Daniel Cameron recibió en estos días varias cartas de empresas y entidades. Todas pedían lo mismo: que el secretario de Energía intercediera en medio de las dificultades para importar insumos porque, de lo contrario, se haría imposible trabajar. La francesa Total, por ejemplo, reclamó repuestos para plataformas petroleras; el Comité de Administración del Fondo Fiduciario para el Transporte Eléctrico Federal, provisión de materiales que no se fabrican aquí, un requerimiento parecido al de Atucha II. YPF fue sólo una más.
Cameron hizo en todos los casos lo mismo. Lo consultó con su jefe, Julio De Vido, e hizo partícipe de los planteos a la Secretaría de Comercio Interior. Ayer, por primera vez, la cartera hizo pública una de esas cartas. La reacción se parece bastante al hartazgo. Desde que Guillermo Moreno fue ungido por la Presidenta para conducir la economía, un tendal de funcionarios, como Ricardo Echegaray o Amado Boudou, viene expresando malestar en silencio. Pero lo de Cameron es más antiguo.
El 28 de junio de 2007, en el peor momento de la crisis energética, en un invierno en que se aplicaron cortes rotativos de electricidad a empresas grandes y medianas durante 8 horas diarias en el transcurso de 69 días, el secretario de Energía y Moreno se trenzaron en una pelea que casi termina a los golpes. Fue en el despacho de Cameron, mientras miraban los subsecretarios Roberto Baratta (Coordinación) y Fabián López (Recursos Hídricos).
Era todavía el mandato de Néstor Kirchner y discutían por el agua en el Comahue. El ingeniero estaba a favor de la norma técnica que indica que, cuando el nivel de un embalse está bajo, esa central debe salir de servicio y evitar riesgos. Moreno, en cambio, intentaba evitarle a Kirchner costos políticos antes de las elecciones. «¡No te voy a permitir que perjudiques al Presidente!», decía Cameron, y sus gritos se oían en los pasillos, por los que deambulaba el chofer de Moreno. Créase o no, quien apaciguó la contienda fue el economista de la UADE. Pero el líder de Energía se quedó con una bronca que después tuvo que tragar: ese invierno, Kirchner delegó en Moreno la gestión de la crisis. Y ganó en octubre las elecciones.
A diferencia de entonces, la contienda es ahora estructural. Moreno viene culpando a De Vido del déficit que obliga a importar energía justo cuando faltan dólares. Ha dicho incluso entre empresarios que el arquitecto trabaja mal. Y sus argumentos parecen haber convencido a la única persona que a De Vido le preocupa: Cristina Kirchner. Es el motivo de la pelea con YPF. ¿Cómo puede ser que paguemos a los productores locales el gas a 2 dólares el millón de BTU y lo importemos a 17?, se pregunta Moreno delante de la Presidenta, funcionarios y hombres de negocios, y todos lo juzgan razonable.
Sólo una persona podría contradecirlo: Néstor Kirchner, el ideólogo de una política energética que consistió, al revés de lo que pregona el peronismo clásico, en «sustituir exportaciones». No era extraño, entonces, que los funcionarios se hubieran habituado a defenderla.
Por ejemplo, en julio del año pasado, en Mendoza, Amado Boudou: «A nosotros nos parece importante generar energía y, si hablamos de importar, tiene que ver con el crecimiento del país, con la necesidad de abastecer a nuestras industrias», dijo. Dos meses después, De Vido insistía a Télam: «Está claro que, si sólo el consumo de gas y electricidad residencial creció casi 59% en 8 años, cifra inédita en la Argentina, obviamente las importaciones de combustibles se deben al crecimiento geométrico de la demanda».
Pero Néstor Kirchner ya no está. Pocos lo han entendido mejor que YPF..
Cameron hizo en todos los casos lo mismo. Lo consultó con su jefe, Julio De Vido, e hizo partícipe de los planteos a la Secretaría de Comercio Interior. Ayer, por primera vez, la cartera hizo pública una de esas cartas. La reacción se parece bastante al hartazgo. Desde que Guillermo Moreno fue ungido por la Presidenta para conducir la economía, un tendal de funcionarios, como Ricardo Echegaray o Amado Boudou, viene expresando malestar en silencio. Pero lo de Cameron es más antiguo.
El 28 de junio de 2007, en el peor momento de la crisis energética, en un invierno en que se aplicaron cortes rotativos de electricidad a empresas grandes y medianas durante 8 horas diarias en el transcurso de 69 días, el secretario de Energía y Moreno se trenzaron en una pelea que casi termina a los golpes. Fue en el despacho de Cameron, mientras miraban los subsecretarios Roberto Baratta (Coordinación) y Fabián López (Recursos Hídricos).
Era todavía el mandato de Néstor Kirchner y discutían por el agua en el Comahue. El ingeniero estaba a favor de la norma técnica que indica que, cuando el nivel de un embalse está bajo, esa central debe salir de servicio y evitar riesgos. Moreno, en cambio, intentaba evitarle a Kirchner costos políticos antes de las elecciones. «¡No te voy a permitir que perjudiques al Presidente!», decía Cameron, y sus gritos se oían en los pasillos, por los que deambulaba el chofer de Moreno. Créase o no, quien apaciguó la contienda fue el economista de la UADE. Pero el líder de Energía se quedó con una bronca que después tuvo que tragar: ese invierno, Kirchner delegó en Moreno la gestión de la crisis. Y ganó en octubre las elecciones.
A diferencia de entonces, la contienda es ahora estructural. Moreno viene culpando a De Vido del déficit que obliga a importar energía justo cuando faltan dólares. Ha dicho incluso entre empresarios que el arquitecto trabaja mal. Y sus argumentos parecen haber convencido a la única persona que a De Vido le preocupa: Cristina Kirchner. Es el motivo de la pelea con YPF. ¿Cómo puede ser que paguemos a los productores locales el gas a 2 dólares el millón de BTU y lo importemos a 17?, se pregunta Moreno delante de la Presidenta, funcionarios y hombres de negocios, y todos lo juzgan razonable.
Sólo una persona podría contradecirlo: Néstor Kirchner, el ideólogo de una política energética que consistió, al revés de lo que pregona el peronismo clásico, en «sustituir exportaciones». No era extraño, entonces, que los funcionarios se hubieran habituado a defenderla.
Por ejemplo, en julio del año pasado, en Mendoza, Amado Boudou: «A nosotros nos parece importante generar energía y, si hablamos de importar, tiene que ver con el crecimiento del país, con la necesidad de abastecer a nuestras industrias», dijo. Dos meses después, De Vido insistía a Télam: «Está claro que, si sólo el consumo de gas y electricidad residencial creció casi 59% en 8 años, cifra inédita en la Argentina, obviamente las importaciones de combustibles se deben al crecimiento geométrico de la demanda».
Pero Néstor Kirchner ya no está. Pocos lo han entendido mejor que YPF..