Periodismo crítico y función pública

Esta intersección genera, entre periodistas y funcionarios, una interesante viña común para la reflexión, tan frecuentemente confinada a un callejón de ira por Calígulas maliciosos, clownes feroces, Catones ataviados como para el día de los inocentes y otros esperpentos. Pensamientos que salten la cerca del redundante tópico del “periodismo ‘objetivo’” versus el “periodismo militante y ‘politizado’”, poniendo las cosas en estos términos: una mala política produce un daño colectivo y un mal producto editorial también.
Qué es y qué no es periodismo es una materia casi infinita. Decenas de textos, de manuales de conducta y de opiniones se han referido a ello y lo seguirán haciendo. De lo que no quedan dudas es de que el “violento oficio de escribir” (para hablar de Rodolfo Walsh y del periodismo impreso), en tanto herramienta de conocimiento que atraviesa y altera subjetividades, genera bienes públicos que –por lo propio– algo permiten decir sobre su naturaleza benéfica o disolvente.
Una tarde de 1956, mientras jugaba al ajedrez, Walsh escuchó la frase: “Hay un fusilado que vive.” A partir de entonces, átomo tras átomo, apartándose de sus costumbres y exigiéndose hasta la agonía, reconstruyó y extrajo la verdad encerrada en los asesinatos de José León Suárez, arrancándola de un cementerio de lata y fugaces espejismos. Operación Masacre es el relato novelado de un hecho real. También es un tratado sobre rigor periodístico, acerca de cómo procesar datos pasándolos por el don de la honestidad a la hora de atribuirles relieve y por el tamiz de la valentía a la hora de instalarlos.
Baruch Spinoza decía que en una gota de mar está la idea del mar. Sin embargo –y esta es una de las lecciones de Walsh– la totalidad del mar encubre y ciega la idea de las gotas. Observarlas y darles el sentido que tienen según determinado punto de vista es tarea de periodistas. El mar es cometido de fotógrafos, o de Helmut Ditsch, el artista plástico de Villa Ballester que lo recrea recurriendo al realismo extremo.
Así, hay periodistas que infatigablemente tratan de encontrar el sentido de lo aparentemente disperso y ofrecen su esfuerzo a sus lectores, y otros que emplean la técnica de la manta, para camuflar lo concentrado y dispersar la mirada del público.
La posición de España respecto del Peñón de Gibraltar –por dar un ejemplo– ofreció en la cuadra de periodistas domesticados un buen caso de lo dicho. Tratando de que la política oficial en el tema Malvinas se depreciara por contraste con la española en el tema del Peñón, en diversos medios se sostuvo que todos los gobiernos peninsulares reclamaban exactamente lo contrario que la Argentina. Quien fuera nuestro embajador en el Uruguay, Hernán Patiño, contrarreplicó que el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación José Manuel García-Margallo y Marfil había sostenido: “… la política sobre Gibraltar la vamos a cambiar y ayer estuve con el ministro (inglés) William Hague y le dije, esta broma ha terminado”. Sin enmiendas por la contraparte, nuestro embajador arremetió, ya malherido. Por lo que a la verdad objetiva respecta, fue un esfuerzo interruptus.
Las técnicas no siempre son tan tajantes. El pretexto de la crítica al gobierno tiene facetas. Por ejemplo, la afirmación apodíctica, del tipo de “dos por dos es igual a cuatro”, y en consecuencia todo lo que continúa o precede goza de la pretensión de certeza. O el efecto trompe-l’œil (trampa ante el ojo), por el que la suma de ciertas perspectivas y otras impresiones lleva a afirmaciones en las que el mar oculta el alma de la gota de agua. O los que interrogan a la realidad como un poli, y extraen de sus lamentos las piedras de la locura que presentan como irrefutables. Si es malo que el periodismo sea un policía, peor todavía es que sea una Iglesia, donde los sermones sobre la infalibilidad prosperan. Pero cualquiera sea la herramienta, detrás siempre están las máscaras kabuki del lobby. Corporativo y a veces tan personal como una relación amorosa o más escuetamente sexual.
Las lista de los sacerdotes que oficiaron y ofician ante tanto altar con demasiados dioses, y –por qué no– que idearon sus tribunales de la Gráfica Inquisición, puede ser más extensa o más breve, más tenue o más cargada, según quién las confeccione. Por ejemplo, Felipe Romeo, Renée Salas, José Gómez Fuentes, Guillermo Aronin, Bernardo Neustadt, Ezequiel Lezama, Abel Maloney, Rupert Murdoch, Horacio Verbitsky, Iglesias Rouco…
Es natural y deseable que los funcionarios públicos sometan los bienes comunes que tienen la obligación de producir al escrutinio del periodismo crítico. Y también que el bien público en el que consiste la información sea juzgado con parecido rigor. No es que por ello vayan a desaparecer los manipuladores; es que en mi caso, como en el de un uruguayo notable, en la alegría que yo tengo ya viene empezada la tristeza.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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