Pinamar. Enviado Especial – 21/01/12
Para muchos de sus veraneantes estar en Pinamar implica, necesariamente, estar a la moda. Pero aquí, las modas trascienden muchas veces los límites de la definición de la Real Academia Española, que sintetiza la acepción, no sin cierto anacronismo, en “los trajes, telas y adornos recién introducidos”. En este balneario, que de los 90 a esta parte ha sabido hacer todo un culto de la exhibición y del consumo, también suelen estar en boga los estilos arquitectónicos, las playas y, por supuesto, los vehículos, las estrellas que dominan la marquesina imaginaria sobre la avenida Bunge, travestida, como se ha dicho ya en estas páginas, en algo así como “Expo Autos Pinamar”. En este último rubro, y atentos a las modas, las camionetas 4×4 ya no son novedad. Este verano se impusieron notablemente unos híbridos, mezcla rara pero exacta entre el cuatriciclo y el viejo y añorado y despojado de lujos arenero.
Se los conoce como UTV y son vehículos utilitarios 4×4, hechos para transitar en superficies y caminos exigentes. Aquí en Pinamar es normal ver a la familia ir de un lado al otro a bordo: a las playas y médanos del norte, al supermercado, a todos lados. “Es una moda, y como toda moda, en Pinamar explota. Son más cómodos y ágiles que una 4×4 y la verdad que este año se están vendiendo duro y parejo”, reconoce Francisco, de una de las concesionarias más grandes. El acceso a uno de estos “fierros” no es nacional y popular: el más barato cuesta alrededor de 110 mil pesos y los hay de 180 mil. “Ni el cuatri más caro llega a valer lo que sale el UTV más barato. Y te digo más, hay 4×4 más baratas que estos bichos”, explica Francisco.
La tendencia aquí parece ser la renovación del cuatriciclo (también conocido como ATV) por el UTV, entre otras cosas porque tiene las mismas prestaciones pero entran hasta cuatro o cinco personas. Eso hizo la familia mendocina Suárez. “Teníamos un cuatri y lo cambiamos este año por el UTV. La idea es no usar la camioneta para no estropearla. Lo cargás y hacés lo que querés”, cuenta Hernán, 23 años, mientras llega a la zona norte con su amigo Sebastián. “Si querés saltar médanos lo usás, si querés hacer los mandados también”, sintetiza el comerciante Marcos Ramos, a bordo de un UTV japonés, y detalla sus prestaciones: “Caja automática, cinturones de seguridad, luces, un lujito”.
“Este año se venden mucho. Vienen muy entusiasmados y son capaces de todo para llevárselos cuanto antes, hasta de pagar cash”, entiende Francisco, que tiene su propia hipótesis sociológica del fenómeno: “Acá todos quieren comer el plato de el de al lado”.
Para muchos de sus veraneantes estar en Pinamar implica, necesariamente, estar a la moda. Pero aquí, las modas trascienden muchas veces los límites de la definición de la Real Academia Española, que sintetiza la acepción, no sin cierto anacronismo, en “los trajes, telas y adornos recién introducidos”. En este balneario, que de los 90 a esta parte ha sabido hacer todo un culto de la exhibición y del consumo, también suelen estar en boga los estilos arquitectónicos, las playas y, por supuesto, los vehículos, las estrellas que dominan la marquesina imaginaria sobre la avenida Bunge, travestida, como se ha dicho ya en estas páginas, en algo así como “Expo Autos Pinamar”. En este último rubro, y atentos a las modas, las camionetas 4×4 ya no son novedad. Este verano se impusieron notablemente unos híbridos, mezcla rara pero exacta entre el cuatriciclo y el viejo y añorado y despojado de lujos arenero.
Se los conoce como UTV y son vehículos utilitarios 4×4, hechos para transitar en superficies y caminos exigentes. Aquí en Pinamar es normal ver a la familia ir de un lado al otro a bordo: a las playas y médanos del norte, al supermercado, a todos lados. “Es una moda, y como toda moda, en Pinamar explota. Son más cómodos y ágiles que una 4×4 y la verdad que este año se están vendiendo duro y parejo”, reconoce Francisco, de una de las concesionarias más grandes. El acceso a uno de estos “fierros” no es nacional y popular: el más barato cuesta alrededor de 110 mil pesos y los hay de 180 mil. “Ni el cuatri más caro llega a valer lo que sale el UTV más barato. Y te digo más, hay 4×4 más baratas que estos bichos”, explica Francisco.
La tendencia aquí parece ser la renovación del cuatriciclo (también conocido como ATV) por el UTV, entre otras cosas porque tiene las mismas prestaciones pero entran hasta cuatro o cinco personas. Eso hizo la familia mendocina Suárez. “Teníamos un cuatri y lo cambiamos este año por el UTV. La idea es no usar la camioneta para no estropearla. Lo cargás y hacés lo que querés”, cuenta Hernán, 23 años, mientras llega a la zona norte con su amigo Sebastián. “Si querés saltar médanos lo usás, si querés hacer los mandados también”, sintetiza el comerciante Marcos Ramos, a bordo de un UTV japonés, y detalla sus prestaciones: “Caja automática, cinturones de seguridad, luces, un lujito”.
“Este año se venden mucho. Vienen muy entusiasmados y son capaces de todo para llevárselos cuanto antes, hasta de pagar cash”, entiende Francisco, que tiene su propia hipótesis sociológica del fenómeno: “Acá todos quieren comer el plato de el de al lado”.