Un mes antes de su muerte, Néstor Kirchner viajó a Nueva York para disertar sobre el resurgimiento de América Latina en The New School University, uno de los principales reductos de economía heterodoxa a nivel mundial, que lo recibió con honores. Luego el vínculo con uno de los think tanks preferidos del gobierno nacional se consolidaría con la creación de una beca universitaria para jóvenes líderes que lleva el nombre del ex-presidente. Un nuevo capítulo de la relación tuvo lugar esta semana cuando tres de sus principales académicos llegaron a Buenos Aires para participar en el Congreso de Economistas Heterodoxos organizado por la Universidad Nacional de Quilmes. Allí, el paquistaní Anwar Shaikh, uno de los economistas marxistas más prestigiosos del mundo, dialogó con El Cronista WE y dio su visión de la Argentina y de la crisis internacional.
* Esta semana la titular del FMI, Cristine Lagarde, declaró que la economía global está en el camino de la recuperación. ¿Qué opina usted?
– Si estuviera en su posición, diría lo mismo, claro. Pero a esa frase le agregaría la palabra «ojalá». No hay una recuperación. Veo muchos problemas que ni siquiera se han encarado todavía. Los balances de muchos bancos y negocios están llenos de ítems ficticios. Los gobiernos han estado llenando los bolsillos de estas grandes instituciones para mantenerlas con vida, pero al mismo tiempo el valor de esos activos no coincide con su valor de mercado. Y todo el mundo lo sabe. Por eso ni la gente ni el propio mercado cree que el problema de la crisis está resuelto. Es escalofriante y desenredar esto puede tener serias consecuencias. Por ejemplo, India está empezando a sentir los síntomas de su burbuja. Lo mismo sucede con China. Son dos de los mayores motores de demanda internacional de bienes y también grandes proveedores en Occidente, por lo tanto si algo serio les pasara, sería terrible. El gran problema es que esencialmente estos no son eventos lineales. Estamos hablando de una burbuja que puede seguir creciendo o incluso desinflarse un poco, pero de pronto explota si el mercado entra en pánico. No puedo predecir cuándo será eso, pero estoy seguro de que no hemos dejado atrás lo peor de la crisis.
* ¿Qué análisis hace de las recetas anticrisis aplicadas por la eurozona?
– Es una situación muy riesgosa. Grecia puede que sobreviva o puede que no, pero la carga que se le asignó al pueblo griego es muy grande. Se ha protegido a muchos bancos y empresas europeas de pagar el precio correspondiente a sus propios errores. La pregunta es, ¿cuánto tiempo más puede soportar la gente ese desigual reparto de la carga? Los gobiernos por lo general responden a los ricos y a los poderosos, pero también responden a la gente que no lo es, si se trata de un número lo suficientemente grande. No creo que el problema en Europa esté resuelto; está simplemente postergado.
* ¿Cuánto terreno realmente ha ganado la economía heterodoxa en el contexto actual?
– Creo que la teoría económica tradicional todavía es dominante. Pero una cosa son los gobiernos y otra el ámbito académico. Hay una extendida aceptación entre funcionarios gubernamentales y de organismos internacionales, especialmente en off the record, de que fueron seriamente engañados por la teoría económica dominante y su visión ficticia del mercado y de cómo el sistema reacciona. Sin embargo, esto no significa que estos funcionarios tengan claro cuál es la alternativa a esta teoría. Lo que sucede es que fueron formados en base a la teoría dominante y se apoyan en ello. Lo mismo sucede con los medios de comunicación, que siguen siendo muy cerrados.
* ¿Cuál sería esa alternativa, a su juicio?
– Bueno, claramente se trata de entender de otra manera cómo el sistema reacciona al gasto estatal e incluso respecto al déficit estatal. Este es uno de los grandes debates. En Brasil, por ejemplo, hay una creciente aceptación de que el déficit estatal es la respuesta a los tiempos que corren. No es la panacea, pero cuando se tiene alto desempleo o la amenaza de un colapso, es la respuesta apropiada. Claramente ésta no es la posición vigente en los EE.UU. o en Europa.
* En la Argentina muchas empresas critican el férreo control al comercio exterior. ¿Cuál es su posición ante el proteccionismo creciente entre naciones?
– No puedo analizar en profundidad el caso de la Argentina, porque no es objeto de mi análisis. Pero sí puedo hacerlo respecto a los Estados Unidos y China, donde el debate es similar. La mayoría de los norteamericanos, incluso los de izquierda, dicen que China está interfiriendo en el intercambio mediante el subsidio a la producción y que por eso EE.UU. tiene una balanza comercial deficitaria y China una superavitaria. Esa visión se desprende de la teoría de ventajas comparadas, que viene de David Ricardo, la cual dice que en el libre comercio entre naciones, cada uno alcanzará un equilibrio comercial si no se interfiere. Entonces, cuando uno ve que hay desequilibrios, lo atribuye a las interferencias. Sin embargo hay otro argumento, que se puede encontrar en Adam Smith, en Marx y también en Keynes, el cual sostiene que el comercio está regulado por costos competitivos. Todos sabemos que los costos de China son muy bajos y que su productividad es muy alta, por lo tanto no sorprende, desde este punto de vista, que China tenga un superávit comercial semejante. Pero eso no quiere decir que haya interferencias o intervencionismo, sino simplemente que hay diferencias en la competitividad de cada país.
* Otro tema candente aquí es la reforma de la carta orgánica del Banco Central. ¿Qué rol cree usted que debería cumplir un Banco Central?
– El rol tradicional de los bancos centrales surge de las experiencias hiperinflacionarias. Se le otorgaba al banco la responsabilidad de mantener la inflación bajo control y de que la economía no se sobrecalentara. Pero en la práctica esto no funciona y creo que en todo el mundo hay un reconocimiento de que los bancos centrales deben ser responsables de todas las consecuencias de sus acciones. Y algunas de esas consecuencias pueden llegar a ser catastróficas, teniendo en cuenta las burbujas y el desempleo en muchos paíeses. En pocas palabras, creo que es positivo que se haya evidenciado la falsa separación entre los bancos centrales y otras partes de los gobiernos. Es una discusión que está ganando lugar.
* En el debate económico actual, ¿dónde ubicaría a la Argentina?
– Creo que la Argentina está funcionando extraordinariamente bien. Al igual que en Brasil, muchos de sus economistas y funcionarios han aprendido la lección de las crisis previas y se dieron cuenta de que es necesario regular los mercados, que es necesario un rol activo del Estado y que tiene que ser responsable de las consecuencias sociales de los mercados. No pueden sentarse y decir que los mercados actúan de una forma u otra como si fuera algo ajeno a ellos. Creo que la discusión económica es de mayor calidad en la Argentina y Brasil que en los Estados Unidos.
* Se habla de la década de América Latina. ¿Como ve usted esa oportunidad?
– No hay duda de que la actual es la década de America Latina, en el sentido de que la región está tomando la delantera tanto en términos políticos como también en poner sobre el tapete las cuestiones sobre intervencionismo y administración de la economía. Por otro lado, lo está haciendo en medio de una Gran Depresión, es decir que no es el mejor momento para hacer este experimento. Pero hay que hacerlo, definitivamente. La economía mundial es muy inestable hoy, y por más que América Latina esté completamente en lo cierto,vive en este mundo y puede ser golpeada desde, afuera como por un Tsunami. Tendría un impacto muy distinto si se hubiera aplicado en las décadas del sesenta o setenta. z we
* Esta semana la titular del FMI, Cristine Lagarde, declaró que la economía global está en el camino de la recuperación. ¿Qué opina usted?
– Si estuviera en su posición, diría lo mismo, claro. Pero a esa frase le agregaría la palabra «ojalá». No hay una recuperación. Veo muchos problemas que ni siquiera se han encarado todavía. Los balances de muchos bancos y negocios están llenos de ítems ficticios. Los gobiernos han estado llenando los bolsillos de estas grandes instituciones para mantenerlas con vida, pero al mismo tiempo el valor de esos activos no coincide con su valor de mercado. Y todo el mundo lo sabe. Por eso ni la gente ni el propio mercado cree que el problema de la crisis está resuelto. Es escalofriante y desenredar esto puede tener serias consecuencias. Por ejemplo, India está empezando a sentir los síntomas de su burbuja. Lo mismo sucede con China. Son dos de los mayores motores de demanda internacional de bienes y también grandes proveedores en Occidente, por lo tanto si algo serio les pasara, sería terrible. El gran problema es que esencialmente estos no son eventos lineales. Estamos hablando de una burbuja que puede seguir creciendo o incluso desinflarse un poco, pero de pronto explota si el mercado entra en pánico. No puedo predecir cuándo será eso, pero estoy seguro de que no hemos dejado atrás lo peor de la crisis.
* ¿Qué análisis hace de las recetas anticrisis aplicadas por la eurozona?
– Es una situación muy riesgosa. Grecia puede que sobreviva o puede que no, pero la carga que se le asignó al pueblo griego es muy grande. Se ha protegido a muchos bancos y empresas europeas de pagar el precio correspondiente a sus propios errores. La pregunta es, ¿cuánto tiempo más puede soportar la gente ese desigual reparto de la carga? Los gobiernos por lo general responden a los ricos y a los poderosos, pero también responden a la gente que no lo es, si se trata de un número lo suficientemente grande. No creo que el problema en Europa esté resuelto; está simplemente postergado.
* ¿Cuánto terreno realmente ha ganado la economía heterodoxa en el contexto actual?
– Creo que la teoría económica tradicional todavía es dominante. Pero una cosa son los gobiernos y otra el ámbito académico. Hay una extendida aceptación entre funcionarios gubernamentales y de organismos internacionales, especialmente en off the record, de que fueron seriamente engañados por la teoría económica dominante y su visión ficticia del mercado y de cómo el sistema reacciona. Sin embargo, esto no significa que estos funcionarios tengan claro cuál es la alternativa a esta teoría. Lo que sucede es que fueron formados en base a la teoría dominante y se apoyan en ello. Lo mismo sucede con los medios de comunicación, que siguen siendo muy cerrados.
* ¿Cuál sería esa alternativa, a su juicio?
– Bueno, claramente se trata de entender de otra manera cómo el sistema reacciona al gasto estatal e incluso respecto al déficit estatal. Este es uno de los grandes debates. En Brasil, por ejemplo, hay una creciente aceptación de que el déficit estatal es la respuesta a los tiempos que corren. No es la panacea, pero cuando se tiene alto desempleo o la amenaza de un colapso, es la respuesta apropiada. Claramente ésta no es la posición vigente en los EE.UU. o en Europa.
* En la Argentina muchas empresas critican el férreo control al comercio exterior. ¿Cuál es su posición ante el proteccionismo creciente entre naciones?
– No puedo analizar en profundidad el caso de la Argentina, porque no es objeto de mi análisis. Pero sí puedo hacerlo respecto a los Estados Unidos y China, donde el debate es similar. La mayoría de los norteamericanos, incluso los de izquierda, dicen que China está interfiriendo en el intercambio mediante el subsidio a la producción y que por eso EE.UU. tiene una balanza comercial deficitaria y China una superavitaria. Esa visión se desprende de la teoría de ventajas comparadas, que viene de David Ricardo, la cual dice que en el libre comercio entre naciones, cada uno alcanzará un equilibrio comercial si no se interfiere. Entonces, cuando uno ve que hay desequilibrios, lo atribuye a las interferencias. Sin embargo hay otro argumento, que se puede encontrar en Adam Smith, en Marx y también en Keynes, el cual sostiene que el comercio está regulado por costos competitivos. Todos sabemos que los costos de China son muy bajos y que su productividad es muy alta, por lo tanto no sorprende, desde este punto de vista, que China tenga un superávit comercial semejante. Pero eso no quiere decir que haya interferencias o intervencionismo, sino simplemente que hay diferencias en la competitividad de cada país.
* Otro tema candente aquí es la reforma de la carta orgánica del Banco Central. ¿Qué rol cree usted que debería cumplir un Banco Central?
– El rol tradicional de los bancos centrales surge de las experiencias hiperinflacionarias. Se le otorgaba al banco la responsabilidad de mantener la inflación bajo control y de que la economía no se sobrecalentara. Pero en la práctica esto no funciona y creo que en todo el mundo hay un reconocimiento de que los bancos centrales deben ser responsables de todas las consecuencias de sus acciones. Y algunas de esas consecuencias pueden llegar a ser catastróficas, teniendo en cuenta las burbujas y el desempleo en muchos paíeses. En pocas palabras, creo que es positivo que se haya evidenciado la falsa separación entre los bancos centrales y otras partes de los gobiernos. Es una discusión que está ganando lugar.
* En el debate económico actual, ¿dónde ubicaría a la Argentina?
– Creo que la Argentina está funcionando extraordinariamente bien. Al igual que en Brasil, muchos de sus economistas y funcionarios han aprendido la lección de las crisis previas y se dieron cuenta de que es necesario regular los mercados, que es necesario un rol activo del Estado y que tiene que ser responsable de las consecuencias sociales de los mercados. No pueden sentarse y decir que los mercados actúan de una forma u otra como si fuera algo ajeno a ellos. Creo que la discusión económica es de mayor calidad en la Argentina y Brasil que en los Estados Unidos.
* Se habla de la década de América Latina. ¿Como ve usted esa oportunidad?
– No hay duda de que la actual es la década de America Latina, en el sentido de que la región está tomando la delantera tanto en términos políticos como también en poner sobre el tapete las cuestiones sobre intervencionismo y administración de la economía. Por otro lado, lo está haciendo en medio de una Gran Depresión, es decir que no es el mejor momento para hacer este experimento. Pero hay que hacerlo, definitivamente. La economía mundial es muy inestable hoy, y por más que América Latina esté completamente en lo cierto,vive en este mundo y puede ser golpeada desde, afuera como por un Tsunami. Tendría un impacto muy distinto si se hubiera aplicado en las décadas del sesenta o setenta. z we