Por Pepe Eliaschev
16/03/12 – 09:32
El nuevo y ruidoso papelón que acaba de protagonizar la conducción de la DAIA ratifica el daño casi irreparable que ha sufrido en estos años la entidad, sometida al implacable esmerilamiento y colonización que le impuso el Gobierno ya desde 2003.
El penoso minué de silencios, aclaraciones y desmentidas en el que se vio envuelto Aldo Donzis, el presidente de la entidad que vive admitiendo por lo bajo que es instrumento de presiones, aprietes y operaciones, corona una larga serie de bloopers, errores y exhibiciones de obsecuencia para con el Gobierno. En esta oportunidad, un artículo del periodista Carlos Pagni en La Nación en el que, al describir la familia del viceministro de Economía Axel Kicillof, cuenta que tiene formación académica marxista y es bisnieto de un rabino originariamente radicado en Coronel Pringles (dos hechos indesmentibles), desató una furiosa y compacta ofensiva oficial, para estigmatizar como “antisemita” a Pagni.
Con torpeza y celeridad asombrosas, ni bien Cristina Fernández salió a comentar la columna de Pagni, acusándolo de tener “tufillo antisemita”, la DAIA de Donzis se plegó velozmente al operativo oficial, destinado a lo que más le importa al Gobierno, deslegitimar, desprestigiar y aniquilar el valor de los contenidos de los medios que no controla.
La DAIA está desde hace años virtualmente vaciada de verdadera significación funcional, e incluso desde la propia comunidad judía mantiene un litigio jamás saldado con la AMIA, la mutual judía cuya sede fue pulverizada por el ataque de julio de 1994. Si la AMIA mantiene una intensa acción educacional, social y religiosa y sus directivos surgen del voto de los afiliados, la DAIA es sólo un ente súper estructural. De hecho, desprovista de recursos propios, subsiste con subsidios estatales.
La propia AMIA tampoco goza de buena salud política. Las últimas elecciones en las que votaron unos diez mil de los más de 200 mil judíos argentinos, terminaron en un empate entre el sector religioso ortodoxo y el grupo de difuso progresismo que simpatiza con el kirchnerismo. Así, el saliente presidente de la AMIA, el híper tradicionalista Guillermo Borger, permanece en su lugar hasta el año que viene, sólo para evitar la acefalía. Pero aún cuando la DAIA y la AMIA arrastran desde añares la absurda e inconducente bicefalia de la comunidad judía, algo tienen en común Donzis y Borger: son hombres de extraordinaria maleabilidad e infinita tolerancia para ser manipulados groseramente por el poder político.
Nunca la comunidad judía estuvo tan controlada y manejada por el poder político secular como en estos años. De hecho, con mucha frecuencia ha aceptado que en sus tratos con el Gobierno haya operado invariablemente como intermediario el American Jewish Committee, que es exactamente lo que los Kirchner han pretendido y han logrado, asociar a la comunidad judía argentina en la relación con los Estados Unidos. En este sentido, Donzis, cuyo desfile por los medios kirchneristas esta semana fue bastante patético, hasta aceptó hablar por radio con Víctor Hugo Morales, interesado ahora en la comunidad judía.
La penosa parábola de estos hechos es que la DAIA acepta ser funcional al Gobierno para denigrar a un medio y a un periodista que molestan profundamente en la Casa Rosada, mientras la Presidenta, inesperadamente angustiada por el antisemitismo, no dice una palabra de condena pública sobre la barbarie nazi de la barrabrava de Chacarita y sus ataques reales a “los judíos de Atlanta”. Sin dientes y sin uñas, entregada al poder político sin chistar, a la DAIA no la asombra que el mismo Gobierno que sigue castigando al periodismo, se calle la boca ante episodios fehacientes de antisemitismo.
Constatación dolorosa, pero inexorable: conquistada con malos y buenos modales, la DAIA ha caído en la pendiente de una deslegitimación profunda y casi irreversible, piloteada por una dirigencia timorata, asustada, confusa, y muy dispuesta a acatar las órdenes que los poderosos le dictan en sus oídos.
16/03/12 – 09:32
El nuevo y ruidoso papelón que acaba de protagonizar la conducción de la DAIA ratifica el daño casi irreparable que ha sufrido en estos años la entidad, sometida al implacable esmerilamiento y colonización que le impuso el Gobierno ya desde 2003.
El penoso minué de silencios, aclaraciones y desmentidas en el que se vio envuelto Aldo Donzis, el presidente de la entidad que vive admitiendo por lo bajo que es instrumento de presiones, aprietes y operaciones, corona una larga serie de bloopers, errores y exhibiciones de obsecuencia para con el Gobierno. En esta oportunidad, un artículo del periodista Carlos Pagni en La Nación en el que, al describir la familia del viceministro de Economía Axel Kicillof, cuenta que tiene formación académica marxista y es bisnieto de un rabino originariamente radicado en Coronel Pringles (dos hechos indesmentibles), desató una furiosa y compacta ofensiva oficial, para estigmatizar como “antisemita” a Pagni.
Con torpeza y celeridad asombrosas, ni bien Cristina Fernández salió a comentar la columna de Pagni, acusándolo de tener “tufillo antisemita”, la DAIA de Donzis se plegó velozmente al operativo oficial, destinado a lo que más le importa al Gobierno, deslegitimar, desprestigiar y aniquilar el valor de los contenidos de los medios que no controla.
La DAIA está desde hace años virtualmente vaciada de verdadera significación funcional, e incluso desde la propia comunidad judía mantiene un litigio jamás saldado con la AMIA, la mutual judía cuya sede fue pulverizada por el ataque de julio de 1994. Si la AMIA mantiene una intensa acción educacional, social y religiosa y sus directivos surgen del voto de los afiliados, la DAIA es sólo un ente súper estructural. De hecho, desprovista de recursos propios, subsiste con subsidios estatales.
La propia AMIA tampoco goza de buena salud política. Las últimas elecciones en las que votaron unos diez mil de los más de 200 mil judíos argentinos, terminaron en un empate entre el sector religioso ortodoxo y el grupo de difuso progresismo que simpatiza con el kirchnerismo. Así, el saliente presidente de la AMIA, el híper tradicionalista Guillermo Borger, permanece en su lugar hasta el año que viene, sólo para evitar la acefalía. Pero aún cuando la DAIA y la AMIA arrastran desde añares la absurda e inconducente bicefalia de la comunidad judía, algo tienen en común Donzis y Borger: son hombres de extraordinaria maleabilidad e infinita tolerancia para ser manipulados groseramente por el poder político.
Nunca la comunidad judía estuvo tan controlada y manejada por el poder político secular como en estos años. De hecho, con mucha frecuencia ha aceptado que en sus tratos con el Gobierno haya operado invariablemente como intermediario el American Jewish Committee, que es exactamente lo que los Kirchner han pretendido y han logrado, asociar a la comunidad judía argentina en la relación con los Estados Unidos. En este sentido, Donzis, cuyo desfile por los medios kirchneristas esta semana fue bastante patético, hasta aceptó hablar por radio con Víctor Hugo Morales, interesado ahora en la comunidad judía.
La penosa parábola de estos hechos es que la DAIA acepta ser funcional al Gobierno para denigrar a un medio y a un periodista que molestan profundamente en la Casa Rosada, mientras la Presidenta, inesperadamente angustiada por el antisemitismo, no dice una palabra de condena pública sobre la barbarie nazi de la barrabrava de Chacarita y sus ataques reales a “los judíos de Atlanta”. Sin dientes y sin uñas, entregada al poder político sin chistar, a la DAIA no la asombra que el mismo Gobierno que sigue castigando al periodismo, se calle la boca ante episodios fehacientes de antisemitismo.
Constatación dolorosa, pero inexorable: conquistada con malos y buenos modales, la DAIA ha caído en la pendiente de una deslegitimación profunda y casi irreversible, piloteada por una dirigencia timorata, asustada, confusa, y muy dispuesta a acatar las órdenes que los poderosos le dictan en sus oídos.