Por Mariel Fornoni
17/03/12 – 11:10
Han pasado poco menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales y parece que ya transcurrió un siglo.
Los cimbronazos políticos y las dificultades para el gobierno de Cristina Fernández parecieran multiplicarse.
Apenas 90 días después de asumir su nuevo gobierno, la escena política estuvo marcada por una serie de hechos y decisiones polémicas que han empezado a impactar en la imagen positiva de la Presidenta. La tragedia de Once, el juego a la política con el traspaso de subtes y colectivos al Gobierno de la Ciudad, los presuntos hechos de corrupción del segundo en mando, Amado Boudou, las cuestionadas manifestaciones de la Presidenta contra los docentes y las evidencias de problemas financieros y de balanza de pagos han llevado, en este último mes, a una notoria caída en la imagen de la señora Presidenta, reflejada en un alza pronunciada de su imagen negativa, ubicándose en la más alta desde el comienzo de su segundo mandato con el 28,4%.
La oscilación registrada entre la euforia previa a las elecciones de 2011, con picos de imagen positiva de 64,1% y 18% de imagen negativa, hasta la medición de marzo de 2012, que registra 42,1% de imagen positiva y 28,9% de negativa, ubica al Gobierno en un escenario de cambio abrupto que podría compararse con el de la crisis de la Resolución 125.
A fines de enero de 2008, pocos meses antes del conflicto con el campo, la imagen positiva del Gobierno era 56,5% y la negativa 26,8%. Tras el voto no positivo de Cobos, que puso fin al proyecto oficial de retenciones, la imagen positiva cayó a 20,3% y la imagen negativa subió hasta 47,8%. Es decir, podría considerarse el actual como un punto de inflexión importante para el Gobierno.
Un análisis más detallado de las cifras de nuestra última encuesta, publicada en PERFIL el domingo pasado, indican que el grupo poblacional más joven (menores de 24 años) sigue siendo el que tiene una mejor imagen de la mandataria mientras que aquellos mayores de 40 años se muestran, proporcionalmente, con una peor imagen. En relación con el ámbito geográfico, provincias como Córdoba y Santa Fe y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires concentran proporcionalmente más personas con una peor imagen en contraposición al norte argentino, donde se concentra una mejor imagen de la Presidenta.
Resulta difícil no relacionar este cambio en el clima político y social con la tragedia de Once. Sin embargo, la opinión generalizada parece apuntar como responsables tanto al Gobierno nacional como a las empresas contratistas.
Dentro del grupo de personas que tiene una imagen positiva de Cristina Fernández, se culpa proporcionalmente más a las empresas que al Gobierno, mientras que el grupo de imagen negativa opina que la culpa es de ambas partes. Adicionalmente, aquellos de un nivel educativo bajo (hasta primario) apuntan proporcionalmente más contra las empresas, y los de nivel educativo alto (desde universitario incompleto) cree que la culpa es repartida.
En el panorama actual, la opinión pública empieza a preocuparse por la situación general del país y particularmente cada uno de nosotros sobre nuestra situación personal. Al respecto, las expectativas sobre el futuro del país evidencian un cambio de tendencia desde octubre de 2011. Por ejemplo, en la actualidad más del 45% de los argentinos opina que en el próximo año la situación empeorará –según un sondeo de principios de este mes. El mayor pesimismo se ubica entre las personas mayores de 40 años y en los habitantes del interior del país, especialmente en zona centro, excluyendo la provincia de Buenos Aires y Ciudad donde, contrariamente, se concentran las posturas más optimistas.
Sin duda, en esta nueva etapa del Gobierno, ciertas cuestiones que comenzaron a alterar el escenario político, económico y social parecería que comienzan a repercutir sobre el margen de popularidad de la Presidenta y su gobierno.
No obstante, la historia nos muestra que el punto de inflexión en los gobiernos ha sido cuando empieza a afectarse el bolsillo de los argentinos.
En ese sentido, al realizar una proyección del escenario a futuro, es determinante tener en cuenta la medida político-económica más importante que tomó Cristina Fernández en este segundo período de gobierno, que tendrá directa relación con el porvenir de la economía nacional: la reforma de la carta orgánica del Banco Central.
A partir de esa medida, vinculada con la necesidad de recursos del Gobierno y la búsqueda de nuevas fuentes de financiación ante el temor al rechazo social que depararían mayores recortes de subsidios, deberá estudiarse con detenimiento en qué magnitud la captación de esos fondos para financiar la gestión y la política desembocará en una emisión de moneda sin respaldo y el consecuente incremento de la ya elevada inflación y el costo de vida.
Al cerrarse las importaciones para combatir el problema de la balanza comercial, el tema será cuánto afecta esto la vida cotidiana de los argentinos. ¿En qué magnitud impactará negativamente esta situación en la relación con las provincias, que tienen un importante nivel de endeudamiento y una relación con la Nación marcada por las restricciones de ingresos que el Gobierno les impone como claro mecanismo de control político?
No se pueden sacar conclusiones definitivas ni decir que se ha dado vuelta una tendencia que favorecía a Cristina Fernández de Kirchner, pero hay una clara señal amarilla en el horizonte.
*Directora de Management & Fit.
17/03/12 – 11:10
Han pasado poco menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales y parece que ya transcurrió un siglo.
Los cimbronazos políticos y las dificultades para el gobierno de Cristina Fernández parecieran multiplicarse.
Apenas 90 días después de asumir su nuevo gobierno, la escena política estuvo marcada por una serie de hechos y decisiones polémicas que han empezado a impactar en la imagen positiva de la Presidenta. La tragedia de Once, el juego a la política con el traspaso de subtes y colectivos al Gobierno de la Ciudad, los presuntos hechos de corrupción del segundo en mando, Amado Boudou, las cuestionadas manifestaciones de la Presidenta contra los docentes y las evidencias de problemas financieros y de balanza de pagos han llevado, en este último mes, a una notoria caída en la imagen de la señora Presidenta, reflejada en un alza pronunciada de su imagen negativa, ubicándose en la más alta desde el comienzo de su segundo mandato con el 28,4%.
La oscilación registrada entre la euforia previa a las elecciones de 2011, con picos de imagen positiva de 64,1% y 18% de imagen negativa, hasta la medición de marzo de 2012, que registra 42,1% de imagen positiva y 28,9% de negativa, ubica al Gobierno en un escenario de cambio abrupto que podría compararse con el de la crisis de la Resolución 125.
A fines de enero de 2008, pocos meses antes del conflicto con el campo, la imagen positiva del Gobierno era 56,5% y la negativa 26,8%. Tras el voto no positivo de Cobos, que puso fin al proyecto oficial de retenciones, la imagen positiva cayó a 20,3% y la imagen negativa subió hasta 47,8%. Es decir, podría considerarse el actual como un punto de inflexión importante para el Gobierno.
Un análisis más detallado de las cifras de nuestra última encuesta, publicada en PERFIL el domingo pasado, indican que el grupo poblacional más joven (menores de 24 años) sigue siendo el que tiene una mejor imagen de la mandataria mientras que aquellos mayores de 40 años se muestran, proporcionalmente, con una peor imagen. En relación con el ámbito geográfico, provincias como Córdoba y Santa Fe y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires concentran proporcionalmente más personas con una peor imagen en contraposición al norte argentino, donde se concentra una mejor imagen de la Presidenta.
Resulta difícil no relacionar este cambio en el clima político y social con la tragedia de Once. Sin embargo, la opinión generalizada parece apuntar como responsables tanto al Gobierno nacional como a las empresas contratistas.
Dentro del grupo de personas que tiene una imagen positiva de Cristina Fernández, se culpa proporcionalmente más a las empresas que al Gobierno, mientras que el grupo de imagen negativa opina que la culpa es de ambas partes. Adicionalmente, aquellos de un nivel educativo bajo (hasta primario) apuntan proporcionalmente más contra las empresas, y los de nivel educativo alto (desde universitario incompleto) cree que la culpa es repartida.
En el panorama actual, la opinión pública empieza a preocuparse por la situación general del país y particularmente cada uno de nosotros sobre nuestra situación personal. Al respecto, las expectativas sobre el futuro del país evidencian un cambio de tendencia desde octubre de 2011. Por ejemplo, en la actualidad más del 45% de los argentinos opina que en el próximo año la situación empeorará –según un sondeo de principios de este mes. El mayor pesimismo se ubica entre las personas mayores de 40 años y en los habitantes del interior del país, especialmente en zona centro, excluyendo la provincia de Buenos Aires y Ciudad donde, contrariamente, se concentran las posturas más optimistas.
Sin duda, en esta nueva etapa del Gobierno, ciertas cuestiones que comenzaron a alterar el escenario político, económico y social parecería que comienzan a repercutir sobre el margen de popularidad de la Presidenta y su gobierno.
No obstante, la historia nos muestra que el punto de inflexión en los gobiernos ha sido cuando empieza a afectarse el bolsillo de los argentinos.
En ese sentido, al realizar una proyección del escenario a futuro, es determinante tener en cuenta la medida político-económica más importante que tomó Cristina Fernández en este segundo período de gobierno, que tendrá directa relación con el porvenir de la economía nacional: la reforma de la carta orgánica del Banco Central.
A partir de esa medida, vinculada con la necesidad de recursos del Gobierno y la búsqueda de nuevas fuentes de financiación ante el temor al rechazo social que depararían mayores recortes de subsidios, deberá estudiarse con detenimiento en qué magnitud la captación de esos fondos para financiar la gestión y la política desembocará en una emisión de moneda sin respaldo y el consecuente incremento de la ya elevada inflación y el costo de vida.
Al cerrarse las importaciones para combatir el problema de la balanza comercial, el tema será cuánto afecta esto la vida cotidiana de los argentinos. ¿En qué magnitud impactará negativamente esta situación en la relación con las provincias, que tienen un importante nivel de endeudamiento y una relación con la Nación marcada por las restricciones de ingresos que el Gobierno les impone como claro mecanismo de control político?
No se pueden sacar conclusiones definitivas ni decir que se ha dado vuelta una tendencia que favorecía a Cristina Fernández de Kirchner, pero hay una clara señal amarilla en el horizonte.
*Directora de Management & Fit.