Los objetivos son desafiantes, la idea fuerza (según explican funcionarios que trabajaron en el proyecto) es un nuevo uso de los recursos estatales, que no consisten sólo en dinero, sino en este caso también en activos físicos.
En la cancha de la gestión se ven los pingos: una medida no será juzgada por su presentación, sino por resultados. Esto dicho, es claro que el Gobierno asume una acción necesaria que, de lograrse, mejorará la vida de familias de las clases más humildes y también de las medias. Ese amplio abanico de potenciales beneficiarios es, seguramente, uno de los objetivos políticos del oficialismo. En octubre pasado recibió un voto pluriclasista fundado en buena medida en los resultados económicos. De cara al futuro, necesita relegitimarse en todos los segmentos de la estructura social.Créditos a tasas razonables y largo plazo, para un conjunto de variada edad y fortuna. Sorteos en la Lotería Nacional para esquivar sospechas. La reaparición del Banco Hipotecario. Esas son algunas facetas de una propuesta que se viene macerando desde la reasunción de la Presidenta en diciembre de 2011.
El aprovechamiento de inmuebles que quedan bajo propiedad del Estado es una arista interesante. El recurso físico aspira a compensar la menor disponibilidad financiera propia de una etapa de crisis internacional, que la Presidenta subrayó varias veces.
El desguace del Estado dejó inmuebles subaprovechados o cuasi abandonados, esparcidos en toda la geografía del país. En los 90 y hasta comienzos de este siglo, la Organización Nacional de Administración de Bienes (Onabe) fungió como una suerte de inmobiliaria pública, vendiendo o rifando ese patrimonio. El crecimiento ulterior a 2003 y la enorme valorización de la tierra urbana cambiaron mucho la ecuación. Según comentan funcionarios que conocen bien el terreno, sobreviven ahora inmuebles muy bien ubicados, otrora suburbanos, enclavados en plenas ciudades o pueblos. Algo así como bolsones urbanos recolocados por el crecimiento de los precios y de las ciudades. No son todos, quizá no sean los más, pero los hay y constituían (tabulan diseñadores de Pro.Cre.Ar.) un Producto Bruto hundido que la implementación del Programa puede poner en valor.
Las propiedades estatales, calculan a ojímetro calificado en zonas de influencia de la Casa Rosada, ocupan el uno por ciento de la superficie nacional. Las Fuerzas Armadas son titulares de la mitad de ese patrimonio colectivo. Algunas están en zonas poco habitadas o yermas, otras en sitios envidiables. Los registros oficiales han mejorado mucho, pero la batida motorizada por la presidenta Cristina también tuvo hallazgos en plena búsqueda. Tal el caso de la cancha de golf a que hizo alusión el discurso presidencial. Se trata de un predio del tamaño adecuado (no desdeñable) ubicado en General Pacheco, al lado de un inmueble de Radio Nacional. Varias hectáreas en zona norte, afectadas a la Dirección de Bienestar de la Armada. Los links de General Pacheco están en mínima medida incluidos en el patrimonio que ya se afectará al Pro.Cre.Ar. La señal que emitió la presidenta Cristina fue política. Y alude a mucha tarea pendiente por realizar. Entre ella está incorporar más inmuebles aptos para construir viviendas y desovillar madejas legales sobre la propiedad.
Onabe es un organismo específico, sus inmuebles son los más accesibles para aplicar al nuevo proyecto. A su vez, las propiedades de los ferrocarriles o de otras reparticiones públicas se rigen por estatutos diferentes, un plexo normativo disperso, que a veces ronda el galimatías. Garantizar títulos perfectos a los futuros beneficiarios será una misión trabajosa, de sintonía fina.
El viceministro Kicillof y el titular de la Anses, Bossio, integran el elenco de jóvenes funcionarios a los que se imputa pensar sólo en ascender y manipular Blackberries. En sus discursos se mostraron sólidos, con más dotes de los que le atribuye la Vulgata dominante. De nuevo y no por última vez: un juicio más certero quedará supeditado a los logros. Lo cierto es que mostraron suficiencia y preparación.
El Museo del Bicentenario propicia asistencias de más de mil personas. La Presidenta disfruta de ese escenario y sin duda también se entretuvo con la urdimbre de la liturgia de ayer, oradores incluidos.
La carencia de crédito hipotecario, la oradora central lo dijo, coloca en offside a la banca privada. Un sector tradicionalmente parasitario, acá y en comarcas más reputadas, que supera cotidianamente sus propios e infaustos records. En Argentina gozan de enorme liquidez, varias entidades están en las que más ganaron en años recientes. Pero otorgan pocos créditos y casi nada para viviendas o soluciones habitacionales. La reciente reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, es de esperar, dotará de herramientas al Estado para inducir otros comportamientos. Exigirá laburo, destreza fina y topará con resistencias.
En un reciente artículo, publicado en Le Monde Diplomatique, el arquitecto Jaime Sorin (ex decano de la respectiva Facultad de la Universidad de la UBA) ponderaba la fuerte inversión dirigida a los sectores postergados en materia de vivienda. Valoraba avances, pero alertaba contra la carencia de los programas oficiales para hacerse cargo de la diversidad cultural y por caracterizar de manera homogénea situaciones muy diferentes. Pro.Cre.Ar parece (en la primera, veloz, mirada) rumbear hacia un enfoque más sofisticado. Abarca a propietarios de terrenos y a quienes no lo son. A ciudadanos de diferentes edades y nivel de ingresos. Trabajará con tierras fiscales y privadas. Deberá atender millones de pedidos, cortar nudos gordianos burocráticos, desalentar sospechas. Si consigue una porción alta de sus objetivos será una de las mayores movidas de los gobiernos kirchneristas.
Una buena iniciativa, entonces, que pondrá a prueba capacidades de gestión y sintonía fina. Ojalá se transforme en realidad.
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