Kirchnerismo para todos

Una de las estrellas más eficientes del «movimiento nacional y popular» anotó en la pizarra mágica del firmamento político dos conceptos liminares. Sugirió Gabriel Mariotto que el vértice de todo este despliegue, el delta donde culmina cada una de las terminales nerviosas de este proyecto histórico es «la lealtad y el amor a Cristina». El vicegobernador bonaerense no hace otra cosa que rezar el catecismo que inspira al sector más joven y supuestamente innovador de la militancia: nunca deja de sorprenderme que se venda como mérito juvenil y progresista el verticalismo más cerrado y el culto a la personalidad, apotegmas de un conservadurismo añejo.
Sin embargo, la reflexión más interesante de Mariotto no fue ese llamado a la ciega pleitesía y a la infalibilidad papal sino aquella otra idea disciplinadora que dejó caer en el conurbano: «Si sos peronista, sos kirchnerista». La sentencia responde al nacimiento de una agrupación que compite con los neocamporistas: La Juan Domingo. Y también a que crece subterráneamente la sensación de que los «verdaderos peronistas» acompañan pero tienen reservas frente a esa identidad irreductible que se les impone desde afuera. El kirchnerismo -un colectivo formado también por hombres y mujeres que en otras épocas practicaron el gorilismo de izquierda y de derecha- asaltó la cabina del avión peronista y lo condujo con mucha pericia por cielos tormentosos: a nadie le conviene que el avión caiga, ni pronunciar en voz alta una inconveniencia que los arroje al vacío. Pero entre los pasajeros (intendentes, gobernadores, gremialistas) hay muchos peronistas tradicionales con ganas de tomar ellos mismos el timón, o de pasar a una nueva fase demostrando que se puede volar de otra manera. Oponer a la imagen del dentista de San Andrés de Giles la sombra del mismísimo padre de la criatura ­-ancho de espadas mata ancho de bastos- desnuda por completo el juego y es un síntoma difícil de eludir. Cristina lo vio y mandó a decirles: «Ni se les ocurra».
Pero la formulación de Mariotto, que traduce a la Presidenta, me interesa más allá de esta batalla. Porque se esconde en ella el deseo de uniformar y de clausurar la discusión. Y porque traspasa incluso los límites del Frente para la Victoria. Si sos peronista, si sos progresista, si sos patriota, si luchás contra las injusticias, si estás del lado del bien? sos kirchnerista. Es paradójico que un movimiento que se ha dedicado de dividir y ha sacado mucho rédito construyendo enemigos, busque a su vez la unanimidad. Y tenga, en pos de ella, intolerancia frente a la disidencia, al pensamiento propio, al cuentapropismo ideológico, a los peronistas que no les gusta el setentismo, a los progresistas que están en desacuerdo con la corporación pejotista, a los patriotas que no comulgan con un nacionalismo infantil.
El asunto tiene su miga porque veo que las veredas opuestas de la Argentina se distancian y radicalizan cada vez más, pero también que la calle del medio se ensancha: allí malvivimos muchísimas almas en pena. Es curioso, porque resulta tan fuerte la onda expansiva de la época que uno se ve obligado todo el tiempo a aclarar por qué no puede sumarse a los festejos. Es como si se hubiera invertido el prejuicio: no es sospechoso quien se subordina ideológicamente al Estado sino quien mantiene su propio criterio. Quien no sigue la corriente es fustigado o mirado con suspicacias. Uno tiene que pedir perdón por pensar distinto.
Fueron muy significativas, en ese sentido, las confesiones del escritor Martín Caparrós, quien esta semana dijo en el programa de Alfredo Leuco: «Si yo pudiera ser kirchnerista lo sería. Me iría mejor en muchos aspectos, y más en eso de estar haciendo algo juntos que vale la pena. A mí me encantaría tener esa sensación y me da mucha tristeza perdérmela. Pero si me la pierdo es porque no me lo puedo creer».
Hay muchos argentinos cabales de buena leche que están muy doloridos, como agnósticos voluntariosos que hacen todo lo posible (y fracasan) por entender y abrazar la fe, mientras allá afuera amigos, ex compañeros y vecinos experimentan, algunos extasiados, las misas nacionales y populares y los aleluyas. Anhelar creer y no poder hacerlo, por lucidez o por principios o por desconfianzas, es siempre una gran angustia solitaria cuando el colectivo decide entregarse apasionadamente a una religión. Por lo tanto, la pregunta no es por qué no podemos creer, sino por qué somos impelidos a hacerlo. Qué sociedad produce semejante mandato, qué clase de patología tiene enquistada este país para cíclicamente reclamar desde una verdad unánime (y cambiante) la adscripción de todos.
Los soldados del kirchnerismo defienden un dogma intocable, se resisten a la mínima discusión interna e intentan desarmar cualquier debate dentro del peronismo esperando sólo la obediencia, y animados únicamente en «la lealtad y el amor a Cristina». Pero también aplican esa presión sobre la opinión pública independiente. Y sobre los opositores, que suelen pasar de la cerrazón más inverosímil al seguidismo más surrealista. Tal vez no hayamos advertido el nivel de mistificación que el kirchnerismo ha traído a la política nacional. El carácter religioso que encarna, con su ceremonial evitista, sus mantras mediáticos y su liturgia, que busca evangelizar a todos. Que aspira a la totalidad..

10 comentarios en «Kirchnerismo para todos»

  1. Hice un esfuerzo por leer esta nota, no amargarme con sus sobrentendidos falsos y sus embustes y ese fingido aristocratismo del autor al firmar con doble apellido. Hice el esfuerzo hasta que llegué al conmovedor testimonio de Martín Caparrós. Pobre Caparrós!, tan inteligentes y sagaz, tan íntegro, tan profundamente republicano que no puede adherir a las identificaciones de una masa amorfa, dominada por supersticiones, bárbara,tan poco democrática que cree en las razones de la mayoría. Que tragedia la de nuestros país!, que gente leída, bien comida, viajada,no pueda despejar la barbarie de los desposeídos, que ser antipopular sólo sirva para ganarse la vida pero no para ser feliz.No entiendo como se resiste a emigrar y no se instala en España, donde tienen un rey de verdad.

    1. Bueno, el Caparra no hizo más que seguir los pasos de otros «rebolú» ilustres, como la Piba Luro Pueyredón, el Galimba y Pepitillo Eliaschev.

      Increíble lo que el tiempo puede hacer de uno. Si alguna vez me pongo así, tengan piedad y péguenme un tiro.

      1. Cuando vos escribas algo que llegue a los talones de «La Voluntad» hablamos. Hay que ser para defenstrar así a Caparrós…

      2. El libro lo escribieron los dos, no veo cómo podés quedarte con uno de los autores. Y no deja de ser un tanto cómico, por decir algo, que los kirchneristas prefieran al ex Erp, que fue preso por atacar el Comando de Sanidad en el año 73. Perón ya estaba en Argentina y faltaban pocos días de ganar las elecciones presidenciales. ¿Eso no fue hacerle el juego a la derecha?

  2. O sea que para que las críticas que hago a MC sean certeras, verdaderas, yo debería haber escrito la Voluntad.Esa opinión me parece una gansada insigne.Además no leí la Voluntad, no me hace falta.En fin, sería bueno que defendieras de otro modo a MC y no apelar a un criterio de autoridad, de someterse al prestigio de ciertos figurones

    1. Juan, ¿algún problema de comprensión de lectura? Mi crítica iba hacía el comentario de ER que no muy veladamente daba a entender que Caparrós traicionaba lo que había pregonado en los 70´. Porque de ser así no podría haber escrito un libro tan extraordinario como «La Voluntad» -con Anguita, claro-.
      En ningún momento hablé de vos ni de tus críticas a Caparrós.

  3. este pelotudo escribe:

    «Tal vez no hayamos advertido el nivel de mistificación que el kirchnerismo ha traído a la política nacional. El carácter religioso que encarna, con su ceremonial evitista, sus mantras mediáticos y su liturgia, que busca evangelizar a todos. Que aspira a la totalidad».

    y este texto es un acabado resumen de cómo tratan los discursos opositores al vínculo de los más o menos «convencidos» de su relación con el gobierno nacional: como un acto de fe irracional y estúpido.

    lo resumen, lo reducen, lo comparan, a un acto de hipnotismo o de fe religiosa, irracional, de manera que adulteran el vínculo real que se da entre cada uno de los «cercanos» y este gobierno, que no es un acto de fe, sino un acto de «confianza» o «apoyo», cosa muy diferente, sostenido sobre no pocos elementos del pasado concreto de esta misma gestión.

    el hecho de que «mc» diga que no puede «creer» sustenta todo esto y justifica la nota con su supuesta cita de autoridad. pero: ¿qué es lo que hay que creer? ¿si el gobierno es sincero? ¿si hay pureza ideológica? o ¿si el gobierno en su gestión general se ajusta o no se ajusta a lo que siempre deseamos cada uno de nosotros?

    ¿qué es lo que caparrós no puede creer? ¿qué hace que caparrós sea un intelectual de referencia del diario de los mitre y pueda seguir siendo considerado «un sincero intelectual de izquierda progresista?

    1. En realidad JFD tiene una cuota de astucia.
      No por nada ‘La Nación’ lo pone en el cargo en que lo pone. (Entre otras cosas, porque en la sección cultural no podés poner a un, digamos, Abel Posse. Tiene que haber un ‘barniz’ de centroizquierda, algo vagamente socialdemócrata como mínimo).
      Él no aparece como un ‘hombre La Nación’ clásico.
      Su actitud es: ‘yo fui nac & pop, yo fui de izquierda, así que a mí no me la cuentan, yo me las sé todas. Y desde adentro’.
      Por eso, su antikirchnerismo tiene algunos ángulos diferentes. Por ejemplo, tratar de demostrar que el kirchnerismo ‘no es de izquierda’, o ‘no es verdaderamente peronista’. Muy vivo. ‘Nice try’, dirían los yanquis.
      Es un caso parecido al de Beatriz Sarlo. Hacen como que ‘comprenden’ más el fenómeno, pero llegan a conclusiones estrictamente funcionales al proyecto de ‘La Nación’: que esto es espantoso y hay que voltearlo.

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