Con alguna periodicidad se debate en medios periodísticos el papel institucional que cabe esperar, en relación con el Poder Ejecutivo, de quien ocupa las funciones de vicepresidente de la Nación. Me parece importante abordar este tema y sumar así mis ideas para una mejor comprensión por parte de la ciudadanía.
Lo que me interesa explicar aquí es cómo debe actuar el vicepresidente. Y creo que lo primero que hay que hacer notar es que el vicepresidente es el representante del Poder Ejecutivo en el Senado. Nadie mejor que él podría llevar adelante esta tarea. Alguien podrá preguntar el motivo de esta afirmación. En ese sentido, creo que hay un hecho que es determinante: el vicepresidente integra una fórmula indivisible con el presidente de la Nación. Su legitimidad proviene de allí. Cuando el pueblo lo vota, tiene en cuenta la circunstancia de que ambos integran una misma fórmula, con una única plataforma electoral. No hay un solo vicepresidente que durante la campaña electoral que haya dicho que no iba a apoyar las decisiones del presidente.
Cárcano afirma: «El presidente y el vice emanan de la misma fuente. Representan los intereses y aspiraciones del partido que los proclama. Son una unidad indivisible y solidaria, en la contienda electoral como ante las responsabilidades del gobierno. El vicepresidente, como expresión del mismo origen, del mismo partido, programa y acto electoral, es la continuación del presidente en caso de ausencia accidental o definitiva. Por la naturaleza de su misión es parte integrante del gobierno, y en todo momento debe hallarse habilitado para llenar sus funciones con saber y conciencia. Entre los dos términos de la fórmula puede haber disidencias pero no colisiones. Si se altera la solidaridad, se rompe la unidad. Se desnaturaliza el concepto de la fórmula originaria, se debilita la consistencia del gobierno y se crean peligros para el país».
Un vicepresidente que no acompaña una decisión del presidente provoca un enorme daño institucional y crea un gravísimo peligro para la Nación. Un vicepresidente que traiciona la confianza que se depositó en él está destinado a la condena de las páginas de la historia.
Un vicepresidente nunca debe dar lugar a especulaciones que indiquen que acecha por la espalda al presidente. Muy por el contrario, tiene la permanente y enorme responsabilidad de proteger al presidente.
El vicepresidente debe desempeñarse teniendo siempre presente su pertenencia a un proyecto político y debe actuar con coherencia, con lealtad hacia la propuesta electoral, hacia el líder político que encabeza el proyecto y hacia el conjunto de ideas que impulsa ese hombre o esa mujer que está a cargo de la presidencia .
Por estas razones, el vicepresidente puede ejercer la presidencia del Senado sólo de una manera: defendiendo la gestión de gobierno y las decisiones políticas del presidente. Esta es la forma de representar al Poder Ejecutivo en el Senado.
Algunos sostienen que el vicepresidente no tiene la obligación de votar a favor de las posturas del Poder Ejecutivo, ya que debe privilegiar sus ideas personales, que tiene derecho a pensar y actuar distinto del presidente, etc.
Si en el Senado de la Nación una votación relacionada con una cuestión políticamente sensible para el gobierno termina empatada, es el vicepresidente de la Nación quien tiene la responsabilidad de desempatar. Cuando ocurre eso hay una circunstancia obvia que cualquier dirigente político conoce muy bien: si el vice se manifiesta en sentido contrario al criterio defendido por el presidente, ese voto debilitará al gobierno (que él mismo integra). Y esto nos lleva necesariamente a otra reflexión: un vicepresidente que debilita o dificulta la gestión de su gobierno siempre va a ser sospechoso de estar participando en un intento desestabilizador. Esto es indudable.
Quienes nos desempeñamos en ámbitos políticos conocemos nuestras responsabilidades y sabemos que ante todo cuando un vicepresidente contradice la voluntad del presidente estamos ante una declarada disputa de poder. De eso, y no de otra cosa, es de lo que se trata. Cualquier explicación que excluya del análisis la disputa de poder y que se base sólo en la «libertad de pensamiento» y en convicciones personales por encima de las del grupo debe ser leída como una explicación incompleta, ingenua e inaceptable. Y la ingenuidad no forma parte del mundo de la política.
En la Argentina hemos llegado al absurdo de tener un vicepresidente opositor al presidente. Esto es increíble. Una incoherencia absoluta, que provocó un grave daño institucional. Es impensable imaginar que esta situación pueda acontecer en otros países, como Estados Unidos o en los países europeos en los que existe el cargo de vicepresidente. ¿Puede alguien imaginar al vicepresidente norteamericano Joe Biden votando en contra de Barack Obama?
Cabe preguntarse si en aquellos países se rasgan las vestiduras porque los vicepresidentes acompañan sin vacilaciones a sus presidentes. Ciertamente, no.
Es a todas luces incompatible ocupar el cargo de vicepresidente y rechazar sistemáticamente las medidas de gobierno decididas por el presidente. Creo que si un vicepresidente quiere presentarse como una alternativa política distinta de la que representa el presidente tiene derecho a hacerlo, pero creo que es evidente que en ese caso no puede seguir ocupando ese cargo. No hay manera de justificar la actitud de un vicepresidente que forme parte de la oposición, pese a ocupar el cargo por los votos que obtuvo en el oficialismo. Una situación así necesariamente genera un grave daño a las instituciones.
El cargo de vicepresidente es uno de los más importantes en la escala constitucional de la República e implica una serie de responsabilidades que no se pueden escindir. Algunas de estas responsabilidades son institucionales, pero otras son de carácter político. Cuando una persona es elegida para ocupar este cargo, recibe un mandato popular. Y ese mandato contiene un claro mensaje, ya que el electorado no vota a un vicepresidente para que se desempeñe en el cargo de la manera que le plazca, sino que también lo elige para que acompañe fielmente al presidente y sea un leal defensor de las políticas de gobierno. © La Nacion
El autor es senador nacional. Preside el bloque Justicialista – Frente para la Victoria .
Lo que me interesa explicar aquí es cómo debe actuar el vicepresidente. Y creo que lo primero que hay que hacer notar es que el vicepresidente es el representante del Poder Ejecutivo en el Senado. Nadie mejor que él podría llevar adelante esta tarea. Alguien podrá preguntar el motivo de esta afirmación. En ese sentido, creo que hay un hecho que es determinante: el vicepresidente integra una fórmula indivisible con el presidente de la Nación. Su legitimidad proviene de allí. Cuando el pueblo lo vota, tiene en cuenta la circunstancia de que ambos integran una misma fórmula, con una única plataforma electoral. No hay un solo vicepresidente que durante la campaña electoral que haya dicho que no iba a apoyar las decisiones del presidente.
Cárcano afirma: «El presidente y el vice emanan de la misma fuente. Representan los intereses y aspiraciones del partido que los proclama. Son una unidad indivisible y solidaria, en la contienda electoral como ante las responsabilidades del gobierno. El vicepresidente, como expresión del mismo origen, del mismo partido, programa y acto electoral, es la continuación del presidente en caso de ausencia accidental o definitiva. Por la naturaleza de su misión es parte integrante del gobierno, y en todo momento debe hallarse habilitado para llenar sus funciones con saber y conciencia. Entre los dos términos de la fórmula puede haber disidencias pero no colisiones. Si se altera la solidaridad, se rompe la unidad. Se desnaturaliza el concepto de la fórmula originaria, se debilita la consistencia del gobierno y se crean peligros para el país».
Un vicepresidente que no acompaña una decisión del presidente provoca un enorme daño institucional y crea un gravísimo peligro para la Nación. Un vicepresidente que traiciona la confianza que se depositó en él está destinado a la condena de las páginas de la historia.
Un vicepresidente nunca debe dar lugar a especulaciones que indiquen que acecha por la espalda al presidente. Muy por el contrario, tiene la permanente y enorme responsabilidad de proteger al presidente.
El vicepresidente debe desempeñarse teniendo siempre presente su pertenencia a un proyecto político y debe actuar con coherencia, con lealtad hacia la propuesta electoral, hacia el líder político que encabeza el proyecto y hacia el conjunto de ideas que impulsa ese hombre o esa mujer que está a cargo de la presidencia .
Por estas razones, el vicepresidente puede ejercer la presidencia del Senado sólo de una manera: defendiendo la gestión de gobierno y las decisiones políticas del presidente. Esta es la forma de representar al Poder Ejecutivo en el Senado.
Algunos sostienen que el vicepresidente no tiene la obligación de votar a favor de las posturas del Poder Ejecutivo, ya que debe privilegiar sus ideas personales, que tiene derecho a pensar y actuar distinto del presidente, etc.
Si en el Senado de la Nación una votación relacionada con una cuestión políticamente sensible para el gobierno termina empatada, es el vicepresidente de la Nación quien tiene la responsabilidad de desempatar. Cuando ocurre eso hay una circunstancia obvia que cualquier dirigente político conoce muy bien: si el vice se manifiesta en sentido contrario al criterio defendido por el presidente, ese voto debilitará al gobierno (que él mismo integra). Y esto nos lleva necesariamente a otra reflexión: un vicepresidente que debilita o dificulta la gestión de su gobierno siempre va a ser sospechoso de estar participando en un intento desestabilizador. Esto es indudable.
Quienes nos desempeñamos en ámbitos políticos conocemos nuestras responsabilidades y sabemos que ante todo cuando un vicepresidente contradice la voluntad del presidente estamos ante una declarada disputa de poder. De eso, y no de otra cosa, es de lo que se trata. Cualquier explicación que excluya del análisis la disputa de poder y que se base sólo en la «libertad de pensamiento» y en convicciones personales por encima de las del grupo debe ser leída como una explicación incompleta, ingenua e inaceptable. Y la ingenuidad no forma parte del mundo de la política.
En la Argentina hemos llegado al absurdo de tener un vicepresidente opositor al presidente. Esto es increíble. Una incoherencia absoluta, que provocó un grave daño institucional. Es impensable imaginar que esta situación pueda acontecer en otros países, como Estados Unidos o en los países europeos en los que existe el cargo de vicepresidente. ¿Puede alguien imaginar al vicepresidente norteamericano Joe Biden votando en contra de Barack Obama?
Cabe preguntarse si en aquellos países se rasgan las vestiduras porque los vicepresidentes acompañan sin vacilaciones a sus presidentes. Ciertamente, no.
Es a todas luces incompatible ocupar el cargo de vicepresidente y rechazar sistemáticamente las medidas de gobierno decididas por el presidente. Creo que si un vicepresidente quiere presentarse como una alternativa política distinta de la que representa el presidente tiene derecho a hacerlo, pero creo que es evidente que en ese caso no puede seguir ocupando ese cargo. No hay manera de justificar la actitud de un vicepresidente que forme parte de la oposición, pese a ocupar el cargo por los votos que obtuvo en el oficialismo. Una situación así necesariamente genera un grave daño a las instituciones.
El cargo de vicepresidente es uno de los más importantes en la escala constitucional de la República e implica una serie de responsabilidades que no se pueden escindir. Algunas de estas responsabilidades son institucionales, pero otras son de carácter político. Cuando una persona es elegida para ocupar este cargo, recibe un mandato popular. Y ese mandato contiene un claro mensaje, ya que el electorado no vota a un vicepresidente para que se desempeñe en el cargo de la manera que le plazca, sino que también lo elige para que acompañe fielmente al presidente y sea un leal defensor de las políticas de gobierno. © La Nacion
El autor es senador nacional. Preside el bloque Justicialista – Frente para la Victoria .