Europa ya tiene quién la defienda: el escritor Mario Vargas Llosa realizó ayer un alegato en favor del proyecto de construcción europea y dijo que es preciso “salvar a Europa”. A su llegada a la ciudad de Las Palmas, en España, donde recibirá varios homenajes, el peruano recordó que ese modelo ha traído progreso, democracia y “60 años continuados de paz” al continente, por primera vez en su historia.
“Hay que salvarla de los pesimistas que ya auguran su fracaso porque no hay ninguna razón. Estamos en una crisis económica muy seria por exceso de despilfarro, porque no ha habido la prudencia necesaria y porque no se tomaron las precauciones debidas a tiempo. Todo eso se paga”, señaló el insigne escritor, habitual defensor de los sistemas neoliberales que gobiernan Europa desde hace al menos 15 años. También mostró preocupación por el buen resultado obtenido en las últimas elecciones en Grecia por el partido filonazi Amanecer Dorado, “un síntoma de algo que, por desgracia, está ocurriendo en otras partes de Europa”. Y lanzó una advertencia contra aquellos que “quieren sacrificar las humanidades, por considerarlas un lastre o un lujo”, porque “puede tener consecuencias desastrosas”, entre ellas “crear una sociedad robotizada en la que lo primero que se puede desplomar es la democracia”.
Consultado acerca del movimiento de los indignados, que desde Madrid se extendió a varios países y acaba de cumplir su primer aniversario, Vargas Llosa se mostró comprensivo con la indignación de muchos ciudadanos por la crisis, en particular los jóvenes. Sin embargo, alertó sobre las “derivas sumamente peligrosas” que suelen tener las “democracias de la calle”. “España es una democracia funcional. Y la democracia tiene sus canales a través de los cuales se puede y se debe expresar la protesta, la crítica… Es peligroso que esas protestas se aparten de los canales propios de la democracia”, apuntó. Pero el premio Nobel de Literatura parece olvidar (o tal vez simplemente omite recordar), que la democracia renació en las calles parisinas en 1789 del clamor de manifestaciones de similar raíz, aunque un poco menos dispuestas a esperar sentadas, ocupando plazas públicas.
Vargas Llosa subrayó que pretender instaurar una “democracia de la calle” puede conducir a situaciones “peligrosas para el futuro institucional, para la legalidad y para la auténtica libertad”. Olvida (u omite recordar) que una de las primeras libertades es la de expresión, sin temor a que el simple uso del derecho a la palabra sea tachado de potencialmente peligroso y que las instituciones se deben a los hombres. No obstante, el novelista considera legítimo que los ciudadanos protesten e incluso comprende que, “en un período de grandes sacrificios”, los jóvenes recién formados estén indignados. Pero nada dice sobre los alcances de los planes de ajuste que se riegan por el Viejo Continente, al mismo ritmo frenético que las agrupaciones filonazis. Porque lo primero es salvar a Europa: las personas pueden esperar. <
Vargas Llosa se refiere a los indignados españoles, pero como el espíritu es el mismo, sirven de respuesta la palabras del presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile: «Marchamos porque tenemos convicciones profundas: una reforma tributaria que redistribuya la riqueza del país y no este ajuste hecho a la medida de los ricos, para poder financiar una reforma que comprende la educación como un derecho”.
(http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-194223-2012-05-17.html)