El ojo político y periodístico se posó sobre Máximo Kirchner, que abandonó, sintomáticamente, el perfil bajo y posó unos metros atrás, en la segunda fila, junto a su madre, Cristina de Kirchner, en el masivo acto del último viernes en el estadio de Vélez.
Su irrupción detonó especulaciones y sospechas sobre un futuro protagonismo electoral. Sin embargo, la apuesta de La Cámpora, la agrupación que comanda el vástago presidencial, estaba un paso adelante, a la izquierda de la Presidente: Andrés «Cuervo» Larroque.
Electo en octubre como diputado nacional por Capital Federal, Larroque terminó de recortarse en los últimos meses como el referente nacional de la agrupación. Su presencia en la primera fila al lado de la Presidente, en Vélez, fue su bautismo en ese nuevo rol.
En rigor, hacia dentro de La Cámpora se terminaron de lijar ciertos entredichos y desajustes en la cúpula: durante largo tiempo, Larroque y Juan Cabandié pulsearon por la jefatura neocamporista en Capital.
La pulseada se saldó, intervención de Máximo mediante -y luego de un período de distancia y frialdad al que fue sometido Cabandié-, con la entronización del «Cuervo» como cacique nacional y del legislador porteño como máximo referente de La Cámpora en la Ciudad.
Algo similar ocurrió con José Ottavis, el otro vértice del triángulo de la agrupación K. Como vicepresidente de la Cámara de Diputados bonaerense, selló un acuerdo anti-Scioli con Gabriel Mariotto y se limitó a concentrar su despliegue en la estratégica provincia de Buenos Aires.
En otro escalón, Eduardo «Wado» De Pedro se mueve con distinta sintonía: diputado nacional como Larroque, el dirigente de Mercedes es hombre de consulta de Cristina -lo convoca sistemáticamente a Olivos- y su destino, más que electoral, parece ministerial.
El viernes, en Vélez, en el exclusivísimo palco de 50 butacas que se montó detrás de la Presidente, Larroque fue el único jefe del «scrum» camporista.
De pie delante de Máximo y junto a Cristina -quien le levantó el brazo para saludar-, el «Cuervo» capitalizó hacia dentro de La Cámpora y del dispositivo K el éxito del proceso de expansión que mostró la agrupación, visible a partir de su capacidad de movilización.
Esa lectura refuerza una tendencia que lo posiciona como la oferta electoral del sector juvenil. Más allá de una hipotética candidatura del hijo de la Presidente por Santa Cruz -que ya se negó antes a competir-, Larroque es la figura que ranquea en primer lugar como candidato neocamporista para las aventuras que vienen.
Se lo menciona como senador por la Ciudad en 2013 o, incluso, otros se animan a proyectarlo para plataformas más pretenciosas para 2015.
Pero en el selecto club que fue el escenario de Vélez -ver nota aparte-, donde no estuvieron Cabandié ni Ottavis ni De Pedro y el protagonismo se concentró en Máximo y Larroque, hubo otro lugarteniente de La Cámpora: Rodrigo Rodríguez, conocido como «Rodra».
Expareja de la diputada de Libres del Sur y el FAP Victoria Donda, Rodríguez tuvo su minuto de fama cuando se coreó su apodo durante la asunción de la legisladora, episodio que forjó un equívoco cuando se dijo que La Cámpora en realidad cantó «trola, trola».
«Rodra», responsable de logística y organización de la agrupación juvenil -compartió con Gildo Onorato, con idéntica tarea en el Movimiento Evita-, es funcionario bajo la órbita de Juan Manuel Abal Medina aunque, como ocurre con la mayoría de los cargos copados por el neocamporismo, reportan antes a Máximo o a su jefe interno en La Cámpora que a sus jefes formales.
«Rodra» juró en diciembre como subsecretario de Comunicación Pública, y desde su doble rol en el Gobierno y en La Cámpora, despunta como uno de los dirigentes que podría ganar protagonismo y visibilidad en el futuro cercano.
Hace tiempo se especula que Máximo diseña una reorganización de La Cámpora para producir, dentro de la misma organización, un recambio de figuras. «Rodra» Rodríguez se menciona, frente a esas presunciones, como uno de los preferidos de Máximo para ascender en el Olimpo neocamporista.
Su irrupción detonó especulaciones y sospechas sobre un futuro protagonismo electoral. Sin embargo, la apuesta de La Cámpora, la agrupación que comanda el vástago presidencial, estaba un paso adelante, a la izquierda de la Presidente: Andrés «Cuervo» Larroque.
Electo en octubre como diputado nacional por Capital Federal, Larroque terminó de recortarse en los últimos meses como el referente nacional de la agrupación. Su presencia en la primera fila al lado de la Presidente, en Vélez, fue su bautismo en ese nuevo rol.
En rigor, hacia dentro de La Cámpora se terminaron de lijar ciertos entredichos y desajustes en la cúpula: durante largo tiempo, Larroque y Juan Cabandié pulsearon por la jefatura neocamporista en Capital.
La pulseada se saldó, intervención de Máximo mediante -y luego de un período de distancia y frialdad al que fue sometido Cabandié-, con la entronización del «Cuervo» como cacique nacional y del legislador porteño como máximo referente de La Cámpora en la Ciudad.
Algo similar ocurrió con José Ottavis, el otro vértice del triángulo de la agrupación K. Como vicepresidente de la Cámara de Diputados bonaerense, selló un acuerdo anti-Scioli con Gabriel Mariotto y se limitó a concentrar su despliegue en la estratégica provincia de Buenos Aires.
En otro escalón, Eduardo «Wado» De Pedro se mueve con distinta sintonía: diputado nacional como Larroque, el dirigente de Mercedes es hombre de consulta de Cristina -lo convoca sistemáticamente a Olivos- y su destino, más que electoral, parece ministerial.
El viernes, en Vélez, en el exclusivísimo palco de 50 butacas que se montó detrás de la Presidente, Larroque fue el único jefe del «scrum» camporista.
De pie delante de Máximo y junto a Cristina -quien le levantó el brazo para saludar-, el «Cuervo» capitalizó hacia dentro de La Cámpora y del dispositivo K el éxito del proceso de expansión que mostró la agrupación, visible a partir de su capacidad de movilización.
Esa lectura refuerza una tendencia que lo posiciona como la oferta electoral del sector juvenil. Más allá de una hipotética candidatura del hijo de la Presidente por Santa Cruz -que ya se negó antes a competir-, Larroque es la figura que ranquea en primer lugar como candidato neocamporista para las aventuras que vienen.
Se lo menciona como senador por la Ciudad en 2013 o, incluso, otros se animan a proyectarlo para plataformas más pretenciosas para 2015.
Pero en el selecto club que fue el escenario de Vélez -ver nota aparte-, donde no estuvieron Cabandié ni Ottavis ni De Pedro y el protagonismo se concentró en Máximo y Larroque, hubo otro lugarteniente de La Cámpora: Rodrigo Rodríguez, conocido como «Rodra».
Expareja de la diputada de Libres del Sur y el FAP Victoria Donda, Rodríguez tuvo su minuto de fama cuando se coreó su apodo durante la asunción de la legisladora, episodio que forjó un equívoco cuando se dijo que La Cámpora en realidad cantó «trola, trola».
«Rodra», responsable de logística y organización de la agrupación juvenil -compartió con Gildo Onorato, con idéntica tarea en el Movimiento Evita-, es funcionario bajo la órbita de Juan Manuel Abal Medina aunque, como ocurre con la mayoría de los cargos copados por el neocamporismo, reportan antes a Máximo o a su jefe interno en La Cámpora que a sus jefes formales.
«Rodra» juró en diciembre como subsecretario de Comunicación Pública, y desde su doble rol en el Gobierno y en La Cámpora, despunta como uno de los dirigentes que podría ganar protagonismo y visibilidad en el futuro cercano.
Hace tiempo se especula que Máximo diseña una reorganización de La Cámpora para producir, dentro de la misma organización, un recambio de figuras. «Rodra» Rodríguez se menciona, frente a esas presunciones, como uno de los preferidos de Máximo para ascender en el Olimpo neocamporista.
