El miércoles, Florencio Randazzo, ministro del Interior, se hizo cargo del área de Transporte. Esta mutilación de las atribuciones de Julio De Vido aparenta ser una nueva política de coordinación de transporte pero, por ahora, es apenas una huida hacia adelante para zafar de las consecuencias de una gestión en el área cuyos resultados están a la vista de todos.
Mientras Randazzo comenzaba a tratar de saber de qué se trata esta nueva incumbencia que le cayó como peludo de regalo, fue encomendado a otra gestión algo más prosaica pero de importancia política : impedir que se mostraran juntos el gobernador Daniel Scioli y el jefe de la CGT, Hugo Moyano. El intento de persuasión del ministro del Interior se concretó el jueves y, como es público, fue desoído por Scioli.
La aparición con Moyano, aún reducido a un simple partido de fútbol, tiene simbología para el PJ, siempre atento a la aparición de nuevos ejes de poder, y para el “cristinismo”, que considera “enemigos” al gobernador y al sindicalista.
Scioli ya tuvo que ceder revaluando por decreto el impuesto inmobiliario por directa presión de la Casa Rosada y tiene un conflicto con los ruralistas, que antes lo miraban con alguna simpatía.
El encuentro de Moyano con Scioli habría sido iniciativa del gobernador. Suspenderlo le hubiera dado, otra vez, a la Casa Rosada el poder de veto que ejerce con tanto ahínco, y puesto al gobernador en una posición de debilidad.
El moyanismo dice que apoya la candidatura de Scioli a la Presidencia en 2015, basándose en los dichos del gobernador.
Mientras confluyen sobre él las más fuertes presiones para condicionarlo, Scioli encontró en esa eventual postulación una forma directa de hablarle al peronismo sobre sus planes futuros. Esto es, de su aspiración a la Casa Rosada.
La explicitación, en este momento, es lo suficientemente fuerte como para que el Gobierno la considere una amenaza seria.