Moyano dice que Cristina se enojó con él cuando pidió por un presidente obrero. Dejando de lado si fue exactamente por aquella arenga, hoy mera anécdota, lo cierto es que Moyano, recordándola, pone la cuestión en su justo punto: pasa por la política; o mejor dicho, por su incapacidad para expresar políticamente su representatividad sindical.
Cristina no acepta compartir la conducción de la alianza social en cuya representatividad se sustenta su hegemonía. Amplísima (la alianza social que conduce), atento a lo constatado en dos pronunciamientos electorales contundentes en dos meses en 2011, por lo cualitativo más que nada de ese número grande. Heterogénea, por cierto. Lo que para ella, capaz de dialogar de par a par con todas, significa un valor agregado.
Es, CFK, el punto de equilibrio. El todo, al interior del cual las partes que lo componen ganan más que yendo por separado, sólo se armoniza en torno de su figura, independientemente de consideraciones subjetivas a este respecto.
Alguien dijo, hace unas horas, que, pese a que la fractura interna en la CGT –lo que entonces debilitaría a Moyano allí donde es más fuerte– es cada vez mayor, Moyano aún conserva capacidad de, como usualmente se dice, “parar el país”. Y seguramente eso sea cierto.
Pero contendría, para Moyano, la semilla de su propia implosión: lo situaría, una jugada de tal magnitud, en exceso en el terreno sindical. Con la garantía de, por la repulsión que generaría con semejante movida fronteras afuera del universo que conduce, consolidar su impotencia para expandirse al terreno de la disputa política. Que es lo que quiere hacer. Con legítimo derecho.
Cristina reclamó el año pasado, y reclama del mismo modo ahora, centralidad exclusiva sobre la base de, simple y sencillamente, el conteo de más de 12 millones de votos, uno arriba del otro. Desde esa posición de extraordinaria potencia disciplinó con argumentación política de lo más corriente a todos aquellos con los que discutió (no en el sentido literal del término) el armado de las listas. También con legítimo derecho.
Moyano demostró en toda su dimensión su enorme incapacidad para desenvolverse en el terreno de la política cuando ordenó a Piumato y Schmidt, que habían sido designados por Cristina en el 5º lugar cada uno de las listas de CABA y Santa Fe respectivamente, bajarse de sus candidaturas, bajo el argumento de que “Cristina no es Perón como para sacar tantos votos que le vayan a permitir meter tantos diputados en Capital y Santa Fe”. Piumato y Schmidt hoy serían, si Moyano hubiera pensado con la cabeza en aquella oportunidad, ambos diputados nacionales.
Puede creerse que Cristina ofreció lo que ofreció sabiendo que el moyanismo diría nones, tercerizando en el propio excluido la decisión de apartarlo de la centralidad que éste demandaba y aquella no quería ceder. En cualquier caso, haber mordido el anzuelo no hace más que reforzar el argumento de la torpeza de Moyano para expresarse políticamente. Simple y sencillo: no es, en esa arena, lo bueno que es para negociar en convenciones colectivas; o que lo fue para pararse de manos antes la entrega de derechos sociolaborales por parte del Estado durante los ’90.
La torpeza de Moyano pone en peligro el marco político en el que se han desplegado a todo dar las banderas en cuya defensa siempre, y con toda justicia, recuerda haber militado. Un esfuerzo que caería en saco roto si con su accionar lesionara la capacidad de acción del único actor político con cuyo programa puede encontrar coincidencias –lo que, de hecho, ha ocurrido durante 8 años, aunque ahora pretenda que lo ha olvidado–.
El problema sería el boomerang que eso puede llegar a generar en lo que hace al plano concreto de lo materialmente específico para los intereses del sector asalariado en la fase actual del despliegue del modelo económico inaugurado en 2003.
Decía Horacio Verbitsky, hace un año, sobre un trabajo de Eduardo Basualdo que era necesario recomponer márgenes de rentabilidad en los segmentos con mayor capacidad de dinamizar la generación de empleo, en lo que, por ende, se juega, también, la participación del asalariado en el reparto del ingreso nacional.
Para eso se postulaba una mayor intervención del Estado sobre el proceso de asignación de recursos a favor de los tramos de la producción lesionados en sus potencialidades por efecto de una apreciación monetaria en cuyo desmadre operan los sectores de la oligarquía diversificada denunciados por Basualdo y que cuentan con capacidad de formar precios; en lo que era de vital importancia el fortalecimiento de la alianza entre el kirchnerismo, que sostiene la disputa con la oligarquía diversificada como motor principal de su programa de gobierno, y el sindicalismo moyanista, cuyo accionar en la disputa salarial se centró principalmente en esos segmentos, de lo que devino natural su coincidencia con los gobiernos de NK y CFK.
Habida cuenta de la reconfiguración de marcos de alianzas a la que está llevando Moyano al sector de la CGT que conduce, no sólo por Clarín sino también porque su candidatura a la reelección es auspiciada, entre otros, por Momo Venegas –con todas las derivaciones que por efecto de unos y otros pueden colegirse de ello como favorable para sectores de los grupos económicos favorecidos por los programas económicos prekirchneristas–; podrán predecirse resultados desfavorables para el sector obrero.
Justamente en momentos en que se necesitaría de la acción conjunta de Gobierno y movimiento obrero en función de rediseñar los instrumentos tendientes a extender y ampliar las líneas básicas de un esquema económico en el que el papel del asalariado es vital.
La falta de mayores precisiones sobre el trasfondo sólo nos permitiría calificar de trágico desencuentro a lo sucedido con el compañero Moyano. Mi intuición apunta a algo tan poco maquiavélico como un ego herido.
Político, el tema del ego herido («Hugo está esperando que Cristina lo llame y le diga che negro vení y hablemos») me la ha dicho gente que la conoce de adentro. Yo, igual, medio me resisto a creerlo, me parece demasiado estúpido. De cualquier modo, Cristina podría haber desactivado la ruptura hasta hace, no se, tres meses.
En la reforma constitucional pueden poner que el secretario de la CGT es elegido por el presidente con acuerdo del Senado (ojo: mayoría simple)
Como se ve que extrañan los buenos tiempos en que daban un golpe militar y nombraban un interventor militar como Alberto Patrón Laplacette ’55-’58 o directamente declaraban la disolución de la CGT cpmo en el ’76.
¿puede una modificación de la constitución determinar los mecanismos internos que regulan una agrupación x, que reune no a la totalidad de los argentinos, sino a un grupo puntual?
mmmm….
Vos tenés trabas mentales, tapones.
Tambien se puede poner que La Presidente elige los presidentes de los partidos opositores y los conductores de los noticieros.
¿estás seguro?
Muy bueno Pablo. Y coincido con Politico, lo cual tambien sostiene tu punto de que a Moyano le falta habilidad politica. «El que se calienta pierde», ya lo decia… ¿quién era? Slds.