La desclasificación del Informe Rattenbach es un aporte invaluable al derecho a la información de la sociedad argentina y un riquísimo yacimiento de materiales y documentos sobre el origen y desenlace de la Guerra de Malvinas. Hace tres décadas, la dictadura silenció el trabajo porque desde su primera foja condenaba a los generales genocidas por la derrota, incluso a la pena de muerte. Era un material peligroso, además, porque su fuerza residía en que los investigadores vestían uniformes y no podían ser asociados a ninguna “campaña antiargentina” ni a “propósitos subversivos”. La cobarde rendición del represor Alfredo Astiz en las Georgias, el uso del histórico reclamo sobre las islas para perpetuar un régimen en declive (“para revitalizar el proceso”, según el informe), la descomposición de una cadena de mandos que pudo haber servido para las cacerías nocturnas del terrorismo de Estado pero resultó incapaz de combatir contra un enemigo de verdad, todo quedó asentado y documentado por la comisión que condujo el teniente general Benjamín Rattenbach, un hombre de pasado antiperonista que dejó, sin embargo, insustituibles testimonios para confeccionar, desde ahora y en adelante, de modo coral, una relectura nacional, popular y democrática de la guerra. La historia argentina está llena de paradojas. Y Malvinas, sobre todo: fue una guerra nada heroica con actos de profundo heroísmo, una acción bélica por la soberanía emanada de una voluntad no soberana y una epopeya prefabricada en los camastros de tortura de los centros clandestinos, que nada tuvieron de épicos. La sangre de Dalmiro Flores, muerto por la represión militar del 30 de marzo de 1982 en Plaza de Mayo, dos días antes del desembarco en las islas, se funde con la que se derramó en el archipiélago. Pertenecían a la misma clase de gente: la que sufrió la ausencia de derechos y libertades durante los siete años que duró la dictadura cívico-militar, tanto en su vertiente abyecta de los grupos de tareas y la picana, como en la aventurera que perdió la batalla en el Atlántico Sur bajo ropaje anticolonialista alquilado. Porque el verdadero rostro de la dictadura es el de Roberto Alemann, ministro de Economía de Galtieri y símbolo del establishment liberal, autorizando ayudas financieras al Banco de Londres, al mismo tiempo que los ingleses confiscaban mil millones de dólares del Banco de la Nación Argentina, precisamente, en Londres, aunque pudo ser evitado. Mientras tanto, la mayoría de los medios de comunicación eran triunfalistas y ocultaban la verdadera historia que, 30 años después, viene asomando.
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Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)
"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).
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Estas seguro que en 1983 el Banco de Londres seguia siendo ingles? Creo que Lloyds Bank, el dueno, dejo Latinoamerica en los 1970s.
aunque Pagina hoy habla de la otra guerra,a mi me parece que solo fue una:de la dictadura contra el pueblo,al que desangro,buscando primero un enemigo interior,frente al cual tenia mejor armamento,y luego un enemigo exterior,superior en poder de fuego y economico.Todo delirante,para evitar cambios sociopoliticos,que ahora cuesta retomar.
y cuando miro la multitud aprobando a Galtieri,pienso en como se aprovecho el sentimiento patriotico de la gente para fines aviesos y como se equivocan quienes creen que con los medios no se manipula la mente de la gente…
Todo culpa de los medios, Isabel, sin duda. Gente que apoyaba a los militares en Argentina, nadie. Ni que hablar del peronismo ortodoxo, opositores acerrimos desde el 76.
mo,Guille:hubo muchos civiles que apoyaron a la dictadura.Cda uno sabra sus motivos.Todavia se añora la seguridad de entonces..Hay que pensar en los errores politicos y metodologicos de los rebeldes.Y el peronismo es un tema especial que merece tratamiento aparte.