Cristina Kirchner quedó atrapada en las últimas horas en una dura encrucijada: debió optar entre su vicepresidente y su viejo amigo Esteban Righi, el fiscal más importante del país. Prefirió a Amado Boudou, porque su apoyo a Righi hubiera significado, en los hechos, el comienzo de una sangría de dimensiones imprevisibles en su administración. Dos veces se inclinó hacia Boudou. Primero, para desplazar a Righi, y luego, para nombrar a su sucesor, Daniel Reposo, un hiperkirchnerista que secundó a Boudou en la Anses y en el Ministerio de Economía. Estuvo cerca de Boudou, también, en el polémico caso de la compra de automóviles en Economía sin licitación previa, que aún investiga la Justicia.
Si la Presidenta hubiera optado por apoyar a Righi (que es lo que éste razonablemente esperaba), Boudou habría quedado cerca de la puerta de salida, pero también Ricardo Echegaray, jefe de la AFIP, ambos con destacada participación en el escándalo de la ex Ciccone. La mancha del escándalo está ya en condiciones de empapar del mismo modo a la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, y al secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
En esa extraña y cruel lucha interna dentro del oficialismo, un peronista orgánico como Righi fue vencido por un advenedizo como Boudou. El propio Righi aceptó en el texto de su renuncia su identificación con las líneas fundamentales del modelo kirchnerista, aunque también aclaró que había divorciado esa simpatía política de su tarea como jefe de los fiscales. Ese fue su error, según los códigos del kirchnerismo. El propio fiscal Carlos Rívolo, que hurga en el caso que tiene al vicepresidente como personaje central, dijo ayer que Righi jamás hizo ninguna gestión ante él por Boudou ni por ninguna otra causa que afectara al Gobierno.
Tanto Néstor como Cristina Kirchner confundieron siempre el rol del procurador general de la Nación. Ambos creyeron que a Righi le hacía falta sólo un teléfono para disciplinar a los fiscales, que son los que tienen a su cargo muchas investigaciones que afectan directamente al Gobierno o a sus funcionarios. El procurador no puede hacer eso. La independencia de los fiscales está protegida por la ley. El procurador sólo puede advertirle a algún fiscal de un error procesal si éste existiera, pero no puede dirigir todas las investigaciones. Aquella afirmación de Rívolo y la profesión de fe de Righi en la necesaria independencia de los fiscales, explayada en su renuncia, explican mejor que otra cosa por qué se fue un hombre tan cercano a los Kirchner. ¿Sirvió de algo? «El fiscal no se siente presionado por lo que pasó con Righi», aseguraron muy cerca de Rívolo. Para peor, el propio juez de la causa, Daniel Rafecas, es un amigo y discípulo de Righi. Tampoco Righi medió nunca ante Rafecas por el caso del vicepresidente.
Sin embargo, ¿estuvo Cristina Kirchner dispuesta desde el principio a abandonar en el camino a Righi? Todas las fuentes oficiales indican que la Presidenta se vio llevada por el vértigo hiperactivo del vicepresidente, que la dejó sin margen para tomar otra decisión. Boudou lo denunció a Righi y luego formalizó la denuncia ante la Justicia. En rigor, aseguró que el estudio de la familia de Righi había hecho gestiones de lobby para representar al vicepresidente ante los jueces federales.
Gestiones
Un abogado que trabaja en el estudio de la familia de Righi agregó que nadie nunca hizo gestiones ante Boudou. Hubo, contó, dos o tres reuniones pedidas por el entonces ministro de Economía para hablar sobre causas que involucraban a Boudou en la justicia federal, pero nunca se concretó nada. «La mayoría de las defensas judiciales que hizo el estudio de funcionarios fueron gratuitas», agregó. ¿Ejemplos? «La defensa que en su momento se hizo de Néstor Kirchner. Nunca se le cobró nada», subrayó. Estos antecedentes explican que Righi haya calificado de «falsedades» las afirmaciones de Boudou ante la prensa y ante la Justicia.
Righi era un interlocutor casi diario de la Corte Suprema de Justicia. Aunque el procurador no integra el máximo tribunal de Justicia, en los hechos su opinión es una referencia insoslayable (aunque no vinculante) cuando se tratan hechos de relevancia institucional. ¿Cómo cayó la renuncia de Righi en la Corte? «Mal, muy mal», dijeron fuentes del tribunal.
Los máximos jueces del país extrañarán, aseguraron, el nivel académico y la calidad humana del ex procurador. Más cercano a los jueces Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni, por los temas que todos ellos cultivan, Righi había labrado una buena relación personal con el presidente del cuerpo, Ricardo Lorenzetti, y con el resto de los ministros de la Corte. También mantuvo una excelente relación con Enrique Petracchi, uno de los tres jueces no nombrados por el kirchnerismo, cuando éste fue presidente de la Corte. «Nunca buscó el disenso. Por el contrario, siempre trató de acercar posiciones con la Corte. Ahora no sabemos con quién deberemos trabajar todos los días», señaló uno de los jueces de la Corte.
Respuesta
La respuesta no demoró en llegar con el paso de pocas horas: será Reposo, un buen amigo de Boudou que actualmente está a cargo (es una manera de decir) de la Sigen, el organismo de control interno del Gobierno. ¿Queda alguna duda ya de por qué se fue Righi y por qué llega Reposo? En el actual mandato de Cristina sólo se admiten a los exaltados del modelo. Reposo, que está muy lejos del nivel intelectual de Righi, deberá pasar, no obstante, por el acuerdo de los dos tercios del Senado, una mayoría que el kirchnerismo no tiene.
El problema no es sólo la Corte. La Justicia se siente globalmente agredida con el golpe a Righi y con las acusaciones contra el juez Rafecas y el fiscal Rívolo. Las acusaciones contra Rafecas tienen tal grado de superficialidad que nadie del oficialismo presentó hasta ahora un pedido de recusación ante la Justicia. «Cualquier juez la rechazaría in limine», dijo una fuente judicial. Queda el Consejo de la Magistratura, donde ayer se presentaron pruebas contra Rafecas que comprometerían la imparcialidad del juez.
No podría ser casual que en apenas 24 horas hubo dos resoluciones que dañan de manera severa los intereses políticos del oficialismo. Una fue la resolución del juez Bonadio, que declaró «ilegítima» la orden allanamiento contra Cablevisión dispuesta por el juez mendocino Walter Bento. El mismo Bonadio denunció ante la justicia federal a la ministra de Seguridad, Nilda Garré, por haber utilizado a la Gendarmería, en aquel allanamiento, sin orden de un juez competente. Bonadio se metió de lleno en una guerra prioritaria del kirchnerismo: la que descarga contra el Grupo Clarín, propietario de Cablevisión. Bonadio expuso, así, a un Estado capaz de usar la Justicia y la fuerza para alcanzar personales objetivos políticos.
Pocas horas más tarde, la Cámara Federal revocó una disposición del propio Bonadio en otro caso, el de la tragedia ferroviaria de Once, que dejó 51 muertos que caminan hacia el olvido. Bonadio había aceptado al Estado como querellante (casi como una víctima), cuando el Estado estaba entre los probables responsables del descuido y la indiferencia que provocaron aquellas muertes. Por primera vez en mucho tiempo, el camarista Eduardo Farah, que suele votar en disidencia y a favor del Gobierno, esta vez se sumó a la mayoría para enmendar una decisión que beneficiaba al oficialismo. La tragedia de Once fue considerada por Cristina Kirchner como el hecho potencialmente más lamentable y peligroso de su segundo mandato.
La salida de Righi sólo postergó una crisis política mucho mayor dentro del oficialismo. La justicia federal está en poder de pruebas que afectarían aún más a Boudou en el escándalo de la ex Ciccone y no se descartan nuevas y espectaculares decisiones en los próximos días. Por eso, tal vez, es Boudou el que le está marcando el ritmo al Gobierno. Hasta Cristina Kirchner podría extrañar dentro de poco el consejo oportuno del fiscal caído..
Si la Presidenta hubiera optado por apoyar a Righi (que es lo que éste razonablemente esperaba), Boudou habría quedado cerca de la puerta de salida, pero también Ricardo Echegaray, jefe de la AFIP, ambos con destacada participación en el escándalo de la ex Ciccone. La mancha del escándalo está ya en condiciones de empapar del mismo modo a la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, y al secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
En esa extraña y cruel lucha interna dentro del oficialismo, un peronista orgánico como Righi fue vencido por un advenedizo como Boudou. El propio Righi aceptó en el texto de su renuncia su identificación con las líneas fundamentales del modelo kirchnerista, aunque también aclaró que había divorciado esa simpatía política de su tarea como jefe de los fiscales. Ese fue su error, según los códigos del kirchnerismo. El propio fiscal Carlos Rívolo, que hurga en el caso que tiene al vicepresidente como personaje central, dijo ayer que Righi jamás hizo ninguna gestión ante él por Boudou ni por ninguna otra causa que afectara al Gobierno.
Tanto Néstor como Cristina Kirchner confundieron siempre el rol del procurador general de la Nación. Ambos creyeron que a Righi le hacía falta sólo un teléfono para disciplinar a los fiscales, que son los que tienen a su cargo muchas investigaciones que afectan directamente al Gobierno o a sus funcionarios. El procurador no puede hacer eso. La independencia de los fiscales está protegida por la ley. El procurador sólo puede advertirle a algún fiscal de un error procesal si éste existiera, pero no puede dirigir todas las investigaciones. Aquella afirmación de Rívolo y la profesión de fe de Righi en la necesaria independencia de los fiscales, explayada en su renuncia, explican mejor que otra cosa por qué se fue un hombre tan cercano a los Kirchner. ¿Sirvió de algo? «El fiscal no se siente presionado por lo que pasó con Righi», aseguraron muy cerca de Rívolo. Para peor, el propio juez de la causa, Daniel Rafecas, es un amigo y discípulo de Righi. Tampoco Righi medió nunca ante Rafecas por el caso del vicepresidente.
Sin embargo, ¿estuvo Cristina Kirchner dispuesta desde el principio a abandonar en el camino a Righi? Todas las fuentes oficiales indican que la Presidenta se vio llevada por el vértigo hiperactivo del vicepresidente, que la dejó sin margen para tomar otra decisión. Boudou lo denunció a Righi y luego formalizó la denuncia ante la Justicia. En rigor, aseguró que el estudio de la familia de Righi había hecho gestiones de lobby para representar al vicepresidente ante los jueces federales.
Gestiones
Un abogado que trabaja en el estudio de la familia de Righi agregó que nadie nunca hizo gestiones ante Boudou. Hubo, contó, dos o tres reuniones pedidas por el entonces ministro de Economía para hablar sobre causas que involucraban a Boudou en la justicia federal, pero nunca se concretó nada. «La mayoría de las defensas judiciales que hizo el estudio de funcionarios fueron gratuitas», agregó. ¿Ejemplos? «La defensa que en su momento se hizo de Néstor Kirchner. Nunca se le cobró nada», subrayó. Estos antecedentes explican que Righi haya calificado de «falsedades» las afirmaciones de Boudou ante la prensa y ante la Justicia.
Righi era un interlocutor casi diario de la Corte Suprema de Justicia. Aunque el procurador no integra el máximo tribunal de Justicia, en los hechos su opinión es una referencia insoslayable (aunque no vinculante) cuando se tratan hechos de relevancia institucional. ¿Cómo cayó la renuncia de Righi en la Corte? «Mal, muy mal», dijeron fuentes del tribunal.
Los máximos jueces del país extrañarán, aseguraron, el nivel académico y la calidad humana del ex procurador. Más cercano a los jueces Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni, por los temas que todos ellos cultivan, Righi había labrado una buena relación personal con el presidente del cuerpo, Ricardo Lorenzetti, y con el resto de los ministros de la Corte. También mantuvo una excelente relación con Enrique Petracchi, uno de los tres jueces no nombrados por el kirchnerismo, cuando éste fue presidente de la Corte. «Nunca buscó el disenso. Por el contrario, siempre trató de acercar posiciones con la Corte. Ahora no sabemos con quién deberemos trabajar todos los días», señaló uno de los jueces de la Corte.
Respuesta
La respuesta no demoró en llegar con el paso de pocas horas: será Reposo, un buen amigo de Boudou que actualmente está a cargo (es una manera de decir) de la Sigen, el organismo de control interno del Gobierno. ¿Queda alguna duda ya de por qué se fue Righi y por qué llega Reposo? En el actual mandato de Cristina sólo se admiten a los exaltados del modelo. Reposo, que está muy lejos del nivel intelectual de Righi, deberá pasar, no obstante, por el acuerdo de los dos tercios del Senado, una mayoría que el kirchnerismo no tiene.
El problema no es sólo la Corte. La Justicia se siente globalmente agredida con el golpe a Righi y con las acusaciones contra el juez Rafecas y el fiscal Rívolo. Las acusaciones contra Rafecas tienen tal grado de superficialidad que nadie del oficialismo presentó hasta ahora un pedido de recusación ante la Justicia. «Cualquier juez la rechazaría in limine», dijo una fuente judicial. Queda el Consejo de la Magistratura, donde ayer se presentaron pruebas contra Rafecas que comprometerían la imparcialidad del juez.
No podría ser casual que en apenas 24 horas hubo dos resoluciones que dañan de manera severa los intereses políticos del oficialismo. Una fue la resolución del juez Bonadio, que declaró «ilegítima» la orden allanamiento contra Cablevisión dispuesta por el juez mendocino Walter Bento. El mismo Bonadio denunció ante la justicia federal a la ministra de Seguridad, Nilda Garré, por haber utilizado a la Gendarmería, en aquel allanamiento, sin orden de un juez competente. Bonadio se metió de lleno en una guerra prioritaria del kirchnerismo: la que descarga contra el Grupo Clarín, propietario de Cablevisión. Bonadio expuso, así, a un Estado capaz de usar la Justicia y la fuerza para alcanzar personales objetivos políticos.
Pocas horas más tarde, la Cámara Federal revocó una disposición del propio Bonadio en otro caso, el de la tragedia ferroviaria de Once, que dejó 51 muertos que caminan hacia el olvido. Bonadio había aceptado al Estado como querellante (casi como una víctima), cuando el Estado estaba entre los probables responsables del descuido y la indiferencia que provocaron aquellas muertes. Por primera vez en mucho tiempo, el camarista Eduardo Farah, que suele votar en disidencia y a favor del Gobierno, esta vez se sumó a la mayoría para enmendar una decisión que beneficiaba al oficialismo. La tragedia de Once fue considerada por Cristina Kirchner como el hecho potencialmente más lamentable y peligroso de su segundo mandato.
La salida de Righi sólo postergó una crisis política mucho mayor dentro del oficialismo. La justicia federal está en poder de pruebas que afectarían aún más a Boudou en el escándalo de la ex Ciccone y no se descartan nuevas y espectaculares decisiones en los próximos días. Por eso, tal vez, es Boudou el que le está marcando el ritmo al Gobierno. Hasta Cristina Kirchner podría extrañar dentro de poco el consejo oportuno del fiscal caído..