Por Ricardo Lagos
08/06/12 – 11:07
Como es lógico, en distintos países me he encontrado en los últimos meses con la misma pregunta: ¿Qué pasa en Chile, uno de los países que más ha avanzado en el continente, para que los estudiantes y sus familias estén protestando en la calle?
Y la respuesta está precisamente ahí. Porque Chile logró avanzar enormemente en veinte años, su gente alcanzó una madurez de sensibilidad política que reclama nuevos derechos y no acepta las ataduras aún ligadas al pasado.
Entre 1990 y 2010 Chile recuperó la democracia. Tuvo un crecimiento elevado y multiplicó por más de dos el ingreso por habitante. Y eso permitió reducir la pobreza, con políticas focalizadas de alta eficiencia. En el año 1990 el 40% de los chilenos vivía bajo la línea de pobreza, hacia el año 2000 ésta se había reducido al 22% y en 2010 al 11%. Y la indigencia estaba en poco más de 3%. Era otro Chile. Ese 29% que había dejado atrás la línea de pobreza era ahora una incipiente clase media con otras aspiraciones y nuevas metas.
Vinieron las demandas por más oportunidades y mayor calidad de vida. Viviendas adecuadas, acceso a mejores servicios de salud, un medio ambiente con más resguardo y, por cierto, la más importante de todas las demandas en este ascenso social: el acceso a la educación superior.
De 200 mil estudiantes en ese nivel de educación superior se pasó a 1.100.000, lo que llevó a algunos de nosotros a decir, con cierto orgullo, que siete de cada diez jóvenes en educación superior eran primera generación en sus familias. Con gran esfuerzo, esa clase media entró a financiar el grueso de esa aspiración. Pero este proceso, a la luz de la realidad reciente, demostró haber derivado en un gran endeudamiento para miles de familias. Por eso en las calles se vio a padres, hijos, abuelos, todos diciendo: basta, terminemos con los abusos y esta vida con el agua al cuello.
Es esto lo que está detrás de las protestas en Chile. Se avanzó enormemente, pero hay un sentimiento social que demanda al Estado bienes públicos mayores.
Por eso, estas protestas indican el fin de un ciclo político que se inició en 1990 al restablecerse la democracia y que culminó con la alternancia en el poder, al elegirse un gobierno de derecha.
Durante esos veinte años, existió una institucionalidad con derecho a veto, incluidos los ocho años de Augusto Pinochet como comandante en jefe del Ejército. Por ello hubo que trabajar duramente, como quien avanza contra el viento para alcanzar la cima, porque lo esencial era hacer de Chile un país mejor y consensuar muchos avances con la derecha que, a pesar de contar con menos votos ciudadanos, logró una presencia parlamentaria que hizo imposible aprobar aquellas leyes que iban a favor de una democracia más real y profunda.
El peculiar sistema electoral, donde se eligen dos representantes por distrito, implica una ventaja clara para la minoría. Por eso hoy se demanda un cambio radical hacia un sistema electoral proporcional.
Pero hay también un término del ciclo económico porque un nuevo concepto se abre paso: más importante que el crecimiento del ingreso per cápita –en Chile hoy es de US$ 15 mil, o sea más de tres veces el de 1990– es cómo se distribuye ese ingreso en la sociedad. Es la tendencia ineludible, porque hoy, en los países considerados ricos, las claves del análisis se ponen en los indicadores económicos-sociales relacionados con la distribución del ingreso. Cuando se estaba en las etapas primarias del desarrollo económico, esos indicadores se asociaban al crecimiento del ingreso por habitante, pero ya no.
Y, por cierto, también termina un ciclo de política social, donde la forma de mejorar la redistribución del ingreso era a través de subsidios y asignaciones directas para sacar a los pobres de su pobreza. Ahora, si queremos avanzar socialmente, habrá que hacer reformas tributarias y así financiar los nuevos bienes públicos que demandan los sectores medios. Tener un sistema tributario que concurre efectivamente a disminuir la desigualdad.
Todo ello explica que Chile, puesto como ejemplo de transición, viva lo que vive. Es cierto que hicimos un manejo de las cuentas públicas con responsabilidad fiscal y, a partir del año 2000, una política macroeconómica anticíclica. Y logramos investigar la violación de los derechos humanos hasta una profundidad no hecha en ningún otro país.
Esta ciudadanía de hoy, con más visión del mundo, más empoderada porque maneja el poder de las redes sociales y hace de internet una plataforma para exigir mayor participación en los asuntos públicos, es la que está en la calle. Una ciudadanía que exige cambios y rechaza lo que trajo la marea neoliberal, con desregulaciones y desprotección frente a los abusos de los más poderosos.
¿Será la clase política, de gobierno y oposición, lo suficientemente madura para entender el término de los ciclos político, económico y social y abrirse a una nueva forma de mirar el futuro? Los que hemos tenido responsabilidades públicas queremos ver ese entendimiento, para que Chile siga siendo una nación señera con un progreso real para su gente.
*Ex presidente (2000 y 2006). Copyright: Project Syndicate, 2012. (www.project-syndicate.org).
08/06/12 – 11:07
Como es lógico, en distintos países me he encontrado en los últimos meses con la misma pregunta: ¿Qué pasa en Chile, uno de los países que más ha avanzado en el continente, para que los estudiantes y sus familias estén protestando en la calle?
Y la respuesta está precisamente ahí. Porque Chile logró avanzar enormemente en veinte años, su gente alcanzó una madurez de sensibilidad política que reclama nuevos derechos y no acepta las ataduras aún ligadas al pasado.
Entre 1990 y 2010 Chile recuperó la democracia. Tuvo un crecimiento elevado y multiplicó por más de dos el ingreso por habitante. Y eso permitió reducir la pobreza, con políticas focalizadas de alta eficiencia. En el año 1990 el 40% de los chilenos vivía bajo la línea de pobreza, hacia el año 2000 ésta se había reducido al 22% y en 2010 al 11%. Y la indigencia estaba en poco más de 3%. Era otro Chile. Ese 29% que había dejado atrás la línea de pobreza era ahora una incipiente clase media con otras aspiraciones y nuevas metas.
Vinieron las demandas por más oportunidades y mayor calidad de vida. Viviendas adecuadas, acceso a mejores servicios de salud, un medio ambiente con más resguardo y, por cierto, la más importante de todas las demandas en este ascenso social: el acceso a la educación superior.
De 200 mil estudiantes en ese nivel de educación superior se pasó a 1.100.000, lo que llevó a algunos de nosotros a decir, con cierto orgullo, que siete de cada diez jóvenes en educación superior eran primera generación en sus familias. Con gran esfuerzo, esa clase media entró a financiar el grueso de esa aspiración. Pero este proceso, a la luz de la realidad reciente, demostró haber derivado en un gran endeudamiento para miles de familias. Por eso en las calles se vio a padres, hijos, abuelos, todos diciendo: basta, terminemos con los abusos y esta vida con el agua al cuello.
Es esto lo que está detrás de las protestas en Chile. Se avanzó enormemente, pero hay un sentimiento social que demanda al Estado bienes públicos mayores.
Por eso, estas protestas indican el fin de un ciclo político que se inició en 1990 al restablecerse la democracia y que culminó con la alternancia en el poder, al elegirse un gobierno de derecha.
Durante esos veinte años, existió una institucionalidad con derecho a veto, incluidos los ocho años de Augusto Pinochet como comandante en jefe del Ejército. Por ello hubo que trabajar duramente, como quien avanza contra el viento para alcanzar la cima, porque lo esencial era hacer de Chile un país mejor y consensuar muchos avances con la derecha que, a pesar de contar con menos votos ciudadanos, logró una presencia parlamentaria que hizo imposible aprobar aquellas leyes que iban a favor de una democracia más real y profunda.
El peculiar sistema electoral, donde se eligen dos representantes por distrito, implica una ventaja clara para la minoría. Por eso hoy se demanda un cambio radical hacia un sistema electoral proporcional.
Pero hay también un término del ciclo económico porque un nuevo concepto se abre paso: más importante que el crecimiento del ingreso per cápita –en Chile hoy es de US$ 15 mil, o sea más de tres veces el de 1990– es cómo se distribuye ese ingreso en la sociedad. Es la tendencia ineludible, porque hoy, en los países considerados ricos, las claves del análisis se ponen en los indicadores económicos-sociales relacionados con la distribución del ingreso. Cuando se estaba en las etapas primarias del desarrollo económico, esos indicadores se asociaban al crecimiento del ingreso por habitante, pero ya no.
Y, por cierto, también termina un ciclo de política social, donde la forma de mejorar la redistribución del ingreso era a través de subsidios y asignaciones directas para sacar a los pobres de su pobreza. Ahora, si queremos avanzar socialmente, habrá que hacer reformas tributarias y así financiar los nuevos bienes públicos que demandan los sectores medios. Tener un sistema tributario que concurre efectivamente a disminuir la desigualdad.
Todo ello explica que Chile, puesto como ejemplo de transición, viva lo que vive. Es cierto que hicimos un manejo de las cuentas públicas con responsabilidad fiscal y, a partir del año 2000, una política macroeconómica anticíclica. Y logramos investigar la violación de los derechos humanos hasta una profundidad no hecha en ningún otro país.
Esta ciudadanía de hoy, con más visión del mundo, más empoderada porque maneja el poder de las redes sociales y hace de internet una plataforma para exigir mayor participación en los asuntos públicos, es la que está en la calle. Una ciudadanía que exige cambios y rechaza lo que trajo la marea neoliberal, con desregulaciones y desprotección frente a los abusos de los más poderosos.
¿Será la clase política, de gobierno y oposición, lo suficientemente madura para entender el término de los ciclos político, económico y social y abrirse a una nueva forma de mirar el futuro? Los que hemos tenido responsabilidades públicas queremos ver ese entendimiento, para que Chile siga siendo una nación señera con un progreso real para su gente.
*Ex presidente (2000 y 2006). Copyright: Project Syndicate, 2012. (www.project-syndicate.org).