El acuerdo básico del radicalismo y de la centroizquierda acerca de la justicia y conveniencia de que la mayoría de YPF vuelva a manos del Estado, opacó en buena medida la mirada crítica de esas fuerzas sobre la acción del Gobierno en materia energética, antes y ahora. No es que esos sectores de la oposición hayan dejado de señalar sus objeciones: sucede que quedaron entrampados, apenas testimoniales, dentro del brete ideológico en que los metió una vez más el Gobierno.
Hay que poner adelante lo que está primero: esta es otra muestra de habilidad y determinación del kirchnerismo, ahora cristinista, para defender sus intereses y necesidades ante una oposición que demasiadas veces parece resignada a su simple rol de coro, que a veces es disonante pero no llega casi nunca a desafiar la actuación de la voz principal.
Si el Gobierno tenía un plan para recuperar el autoabastecimiento de energía que supo perder, no se lo conocía. Y todavía hoy escasean las respuestas sobre el futuro. Intervenida y camino a ser expropiada, YPF representa poco más de un tercio del mercado de la energía en el país. Pero la crisis del sector es integral y está puesta en evidencia por la necesidad de multimillonarias importaciones de combustible , generada en espiral creciente durante la administración de Cristina Fernández de Kirchner.
Si las alianzas y las herramientas se cambiaron abruptamente porque las necesidades de caja, mucho antes que la ideología , impulsan nuevos paradigmas, nadie se hace cargo de los tropiezos del pasado inmediato.
“Las políticas fueron exitosas pero insuficientes”, atinó a explicar sin mucha convicción ante los senadores Axel Kicillof, estrella en ascenso irresistible.
Lo hizo después de haber descripto con ferocidad propia de un opositor (si los opositores de hoy fuesen feroces) las carencias y desvaríos de la política energética desplegada en estos años por su propio gobierno. A su lado, impasible, estaba sentado el ministro de Julio De Vido, máximo responsable del área, que escuchaba como si estuviesen hablando de otro.
En la oposición, mientras tanto, cada cual atiende su propio, pequeño juego.
Mauricio Macri fue el único que se pronunció en rechazo abierto a la expropiación y estatización del 51% de YPF, aunque ayer acotó que dejaría la compañía en la esfera estatal si el destino –siempre improbable– lo pusiera en situación de gobernar el país en el próximo mandato.
Macri sostiene que esas posturas suyas no son contradictorias –como parecen– porque su modelo de empresa petrolera es Petrobras, donde conviven el Estado y los privados; en un modelo eficaz, sostenido en el tiempo y exitoso, que llevó a la compañía brasileña, en diez años, a valer treinta veces más que YPF.
Aún sabiendo que una mayoría de la opinión pública está a favor de la vuelta de YPF al Estado , como postulado general y sin profundizar demasiado en los detalles, Macri defendió su rechazo a la medida de Cristina saliendo al cruce del presumible discurso nacionalista de apoyo. “ Es una medida que va contra el interés de los argentinos”, dijo al sostener que, a la larga, habrá más costo que beneficio con esta decisión.
El jefe de Gobierno porteño intenta mostrarse como portavoz de la minoritaria pero muy amplia franja de cerrados opositores al Gobierno. A la vez, ante quienes apoyan la expropiación de YPF sin ser necesariamente cristinistas, busca dejar plantada una postura que, si las cosas no funcionan como el oficialismo espera, le permitan a él pasar a cobrar la factura de la advertencia temprana.
Macri supone que esta táctica puede funcionar ahora, aunque no lo haya hecho antes, porque antes del anuncio sobre YPF la situación de la Presidenta frente a la opinión pública estaba, según sus encuestas, en el punto de mayor debilidad de los últimos cuatro años , desde la crisis con el campo por las retenciones, a esta altura de 2008.
Según los números que maneja Macri, a partir de la tragedia ferroviaria de Once y la explosión del escándalo Ciccone que alcanza de lleno al vicepresidente Amado Boudou, la imagen de Cristina bajó 15 puntos en la Capital y casi 10 en el Area Metropolitana. También habría un daño mayor sobre la imagen global del Gobierno y un derrumbe profundo en el perfil de Boudou, que más allá de exabruptos y amenazas no encuentra cómo explicar lo inexplicable y evidente La jugada de Macri tiene sentido si él es capaz de mantener la tensión con el Gobierno en la soledad de su postura y bajo fuego de la propaganda oficial. Sus devaneos con la cuestión del subte no son el mejor antecedente. Y las nuevas oportunidades no son materia que abunde en la política.
Mientras tanto, los radicales se debatieron entre su legado histórico y la coyuntura urgente . De esa pulseada salió el apoyo en general que darán al proyecto expropiador de YPF. Además tienen diferencias y rechazos en particular, a los que esperan darle visibilidad durante los debates en el Congreso. La historia reciente dice que esos intentos nunca pudieron con el dominio kirchnerista. Pero ellos están dispuestos a insistir.
En cinco horas de discusión acalorada en el Comité Nacional de la UCR, con participación de medio centenar de diputados y senadores nacionales y de la conducción partidaria, se alumbró esta decisión.
“Estamos de acuerdo con el espíritu de recuperar los recursos petroleros para el Estado; nosotros no le vamos a regalar a nadie la bandera de YPF” , argumentó con énfasis el mendocino Ernesto Sanz.
“Así le estamos regalando la bandera de la oposición a Macri” , replicaron el cordobés Oscar Aguad y el porteño Ricardo Gil Lavedra, partidarios del rechazo al proyecto del Gobierno con argumentos propios.
No estuvo en discusión el respaldo a la estatización parcial de la petrolera. Pero sí la oportunidad y las formas elegidas por el Gobierno. Y, además, el modo en que la sociedad habrá de leer este apoyo radical, al menos en el corto plazo. Y el rédito político que podrá sacar cada uno.
El presidente de la UCR, Mario Barletta, y el secretario partidario Juan Manuel Casella, fueron punteando la preferencia de cada legislador presente en esa larga noche. Hubo una mayoría nítida y no hizo falta someter a votación la actitud que llevarán los radicales al Congreso.
Con menos contradicciones que los radicales y menos pretensión de diseño político que Macri, el Frente Progresista que lidera Hermes Binner encontró naturalmente su lugar en el tema YPF. Sus legisladores irán por el apoyo a la expropiación, aunque con el reclamo de un cambio profundo en el régimen jurídico de los hidrocarburos que, según el diputado Claudio Lozano, “permite la lógica del saqueo y la depredación que está detrás de los problemas energéticos que afrontamos” .
La principal fuerza de centroizquierda, en perfecta coherencia con su pensamiento, propone una regulación más fuerte del Estado. También, la revisión sobre el desempeño de las demás empresas petroleras privadas y una actitud enérgica en la determinación del precio a pagar por YPF, para que no se “termine premiando el comportamiento depredador” que atribuyen a la compañía. Es la misma Repsol-YPF que hasta hace muy pocos meses era “amiga” del Gobierno , como Axel Kicillof reconoció en el Senado con inesperada y conmovedora sinceridad.
Hay que poner adelante lo que está primero: esta es otra muestra de habilidad y determinación del kirchnerismo, ahora cristinista, para defender sus intereses y necesidades ante una oposición que demasiadas veces parece resignada a su simple rol de coro, que a veces es disonante pero no llega casi nunca a desafiar la actuación de la voz principal.
Si el Gobierno tenía un plan para recuperar el autoabastecimiento de energía que supo perder, no se lo conocía. Y todavía hoy escasean las respuestas sobre el futuro. Intervenida y camino a ser expropiada, YPF representa poco más de un tercio del mercado de la energía en el país. Pero la crisis del sector es integral y está puesta en evidencia por la necesidad de multimillonarias importaciones de combustible , generada en espiral creciente durante la administración de Cristina Fernández de Kirchner.
Si las alianzas y las herramientas se cambiaron abruptamente porque las necesidades de caja, mucho antes que la ideología , impulsan nuevos paradigmas, nadie se hace cargo de los tropiezos del pasado inmediato.
“Las políticas fueron exitosas pero insuficientes”, atinó a explicar sin mucha convicción ante los senadores Axel Kicillof, estrella en ascenso irresistible.
Lo hizo después de haber descripto con ferocidad propia de un opositor (si los opositores de hoy fuesen feroces) las carencias y desvaríos de la política energética desplegada en estos años por su propio gobierno. A su lado, impasible, estaba sentado el ministro de Julio De Vido, máximo responsable del área, que escuchaba como si estuviesen hablando de otro.
En la oposición, mientras tanto, cada cual atiende su propio, pequeño juego.
Mauricio Macri fue el único que se pronunció en rechazo abierto a la expropiación y estatización del 51% de YPF, aunque ayer acotó que dejaría la compañía en la esfera estatal si el destino –siempre improbable– lo pusiera en situación de gobernar el país en el próximo mandato.
Macri sostiene que esas posturas suyas no son contradictorias –como parecen– porque su modelo de empresa petrolera es Petrobras, donde conviven el Estado y los privados; en un modelo eficaz, sostenido en el tiempo y exitoso, que llevó a la compañía brasileña, en diez años, a valer treinta veces más que YPF.
Aún sabiendo que una mayoría de la opinión pública está a favor de la vuelta de YPF al Estado , como postulado general y sin profundizar demasiado en los detalles, Macri defendió su rechazo a la medida de Cristina saliendo al cruce del presumible discurso nacionalista de apoyo. “ Es una medida que va contra el interés de los argentinos”, dijo al sostener que, a la larga, habrá más costo que beneficio con esta decisión.
El jefe de Gobierno porteño intenta mostrarse como portavoz de la minoritaria pero muy amplia franja de cerrados opositores al Gobierno. A la vez, ante quienes apoyan la expropiación de YPF sin ser necesariamente cristinistas, busca dejar plantada una postura que, si las cosas no funcionan como el oficialismo espera, le permitan a él pasar a cobrar la factura de la advertencia temprana.
Macri supone que esta táctica puede funcionar ahora, aunque no lo haya hecho antes, porque antes del anuncio sobre YPF la situación de la Presidenta frente a la opinión pública estaba, según sus encuestas, en el punto de mayor debilidad de los últimos cuatro años , desde la crisis con el campo por las retenciones, a esta altura de 2008.
Según los números que maneja Macri, a partir de la tragedia ferroviaria de Once y la explosión del escándalo Ciccone que alcanza de lleno al vicepresidente Amado Boudou, la imagen de Cristina bajó 15 puntos en la Capital y casi 10 en el Area Metropolitana. También habría un daño mayor sobre la imagen global del Gobierno y un derrumbe profundo en el perfil de Boudou, que más allá de exabruptos y amenazas no encuentra cómo explicar lo inexplicable y evidente La jugada de Macri tiene sentido si él es capaz de mantener la tensión con el Gobierno en la soledad de su postura y bajo fuego de la propaganda oficial. Sus devaneos con la cuestión del subte no son el mejor antecedente. Y las nuevas oportunidades no son materia que abunde en la política.
Mientras tanto, los radicales se debatieron entre su legado histórico y la coyuntura urgente . De esa pulseada salió el apoyo en general que darán al proyecto expropiador de YPF. Además tienen diferencias y rechazos en particular, a los que esperan darle visibilidad durante los debates en el Congreso. La historia reciente dice que esos intentos nunca pudieron con el dominio kirchnerista. Pero ellos están dispuestos a insistir.
En cinco horas de discusión acalorada en el Comité Nacional de la UCR, con participación de medio centenar de diputados y senadores nacionales y de la conducción partidaria, se alumbró esta decisión.
“Estamos de acuerdo con el espíritu de recuperar los recursos petroleros para el Estado; nosotros no le vamos a regalar a nadie la bandera de YPF” , argumentó con énfasis el mendocino Ernesto Sanz.
“Así le estamos regalando la bandera de la oposición a Macri” , replicaron el cordobés Oscar Aguad y el porteño Ricardo Gil Lavedra, partidarios del rechazo al proyecto del Gobierno con argumentos propios.
No estuvo en discusión el respaldo a la estatización parcial de la petrolera. Pero sí la oportunidad y las formas elegidas por el Gobierno. Y, además, el modo en que la sociedad habrá de leer este apoyo radical, al menos en el corto plazo. Y el rédito político que podrá sacar cada uno.
El presidente de la UCR, Mario Barletta, y el secretario partidario Juan Manuel Casella, fueron punteando la preferencia de cada legislador presente en esa larga noche. Hubo una mayoría nítida y no hizo falta someter a votación la actitud que llevarán los radicales al Congreso.
Con menos contradicciones que los radicales y menos pretensión de diseño político que Macri, el Frente Progresista que lidera Hermes Binner encontró naturalmente su lugar en el tema YPF. Sus legisladores irán por el apoyo a la expropiación, aunque con el reclamo de un cambio profundo en el régimen jurídico de los hidrocarburos que, según el diputado Claudio Lozano, “permite la lógica del saqueo y la depredación que está detrás de los problemas energéticos que afrontamos” .
La principal fuerza de centroizquierda, en perfecta coherencia con su pensamiento, propone una regulación más fuerte del Estado. También, la revisión sobre el desempeño de las demás empresas petroleras privadas y una actitud enérgica en la determinación del precio a pagar por YPF, para que no se “termine premiando el comportamiento depredador” que atribuyen a la compañía. Es la misma Repsol-YPF que hasta hace muy pocos meses era “amiga” del Gobierno , como Axel Kicillof reconoció en el Senado con inesperada y conmovedora sinceridad.