Cristina Kirchner tiene más de un motivo para festejar el amplio apoyo que el Senado otorgó ayer a la estatización de YPF. Uno muy obvio es que la participación de la oposición en ese respaldo provee un valioso argumento para defender en los tribunales una apropiación que, por sus vicios jurídicos, será denunciada como una confiscación. Gracias a sus rivales, la Presidenta presentará su avance sobre la principal empresa del país como una decisión de Estado, un imperativo nacional.
Este embellecimiento no podría ser más oportuno. La señora de Kirchner ordenó a Julio De Vido que para la semana próxima anuncie algún acuerdo con una petrolera importante, si fuera estadounidense mejor, para desdibujar la imagen de un país refractario a la inversión e incapacitado para extraer hidrocarburos. Ayer, De Vido hacía notar a sus interlocutores extranjeros que el «nuevo formato» de YPF cuenta con el respaldo de toda la clase política.
Hay otra razón para la alegría de la Casa Rosada, aunque es mucho menos evidente. La estatización de YPF y, sobre todo, la mucho menos promisoria discusión acerca de la candidatura de Daniel Reposo a la Procuración General de la Nación son iniciativas a través de las cuales el kirchnerismo pretende testear cuán lejos se encuentran los dos tercios necesarios para habilitar una reforma constitucional. En la Cámara baja ese proceso es motivo de conversación todos los días. No habría que descartar que el primer paso del Poder Ejecutivo para facilitar las negociaciones haya sido inducir a la división que acaba de producirse en la bancada de diputados del peronismo federal.
Que el ingreso del Estado en YPF no haya encontrado resistencias en la mayor parte de la oposición es una enorme ventaja para De Vido. El ministro intenta convencer en estas horas a las multinacionales norteamericanas para que reemplacen a Repsol en la operación de las áreas petroleras más importantes del país.
Las primeros pasos hacia la soberanía energética ayudaron bastante poco. Los funcionarios del Poder Ejecutivo, encabezados por De Vido y el viceministro de Economía, Axel Kicillof, entraron a la torre de YPF cuando la Presidenta todavía estaba anunciando la intervención. Nada que sorprenda: cuando, en 2010, decidió echar mano de las reservas monetarias, Cristina Kirchner también envió a sus subordinados al Banco Central cuando no había terminado su discurso de apertura de sesiones del Congreso. En ambos casos el decreto correspondiente se publicó una vez que los hechos se habían consumado. Un modus operandi.
Que el ingreso del Estado en YPF no haya encontrado resistencias en la mayor parte de la oposición es una enorme ventajaLos principales ejecutivos de YPF fueron desalojados de mala manera. Y un supuesto enviado de De Vido requisó el departamento de Antonio Brufau en la calle Levene. Hubo familias de españoles que fueron obligadas a abandonar sus casas, alquiladas por la empresa, dejando ropa en los placards y comida en las heladeras. Pequeñas conquistas del antiimperialismo.
Las habladurías de los empleados consignan que, por la llegada de los interventores, Sebastián Eskenazi no pudo probar su almuerzo. Pero, cuando el mozo intentó retirarlo, un colaborador de Kicillof lo detuvo, para comérselo él. Debe ser una metáfora gastronómica.
Esos modales fueron el mejor envase para una apropiación que se realiza sin indemnización previa, y sin que el adquirente ofrezca una suma por el 100% de las acciones, como ordena el estatuto societario. Hubo también desprolijidades menores. El proyecto de ley que se trató ayer debió ser modificado porque los redactores se olvidaron de incluir a una subsidiaria de YPF entre los activos a expropiar.
Además, el decreto que designó a De Vido fijó un plazo de 30 días para el ejercicio de la intervención. Los abogados debieron redactar otro porque se habían olvidado de nombrar a Kicillof. Pero en este caso no establecieron un plazo. El fallido que demuestra cómo el poder de De Vido se va degradando en beneficio de los militantes de La Cámpora. ¿O habrá sido una decisión presidencial? Sería gracioso que el ministro de Planificación deje el cargo en YPF, pero que Kicillof, su verdugo, permanezca para auditar lo que hizo en ese mes.
Si la ley de expropiación se termina de sancionar el jueves próximo Cristina Kirchner tendrá un instrumento indispensable para designar un equipo profesional al frente de YPF.
La Casa Rosada no consiguió todavía comprometer a profesionales en la conducción de la compañía. Roberto Monti, quien presidió YPF entre 1997 y 1999, rechazó la invitación, aunque prometió acercar a algunos técnicos. Su antecesor, Nells León, está retirado de la actividad. Algunos ingenieros declinaron también la convocatoria. Y dos expertos que acaban de repatriarse dudan de las ventajas de sumarse a la nueva administración. Los encargados del head hunting son numerosos. Además de varios funcionarios, colabora el empresario Cristóbal López, acaso motivado por su antigua rivalidad con los Eskenazi, y el solícito José Luis Manzano, siempre dispuesto a ayudar.
La tarea de conseguir un CEO para la nueva YPF no es sencilla. El candidato debe saber que acaso no le permitan armar un equipo. Los funcionarios de Planificación y los militantes de La Cámpora -más de 50- que ingresaron a la torre corporativa de Puerto Madero han quedado fascinados con sus nuevas oficinas. Costará que se retiren. Tampoco será fácil liberar la Dirección de Producción y Exploración, donde se sentó Exequiel Espinosa, presidente de Enarsa, antiguo funcionario de Repsol en Ecuador, y ex empleado de Cristóbal López.
La sanción de un marco jurídico y la incorporación de gerentes razonables son condiciones básicas para seducir a inversores extranjeros. De Vido está entrevistando a ejecutivos de varias multinacionales. Casi todas son estadounidenses, como Exxon, Chevron, EON o Connoco Phillips; aunque también hubo contactos con la francesa Total y con algunas canadienses.
Con independencia de los anuncios que deja trascender José María Olazagasti, el secretario de De Vido, en esas conversaciones se analizan proyectos que ya están en curso, aunque sean incipientes, sobre todo en reservorios no convencionales. Las empresas de gran porte no pueden comprometerse con nuevas inversiones. En principio, porque todavía está en discusión la propiedad de la compañía y, por lo tanto, se expondrían a demandas de Repsol. Además, nadie conoce el régimen de precios sobre el que se pactarán los nuevos emprendimientos.
Es un aspecto para el que la intervención estatal no ha podido todavía coordinarse. Mientras De Vido prometía a una firma basada en Houston una tasa muy aceptable de retorno para su inversión, Kicillof exigía a Panamerican Energy -que conduce Carlos Bulgheroni- bajar en un 20% el precio del crudo que le vende a YPF. Esta discordia entre el ministro y el economista de La Cámpora es otro factor de incertidumbre.
La predilección que, ajena al discurso de Kicillof, la señora de Kirchner manifiesta por las multinacionales de los Estados Unidos se debe a su interés por restaurar una relación bilateral que pocas veces fue tan mala. Una prueba: la subsecretaria para las Américas del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, explicó en el comité de relaciones exteriores de la Cámara de Representantes de su país que el vínculo con la Argentina no sólo se había deteriorado en áreas como el comercio o las finanzas, sino también en la cooperación por la seguridad y la lucha contra el narcotráfico.
Esos modales fueron el mejor envase para una apropiación que se realiza sin indemnización previa, y sin que el adquirente ofrezca una suma por el 100% de las acciones Tal vez la Presidenta imagina que los negocios de energía pueden ser un puente para salir del entredicho, aprovechando la influencia de las petroleras sobre Washington. Ella tiene presente el énfasis con que Barack Obama le habló del presidente de Exxon. También reitera a menudo que el colega norteamericano le señaló: «Tu país navega en un mar de petróleo». Tal vez esa afirmación inclina al Gobierno a incrementar la extracción petrolera. Es un malentendido: la Argentina carece de capacidad de refinación para un volumen mayor de crudo. Por esa razón los expertos miran al mercado del gas.
Más allá de estos detalles, muchos especialistas afirman que Cristina Kirchner tiene una carta política para seducir a Washington y detener siquiera un poco el deterioro de su imagen en el exterior: insinuar que, así como dejó entrever Repsol en su última jugada, podría ofrecer los yacimientos de YPF a alguna petrolera china..
Este embellecimiento no podría ser más oportuno. La señora de Kirchner ordenó a Julio De Vido que para la semana próxima anuncie algún acuerdo con una petrolera importante, si fuera estadounidense mejor, para desdibujar la imagen de un país refractario a la inversión e incapacitado para extraer hidrocarburos. Ayer, De Vido hacía notar a sus interlocutores extranjeros que el «nuevo formato» de YPF cuenta con el respaldo de toda la clase política.
Hay otra razón para la alegría de la Casa Rosada, aunque es mucho menos evidente. La estatización de YPF y, sobre todo, la mucho menos promisoria discusión acerca de la candidatura de Daniel Reposo a la Procuración General de la Nación son iniciativas a través de las cuales el kirchnerismo pretende testear cuán lejos se encuentran los dos tercios necesarios para habilitar una reforma constitucional. En la Cámara baja ese proceso es motivo de conversación todos los días. No habría que descartar que el primer paso del Poder Ejecutivo para facilitar las negociaciones haya sido inducir a la división que acaba de producirse en la bancada de diputados del peronismo federal.
Que el ingreso del Estado en YPF no haya encontrado resistencias en la mayor parte de la oposición es una enorme ventaja para De Vido. El ministro intenta convencer en estas horas a las multinacionales norteamericanas para que reemplacen a Repsol en la operación de las áreas petroleras más importantes del país.
Las primeros pasos hacia la soberanía energética ayudaron bastante poco. Los funcionarios del Poder Ejecutivo, encabezados por De Vido y el viceministro de Economía, Axel Kicillof, entraron a la torre de YPF cuando la Presidenta todavía estaba anunciando la intervención. Nada que sorprenda: cuando, en 2010, decidió echar mano de las reservas monetarias, Cristina Kirchner también envió a sus subordinados al Banco Central cuando no había terminado su discurso de apertura de sesiones del Congreso. En ambos casos el decreto correspondiente se publicó una vez que los hechos se habían consumado. Un modus operandi.
Que el ingreso del Estado en YPF no haya encontrado resistencias en la mayor parte de la oposición es una enorme ventajaLos principales ejecutivos de YPF fueron desalojados de mala manera. Y un supuesto enviado de De Vido requisó el departamento de Antonio Brufau en la calle Levene. Hubo familias de españoles que fueron obligadas a abandonar sus casas, alquiladas por la empresa, dejando ropa en los placards y comida en las heladeras. Pequeñas conquistas del antiimperialismo.
Las habladurías de los empleados consignan que, por la llegada de los interventores, Sebastián Eskenazi no pudo probar su almuerzo. Pero, cuando el mozo intentó retirarlo, un colaborador de Kicillof lo detuvo, para comérselo él. Debe ser una metáfora gastronómica.
Esos modales fueron el mejor envase para una apropiación que se realiza sin indemnización previa, y sin que el adquirente ofrezca una suma por el 100% de las acciones, como ordena el estatuto societario. Hubo también desprolijidades menores. El proyecto de ley que se trató ayer debió ser modificado porque los redactores se olvidaron de incluir a una subsidiaria de YPF entre los activos a expropiar.
Además, el decreto que designó a De Vido fijó un plazo de 30 días para el ejercicio de la intervención. Los abogados debieron redactar otro porque se habían olvidado de nombrar a Kicillof. Pero en este caso no establecieron un plazo. El fallido que demuestra cómo el poder de De Vido se va degradando en beneficio de los militantes de La Cámpora. ¿O habrá sido una decisión presidencial? Sería gracioso que el ministro de Planificación deje el cargo en YPF, pero que Kicillof, su verdugo, permanezca para auditar lo que hizo en ese mes.
Si la ley de expropiación se termina de sancionar el jueves próximo Cristina Kirchner tendrá un instrumento indispensable para designar un equipo profesional al frente de YPF.
La Casa Rosada no consiguió todavía comprometer a profesionales en la conducción de la compañía. Roberto Monti, quien presidió YPF entre 1997 y 1999, rechazó la invitación, aunque prometió acercar a algunos técnicos. Su antecesor, Nells León, está retirado de la actividad. Algunos ingenieros declinaron también la convocatoria. Y dos expertos que acaban de repatriarse dudan de las ventajas de sumarse a la nueva administración. Los encargados del head hunting son numerosos. Además de varios funcionarios, colabora el empresario Cristóbal López, acaso motivado por su antigua rivalidad con los Eskenazi, y el solícito José Luis Manzano, siempre dispuesto a ayudar.
La tarea de conseguir un CEO para la nueva YPF no es sencilla. El candidato debe saber que acaso no le permitan armar un equipo. Los funcionarios de Planificación y los militantes de La Cámpora -más de 50- que ingresaron a la torre corporativa de Puerto Madero han quedado fascinados con sus nuevas oficinas. Costará que se retiren. Tampoco será fácil liberar la Dirección de Producción y Exploración, donde se sentó Exequiel Espinosa, presidente de Enarsa, antiguo funcionario de Repsol en Ecuador, y ex empleado de Cristóbal López.
La sanción de un marco jurídico y la incorporación de gerentes razonables son condiciones básicas para seducir a inversores extranjeros. De Vido está entrevistando a ejecutivos de varias multinacionales. Casi todas son estadounidenses, como Exxon, Chevron, EON o Connoco Phillips; aunque también hubo contactos con la francesa Total y con algunas canadienses.
Con independencia de los anuncios que deja trascender José María Olazagasti, el secretario de De Vido, en esas conversaciones se analizan proyectos que ya están en curso, aunque sean incipientes, sobre todo en reservorios no convencionales. Las empresas de gran porte no pueden comprometerse con nuevas inversiones. En principio, porque todavía está en discusión la propiedad de la compañía y, por lo tanto, se expondrían a demandas de Repsol. Además, nadie conoce el régimen de precios sobre el que se pactarán los nuevos emprendimientos.
Es un aspecto para el que la intervención estatal no ha podido todavía coordinarse. Mientras De Vido prometía a una firma basada en Houston una tasa muy aceptable de retorno para su inversión, Kicillof exigía a Panamerican Energy -que conduce Carlos Bulgheroni- bajar en un 20% el precio del crudo que le vende a YPF. Esta discordia entre el ministro y el economista de La Cámpora es otro factor de incertidumbre.
La predilección que, ajena al discurso de Kicillof, la señora de Kirchner manifiesta por las multinacionales de los Estados Unidos se debe a su interés por restaurar una relación bilateral que pocas veces fue tan mala. Una prueba: la subsecretaria para las Américas del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, explicó en el comité de relaciones exteriores de la Cámara de Representantes de su país que el vínculo con la Argentina no sólo se había deteriorado en áreas como el comercio o las finanzas, sino también en la cooperación por la seguridad y la lucha contra el narcotráfico.
Esos modales fueron el mejor envase para una apropiación que se realiza sin indemnización previa, y sin que el adquirente ofrezca una suma por el 100% de las acciones Tal vez la Presidenta imagina que los negocios de energía pueden ser un puente para salir del entredicho, aprovechando la influencia de las petroleras sobre Washington. Ella tiene presente el énfasis con que Barack Obama le habló del presidente de Exxon. También reitera a menudo que el colega norteamericano le señaló: «Tu país navega en un mar de petróleo». Tal vez esa afirmación inclina al Gobierno a incrementar la extracción petrolera. Es un malentendido: la Argentina carece de capacidad de refinación para un volumen mayor de crudo. Por esa razón los expertos miran al mercado del gas.
Más allá de estos detalles, muchos especialistas afirman que Cristina Kirchner tiene una carta política para seducir a Washington y detener siquiera un poco el deterioro de su imagen en el exterior: insinuar que, así como dejó entrever Repsol en su última jugada, podría ofrecer los yacimientos de YPF a alguna petrolera china..