juicio a un joven escritor experimental

Los procedimientos son herramientas propias de cada arte. Por ejemplo, el del par dispar. Un personaje muy gordo y otro muy flaco, como Laurel and Hardy y Olmedo y Porcel, por ejemplo, son una fórmula de éxito en la comedia. Otra, también muy exitosa, es la del enfrentamiento del gigante con el pequeño. Sí, como David y Goliat o el Cíclope y Odiseo. De eso, de procedimientos y de fuerzas muy diferentes, se trata esta nota.
El escenario de este duelo es la Secretaría 110 del Juzgado Número 3. El título, “Demanda por infracción de los artículos 72 y 73 de la Ley 12,723”, –la de propiedad intelectual. Es un delito de la familia de las defraudaciones. La pena, hasta seis años de cárcel. Los contendientes, María Kodama –no hace falta aclarar de quién se trata–, y Pablo Katchadjian, un escritor argentino nacido en 1977 y apreciado sobre todo por otros escritores, por su diestro manejo de diversos procedimientos literarios y el cultivo de una poética del absurdo.
La cosa es así: el escritor joven tiene una muy pero muy pequeña editorial que se llama Imprenta Argentina de Poesía (IAP). En ese sello sacó un librito donde hizo uso de uno de esos procedimientos de los que hablábamos al principio: intervino El Aleph, el famosísimo cuento de Borges. ¿Qué hizo? Lo engordó. Literalmente, le agregó palabras, hasta que las 4 mil originales llegaron a 9.600. Y así se llama el librito: El Aleph Engordado. Termina con una aclaración del autor, que, por si hiciera falta, explica que “el texto de Borges está intacto pero totalmente cruzado por el mío”. La tirada fue de 200 ejemplares.
Este procedimiento, intervenir las obras ajenas, tiene una larga tradición en la literatura y el arte. Para empezar, podemos recordar una obra de Duchamp, LHOOQ (ver recuadro). El título es complicado, pero la obra no: agarró una reproducción de la Gioconda, le pintó bigote y barbita, le puso un título y lista la obra de arte. A ese tipo de intervenciones, Duchamp las llamó ready made. En literatura, a procedimientos semejantes se los llama intertextualidad. Hay de varias clases. Por ejemplo, se toma un personaje de otro autor y se escribe sobre él. Ultimamente lo hizo el francés Michel Lafon, en su novela Un día en la vida de Pierre Menard. El personaje sale de otro cuento muy famoso de Borges, “Pierre Menard, autor del Quijote”: un escritor francés que se propone escribir el Quijote en el siglo XX. Y lo hace: escribe tres capítulos de la obra de Cervantes. Copiados letra por letra. Pero es otro libro. Incluso el crítico que aparece en el cuento juzga que “el fragmentario Quijote de Menard es más sutil e infinitamente más rico que el de Cervantes”.
Otro caso de intertextualidad que lo tiene de protagonista a Borges: un escritor salvadoreño, Alvaro Menen Desleal, escribió un libro que tituló Cuentos breves y maravillosos. El primer cuento se llamaba “Prólogo de Borges”: el centroamericano tomó frases encomiosas de, efectivamente, distintos prólogos de Borges, las mezcló, cambió los apellidos de los autores encomiados por el propio y listo. Borges terminó enterándose. Y parece que le resultó divertido, a juzgar por la carta que le escribió a quien lo había puesto al tanto:
“No recuerdo haber escrito la generosa y acaso justa epístola que me atribuye el señor Álvaro Menen Desleal, a quien no conozco; sospecho que se trata de un ingenioso mosaico de frases mías, tomadas de diversos textos y amplificadas por el mismo señor A.M.D. Ya que el volumen consta de una serie de juegos sobre la vigilia y los sueños, queda la posibilidad de que mi carta sea uno de tales juegos y travesuras.”
Otra pareja despareja la forman la lógica del mercado y las tradiciones de la literatura. Para explicarlas, fuentes que prefirieron guardar el anonimato contaron a Clarín que la defensa de Katchadjian –un abogado que además es un escritor y un crítico de culto, Ricardo Strafacce– propone como testigos expertos a Beatriz Sarlo, César Aira, Jorge Panessi y Leonor Acuña. Gente de Letras, claro. En esta instancia, está en manos del juzgado sobreseer a Katchadjian, o citarlo a indagatoria, imputarlo y elevar la causa a juicio oral y público. La estrategia de la defensa, según las fuentes citadas, es demostrar que no hay delito porque no hubo ni hay beneficio ecónomico en la operación de Katchadjian.
Consultada por Clarín, María Kodama fue muy breve y contundente: “Toma todo el cuento sin pedir autorización. Hemos perdido el respeto a nosotros mismos, por eso no respetamos a los otros. Si uno usa algo que no es propio, lo mínimo que puede hacer es pedir permiso”

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