece al final de los 90», dice Pablo Micheli, convencido de que la historia se repite como una espiral y de que, en esas circunstancias, el país se enfrenta «a la antesala de 2001». Por eso dice recordar al ex ministro de Economía Domingo Cavallo cada vez que escucha hablar a la Presidenta. «Aunque crean que cambiando las palabras puedan disfrazar el ajuste», explica.
El líder de la fracción no kirchnerista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) tampoco se sorprende al ver que «los Gordos», por los líderes de los sindicatos con más afiliados, se acercan a la Casa Rosada, mientras se aleja el líder de la CGT, Hugo Moyano. «Es que el Gobierno está comandando un ataque a los trabajadores», enfatiza, convencido de que «la única soga» que la Presidenta le tirará a Moyano irá «al cuello».
En su primer día de vacaciones, Micheli llega a Mar Azul junto con el menor de sus tres hijos, Camilo (7), y su mujer, Miriam, que escapa de las fotos. Carga apenas dos reposeras de alquiler, pero también 14 kilos más que cuando ganó las elecciones de la CTA, tras superar el extraño síndrome de Wegener, que le costó dos sangrados de pulmón y 90 días de terapia intensiva. «Me siento un poco estafado», dice, cuando se lo consulta sobre la operación de la Presidenta. Cree aún menos en la «sintonía fina» que anuncia el Gobierno: «Esta época se parece al final de los 90, a la antesala de lo que fue 2001, cuando se decretaban rebajas salariales, pago con bonos y aumento de tarifas. Acá le ponen otro nombre: control al dólar, quita de subsidios o estudio de los adicionales del sueldo».
-¿Eso le recuerda a Cavallo?
-Cuando la Presidenta anuncia que va a instalar paritarias por competitividad, no es algo inocente. Quien no conoce piensa que se les va a pagar más a los más competentes, pero ése es un término que fue usado por el neoliberalismo y particularmente por Cavallo, que era el abanderado de esa palabra. Creen que cambiando las palabras pueden disfrazar el ajuste.
-También pidieron a las provincias la cantidad de empleados.
-Es que quieren hacer una reducción. No es casual lo de Santa Cruz ni el decreto que firmó Carlos Soria en Río Negro, antes de morir, para dar de baja 20.000 estatales. Es lo mismo que en los 90. Hay problemas graves para pagar los sueldos en Mendoza, La Rioja, Catamarca, Córdoba. Entonces dicen que la causa no es la mala distribución de la riqueza, sino la cantidad de trabajadores del Estado.
-¿Cree que el sindicalismo también replica ese fin de ciclo?
-Son tiempos de debates. Nadie tiene la verdad revelada. Desde la CTA dijimos que el unicato sindical es un retroceso, que no se puede vivir en un mundo sin diversidad, donde no se respeten los derechos colectivos ni se pueda elegir. El tema de los sindicatos es central. Hoy el sindicalismo vive en un tiempo de desprestigio, pero la historia enseña que no es lo mismo la situación del trabajador con o sin sindicatos. No es lo mismo un sindicato en defensa de la burocracia y la corporación que uno abierto y democrático.
-¿Moyano está más cerca hoy de la CTA que Yasky?
-Sí, seguro. No sé si Moyano está cerca nuestro, lo que sé es que Yasky está lejos de la gente. Con Moyano nos acerca su discurso de Huracán, cuando se planta en defensa de los trabajadores. Nos aleja cuando festeja la libertad de Zanola. Yasky hoy es un híbrido, un aplaudidor de la Presidenta. No emite un solo sonido sobre los problemas de los trabajadores.
-¿Le cree a Moyano?
-Tiene una oportunidad. Puede terminar arreglando con el Gobierno y es todo una farsa en la que apretó para arreglar. O se puede transformar, como en los 90, en un resistente. Moyano entiende que ya no le sirve más el kirchnerismo y se defiende. La única soga que Cristina le puede tirar es al cuello..
