Para leer bien las señales de la calle

En su trabajo Las señales de la calle , el sociólogo marxista Marshall Berman critica a su colega (de la misma orientación) Perry Anderson, convencido de que “la lectura de El Capital no nos ayudará si no sabemos leer, a la vez, las señales de la calle”. Según entiendo, en esta época de crecientes protestas ciudadanas -en la vuelta de los “cacerolazos” a la escena pública- también estamos mostrando incapacidad para leer las señales de la calle, atrapados por prejuicios ideológicos y lecturas acríticas de la realidad.
En mi opinión, las protestas están siendo leídas equivocadamente tanto por sus defensores como por sus detractores.
Pero aquí quisiera concentrarme en la actitud del oficialismo, que ha oscilado entre ignorar y denigrar a las manifestaciones; y centrarme en particular en una línea argumental, conforme a la cual los nuevos cacerolazos están siendo llevados a cabo por unos pocos individuos, movidos exclusivamente por su egoísmo: “esta minoría sólo se manifiesta” –nos dicen- “cuando siente que le tocan el bolsillo”.
Además de basarse en prejuicios carentes de todo respaldo empírico, esta posición es objetable por una diversidad de razones.
Ante todo, dicha postura se niega a aceptar la existencia de posiciones críticas genuinas, señalando simplemente que quienes protestan actúan movidos por intereses mezquinos. Esta posición es tan inatractiva como la que sostiene que si alguien defiende al kirchnerismo, ello se debe a que “está siendo pagado por el Gobierno.” Contra ambas posturas, conviene hacer un esfuerzo por mirar a su mejor luz lo que dicen quienes piensan distinto a uno. Ello, con independencia de que pueda haber muchos casos de personas que sostienen lo que sostienen sin convicción, por las malas razones, o de manera hipócrita.
En segundo lugar, debe señalarse que cualquier protesta puede ser asociada al autointerésde quienes la sostienen, sin perder su valor por ello . ¿Qué hay de malo, por caso, en que la clase obrera salga a la calle, se declare en huelga y proteste exigiendo mayores salarios? Tales reclamos pueden ser descriptos como reclamos puramente autointeresados, pero esa comprobación en nada invalida las protestas del caso. De modo similar, las críticas de los “indignados” europeos o las manifestaciones contra Wall Street también pueden ser leídas como producto de la propia angustia económica o el desempleo –como protestas originadas en el egoísmo. Pero ello en absoluto resta valor a lo que los protestantes hacen . Por el contrario, ellos merecen todo nuestro reconocimiento, por salir a la escena pública a mostrar la dignidad de determinados reclamos, que los trascienden como individuos.
Alguien podría introducir una variable en la crítica anterior, para sostener que está bien protestar por el propio interés, pero dependiendo de cuál sea el interés en juego.
Así, la clase obrera puede tener razones para protestar por sus magros salarios, pero la clase media tiene menos derecho a hacerlo (y mucho menos la clase alta), porque ya se ha beneficiado bastante de la situación que ahora critica. Sin embargo, este argumento también es problemático.
Los principales reclamos que se han escuchado en estos días (típicamente, terminar con la impunidad política y la discrecionalidad económica) resultan universalizables y muy razonables, en nuestro contexto . Por un lado, estaríamos descalificando a la protesta no por lo que dicen quienes protestan, sino por “lo que (pensamos que) dirían si pudieran”, o por lo que eventualmente declaren algunos de sus miembros.
Por otro lado, estaríamos dejando de tomar en serio las efectivas violaciones de derechos que revelan esos reclamos. Puede que las clases medias en el 2001 protestaran de modo egoísta, desde una situación de relativo privilegio social. Pero también es cierto que tenía reclamos muy justos de su lado (la pérdida de buena parte de los ahorros de toda una vida), que merecían una justa respuesta estatal.
Los problemas que mostramos para descifrar las “señales de la calle” se agudizan, en estos tiempos, por el lugar prominente que ocupa en la discusión pública un periodismo alineado, con dificultades de formación técnica y académica , que se suma a una sobrepresencia de encuestas de opinión que aplanan más que enriquecen nuestros conocimientos .
Factores como los citados hacen que tengamos problemas para detectar ambigüedades, matices y puntos de ruptura múltiples, que hoy parecen iluminar el escenario político. Este tipo de dificultades explican por qué, tantas veces, ocurren estallidos sociales y nos sorprenden: simplemente, no vimos o no quisimos leer las señales que los anunciaban.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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28 comentarios en «Para leer bien las señales de la calle»

  1. Gargarella es TODO contradictotio, inviable, irreal, estupido.

    es OBVIO que todas las clases sociales protestan por su interes, el tema es si vos lo apoyas o no, que tienen el derecho democratico de hacerlo y que son legitimas esta claro.

    Un tipo que se dice estar a la izquierda del gobierno, apoya las portestas de la clase alta y la oligarquia rural, eso es todo. Ese es tu lugar Gargarella, no sarasasees mas.

  2. Para leer bien hay que estar atento para ver quienes protestan y porqué lo hacen.

    No menos importante es ver quienes no protestan y evaluar si tendríamos que perjudicarlos para satisfacer a los que protestan.

  3. Me gustaría que este tribuno republicano, abogado y sociólogo, explique a que se refiere cuando habla de «impunidad políica», si no lo hace, él caería en «impunidad intelectual»

  4. RG me cae bastante mal. Lo digo para que se sepa que hablo desde ese lugar, nada más; ya lo leo con prejuicio, quiero decir.
    Pero esto es por mucho de lo más bajo que le he leído. Difícil entender que alguien que no es estúpido pueda escribir algo de una pobreza intelectual tan notable.
    Lo que puede el odio es increíble.

    1. no se lo descalifica A gargarella.

      se cuestiona lo que gargarella escribió.

      es muy diferente una cosa y otra.

      1. «Inviable, irreal, estúpido, vive encerrado, no tiene calle, cree que es escandinavo, intelectualmente impune, odia»

        Hummm…..

      2. para mí un texto como el presente es un texto lleno de imbecilidad o hipocresía.

        es impresentable desde todo punto de vista y ni se lo puede debatir académicamente por su vacío total de sentido.

        algo del texto fuerza las respuesta desganadas de los lectores que sentimos que este supuesto sociólogo de izquierda nos toma por boludos.

      1. Quiero decir que este SÍ es un espacio pluralista, donde caben hasta los peores vómitos fachos.
        Y para seguir insultando ¿por qué no lo hacés en La Nación?

      2. Noooo… Así que los ‘opinadores’ de La Nación son sólo los que coinciden con la línea del diario (o sea que son redundantes) y que el objetivo de los comentarios NO es el libre debate de ideas… Qué cosa, es lo que siempre digo yo…

      3. Y, si…

        Desde que opino en Artepolítica no volví a poner un solo comentario en La Nación.

        Es más, los opinadores de La Nación me parecen tan insustanciales como los devotos del «modelo», solo que de signo contrario.

  5. por mi parte percibo que a Gargarella le»asusta»lo ocurrido ultimamente.Lo considera una señal,un llamado de atencion.No porque lo apoye,sino porque cree que la clase media puede apoyar gobiernos de derecha y hasta dictatoriales,cuando el panico la invade.No hablo,por supuesto,de todos sus integrantes,pero existe un sector muy»meloneado»por los medios que llega a odiar al gobierno.Lo que prueba el poder de esos medios,aunque B.S. una vez pretendiera que no es tanto.

    1. Lo que sucede, Isabel, es que los argentinos somos masoquistas y nos gustan los medios de comunicación que solo transmiten malas noticias. Un desperdicio los innumerables medios, que subsisten de la pauta oficial de propaganda, que nadie les presta atención, como por ejemplo el periódico local -Paraná- «El Diario», adquirido hace un par de años en su paquete mayoritario por un empresario K, que, que embolsó $ 1,4 millones, un 272% más que el año pasado, y cuya lectura permite observar las maravillas locales sobre el pleno empleo, las exportaciones, nunca hace mucho frío ni mucho calor, sólo llueve de noche, para no molestar a la gente, estamos llenos de turistas que dejan millones los fines de semana largos y otras maravillas. Repito: que desperdicio y cuanto masoquismo.

  6. vamos,Daio:creo que no se trata de encontrar en algun rincon minoritario un ejemplo K.criticable(con todo el respeto y afecto que la guardo a Parana,donde estudie en su Profesorado sarmientino),sino de considerar el imperio comunicativo que significan Clarin-La nacion y su red televisiva.Extrañamente tales diarios fueron en tiempos pasados enclaves culturales,defensa de la democracia en la segunda guerra mundial,para convertirse hoy en opositores a un proyecto nacional que tiene en cuenta a las mayorias populares,con sus defectos y sus avances.

    1. Isabel: «rincón Paraná», a los casi 400.000 habitantes no le va a gustar nada.
      Creo que no debes subestimar al sujeto de la comunicación, la gente no es tonta, y cuando quiere informarse, no ser víctima de la propaganda, no lee la prensa subsidiada, y vaya el ejemplo de Página 12, que subsiste exclusivamente por la ayuda oficial, y es de lo mejorcito que puede ofrecer el gobierno.
      Si vos como jubilada piensas que este es un proyecto popular, me parece que tendrías que pensar un poco en todas las chicanas que el gobierno pone para no pagar lo que debe pagar y lo que les debe, incumpliendo el convenio firmado ante la Comisión Interamericana de Ds. Hs. y miles de fallos. Por suerte la Corte no es ajena al drama del jubilado y está actuando en tal sentido. Salvo que los jubilados no entren dentro del concepto de «mayorías populares».

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