El Plan de Austeridad establecido por Juan Domingo Perón en 1952 suele ser olvidado y poco tenido en cuenta cuando se habla de esa gestión que en la práctica se inició en 1943 y muchas de cuyas pautas trascendentes fueron aplicadas durante la administración de Edelmiro Julián Farrell como el estatuto del peón rural, la nacionalización del Banco Central, la creación del Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio y normas previsionales.
Sin embargo, dicho plan hizo posible que durante los años siguientes, hasta el golpe de septiembre de 1955, la Argentina lograse resultados exitosos en materia económica que se contradicen con los números de sesgo antiperonista presentados en el llamado «Informe Prebisch» de 1955/1956, desmentidos por los números de la propia Comisión Económica para América Latina de la cual el mismo Raúl Prebisch era secretario ejecutivo. No se habían superado algunos problemas como los cuellos de botella en la infraestructura energética, en el transporte y en ciertos insumos, que aún persisten. Había otros que surgían de situaciones externas como la baja del precio de los commodities, la devaluación de la libra esterlina en septiembre de 1950, y las mencionadas del Plan Marshall y la Guerra de Corea. Un marco en el cual los dirigentes de la Confederación General Económica, liderada por José Ber Gelbard, reclamaba por la «indolencia y vagancia» de muchos trabajadores y los «desmedidos» reclamos de los sindicatos.
Algunos números son claves para marcar los avances, como en el caso del ahorro, donde en los colegios hasta se incitaba a los niños a comprar estampillas de la Caja Nacional de Ahorro Postal en lugar de gastar el dinero en golosinas. Tomando 1946 como año base 100, si bien con una suba continuada, en 1952 se dio un salto a 210,5 para llegar a 261,3 en 1953 y a 317 en 1954, último completo de la gestión de Perón. El propósito de disminuir las importaciones fue igualmente logrado ya que cayeron de 10.492 millones de pesos en 1951 a 8.361 en 1952 y a 5.667 en 1953 para rebotar a 7.087 en 1954, pero siempre muy lejos del punto de partida. En tanto que las exportaciones que venían cayendo y tuvieron su piso en 1952 con 4.392 millones treparon en 1953 a 7.189 y en 1954 a 6.721. Esto no ocultaba que hubiese quejas en las capas medias por la carencia de trigo que forzaba el consumo
de pan de centeno, la escasez de kerosene y de bienes de importación y que en el sector laboral el índice salarial (1943 base 100) que en 1949 había llegado a 181 hubiese caído a 143 en 1952 para irse recuperando hasta 165, con lo cual el salario promedio para el período 1952-1955 llegó al 49,1% del PBI.
La aceptación social del plan tiene un parámetro importante en la reducción de los conflictos laborales ya que, por ejemplo, frente a 142 huelgas en 1946 o 103 en 1948, en 1952 sólo hubo 14 y 18 en 1954. Del mismo modo, frente a una inflación que entre 1949 y 1952 rondó el 30% anual, en 1953 bajó al 4% y en 1954 al 3,8%, en buena medida por la gestión de la Comisión Nacional de Precios y Salarios. Del mismo modo, mientras el presidente del BCRA y luego ministro Alfredo Gómez Morales señalaba la insostenibilidad del acuerdo de Bretton Woods y explicaba la no adhesión argentina al Fondo Monetario Internacional, las cuentas públicas mejoraron a buen ritmo y tras una balanza de pagos fuertemente deficitaria en 1951 (-55 millones de dólares) y, sobre todo, en 1952 (-243 millones), se llegó a una claramente superavitaria en 1953 (515 millones), con un tipo de cambio de $ 5 por u$s 1. Eso tuvo que ver, en buena medida, con la aplicación de los permisos previos de importación que en materias primas y productos semielaborados para la industria alcanzaron al 34% en 1952, al 44,9% en 1953 y al 46,7% en 1954, cifras que respectivamente, en los mismos años, fueron del 29,7%, 22,7% y 15,3% en combustibles y lubricantes, área muy crítica; 17%, 17,3% y 17,2% en maquinarias, motores, herramientas, accesorios y repuestos; 13%, 8,4% y 11,5% para transportes; y 6,4%, 8,7% y 9,3% en bienes de consumo. En ese marco se aplicaron nuevos mecanismos cambiarios automáticos.
Después de una suba del PBI durante varios lustros, en 1952 se registró una merma, a valores de 1950, de 64.222 millones de pesos en 1951 a 59.986 en 1952, y lo mismo sucedió con el PBI per cápita de 3.642 pesos a 3.325, pero ya en 1953 el Producto se había recuperado a 63.225 millones y en 1954 estuvo en un récord de 66.028, que se prolongó en 1955 con 68.769 como consecuencia de la inercia generada.
Crecimiento
Lo no corregible fue el crecimiento de las importaciones de hidrocarburos que llevaron a Perón, tiempo después, al fallido acuerdo con la California, una subsidiaria de la Standard Oil. En 1948 se importó petróleo por 424 millones de pesos, en 1949 por 375, en 1950 por 488, en 1951 por 502, en 1952 por 552, en 1953 por 565, en 1954 por 559 y en 1955 por 629 millones.
Cabe consignar que más allá de que el sector rural fue el más beneficiado con las nuevas medidas no hubo un aporte significativo a la propuesta, cosa que tampoco se produjo en otras áreas del empresariado. Los subsidios para los productores agropecuarios llegaron a representar el 30% del gasto corriente del Estado en 1954. El deterioro del sector rural, como señalara el historiador Mario Rapoport, ya se arrastraba desde antes de la aparición del peronismo. Además de los mayores precios percibidos, los ruralistas se beneficiaron con un cambio climático en la campaña 1952-1953, en tanto el área industrial creció sobre todo sobre la base de la acción pública como a través de la Fábrica Militar de Aviones con el desarrollo de los cazas a reacción y su aporte a la actividad automotriz.
Claro que como ya se señalara, el éxito dependió tanto del aumento de la producción como del combate al consumismo y del ahorro. Aunque algunos planteos similares habían hecho años antes las comunistas, fue Evita la que desde su inserción en el poder impulsó las nuevas políticas, a partir del mismo 1946, cuando anunció la campaña «Pro abaratamiento de la vida». Hay que recordar que las mujeres debutaron votando en un 64% por la reelección de Perón. En 1952 profundizó esa propuesta que debía abarcar todos los estratos de la sociedad, públicos y privados, para lo cual contó con apoyos desde diversos sectores, incluyendo artistas como Luis Sandrini, que en sus presentaciones planteaba humoradas sobre el tema. Del mismo modo desde el periodismo se lanzaron campañas que hacían hincapié en la economía familiar, incluyendo recetas de cocina barata. Se crearon los Grandes Almacenes Justicialistas y la Fundación Eva Perón abrió numerosas proveedurías. Ramón Carrillo, el ministro de Salud, planteaba formas adecuadas de alimentación popular y se estimuló la agricultura urbana mediante la creación de las llamadas «Huertas de salud», incluso en terrenos de las Fuerzas Armadas.
Evita, al respaldar el Plan de Austeridad, señaló que «cada mujer peronista será en el seno de su hogar centinela vigilante de la austeridad, evitando el derroche, disminuyendo el consumo e incrementando la producción» y, entre otras pautas que «todas las unidades básicas femeninas realizarán permanentemente durante los meses de marzo y abril reuniones de estudio y difusión del Plan Económico del general Perón». El rol de las mujeres, aún después del fallecimiento de su jefa, fue vital y su efecto sobre el consumismo fue clave para los resultados registrados.
(*) Profesor de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Integra el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
Sin embargo, dicho plan hizo posible que durante los años siguientes, hasta el golpe de septiembre de 1955, la Argentina lograse resultados exitosos en materia económica que se contradicen con los números de sesgo antiperonista presentados en el llamado «Informe Prebisch» de 1955/1956, desmentidos por los números de la propia Comisión Económica para América Latina de la cual el mismo Raúl Prebisch era secretario ejecutivo. No se habían superado algunos problemas como los cuellos de botella en la infraestructura energética, en el transporte y en ciertos insumos, que aún persisten. Había otros que surgían de situaciones externas como la baja del precio de los commodities, la devaluación de la libra esterlina en septiembre de 1950, y las mencionadas del Plan Marshall y la Guerra de Corea. Un marco en el cual los dirigentes de la Confederación General Económica, liderada por José Ber Gelbard, reclamaba por la «indolencia y vagancia» de muchos trabajadores y los «desmedidos» reclamos de los sindicatos.
Algunos números son claves para marcar los avances, como en el caso del ahorro, donde en los colegios hasta se incitaba a los niños a comprar estampillas de la Caja Nacional de Ahorro Postal en lugar de gastar el dinero en golosinas. Tomando 1946 como año base 100, si bien con una suba continuada, en 1952 se dio un salto a 210,5 para llegar a 261,3 en 1953 y a 317 en 1954, último completo de la gestión de Perón. El propósito de disminuir las importaciones fue igualmente logrado ya que cayeron de 10.492 millones de pesos en 1951 a 8.361 en 1952 y a 5.667 en 1953 para rebotar a 7.087 en 1954, pero siempre muy lejos del punto de partida. En tanto que las exportaciones que venían cayendo y tuvieron su piso en 1952 con 4.392 millones treparon en 1953 a 7.189 y en 1954 a 6.721. Esto no ocultaba que hubiese quejas en las capas medias por la carencia de trigo que forzaba el consumo
de pan de centeno, la escasez de kerosene y de bienes de importación y que en el sector laboral el índice salarial (1943 base 100) que en 1949 había llegado a 181 hubiese caído a 143 en 1952 para irse recuperando hasta 165, con lo cual el salario promedio para el período 1952-1955 llegó al 49,1% del PBI.
La aceptación social del plan tiene un parámetro importante en la reducción de los conflictos laborales ya que, por ejemplo, frente a 142 huelgas en 1946 o 103 en 1948, en 1952 sólo hubo 14 y 18 en 1954. Del mismo modo, frente a una inflación que entre 1949 y 1952 rondó el 30% anual, en 1953 bajó al 4% y en 1954 al 3,8%, en buena medida por la gestión de la Comisión Nacional de Precios y Salarios. Del mismo modo, mientras el presidente del BCRA y luego ministro Alfredo Gómez Morales señalaba la insostenibilidad del acuerdo de Bretton Woods y explicaba la no adhesión argentina al Fondo Monetario Internacional, las cuentas públicas mejoraron a buen ritmo y tras una balanza de pagos fuertemente deficitaria en 1951 (-55 millones de dólares) y, sobre todo, en 1952 (-243 millones), se llegó a una claramente superavitaria en 1953 (515 millones), con un tipo de cambio de $ 5 por u$s 1. Eso tuvo que ver, en buena medida, con la aplicación de los permisos previos de importación que en materias primas y productos semielaborados para la industria alcanzaron al 34% en 1952, al 44,9% en 1953 y al 46,7% en 1954, cifras que respectivamente, en los mismos años, fueron del 29,7%, 22,7% y 15,3% en combustibles y lubricantes, área muy crítica; 17%, 17,3% y 17,2% en maquinarias, motores, herramientas, accesorios y repuestos; 13%, 8,4% y 11,5% para transportes; y 6,4%, 8,7% y 9,3% en bienes de consumo. En ese marco se aplicaron nuevos mecanismos cambiarios automáticos.
Después de una suba del PBI durante varios lustros, en 1952 se registró una merma, a valores de 1950, de 64.222 millones de pesos en 1951 a 59.986 en 1952, y lo mismo sucedió con el PBI per cápita de 3.642 pesos a 3.325, pero ya en 1953 el Producto se había recuperado a 63.225 millones y en 1954 estuvo en un récord de 66.028, que se prolongó en 1955 con 68.769 como consecuencia de la inercia generada.
Crecimiento
Lo no corregible fue el crecimiento de las importaciones de hidrocarburos que llevaron a Perón, tiempo después, al fallido acuerdo con la California, una subsidiaria de la Standard Oil. En 1948 se importó petróleo por 424 millones de pesos, en 1949 por 375, en 1950 por 488, en 1951 por 502, en 1952 por 552, en 1953 por 565, en 1954 por 559 y en 1955 por 629 millones.
Cabe consignar que más allá de que el sector rural fue el más beneficiado con las nuevas medidas no hubo un aporte significativo a la propuesta, cosa que tampoco se produjo en otras áreas del empresariado. Los subsidios para los productores agropecuarios llegaron a representar el 30% del gasto corriente del Estado en 1954. El deterioro del sector rural, como señalara el historiador Mario Rapoport, ya se arrastraba desde antes de la aparición del peronismo. Además de los mayores precios percibidos, los ruralistas se beneficiaron con un cambio climático en la campaña 1952-1953, en tanto el área industrial creció sobre todo sobre la base de la acción pública como a través de la Fábrica Militar de Aviones con el desarrollo de los cazas a reacción y su aporte a la actividad automotriz.
Claro que como ya se señalara, el éxito dependió tanto del aumento de la producción como del combate al consumismo y del ahorro. Aunque algunos planteos similares habían hecho años antes las comunistas, fue Evita la que desde su inserción en el poder impulsó las nuevas políticas, a partir del mismo 1946, cuando anunció la campaña «Pro abaratamiento de la vida». Hay que recordar que las mujeres debutaron votando en un 64% por la reelección de Perón. En 1952 profundizó esa propuesta que debía abarcar todos los estratos de la sociedad, públicos y privados, para lo cual contó con apoyos desde diversos sectores, incluyendo artistas como Luis Sandrini, que en sus presentaciones planteaba humoradas sobre el tema. Del mismo modo desde el periodismo se lanzaron campañas que hacían hincapié en la economía familiar, incluyendo recetas de cocina barata. Se crearon los Grandes Almacenes Justicialistas y la Fundación Eva Perón abrió numerosas proveedurías. Ramón Carrillo, el ministro de Salud, planteaba formas adecuadas de alimentación popular y se estimuló la agricultura urbana mediante la creación de las llamadas «Huertas de salud», incluso en terrenos de las Fuerzas Armadas.
Evita, al respaldar el Plan de Austeridad, señaló que «cada mujer peronista será en el seno de su hogar centinela vigilante de la austeridad, evitando el derroche, disminuyendo el consumo e incrementando la producción» y, entre otras pautas que «todas las unidades básicas femeninas realizarán permanentemente durante los meses de marzo y abril reuniones de estudio y difusión del Plan Económico del general Perón». El rol de las mujeres, aún después del fallecimiento de su jefa, fue vital y su efecto sobre el consumismo fue clave para los resultados registrados.
(*) Profesor de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Integra el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
en la misma edicion el diario señala el gran movimiento turistico de este fin de semana…encuentro una contradiccion,por lo menos de momento.
el turismo depende del presupuesto nacional? no sabía
el asunto es si la gente dispone de dinero o no,mi estimado.