HACE DOS SEMANAS QUE EL PRECIO SE ESTANCÓ EN $ 5,90-$ 5,95
JULIÁN GUARINO Buenos Aires
El mercado informal del dólar sigue convocando sus clásicos protagonistas: la oferta y la demanda. La noticia, además del tibio retorno de los negocios incluso bajo el imperio de Guillermo Moreno, es la fijación del tipo de cambio que comenzó a regir desde hace dos semanas, lapso durante el cual el dólar informal cotizó siempre en la brecha de los $ 5,90 y $ 5,95.
La distancia del 0,8% entre la punta compradora y la vendedora habla de la baja afluencia de negocios, pero más dice sobre la cartelización del sector, acuciado por los controles de la AFIP y urgido a mostrar buen entendimiento con la esfera política si pretende no desaparecer de plano.
Llevar más allá del 31% la distancia que existe con el dólar oficial (hoy en $ 4,52) pondría en apuros a los pocos sobrevivientes y los sacaría del exiguo paraguas protector que implicó el acuerdo tácito con la Secretaría de Comercio Interior.
La especulación es que, de mantenerse bajo el volumen de negocios, los valores permanecerían virtualmente congelados.
Huelga decir que mientras el BCRA es refractario a los intereses del grupo y los pocos contactos realizados han sido vanos, los intentos se han dispersado sin éxito también en otros despachos de Economía.
De todas formas, el dato que tanto el Banco Central como los cambistas también los cueveros acarician con esmero son los u$s 8.000 millones del agro sojero que aún no se han liquidado en la plaza cambiaria. La mala noticia es que ese dinero todavía tiene forma de poroto de soja, ya que se trata de 16 millones de toneladas que aún no se han comercializado. Incluso el líder de la CGT Hugo Moyano tuvo su protagonismo la última semana: el anunciado paro de camioneros y la continuidad del conflicto significa menor llegada de la soja al puerto, lo que hizo subir el precio de la soja en Chicago por encima de los u$s 530.
Otra mala noticia es que, a pesar de la suba, las exportaciones se encuentran ralentizadas y las decisiones de inversión también se hacen desear. Si no se necesita dinero, tampoco es necesario vender la producción.
La mesa de dinero del Banco Central cuenta las horas ábaco mediante para que el agro les venda, de una vez, los u$s 800 millones semanales que solía liquidar en esta misma época, un año atrás.
Los u$s 400 millones semanales promedio que le venden a Mercedes Marcó del Pont no hacen más que profundizar la incógnita: la llamativa retracción resulta más evidente en medio de la temporada de liquidación más fuerte del agro, correspondiente al final de la campaña de la cosecha gruesa y que se extiende habitualmente de abril hasta el mes de julio. Si con la ayuda del cepo cambiario, las restricciones a las importaciones y el congelado giro de utilidades al exterior el BCRA no puede sumar reservas, en un contexto con menos ventas es poco probable que ocurra.
La salida de depósitos de los bancos que se cuentan a su vez como parte de las reservas mostró un nuevo capítulo en la semana del 11 al 15 de junio, cuando se fueron otros u$s 438 millones. El goteo apenas se redujo contra los u$s 547 millones de la semana anterior.
Para los bancos, el extraordinario colchón de pesos ociosos que tienen acentuado a partir del cerrojo cambiario ya no parece ser un problema.
Los depósitos a corto plazo que hacían al BCRA (pases) a cambio de una módica tasa de interés hoy se ha convertido en el motor del crédito a las empresas. Como consecuencia, el stock de pasivos no monetarios comenzó a retroceder. El dato a tener en cuenta es que las empresas demandan más crédito porque suponen que las tasas subirán.
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JULIÁN GUARINO Buenos Aires
El mercado informal del dólar sigue convocando sus clásicos protagonistas: la oferta y la demanda. La noticia, además del tibio retorno de los negocios incluso bajo el imperio de Guillermo Moreno, es la fijación del tipo de cambio que comenzó a regir desde hace dos semanas, lapso durante el cual el dólar informal cotizó siempre en la brecha de los $ 5,90 y $ 5,95.
La distancia del 0,8% entre la punta compradora y la vendedora habla de la baja afluencia de negocios, pero más dice sobre la cartelización del sector, acuciado por los controles de la AFIP y urgido a mostrar buen entendimiento con la esfera política si pretende no desaparecer de plano.
Llevar más allá del 31% la distancia que existe con el dólar oficial (hoy en $ 4,52) pondría en apuros a los pocos sobrevivientes y los sacaría del exiguo paraguas protector que implicó el acuerdo tácito con la Secretaría de Comercio Interior.
La especulación es que, de mantenerse bajo el volumen de negocios, los valores permanecerían virtualmente congelados.
Huelga decir que mientras el BCRA es refractario a los intereses del grupo y los pocos contactos realizados han sido vanos, los intentos se han dispersado sin éxito también en otros despachos de Economía.
De todas formas, el dato que tanto el Banco Central como los cambistas también los cueveros acarician con esmero son los u$s 8.000 millones del agro sojero que aún no se han liquidado en la plaza cambiaria. La mala noticia es que ese dinero todavía tiene forma de poroto de soja, ya que se trata de 16 millones de toneladas que aún no se han comercializado. Incluso el líder de la CGT Hugo Moyano tuvo su protagonismo la última semana: el anunciado paro de camioneros y la continuidad del conflicto significa menor llegada de la soja al puerto, lo que hizo subir el precio de la soja en Chicago por encima de los u$s 530.
Otra mala noticia es que, a pesar de la suba, las exportaciones se encuentran ralentizadas y las decisiones de inversión también se hacen desear. Si no se necesita dinero, tampoco es necesario vender la producción.
La mesa de dinero del Banco Central cuenta las horas ábaco mediante para que el agro les venda, de una vez, los u$s 800 millones semanales que solía liquidar en esta misma época, un año atrás.
Los u$s 400 millones semanales promedio que le venden a Mercedes Marcó del Pont no hacen más que profundizar la incógnita: la llamativa retracción resulta más evidente en medio de la temporada de liquidación más fuerte del agro, correspondiente al final de la campaña de la cosecha gruesa y que se extiende habitualmente de abril hasta el mes de julio. Si con la ayuda del cepo cambiario, las restricciones a las importaciones y el congelado giro de utilidades al exterior el BCRA no puede sumar reservas, en un contexto con menos ventas es poco probable que ocurra.
La salida de depósitos de los bancos que se cuentan a su vez como parte de las reservas mostró un nuevo capítulo en la semana del 11 al 15 de junio, cuando se fueron otros u$s 438 millones. El goteo apenas se redujo contra los u$s 547 millones de la semana anterior.
Para los bancos, el extraordinario colchón de pesos ociosos que tienen acentuado a partir del cerrojo cambiario ya no parece ser un problema.
Los depósitos a corto plazo que hacían al BCRA (pases) a cambio de una módica tasa de interés hoy se ha convertido en el motor del crédito a las empresas. Como consecuencia, el stock de pasivos no monetarios comenzó a retroceder. El dato a tener en cuenta es que las empresas demandan más crédito porque suponen que las tasas subirán.
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